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Evocando a la Republica Española
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per Santiago Ortiz |
15 abr 2006
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EVOCANDO A LA REPUBLICA ESPAÑOLA
14-04-2006
Santi Ortiz
Rebelión
ENTRE EL CARIÑO Y LA IRA |
Cuando en febrero de 1977 se promulgaba la legalización de los partidos polÃticos en España, no sólo se ponÃa fin a una prohibición de cuarenta años que habÃa obligado a la clandestinidad a todas las organizaciones antifranquistas, sino que comenzaban a cerrarse en falso las heridas abiertas por la insurrección militar contra la II República Española, ya que tal legalización excluÃa cualquier partido que se presentara como republicano. De hecho, las primeras elecciones democráticas tras el franquismo se llevaron a cabo sin que ningún partido o asociación republicana pudiera acceder a los comicios por estar expresamente prohibido inscribirse como tal.
Las circunstancias de aquellos momentos: miedo al involucionismo y al fantasma de otra asonada militar; ansias de recuperar en paz una normalidad polÃtica desconocida para varias generaciones de españoles; los efectos selectivos que una intoxicación de cuatro décadas de propaganda fascista ejercÃa sobre la memoria del núcleo mayoritario de la sociedad; memoria selectiva que la abocaba a desligarse de cualquier vÃnculo con el pasado, a mirar hacia delante y olvidar el ayer para refugiarse en un moderantismo que comenzaba a acuñar el término “centroâ€? como opción polÃtica, habÃan propiciado el inicio de una balsámica transición de la dictadura al pluripartidismo, que, sin embargo, suponÃa –en contra del tan cacareado eslogan “transición sin rupturaâ€?– la ruptura total y absoluta con aquel proceso democrático interrumpido a cañonazos en 1936.
Ahora se cumplen setenta y cinco años de su nacimiento y setenta de su asesinato. No creo que ni antes ni después de aquel 14 de abril de 1931 tomara las calles de España una muchedumbre comparable, un júbilo semejante, una ilusión tan viva. No puedo dejar de emocionarme ante los muchos documentos gráficos que han rescatado del tiempo y del olvido aquellos momentos indescriptibles, aquel latir de un pueblo que querÃa soñar, que deseaba elevarse sobre las ruinas de un régimen caduco para respirar el viento fresco del progreso. Las calles de Madrid, de Barcelona, de Sevilla, Valencia, Oviedo, Zaragoza… atestadas de pueblo, respirando con pulmones de pueblo, cantando con garganta de pueblo, dando rienda suelta a la más inocente y pura algarabÃa, con la utopÃa brillándole en los ojos, en la risa, en los sueños, en la luz de aquella primavera de hadas tricolores…
Cinco veranos conseguirÃa sobrevivir aquel parto de soles y esperanzas a todas las intrigas, cabildeos y venenos que pugnaban por minar sus cimientos desde la sórdida caverna reaccionaria donde urdÃan su acta de defunción caciques y ricachos de cotos y besanas, uniformes manchados de afrentas y traiciones, sotanas corrompidas de cruz y sepultura, y el fascismo emergente, que se crecÃa en el espejo criminal y fanático de Hitler y Mussolini.
En el sexto verano, los aires de España se llenaron de pólvora; la amapola y la espiga murieron fusiladas; la voz de la traición tronó con los cañones de los amotinados y con los bombardeos que iban asesinando el corazón de España, el futuro de España… La ira del pueblo, roja como su sangre, anegó las trincheras, se esparció por los campos y pateó las ciudades en defensa de lo que era suyo: una esperanza de manos limpias y sudor esforzado; una esperanza honesta que habÃa encontrado amparo bajo la bandera roja, gualda y morada. Allà entregó el pueblo su alma de miliciano para defender la República que por primera vez en la historia habÃa puesto la ley al lado del obrero, del jornalero, del trabajador; la que otorgó poderes a intelectuales, maestros y lÃderes obreros; la que con sus Misiones Pedagógicas de escuelas ambulantes –¡Vade retro Reforma!– y sus bibliotecas rurales habÃa puesto enseñanza y lectura al alcance de los menos pudientes, no sólo para que adquirieran unos conocimientos antes siempre negados, sino para que tuviesen sed de cultura, ansias de conocer y conocerse. Allà aguantaron ambos, hasta la última hora, el odio de los buitres y de los mercaderes.
En el lejano exilio, León Felipe escribÃa con el pesar por pluma: “Franco… el sapo iscariote y ladrón repartiendo castigos y premios, y yo, callado aquÃ, callado, impasible, cuerdo…â€?, mientras Neruda invocaba en su llanto por la España rota: “Venid a ver la sangre por las calles, venid a ver la sangre por las calles…â€? Y a Madrid, y a Albacete, y a otros puntos de España acudieron, no a verla, a derramarla, surgiendo de la niebla como héroes del fuego y del acero, solemnes y callados, con firmeza en los ojos y exigencia en los puños: ¡fusiles y justicia! Allà estaban, cada uno de su patria, dejando atrás su mundo más o menos lejano.
