:: InsTiTución y CoMunismo. FranCia y la AuTonomía ArgenTina

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per Colectivo Nuevo Proyecto Histórico Correu-e: correo ARROBA colectivonph.com.ar (no verificat!)	14 abr 2006
El proyecto anticapitalista del siglo XXI no es el socialismo, ni la autonomía de los islotes precapitalistas. Otro mundo sólo es posible enterrando todo este mundo decrépito. Asamblea comunal+Autogestión antimercantil; Autogobierno de la multitud+uso sin valor monetario de lo producido. Instituciones sin estado; propiedad pública, pero no estatal. Justicia sin poder judicial, normas de convivencia sin Congreso. Administración sin mando, seguridad sin policía ni militares. Mundo sin fronteras y poder sin representación.

Colectivo Nuevo Proyecto HistÃ³rico www.colectivonph.com.ar correo ARROBA colectivonph.com InsTiTuciÃ³n y COMUNISMO Francia y la AUTONOMÃ?A ArgenTina â��Ya estabas en una prisiÃ³n. Has estado en una prisiÃ³n toda tu vidaâ�? Comic V de Vendetta, Alan Moore. â��La fragua es apenas una brasita al fuego que tendrÃ¡ que arder para cambiarlo todo. la fragua, boletÃn NÂº 1 de los trabajadores ocupados en el Frente Popular DarÃo SantillÃ¡n, 2006. â��Echar a la derecha del poder y cambiar el sistema es una idea que podrÃa encontrar una amplia audiencia. Eso implica una revoluciÃ³n, nuevas instituciones, que debemos transformar las relaciones sociales de producciÃ³n, atacar la propiedad privada, todo esto serÃ¡ descubierto por esta generaciÃ³n a travÃ©s de las lecciones de la lucha de clases. Pero la consigna: â��Todo es nuestro, nada es de ellos, todo lo que tienen nos lo han robado a nosotrosâ�? ha encontrado un ecoâ�?. Stephen Bouquin, del Sindicato Nacional de Profesores de Segundo Grado, la haine, 11/4/06. BitÃ¡cora: I) Â¿DÃ³nde estÃ¡ el poder? II) Las deudas de la AutonomÃa III) La renta de existencia I) Â¿DÃ³nde estÃ¡ el poder? â��No se puede decir que una ley votada por el parlamento no es democrÃ¡tica. Muchos profesores de secundaria, pero tambiÃ©n de enseÃ±anza superior, detestan la empresa, consideran que estÃ¡ ahÃ para explotar a los trabajadores. Es una idea muy extendida en Francia. Los estudiantes tienen hoy un discurso ideolÃ³gico de un arcaÃsmo increÃble, un discurso arqueomarxista fuera de tiempo. Muchos de ellos tienen 20 aÃ±os con una mentalidad de 60, y eso es tristeâ�?. Jean-Robert Pitte, rector de la Sorbona, Revista Ã� del Grupo ClarÃn, 8/4/06. â��No se pueden dar ultimÃ¡tum. Cuando una ley es votada, debe ser aplicadaâ�?. Presidente de Francia Jacques Chirac, 24/3/06. â��Muerte al CPE. Que renuncie De Villepin, que se vaya Chirac, que renuncien todosâ�?. Consigna en la jornada nacional de lucha protagonizada por tres millones de manifestantes, 4/4/06. â��Cada corazÃ³n es una cÃ©lula revolucionariaâ�?. PelÃcula Los Edukadores. Si el poder nace del trabajo, tomar el poder, es tomar el trabajo con las propias manos, cabezas y corazones de la multitud. Si la potencia circula en los actos del poder hacer, el estado es la coagulaciÃ³n de lo hecho. Al poder capitalista, patronal, se lo toma disolviendo la relaciÃ³n salarial y toda relaciÃ³n productora de plusvalor. Al poder se lo toma destruyendo la capacidad de producciÃ³n y reproducciÃ³n de la sociedad capitalista. Importantes y costosas lecciones han sacado los movimientos sociales que creyeron que el poder se construye en ciudadelas autistas. El poder capitalista es un poder social. El Capital es una relaciÃ³n social. Al poder no se lo dispersa, se lo destruye. No se toma distancia del poder, al contrario, se lo enfrenta para abolirlo. El poder capitalista toma la Forma-Estado. Una forma mÃ¡s de las que adopta la mercancÃa fuerza de trabajo. Asumir las funciones del estado no es tomar el poder. Ese poder, el estatal, debe desaparecer. Ninguna institucionalidad burguesa va a desintegrarse por degeneraciÃ³n espontÃ¡nea. Sino que serÃ¡ producto de la natural acciÃ³n antagÃ³nica y el imaginario radical instituyente de la clase que valoriza al capital en todas sus formas: la multitud. Para que la espontaneidad prolongue en el tiempo la autonomÃa insurreccional personal y social, necesita organizar sus propias instituciones que, concientemente, desintegren las del Capital. No hace falta que el movimientos de movimientos exprese que el propio progresismo es el enemigo del trabajo vivo. Sino que esto es demostrado con toda violencia, material y simbÃ³lica, por el propio progresismo. La izquierda institucional, estatal, la socialdemocracia, todos los tipos de populismo que quieren congeniar en una ensalada mixta una cuota de capitalismo con otra de comunismo, son inviables. El keynesianismo y su contracara â��amableâ�? el socialismo de estado, no son mÃ¡s que dos modos de perpetuar la ley del valor capitalista del trabajo humano para ser fagocitado por cada uno de los patrones. El enemigo es el Capital encarnado en cada patrÃ³n, aÃºn los pequeÃ±os. Recordemos que en Francia ya rige el Contrato de Nuevo Empleo (CNE). Es igual que el CPE y se aplica en unidades econÃ³micas de hasta 20 empleados. Con el CNE el patrÃ³n es amo y seÃ±or de echar cuando quiere y porque quiere a su esclavo temporario. Pero el patrÃ³n no es sÃ³lo el empresario, sino cada legislador como patrÃ³n de lo polÃtico que avala la temporalidad laboral. Cada acadÃ©mico como patrÃ³n de conciencias, cada policÃa como violencia patronal que reprime y asesina luchadores sociales, cada juez patronal que niega hÃ¡beas corpus cuando el estado persigue a los luchadores sociales como hizo el juez de la Corte Suprema Argentina Zaffaroni despuÃ©s de la rebeliÃ³n en Las Heras. SÃ, el que escribe sobre teorÃa crÃtica criminal con tufillo â��marxistaâ�?. SÃ, la joya progresista mÃ¡s preciada en la Corte Suprema kirchnerista. El que sabe muy bien de que lado va a estar cuando haya que encarcelar a los rebeldes denegando su â��justiciaâ�? patronal. TambiÃ©n hay patronazgo en la mass media propagadora del orden empresarial y el sentido â��dignoâ�? de trabajar para un burguÃ©s. No queda al margen los sindicatos patronales como eternos mediadores del valor de la fuerza de trabajo, y fuerza franca de represiÃ³n de la autoorganizaciÃ³n de los trabajadores como pasÃ³ en NeuquÃ©n. O como patrulla parapolicial como los â��nenesâ�? de la UniÃ³n Obrera de la ConstrucciÃ³n de la RepÃºblica Argentina (UOCRA), bajo el gobierno peronista