Eran los brigadistas internacionales, venÃan a defender la libertad, a demostrar que la hermandad de causa no conoce fronteras, que la solidaridad anida en el hombre por encima de lenguas y costumbres. Polacos, belgas, rusos, franceses, canadienses, yanquis, griegos, ingleses…, unos cuarenta mil hombres venidos de cincuenta y tres paÃses, prestos a empuñar las armas en defensa del gobierno legal y democrático de la República. Eran los voluntarios de la libertad, los caballeros de la humilde nobleza, los adelantados inteligentes que vieron en la Guerra Civil el heraldo anunciador de la que inmediatamente después convertirÃa Europa en campo de batalla.
También por eso lucharon en España, para cortarle el paso a la barbarie del fascismo alemán e italiano antes de que pudiera alzar definitivamente su vuelo de rapiña. Lástima que el cobarde cinismo de los gobiernos “democráticosâ€? de Inglaterra y Francia no tuvieran su misma claridad de ideas y dieran carta blanca a Mussolini y Hitler con su vergonzante tratado de “No agresiónâ€?. Tal vez se hubieran ahorrado entonces el posterior calvario de ver a sus paÃses destruidos y el nazismo campando por sus calles.
Pese al esfuerzo abnegado de todos, la guerra se perdió. Y la República, ligera de equipaje, puso un océano de por medio camino del exilio.
Hoy, cuando la democracia suena a moneda falsa, cuando las aspiraciones legÃtimas del pueblo militante han sido cuidadosa y alevosamente sometidas a la manipulación más fraudulenta por quienes se hicieron depositarios de ellas, cuando la corrupción campea por la polÃtica y de la izquierda no queda sino un nombre vacÃo de contenido, pervive poco ya de aquel espÃritu de sueños tricolores; sólo nostalgia, cariño y un crepitar de ira.
Una ira que extiende su mirada hasta el presente en un ejercicio de memoria histórica que, en ningún caso, debe detenerse en aquel experimento frustrado por el levantamiento reaccionario, sino recorrer todos los escalones hasta llegar aquÃ, a este momento en que el atrevimiento ha perdido el pudor y se permite frases como la que el “ecuánimeâ€? historiador Stanley G. Payne vomitaba en El Mundo [1] acerca de la fatal contienda: “La Guerra Civil fue una guerra de malos contra malosâ€?. Asà lo dijo, y se quedó tan fresco.
Dejando al margen su insufrible puerilidad –tan acorde con la del criminal gobierno de su paÃs, enfrascado contra el “Eje del Malâ€?, la defensa “del Bienâ€? y otras cortinas de humo–, la monstruosa falsedad que encierra difÃcilmente encuentra parangón. Y puesto que la guerra la hicieron los sublevados, apoyados por el clero que salvando almas engordaba su cuerpo, los vasallos del rey defenestrado, los fascistas y la oligarquÃa recalcitrante, contra todo un pueblo y el gobierno democráticamente elegido en las urnas; tan “malosâ€? hay que considerar a los agresores como, según Payne, al propio pueblo que se defendió. Tan malos eran, por ejemplo, los pilotos de la Legión Cóndor que arrasaron Guernica, como sus habitantes; los que asaltaban la casa ajena como los que defendÃan la propia; los que querÃan imponer sus ideas por la fuerza, que los que por la fuerza repelÃan la agresión; los moros que luchaban por el prometido botÃn de hembras y riquezas, que los brigadistas que vinieron a defender sus nobles ideales.
¡Todo el mundo es malo!, que viene a ser algo asà como el negativo de ¡To er mundo es güeno!, y tan exculpatorio como éste.
AS� HACE LA HISTORIA EL REVISIONISMO “OBJETIVO�.
Pero Payne no es el único que navega con la brújula rota. Hasta que no seamos conscientes de que el PP y el PSOE no representan sino dos facciones distintas del partido único del capital, de que ambos sólo aspiran a perpetuarse en un bipartidismo de alternancia al servicio de un capitalismo sin alternativas; que su rifirrafe cotidiano sólo obedece a que sus respuestas a los problemas del paÃs son esencialmente idénticas; que no puede haber partidos de izquierda sin militancia ética, ni militancia ética sin ideologÃa; que el fin de los partidos de izquierda debe ser la coherencia ideológica y no el “salir elegidoâ€?; esto es: que no hay que cambiar para ganar, sino ganar para cambiar –¡cuánto le debe este paÃs a Julio Anguita y qué mal le ha pagado!–; que tan falsimedia es El Mundo como El PaÃs; que en el momento en que los sindicatos dejaron de ser de clase se convirtieron en un nido de trepas y burócratras cuya única aspiración es mantener el cargo… Cuando seamos plenamente conscientes de todo esto, comenzaremos a tener posibilidad de enderezar el rumbo y salir del atolladero donde nos han metido; de lo contrario, difÃcil será que mejoren las cosas hasta el punto de ver de nuevo ondear por los organismos oficiales la enseña tricolor de una nueva República.