de la provincia de San Luis. Que fungieron de guardia pretoriana cuando la policÃa estaba autoacurtelada y en huelga. Patronales como los partidos que aspiran a ser estado, o sea patrones de la soberanÃa del sujeto social, para terminar con toda autonomÃa. AhÃ estÃ¡ Evo Morales haciendo sus primeros palotes represivos y dividiendo a los movimientos sociales. Leamos estas lÃneas de Ã?lvaro GarcÃa Linera, su vicepresidente. Ex guerrillero y actual Nueva Clase polÃtica que describe en una frase lo que le espera a la multitud boliviana. Dice Linera: â��Mandar sobre personas no me llama la atenciÃ³n. Hay que hacerlo, es parte del trabajo sucioâ�?. Entrevista a Ã?lvaro GarcÃa Linera, Diario El Deber, Santa Cruz, 20/3/06. O esta otra en un reportaje en el diario PÃ¡gina 12 del 10 de abril: â��No estamos pensando en socialismo sino en una revoluciÃ³n democratizadoraâ�?. Tanto marxismo-leninismo, tanta lucha de clases, tanta historia transicional fracasada entre socialismo y comunismo, para que Linera, en vez de ser un posleninista, venga a intentar trampear escandalosamente a los movimientos sociales con su cinismo de Nueva Clase, tomÃ¡ndole el pelo con la Â¿revoluciÃ³n? democratizadora del estado boliviano, propia del capitalismo andino que el mismo acuÃ±Ã³. Y propia de farsantes que se burlan de la experiencia y la muerte de seis generaciones de revolucionarios que padecieron la derrota de estos postulados en todo el planeta. La pertinencia de la estrategia transicional entre la reforma y la revoluciÃ³n no se da en el vacÃo. En situaciones de radicalizaciÃ³n social y masiva de la multitud, urge rechazar un programa reformista como el de la renta de ciudadanÃa, ingreso universal o cualquiera de esos sucedÃ¡neos que solo prorrogan la vida del trabajo abstracto, impersonal, alienado, y explotado por el capital. En esos raros momentos histÃ³ricos, en tiempos extraordinarios, la imaginaciÃ³n revolucionaria estÃ¡ a la orden del dÃa. El Contrato de Primer Empleo (CPE) no estaba en la guillotina, ni siquiera su impulsor el primer ministro Dominique de Villepin, sino todo el gobierno de Jacques Chirac. El parlamento sin discusiÃ³n previa (Asamblea Nacional) fue el que aprobÃ³ legislativamente el CPE. Cualquier semejanza con los â��levantamanosâ�? argentinos de la bancada otrora menemista, luego duhaldistas, ahora kirchneristas, y por siempre peronistas, no es mera casualidad. Luego la legalizaciÃ³n de la precariedad en Francia provino del poder judicial (Tribunal Constitucional) dando anuencia jurisdiccional a la instituciÃ³n de la â��RepÃºblica del Precariadoâ�?. Como puede leerse en el sitio web de Indymedia ParÃs â��la repÃºblica de MEDEFâ�?; en honor a la cÃ¡mara patronal mÃ¡s importante de Francia. El paÃs que ya no conserva, ni retÃ³ricamente, aquello de libertad, igualdad y fraternidad; sino que las reemplaza por injusticia, desigualdad y precariedad. El mismo tipo de repÃºblica democrÃ¡tica consagrada bajo las leyes argentinas de â��flexibilizaciÃ³n laboralâ�? de Menem, La Alianza y ahora Kirchner. La ira de la multitud se agiganta. Se cortan carreteras y se hacen piquetes ferroviarios. La lucha habÃa superado el CPE y a los tres poderes, Â¡Todo el â��Capital-Parlamentarismoâ�? estaba en la picota! Y cada semana de lucha -en comparaciÃ³n a las Ã©pocas de â��paz socialâ�?- hacÃa crecer la radicalizaciÃ³n de los enfrentamientos a la velocidad de la luz. El posfordismo es un estado de la excedencia de las masas sin futuro. De Haedo a ParÃs, los parias globales pueblan el mundo. Francia es todo un laboratorio donde la multitud se puede reflejar. El estado francÃ©s con el CPE organizaba legalmente el genocidio de la excedencia humana. Un genocidio silencioso que ya existe de hecho. Recordemos que en Francia el 25 % de los jÃ³venes estÃ¡ desempleado y en algunos barrios supera el 50 por ciento. El â��cuarto mundoâ�? del terciariado y precariado, estÃ¡ en todos lados. Como en el barrio porteÃ±o de Caballito donde el subproletariado muere carbonizado. Donde reciÃ©n con las cenizas de los calcinados que mancha los vidrios polarizados de la Nueva Clase de los polÃticos, el jefe de gobierno Telerman descubre el "trabajo negroâ�? y se desayuna de la condena que padece media Argentina. La lucha se radicaliza en pocas semanas. En Francia empezÃ³ contra el CPE pero la marea impugnadora repudiaba todo el sistema. Como los trabajadores de la comunidad Boliviana que en una confusa primera marcha pedÃan que no cierren las cÃ¡rceles-talleres para no quedarse desempleados, en la segunda su consigna fue: â��Talleristas explotadoresâ�?, y en la tercera proclamaron: â��Â¡Morir, antes que esclavos vivir!â�?. Las reformas que no llegan a tiempo devienen en potencia antagÃ³nica poco despuÃ©s. Toda lucha genuina de la multitud que empieza pidiendo un vaso de agua, si se lo niega, va por el manantial. Como aquel 19 de diciembre de 2001 cuando se saliÃ³ a frenar el estado de sitio dictado por De la RÃºa y en plena madrugada del dÃa 20, cuando el exâ��presidente entregÃ³ a su ministro de economÃa Cavallo para apaciguar la hoguera, ya era tarde, mientras la multitud coreaba en las calles Â¡â��QuÃ© se vayan todos, que no quede ni uno sÃ³lo!â�? (QSVT). O como la matanza de CromaÃ±Ã³n que no motivÃ³, tan siquiera por vergÃ¼enza, la renuncia de AnÃbal Ibarra. Y entonces, producto del movimiento social que creciÃ³ al calor de lograr su destituciÃ³n, terminÃ³ con la eyecciÃ³n del jefe de gobierno que se creÃa atornillado a su sillÃ³n gubernamental. La estrategia del estado francÃ©s para la multitud era clara: fascismo duro del ministro del interior Nicolas Sarkozi para el trabajo negado y fascismo blando de Villepin con trabajo precario. O en cualquier caso, una mezcla de ambos. Sarkozi se corriÃ³ del CPE porque estÃ¡ disputando la presidencia con Villepin. DespuÃ©s lo corriÃ³ por â��izquierdaâ�? pidiendo su suspensiÃ³n. Hasta el MEDEF, Mouvement des Entreprises de France, la principal cÃ¡mara empresaria francesa, se daba cuenta que tenÃa que bajarse, o se iba a empezar a poner en discusiÃ³n toda las formas que adopta el trabajo capitalista, no sÃ³lo los contratos precarios. Luego de la revuelta de clase de los â��Banlieueâ�?, con miles de autos quemados y el incendio de todo tipo de propiedades estatales, enfrentamientos con las fuerzas de seguridad y la ira desatada contra una sociedad capitalista del trabajo negado y el precariado perpetuo; con miles de procesados y racismo estatal que puso a Francia bajo el estado de excepciÃ³n de derecho, o estado de sitio; a Villepin no se le ocurriÃ³ mejor idea que sacar el CPE para bloquear el proyecto â��Lepenistaâ�? de Sarkozi, que querÃa legalizar los guetos de la miseria como campos de concentraciÃ³n en democracia. Villepin querÃa mostrarse como la cara â��amableâ�? del estado en comparaciÃ³n al represor â��Sarkoâ�?. Pero con la caÃda del CPE, al capital no le estÃ¡ cerrando ninguna fÃ³rmula: ni los palos de Sarkozi ni las zanahorias de Villepin. La coacciÃ³n y el consenso del estado estÃ¡n cayendo bajo el mismo tobogÃ¡n de la deslegitimaciÃ³n. La autosoberanÃa de la multitud estÃ¡ poniendo en disputa el posfordismo, y con Ã©l, a todo el capitalismo. Se equivocan los que dicen que la multitud francesa no tiene una organizaciÃ³n polÃtica. Muy por el contrario, su organizaciÃ³n polÃtica es acciÃ³n, debate horizontal, asamblea y delegados que mandan obedeciendo. Aquellos que buscan la organizaciÃ³n polÃtica de la multitud en las calles, bajo el fermento preinsurreccional, en los partidos previamente constituidos, los sindicatos oficiales, y aÃºn en movimientos sociales faltos de reflejos, no la va a encontrar jamÃ¡s. Porque sacando a los propios militantes (de toda forma de organizaciÃ³n de lo polÃtico, lo econÃ³mico y lo social) que decidan construir con la multitud y como multitud; el resto, resulta repudiado por los millones de anÃ³nimos que construyeron en pocas semanas sus nuevas organizaciones polÃticas no divorciadas de su forma social precaria. Si cambia, el militante sindical y partidario de izquierda tiene una oportunidad histÃ³rica en Francia. Puede ajustar cuentas con su pasado, puede recuperar su iniciativa y reflexiÃ³n â��stalinizadaâ�? por dÃ©cadas, bajo la fÃ©rula de la izquierda del capital y los sindicatos vendidos. El movimiento tuvo absoluta conciencia a quienes sirven los representantes de la V RepÃºblica heredera del Mayo FrancÃ©s. La lucha por la derogaciÃ³n del CPE es apenas el primer acto de lo que vendrÃ¡. Para el capital la categorÃa â��precariadoâ�? y â��trabajo negadoâ�? resulta irrenunciable. SÃ³lo con su perpetuaciÃ³n puede sobrevivir el capitalismo. Para terminar con la inseguridad de la vida hay que terminar con el Capital y alumbrar una sociedad poscapitalista. Â¡Fuera el estado y por las comunas asamblearias! Â¡Fuera el trabajo asalariado y bienvenido el trabajo antimercantil! Un hacer que serÃ¡ algo tan diferente a lo que hoy conocemos por trabajo, que cuesta seguir llamando de la misma forma a la actividad metabolizadora del poder hacer de la multitud con la naturaleza y las cosas. a) El poder del proletariado estÃ¡ en su nÃºmero. Y el nÃºmero estÃ¡ del lado del precariado, los tercerizados y los trabajadores negados por el capital o desempleados. El estudiantado estÃ¡ bien lejos de ser una pequeÃ±a burguesÃa satisfecha. Contrariamente, son el cognitariado del proletariado del â��general intellectâ�?. En regiones completas, ya no barrios, el 40 por ciento de los jÃ³venes estÃ¡ desempleado. En la otrora industrial Lille, cabeza de regiÃ³n en el norte de Francia, carbonÃfera y textil y arrasada por el posfordismo, la mayorÃa de los estudiantes viven de empleos intermitentes, y provienen de familias que padecen por segunda generaciÃ³n el desempleo. b) El poder de la multitud estÃ¡ en su inteligencia. Y ahora la inteligencia no radica en ningÃºn organismo externo a su hacer como los partidos, el estado y los sindicatos. Su potencia constituyente cubre todo el espacio social. Si el Capital lo abarca todo, si subsume realmente cada pasiÃ³n y hacer, estilo de vida y cultura bajo la forma de la mercancÃa; entonces, a su vez, cada una de estas capacidades y sensibilidades resulta potencialmente, Capital y Trabajo, Estado y Asamblea, Capitalismo y Comunismo. Es el momento de abrir la relaciÃ³n capitalista compuesta por ambas dimensiones, y privarla de su motor, el trabajo vivo de la multitud. Es hora de transformar el trabajo muerto en la muerte del sistema mercantil. La tecnologÃa al servicio del capital asesina la biodiversidad, ahÃ estÃ¡n las pasteras uruguayas para atestiguarlo. Va llegando el momento de desapoderar a quienes comandan esta sociedad maquÃnica y criminal, y destruir toda la tÃ©cnica que entorpezca que la ciencia del intelecto general multitudinario estÃ© solo a su servicio. El proyecto anticapitalista del siglo XXI no es el socialismo, ni la autonomÃa de los islotes precapitalistas. Otro mundo sÃ³lo es posible enterrando todo este mundo decrÃ©pito. Asamblea comunal+AutogestiÃ³n antimercantil; Autogobierno de la multitud+uso sin valor monetario de lo producido. Instituciones sin estado; propiedad pÃºblica, pero no estatal. Justicia sin poder judicial, normas de convivencia sin Congreso. AdministraciÃ³n sin mando, seguridad sin policÃa ni militares. Mundo sin fronteras y poder sin representaciÃ³n. La comuna legisla, administra y juzga. La multitud del trabajo vivo instituido en asambleas comunales produce, ahorra y consume. Las armas son de la multitud y sÃ³lo ella determinarÃ¡ para que y contra quien se usa. Los organismos polÃticos y militares especializados y externos a la nueva prÃ¡ctica social, como vida del comÃºn, que hacen lo comÃºn; no solo resultan innecesarios, sino suicidas. La polÃtica vuelve a la multitud. No solo como insurrecciÃ³n contra el poder constituido, sino como poder constituyente. No sÃ³lo como potencia destituyente de lo viejo sino como potencia instituyente de lo nuevo. c) El poder estÃ¡ en las pasiones. EstÃ¡ en el odio de clase contra todos y cada uno de los patrones y sus sirvientes, y estÃ¡ en el amor entre iguales como proyecto anticapitalista. EstÃ¡ en la ira por la esclavitud salarial en todas sus formas (servidumbre, trabajo negado, precario y registrado). Caso contrario, en el capitalismo la multitud siempre serÃ¡ esclava. No dejarÃ¡ de serlo por ganar un poco mÃ¡s y trabajar un poco menos. II) Las deudas de la AutonomÃa â��Recuperar entonces, la alegrÃa creadora, sentirse y ser un escritor, pero saltar desde esa perspectiva el cerco, denunciar, sacudir, inquietar, molestarâ�?. Rodolfo Walsh. â��Los gobiernos "progresistas" de la regiÃ³n no solo han continuado el modelo neoliberal, sino que lo han profundizado (â�¦) es imprescindible una permanente