En cualquier caso, y dado lo que hoy conmemoramos, si eres de la izquierda de ayer o de mañana, alza la copa del recuerdo y brinda por aquella idea luminosa de vida y esperanza que inundó de alegrÃa la primavera de 1931 y por cuantos sufrieron, lucharon y murieron defendiéndola. Y recuerda siempre que aquel daño nunca fue reparado.
¡Salud!
¡Viva la República! |
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Comentaris
Per una Republica en clau catalana !
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per jose |
16 abr 2006
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Un català pot ser nacionalista o internacionalista; revolucionari o conservador; anarquista o comunista de l’URSS, de Mao o de qui sigui; separatista o unionista amb Espanya. Allò que no pot fer mai és deixar de considerarse català abans que altra cosa.
Podem discutir si som espanyol o no. Però, per damunt de les definicions oficials, hi ha un fet elemental que ningú no pot negar: que som catalans. És un fet primari indiscutible que, a desgrat de les quantitats ingents de vilesa que som capaços de covar, no ens podem llevar del damunt.
Aquest qualificatiu, catalans, és el que ara, reduïts a “región espanyola�, com abans, gaudint d’un Estat independent, ens distingeix com a homes, és el que ens dóna una personalitat diferenciada, el que ens situa en la geografia i en la història. Nosaltres som els catalans, tots els altres homes i dones del món són els no catalans. Tot altre concepte gentilici i comunitari ens ve balder o esquifit, cap altre no ens defineix ni ens individualitza prou clarament. Som catalans o no som res.
Ésser espanyols és per a nosaltres un fet contingent. Si la Pau dels Pirineus (1659) hagués estat la Pau de Ponent posem per cas, avui jurÃdicament serÃem francesos, però romandrÃem encara catalans. És que ser catalans és per a nosaltres el fet necessari. Catalunya és la tesi, Espanya una hipòtesi, i no pas l’única.
El català que es desnacionalitza voluntà riament, que renega de la seva història, de la seva llengua, no arriba mai a ésser ni un català normal ni un castellà normal. Queda malament, fa el ridÃcul com a castellà i com a català . És un foraster a la seva terra. És un castellà sense Castella. És un exiliat perpetu a la recerca .
Un català darrera d’un taulell s’ho ven tot. De vegades à dhuc la dignitat.
El problema bà sic dels catalans és de retrobarnos, el de l’acceptació de la pròpia catalanitat amb totes les conseqüències. Catalunya es retrobarà com a Catalunya o no serà mai res. La tragèdia essencial de Catalunya és l’abandonament d’una catalanitat revolucionà ria per part dels catalans.
Tot català porta dintre seu, més o menys, un anarquista en idees i un burgès en gustos. Passa, però, que molt sovint els gustos ofusquen les idees.
Els catalans, tot i les aplanadores garrotades que al llarg de la nostra història ens han anat proveint de totes bandes, encara som un poble ingenu i sentimental que es deixa entendrir amb la història de la llagrimeta.Els catalans també sabem ser lluitadors, però solem equivocarnos d’enemic.
No depèn de nosaltres triar les circumstà ncies, però depèn de nosaltres saberles aprofitar, treure’n el mà xim partit possible. Siguin aquestes circumstà ncies favorables o adverses.
Fa segles que els catalans som manats des de capitals extrangeres. Aquest fet persistent ens ha creat un complex. Desacostumats a manar, ara ens sembla que no en som capaços. Hem admès el tòpic que els catalans servim per treballar i obeir.
Els catalans hem de tenir la nostra pròpia polÃtica. La polÃtica espanyola no és mai la polÃtica catalana. Hem d’anar en compte a no deixarnos obsessionar pels problemes interns o externs de la polÃtica espanyola. Aquests problemes només ens afecten pel que puguin influir en l’assoliment dels objectius alliberadors de Catalunya.
Tots els problemes interiors de convivència ciutadana dintre de Catalunya ens els hem de resoldre nosaltres, els catalans. No esperem mai res dels polÃtics espanyols ni de la polÃtica espanyola.
Hi ha joves catalans que rebutgen la cultura propia només que per esperit de contradicció amb la generació precedent, perquè la cultura catalana és la cultura de llurs pares, i la substitueixen per la cultura espanyola que no és, certament, la cultura de llurs pares, però sà la cultura dels pares d’uns altres; car tota cultura la castellana també és un llegat dels passats.
No sabem que els joves progre de Valladolid parlin francès, per alliberarse de la burgesa cultura de llurs burgesos progenitors.Anem embarcats en el vaixell de la nostra comunitat catalana. Saltar del vaixell perquè les coses van maldades és una covardia, una deserció, una traïció. No és restar neutral: És passarse a l’enemic, és col∙laborar en el genocidi.
Catalunya és un poble contradictori que, enmig de tants defectes que sembla que ens aboquin a una desaparició inevitable, té només una sola qualitat: La supervivència.
Visca la Republica Catalana
Visca la llibertat !
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