revisiÃ³n desde nuestros pensamientos y nuestra practica para que nuestra intencionalidad liberadora no se transforme en funcionales al sistema (â�¦) los intereses irreconciliables entre las clases se dirimen desde posiciones de fuerza. Se pueden construir islas de poder popular pero hay que ir creciendo desde un proyecto de conjunto, desde las luchas populares y en funciÃ³n de la lucha de clases (â�¦) La cuestiÃ³n estÃ¡ en como construir una perspectiva polÃtica estratÃ©gica sin la cual ni el hambre, ni la pobreza, ni la desocupaciÃ³n son en sÃ condiciones suficientes para propiciar el cambio o la transformaciÃ³n socialâ�?. Conclusiones generales del 4Âº Encuentro Latinoamericano de Organizaciones Populares AutÃ³nomas, febrero 2006. â��Si la sociedad autÃ³noma es la que se autoinstituye explÃcita y conscientemente, que sabe que ella establece sus propias instituciones y significaciones, eso quiere decir tambiÃ©n que dicha sociedad sabe que ellas tienen como Ãºnica fuente su propia actividad instituyente y dadora de significaciÃ³n y que no existe ninguna â��garantÃaâ�� extrasocialâ�?. Cornelius Castoriadis. La multitud aprende de la experiencia de cada prÃ¡ctica universal. De cada camino autÃ³nomo en desarrollo y de cada paso en falso. Es heredera del pueblo y de sus ansias de libertad, justicia y felicidad. La experiencia autÃ³noma en la Argentina tiene la obligaciÃ³n de mostrar sus lÃmites, su potencia y su miseria. El registro de las prÃ¡cticas es un deber histÃ³rico para las generaciones venideras. Eso tambiÃ©n es fraternidad. Entregar a los que siguen nuestro legado. Poco o mucho, victorioso y derrotado. Cada generaciÃ³n viva estÃ¡ en deuda con las precedentes en la lucha por la emancipaciÃ³n social del trabajo. Se actÃºa por los muertos, los vivos y los por nacer. La lucha es alegrÃa pero tambiÃ©n congoja. Aunque se combate con sonrisas, la comedia humana es toda una tragedia. La lucha de clases es una guerra social y las bajas populares son permanentes. Se suceden los genocidios con bayonetas y urnas. Pero tambiÃ©n es inmortal el renacer de la esperanza en cada generaciÃ³n que intenta llevar a la prÃ¡ctica la revoluciÃ³n social. 1.- Si las sociedades no pasan de la forma-Estado a su negaciÃ³n absoluta la forma-Asamblea. Si la sociedad no pasa de la forma-Capital a su opuesto irreductible la forma-Comunista. Si no se organizan, si no se expanden, si no crecen, si no se â��formanâ�?, Â¿CÃ³mo se consolidan los brotes constituyentes? 2.- La autonomÃa de la multitud requiere una nueva forma polÃtica, una nueva forma institucional; Â¡SÃ, institucional! Aunque le moleste a ciertos autonomistas de manual. Si las asambleas estÃ¡n llamadas a sustituir al estado (como lo intentaron la comuna de ParÃs, los soviet, los barrios obreros ocupados en MilÃ¡n en los â��70, etc.); toda forma polÃtica, vieja y nueva (y aÃºn nos atrevemos a decir que: aÃºn el dÃa que no exista mÃ¡s la polÃtica -como dominio de una clase sobre otra-, eso que Marx llamaba â��la asociaciÃ³n libre de los productores igualesâ�?); serÃ¡ tambiÃ©n, una forma institucional. Una manera de garantizar la perdurabilidad siempre inacabada de la sociedad comunista. Una multitud que en algÃºn momento tiene que hacer tabla raza con el pasado y escribir su hora cero poshistÃ³rica. Â¿O no era eso acaso la revoluciÃ³n social? Y aquÃ â��garantizarâ�? no es una instancia teleolÃ³gica sino una premisa social ontolÃ³gica. SinÃ³nimo de destrucciÃ³n colectiva -como primer paso- de las condiciones capitalistas de existencia de lo social. Disolver y abolir: ni disminuir ni dispersar, las condiciones materiales y objetivas del mercantilismo que somete a la naturaleza. Instituir el comunismo como relaciÃ³n social para impedir el renacimiento de la sociedad del Capital. Y para esto no alcanza la fÃ©rrea voluntad de la primera generaciÃ³n que lo instaura, sino instituciones sociales creadas y conducidas por el propio individuo social. Instituciones comunales que establezcan, con su hacer bajo su control y con sus propias normas, la prohibiciÃ³n de la compra-venta del trabajo humano y la aboliciÃ³n de la relaciÃ³n administradores y administrados. Todo forma social, toda instituciÃ³n, funciona en un marco de clausura. La imaginaciÃ³n social instituyente permite ciertas relaciones sociales y prohÃbe otras. Como la instituciÃ³n capitalista que prohÃbe que el pueblo delibere y gobierne sino es por medio de sus representantes. Mientras que, la instituciÃ³n comunista prohÃbe que los representantes deliberen y gobiernen reemplazando el autogobierno de la multitud. 3.- En el presente, sÃ³lo tienen posibilidad de desarrollo hegemÃ³nico dos modos de producciÃ³n: el capitalista y el comunista. El socialista no es un nuevo modo de producciÃ³n, sino una variante capitalista mÃ¡s. Una variante, sea o no estatista, de la ley del valor-trabajo. NingÃºn modo de producciÃ³n, ninguna forma de hacerse en comÃºn se da solo en el plano personal, sino en la dimensiÃ³n social, global y universal. Singularidad no es sinÃ³nimo de individualismo, pero tampoco de postsocial. Singularidad es la forma encarnada de lo comÃºn. Y lo comÃºn es el ser social singularizado y lo singular comunizado. Un poder constituyente perpetuo tambiÃ©n es una forma institucional. Es la forma institucional del comunismo. Parece que algunos se atoran, se taran, e insultan, cuando escuchan la palabra instituciÃ³n. No soportan que la autonomÃa sea, tambiÃ©n, darse el movimiento sus propias leyes de convivencia. Y las normas nacen de la institucionalizaciÃ³n de lo social, sea La RepÃºblica Asamblearia, Las Comunas Federativas, Las Uniones de Libre AsociaciÃ³n, Las Juntas del buen gobierno, etc. Que algunos asocien instituciÃ³n solamente a estado, es una lectura equivocada y/o capciosa. Parece que la semÃ¡ntica lastima mÃ¡s los oÃdos que los contenidos de los conceptos polÃticos y pospolÃticos que entraÃ±a la construcciÃ³n institucional del autogobierno del individuo social anticapitalista. 4.- Â¡Basta generalidades! Como las referidas al trabajo cooperante. Las experiencias autÃ³nomas son ricas en logros y fracasos, frustraciones y esperanzas. No alcanza con seguir repitiendo como un mantra lo que ya sabemos y conquistamos como la solidaridad y el respaldo recÃproco. Â¡Basta de clichÃ©! Basta de recitar que necesitamos construir la autogestiÃ³n econÃ³mica. La gestiÃ³n propia de lo econÃ³mico, la auto-gestiÃ³n, de por sÃ, no es anticapitalismo. Â¿O con las 200 empresas recuperadas por sus trabajadoras y trabajadores, como existe en la Argentina, todavÃa no lo aprendimos? Â¡Basta de escaparse por la tangente! Â¡No hay formas NO capitalistas! O son precapitalistas, capitalistas o anticapitalistas. La autogestiÃ³n a secas es una valiosa herramienta de resistencia; pero sÃ³lo eso, ni mÃ¡s ni menos. La primera necesidad de la multitud es no morirse de hambre. Â¡Perfecto! Pero el segundo paso es no vivir eternamente alimentando al capital. Y mientras cada uno y una reproducen su existencia en el capitalismo, tambiÃ©n reproduce la relaciÃ³n social capitalista que le succiona la vida. AdemÃ¡s, una economÃa de subsistencia resulta entendible dentro de una estrategia transicional. Â¿Pero transiciÃ³n hacia dÃ³nde? Â¿Se estÃ¡ en trÃ¡nsito hacia quÃ©? Por el momento la autogestiÃ³n fue una vÃa transicional del trabajo negado al trabajo capitalista. Tan transicionalmente incapaz de abolir la explotaciÃ³n del trabajo humano por el estado y el mercado, como el socialismo lo fue para el anticapitalismo al que nunca se arribÃ³. Mientras tanto, la sociedad socialista se muriÃ³. No Ãºnicamente esperando la transiciÃ³n comunista a la que nunca el socialismo podÃa llegar por las propias bases materiales del trabajo productor de plusvalor que nunca se aboliÃ³; sino que terminÃ³ reinstaurando en la vieja URSS, los paÃses del Este y China, el mÃ¡s crudo capitalismo estatal y privado. 5.- No hay nuevas relaciones sociales en el capitalismo. O son nuevas relaciones sociales anticapitalistas, o no son nuevas relaciones sociales. Basta de disfrazar bajo el manto de la potencia todopoderosa de la subjetividad, las condiciones materiales de existencia que condiciona la subjetividad. No hay subjetividad anticapitalista plena y realizable donde no se instaure socialmente. Donde no se derroque el patronazgo. No hay subjetividad anticapitalista victoriosa separada de la materialidad antimercantil. Porque para que una poshumanidad sea libre habrÃ¡ que vencer. Y para vencer hay que derrotar al enemigo social de la humanidad: el Capital. Y el Capital es una relaciÃ³n universal objetiva y subjetiva a la vez. Es objeto y sustancia, es dinero y mercancÃa, capital y trabajo, acumulaciÃ³n privada y producciÃ³n social, estado y ciudadano. 6.- Ciertos autonomistas no se sabe si son, o se hacen los ingenuos. Si practican una sabia esquizofrenia que se origina en la sociedad mercantil que separa valor de uso y valor de cambio o son autistas incurables. Si su impotencia es producto del egocentrismo o la incapacidad. Si disfrutan pasearse entre el regodeo por el malestar y el goce por la insignificancia. Â¡QuÃ© es una asamblea de asambleas sino una nueva forma institucional! Sino relaciones horizontales, obviamente con delegados que surjan de la propia asamblea, que rotarÃ¡n, pero tampoco la pavada de que aparezca en cada reuniÃ³n un nuevo delegado o delegada; o sino, el que va tres, cinco, diez veces, es un burÃ³crata incurable. Â¿Acaso todavÃa no aprendimos que en momentos â��normalesâ�?, no guste o no, para darle continuidad a una lucha hace falta militantes? Sino se quiere que sea asÃ, existe la opciÃ³n de: o no coordinar nada con los militantes conocidos y esperar la prÃ³xima insurrecciÃ³n; o articularte con los militantes viejos y nuevos que aparecen. Â¿O los 300 o 400 entrerrianos que sostienen mÃ¡s consecuentemente el corte en GualeguaychÃº no son nuevos militantes? MÃ¡s allÃ¡, de que para las votaciones se acerquen a la asamblea 600 o 1.000 personas, o en momentos crÃticos corten la ruta 10.000 a 40.000 entrerrianos. Cualquier lucha que se sostiene en el tiempo da lugar a una nueva camada de militantes y dirigentes. Â¿O quÃ© son los padres de CromaÃ±Ã³n que luchan todos los dÃas, a diferencia de los que los acompaÃ±amos mÃ¡s o menos? O el Frente Popular DarÃo SantillÃ¡n (FPDS) que persiste en la construcciÃ³n del cambio social, los delegados del Movimiento Intersindical Clasista (MIC), los militantes del MoCaSE y los de Indymedia. Solamente por dar unos pocos ejemplos de los cientos de grupos, espacios, colectivos y movimientos que pelean todos los dÃas contra el Capital. 7.- La obsesiÃ³n por el basismo bobo o aislacionista llevÃ³ a ciertas experiencias autÃ³nomas al mÃ¡s absoluto regodeo en el purismo abstracto. Es falso plantear que en la Argentina se estÃ¡ ante la dicotomÃa de una autonomÃa centralizada versus una autonomÃa local. Ese es un apotegma que caricaturiza las distintas maneras de construir la autonomÃa social. EstÃ¡ claro que ningÃºn movimiento anticapitalista es puro. Â¿Acaso puede serlo en una sociedad mercantil donde el productor de plusvalor es al mismo tiempo Capital y Trabajo? Â¿Pueden existir movimientos que no tengan contradicciones como la propia multitud que los integra? Eso no es lo importante. Lo relevante es avanzar, a pesar de todo, en el cambio social de raÃz. En cambio, algunos impolutos de la autonomÃa que no aportan nada en la Argentina hace aÃ±os, son, poco mÃ¡s o menos, que un viejo recuerdo. Mientras tanto, sÃ³lo despotrican contra la unidad y la organizaciÃ³n del sujeto social de la multitud, mientras rinden tributo a una dispersiÃ³n de los cuerpos y las conciencias como nuevo dogma funcional al Capital. Unidad no es sinÃ³nimo de centralizaciÃ³n y estalinismo, como local no es sinÃ³nimo de dispersiÃ³n del capital y pureza anticapitalista. Lo valioso es que las compaÃ±eras y compaÃ±eros consecuentes lo tienen claro por eso aspiran a unir: Â¡SÃ, a unificarse sin desingularizarse! A organizarse socialmente sin ser estado. A resistir y reflexionar sin ningÃºn tipo de autocomplacencia acerca de los lÃmites de la estrategia localista. Es mÃ¡s, desde lo local, territorial o barrial solamente, jamÃ¡s habrÃ¡ una revoluciÃ³n social. Â¿O ya nos hemos olvidado que cada cÃ©lula de lo local -aÃºn contra su voluntad- reproduce las ataduras mercantiles que no son personales sino sociales? Relaciones intersubjetivas y cara a cara que alimenta al Capital como vÃnculo global. Â¿O acaso este debate ya no lo saldÃ³ la praxis de la reciente historia Argentina? Â¿O llegÃ³ el comunismo local y no nos enteramos? Cierta autonomÃa Â¿Le va a seguir echando la culpa a la izquierda partidaria de su propia impotencia? Â¿O no se van a hacer cargo de aquello que planteaban de la revoluciÃ³n en el desierto? No hace falta irse a la CataluÃ±a anarquista o los consejos obreros de Gramsci. La experiencia de la autonomÃa Argentina de los Ãºltimos cinco aÃ±os es un laboratorio donde se puso en juego diferentes estrategias. Y los resultados estÃ¡n a la vista para las y los que estÃ©n dispuestos a aprender. Lo mÃ¡s revelador que han tenido las prÃ¡cticas mÃ¡s coherentes, es ver la tendencia de la nueva composiciÃ³n del trabajo y el capital, y como iban a ser las formas de las luchas sociales que este clivaje capitalista significaba, los peligros que se enfrentaban, y los caminos alternativos que se abrÃan -tambiÃ©n antagÃ³nicamente- en el propio campo de la autonomÃa. Y el sendero del Ã©xodo del capital sin ni siquiera un Ã¡rea autÃ³noma, por supuesto no pudo impedir la reconversiÃ³n capitalista. Es mÃ¡s, mientras objetiva y subjetivamente se podÃa avanzar hacia el anticapitalismo, algunos que plantearon discutir en rondas donde asistieron centenares de participantes para desplegar la autonomÃa: aquÃ y ahora a los fines de enlazar una Red de Redes Anticapitalista, terminaron boicotearon la propuesta y recluyÃ©ndose en la autonomÃa espectÃ¡culo. Eso sÃ, sin privarse jamÃ¡s de seguir hablando abstractamente de autonomÃa y anticapitalismo. Mientras algunos MTDâ��S se desvinculaban del movimiento de movimientos â��AnÃbal VerÃ³nâ�?, los Movimientos de Trabajadores Desocupados que efectivamente resistieron todas las represiones, cooptaciones y tentaciones marketineras, terminaron confluyendo en el Frente Popular DarÃo SantillÃ¡n. SobreviviÃ³ y creciÃ³ la autonomÃa rizomÃ¡tica, mientras que la autonomÃa autista, que con su separaciÃ³n quiso enterrar a la autonomÃa organizada, prosiguiÃ³ por su sendero de autonomÃa inconexa y por lo tanto inmÃ³vil. Pero en la polÃtica anticapitalista lo que no avanza no se estanca, sino que retrocede. Esa autonomÃa es la que fracasÃ³. Pero por lo visto, algunos son impermeables a las experiencias que contradicen sus hipÃ³tesis. Y eso los vuelve dogmÃ¡ticamente subjetivistas y antimaterialistas renegados. 8.- Todos los que se comunican, hablan y escriben, hacen mÃ¡s o menos, mejor y peor uso de su intelecto. Pero todos, al hacerlo, ejercitan sus funciones intelectuales. Tengan solo la escuela primaria cursada o sean universitarios, amasen pan o manejen una computadora, estÃ©n ocupados y desocupados, vivan en un asentamiento o en un barrio con asfalto y alumbrado. El debate es polÃtico, y aquellos que lo niegan bajo el amparo del antiintelectualismo usan su intelecto como el que mÃ¡s, pero con otras posiciones polÃticas. Â¡Es tan difÃcil reconocerlo! Â¿Pueden algunos ser tan miserables cuando hacen uso de sus facultades intelectuales? Â¡QuÃ© suerte que las y los que siguen luchando no se quedan enredados en las pasiones tristes de los supuestos antiintelectuales de la autonomÃa! III) La renta de existencia â��Espero que la vida me lleve/ espero que la vida me lleve/ donde sea/ donde sea/ Lo Ãºnico que no voy a trabajar/ lo Ãºnico no voy a trabajar/ para ningÃºn viejo de mierdaâ�?. CanciÃ³n Espero que la Vida, Intoxicados. â��Retiro del CPE o huelga general indefinidaâ�?. CÃ¡ntico mÃ¡s coreado el 16/3/06. â��Nos reÃºne la bronca, el odio. PodrÃa haber sido el CPE o cualquier otra cosa pero en Francia hay cÃ³leraâ�?. Larissa, estudiante de la Sorbona, 18/3/06. â��Vivimos una situaciÃ³n explosivaâ�?. Alcalde de ParÃs, Bertrand DelanoÃ«, 24/3/06. ContemporÃ¡nea a la lucha contra el CPE, en â��La insurgencia europrecariaâ�? Franco Berardi, â��Bifoâ�?, escribe: â��La renta de existencia ya no puede ser mÃ¡s considerada una consigna extremistaâ�?. Tiene razÃ³n Bifo, pero por la negativa. Â¿No estarÃ¡ desfasada (por derecha) la consigna de la renta-salario universal? Â¿No se puede romper la forma monetaria como meta de la lucha del trabajo contra el capital? Â¿Si no se plantea el anticapitalismo, crudo y puro, cuando la multitud parisina en todas sus formas estÃ¡ en las calles, no sÃ³lo el cognitariado precario, cuÃ¡ndo hacerlo? Los intelectuales anticapitalistas de la posmodernidad capitalista Â¿No terminarÃ¡n ellos mismos sorprendidos por la radicalidad de las luchas y enamorados de sus viejas propuestas para Ã©pocas â��normalesâ�?? La renta de ciudadanÃa, el ingreso universal, podÃa ser una buena consigna a mediados de los â��90 cuando Toni Negri y Michael Hartd empezaron a escribir â��Imperioâ�?. Â¿Pero ahora? Luego que fueron barridos por la multitud dos gobierno en Bolivia, tres en Ecuador, uno en Argentina, se restituyÃ³ al gobierno a Hugo ChÃ¡vez producto de la acciÃ³n independiente de las multitud en las calles, y el Zapatismo se expande con la â��otraâ�? campaÃ±a. HabÃa tres millones de franceses en las calles y el 75 por ciento estÃ¡ urbanizado. En el glorioso Mayo del â��68 nunca se superÃ³ las 20.000 almas insurrectas en carne viva. Â¿Tomamos dimensiÃ³n de lo que son 3.000.000 millones de franceses movilizados? Es decir, que en el espacio urbano se juega buena parte de la partida antagÃ³nica entre el Trabajo y el Capital. Las manifestaciones se replican. Poseen caracterÃsticas similares a la caÃda de De la RÃºa en Argentina, Lucio GutiÃ©rrez en Ecuador y Carlos Mesa en Bolivia. El epicentro es la gran metrÃ³poli: sea Buenos Aires, Quito, La Paz o ParÃs. Es que la vida urbana concentra en todo el planeta las tendencias mÃ¡s avanzadas del capital y la recomposiciÃ³n polÃtica de la multitud. La riqueza mÃ¡s pornogrÃ¡fica y la miseria mÃ¡s brutal. Las metrÃ³polis son los laboratorios por excelencia de las â��Exeptocraciasâ�? y el instinto comunal del nuevo proletariado, de la forma-Estado â��Capital-Ejecutivistaâ�? y las pulsiones radicales de la democracia absoluta. La inseguridad material de la multitud acarrea la carencia de partidos nacionales que los representen masivamente y esto detona tres tipos de crisis: 1) La crisis de legitimidad del trabajo â��dignoâ�?, fordista, registrado, instituido en las leyes laborales. Aquellas que establecen las ocho horas diarias, las vacaciones pagas y el aguinaldo, la jubilaciÃ³n y la obra social, etc., y con salarios tres veces por encima la lÃnea de la pobreza. Una crisis de sentido acerca del trabajo capitalista, que trae aparejado la producciÃ³n de plusvalÃa absoluta mÃ¡s brutal, con jornadas de duraciÃ³n decimonÃ³nicas y pagas miserables. Y el dominio de la plusvalÃa relativa y el trabajo muerto como tecnologÃa que succiona el sistema nervioso del humano a los fines de aumentar socialmente el tiempo excedente de trabajo que produce plusvalor de manera directa. Y su contracara, la reducciÃ³n del trabajo socialmente necesario que no produce plusvalor, que se paga con un salario, y que para los patrones es un costo que sirve para mantener con vida a la clase trabajadora mientras la necesita, de lo contrario, la desecha. El resultado es una multitud compuesta por: una fracciÃ³n registrada y sindicalizada que para el Capital es la fuerza de trabajo mÃ¡s costosa, y por ende, busca que sea lo mÃ¡s pequeÃ±a posible. Un precariado no registrado, que como tal, resulta mÃ¡s barato y que el Capital necesita que sea la forma mayoritaria de la fuerza de trabajo. Y las legiones de trabajadores negados, que si fuera por el Capital, su costo serÃa cero, es decir la muerte, porque ha sido excluida definitivamente del asalariamiento. Esas legiones de desempleados son los que sobreviven de lo que pueden en la subindigencia. Es decir que el estado latente para toda la fuerza de trabajo es transformarse en intermitente y desempleado. Eso es lo que tuvo bien en claro la multitud francesa en su lucha contra el CPE. Evitar la consagraciÃ³n legal de la condiciÃ³n precaria y excedente del proletariado. El Capital se manifiesta cada vez mÃ¡s como una fÃ¡brica de lo social. Ante la revoluciÃ³n capitalista de la subordinaciÃ³n real del trabajo en el capital como tendencia dominante (o modo propiamente capitalista, nunca habrÃa que olvidarlo) sobre la subsunciÃ³n formal; que aÃºn existe, pero queda subordinada a la primera (no hay posfordismo en el fordismo, pero si fordismo y taylorismo en el posfordismo). La primera subordina a la segunda, la plusvalÃa relativa domina a la absoluta, el modo propiamente capitalista subsume al modo formalmente capitalista. El globo se transforma tendencialmente, necesariamente dirÃa Marx, en una fÃ¡brica social. Algo mÃ¡s poderoso y que subsume a la fÃ¡brica industrial global. El trabajo industrial es una, y sÃ³lo una, forma de trabajo. El capitalismo hace de toda la sociedad productora una fÃ¡brica de producciÃ³n y reproducciÃ³n de plusvalor. El plusvalor no sÃ³lo se produce en la fÃ¡brica y bajo la forma salarial, sino que hoy toda la maya social es puesta a producir o reproducir plusvalor, directa o indirectamente. Y aquÃ entra a jugar el rol social de los trabajadores negados (desempleados) para la sobrevivencia del propio capitalismo excedentario y posfordista. Con la dominancia del trabajo muerto, la caÃda de la fuerza obrera industrial, y la hegemonÃa del general intellect, la divisiÃ³n tajante entre trabajadores productivos y no productivos ha concluido. Solo asÃ se puede comprender que los nuevos movimientos sociales de desocupados no estÃ¡n integrados por los viejos lÃºmpenes del ejÃ©rcito industrial de reserva, sino por trabajadores bioafectivos, reproductores de vida, y prisioneros de la sociedad del valor, estÃ©n o no asalariados. 2) La crisis de direcciÃ³n capitalista de lo social. Para el Capital el ahorro en salarios no es gratis polÃticamente. Las elecciones no cierran la crisis de hegemonÃa. Crece el no voto, y por lo tanto de las urnas sÃ³lo salen gobiernos escuÃ¡lidos y endebles coaliciones incapaces de representar este fluido excedente y temporario del trabajo de la multitud. El propio posfordismo, la nueva constituciÃ³n irrepresentable de la multitud y el capital del general intellect, el empleo del trabajo intermitente y la excedencia del trabajo desempleado; lleva al Capital-Parlamentario a pasar de la representaciÃ³n de masas en decadencia, a la mera simulaciÃ³n de la representaciÃ³n de la multitud en constituciÃ³n. AhÃ estÃ¡n los guarismos de abstenciÃ³n para las elecciones legislativas en Italia que llega al 30 por ciento del padrÃ³n y supera los valores del 2001. Prodi y Berlusconi no tienen el 50 por ciento cada uno, sino un escaso 35 por ciento. O en el caso de Ollanta Humala en PerÃº que ganÃ³ la primera vuelta de las presidenciales con un irrisorio 30 por ciento de los votos. Pero si le restamos la abstenciÃ³n y el voto negativo apenas araÃ±a el 22 %, y quien le sigue no supera el 17 % del total de los habilitados para sufragar. Y que decir de Kirchner en la Argentina, que obtuvo para las elecciones legislativas de octubre del 2005 Ãºnicamente el respaldo del 26.1 % del total del padrÃ³n. En Venezuela a ChÃ¡vez no le va mejor. En las Ãºltimas elecciones legislativas el presidente perdiÃ³, en el camino al socialismo del siglo XXI, cuatro, de los seis millones de votantes que tuvo el aÃ±o anterior. Cuatro millones de venezolanos que se abstuvieron de sufragar por Ã©l, y por nadie. En Israel en las Ãºltimas elecciones a fines de marzo, con el 40 % de exilados de las urnas, se produjo la afluencia mÃ¡s baja de votantes en toda su historia. Tampoco estÃ¡ para tirar manteca al techo el Capital-Parlamentarismo en El Salvador, ya que el 50 por ciento no asistiÃ³ a delegar su soberanÃa en los legisladores. Dejamos para el final el nacimiento de una nueva matriz de la democracia representativa: la â��Simulocraciaâ�?. Nos referimos a Colombia, pero se expande universalmente. En la Colombia del presidente Uribe, el mÃ¡s fiel y fascista aliado de Bush del cono sur, en la Ãºltima elecciÃ³n del 12 de marzo hubo un 70 por ciento del padrÃ³n que no votÃ³ y el 15% de los votos fueron nulos. En BogotÃ¡, el candidato mÃ¡s votado apenas llegÃ³ al Â¡1,5%! de la votaciÃ³n total y la abstenciÃ³n en plena capital del poder fue del Â¡80 por ciento! AcÃ¡ ya no estamos en la impostura de la representaciÃ³n electoral del poder polÃtico del Capital sobre el ser social, sino que hace su entrada triunfal las mÃ¡s burda simulaciÃ³n de la representaciÃ³n. AdemÃ¡s de Ãºnicamente sufragar 3 de cada 10 ciudadanos, Â¿A quiÃ©n representa el Congreso?, hubo Departamentos donde los candidatos paramilitares aliados de Uribe y ahora reconvertidos en Clase PolÃtica, compraron los padrones y los llenaron a su antojo para ser electos. Como la multitud no es ninguna analfabeta polÃtica, el Capital-Parlamentarismo ya no puede adormecerla con la pÃ³cima de la â��representaciÃ³nâ�?, y pone en escena su nueva farsa: la simulaciÃ³n de la propia representaciÃ³n. Una democracia que simula ser representativa. Una â��Simulocraciaâ�?. De ahÃ a la Exeptocracia como estado de excepciÃ³n permanente en democracia, el Capital-Ejecutivismo y el posfascismo, hay un solo paso. Entre la tercerizaciÃ³n que deslocaliza fÃ¡bricas y obreros, que fracciona en un mismo lugar de empleo a la multitud entre registrados y tercerizados, entre esta nueva categorÃa laboral que precariza la vida del trabajador y el dominio del consumo sin sentido de la aristocracia obrera posfordista, la pobreza de la mayorÃa de la multitud y el trabajo negado que recorre todo el planeta; no nos debe asombrar que sea su natural consecuencia el desgano electoral, el abandono de sufragantes, los votos nulos, impugnados y blancos a dos manos, y la imparable abstenciÃ³n. Un Ã©xodo electoral de lÃºcidas singularidades y tambiÃ©n individualistas a los que todo le da lo mismo, y un â��precariadoâ�?, â��terciariadoâ�? y desempleados que al negarle el Capital un lugar bajo el sol del trabajo registrado, se autoexcluyen de seguir participando de la farsa democrÃ¡tica. Y desestabilizan al sistema, como antes fueron desestabilizadas sus vidas. Mientras tanto, se preparan para recuperar con su organizaciÃ³n y la propaganda de sus fines por la acciÃ³n directa, su poder social secuestrado por la forma-Estado. 3) La crisis de legalidad estatal. Cuando la multitud irrumpe multitudinariamente repudiando al poder constituido y recuperando en las calles la soberanÃa delegada en el estado. El piso de la â��normalidadâ�? por venir es una crÃ³nica carencia de hegemonÃa del gobierno para poder representar a la multitud. Una legitimidad cada vez mÃ¡s acotada fruto de la direcciÃ³n del proceso social capitalista basado, cada vez mÃ¡s, en el autismo estatal, el decisionismo ejecutivista y la represiÃ³n; en desmedro de la delegaciÃ³n, el parlamentarismo y el consenso. Y la crisis orgÃ¡nica en ciernes producto de la prÃ¡ctica antisistÃ©mica de la autonomÃa de la multitud, que desconoce la legalidad del Capital que invade y parasita su ser social. Se impugna al estado, se viola la legalidad burguesa, se saltan las mediaciones sistÃ©micas. Se toma las calles y se recupera la palabra. Las formas autoorganizadas desbordan y llevan a la rastra a las organizaciones sociales, partidarias y sindicales preexistentes. El otro movimiento obrero, el de los jÃ³venes intermitentes al servicio de la industria y el estado, los intelectuales del cognitariado como cuerpo del conocimiento social que no producen tornillos y automÃ³viles pero son la fuerza hegemÃ³nica de la economÃa inmaterial, obligan a salir de su sopor al movimiento obrero oficial. Acostumbrado a pactar con el poder y ser los encargados de haber permitido la instalaciÃ³n del â��terciariadoâ�? hace dos dÃ©cadas. La multitud es un torrente que inunda el espacio pÃºblico. No es sÃ³lo ParÃs donde se combate. La lava de la multitud inunda toda Francia. AÃºn en ciudades pequeÃ±as como Roanne con 39.000 pobladores ganaron la calle Â¡20.000 personas! Hubo asambleas universitarias con cinco mil estudiantes. Donde se hizo trizas la premisa de los dinosaurios de la polÃtica delegativa, que argumentan interesadamente, que el modelo organizativo asambleario no es eficaz cuando hay que consensuar la voluntad de varios miles de asambleÃstas. En las jornadas nacionales de lucha, un centenar y medio de acciones simultÃ¡neas y multitudinarias en toda Francia cortocircuitan el sistema represivo del estado. El gobierno busca desesperadamente que los movimientos autÃ³nomos tomen formas representativas permanentes. Que los nuevos dirigentes que mandan obedeciendo terminen simplemente mandando. Que se autonomicen de las organizaciones autÃ³nomas. Que los rebeldes en todas sus variantes tomen una forma organizativa burocrÃ¡tica como variante menor del estado. Que los referentes ya no expresen al cerebro colectivo hecho carne en las calles, sino que los represente. El gobierno opera noche y dÃa para transformarlos en intermediarios entre el estado y los movimientos. Ungirlos con la soberanÃa delegada de sus bases para que actÃºen como dique de la antagonÃa social. El menÃº es conocido y basta ver a los ex-piqueteros y hoy empleados de Kirchner. A los tiernos el estado los seduce, a los dÃ©biles los compra, a los ingenuos los engaÃ±a, a los narcisistas los divide, y a los irreductibles los estigmatiza, los criminaliza y los mata. Pero en Francia no pudieron. El movimiento de movimientos siguiÃ³ unido, intransigente y en crecimiento. En Francia los trabajadores negados de los suburbios luchan con mÃ©todos de guerrilla urbana y los restos fordistas sindicalizados del proletariado marchan con la multitud. Siempre dispuestos a hacerle el abrazo del oso al movimiento y pactar con el poder. No casualmente llevaban su â��policÃa sindicalâ�? para evitar la acciÃ³n directa violenta de la multitud, y le pedÃan, por favor al gobierno, que reviera el CPE para que no se abriera una crisis revolucionaria. TambiÃ©n participaron viejos militantes del Mayo del â��68, trabajadores de ayer y hoy jubilados; las amas de casa del trabajo afectivo; los estudiantes de los liceos -futuros precarios-; los empleados del transporte como circuladores de la mercancÃa; los docentes del trabajo comunicativo; y la nueva clase obrera industrial precaria. Todas estas categorÃas de la multitud como concepto de clase se pliegan a la lucha. Y en cambio la imaginaciÃ³n de Bifo sÃ³lo llega hastaâ�¦ una renta universal. Â¿No habrÃ¡ sido el primer Mayo FrancÃ©s posfordista? Pongamos por caso la peor hipÃ³tesis: que el imaginario dominante en la mayorÃa de la multitud solo alcanzaba para reclamar ser incluidos bajo pautas fordistas, amparados por el estado francÃ©s de bienestar en extinciÃ³n hace dos dÃ©cadas. Pero aÃºn asÃ, si no era durante estos dos meses, para la minorÃa de la multitud mÃ¡s radical Â¿CuÃ¡ndo plantear el poder constituyente? Â¿CuÃ¡ndo construir institucionalmente multitud? Porque crisis polÃticas como la que abriÃ³ la acumulaciÃ³n del malestar social, que detonÃ³ bajo la aprobaciÃ³n del CPE, situaciones de este tipo, provoca que ningÃºn imaginario se mantenga estÃ¡tico mientras el espacio pÃºblico francÃ©s fuera una zona temporalmente autÃ³noma en cada jornada nacional de lucha. Gestas insurrectas que llegÃ³ a involucrar a tres millones de singularidades. AdemÃ¡s, tendencias para la imaginaciÃ³n instituyente hubo de sobra: existencia de sindicatos de base, politizaciÃ³n de la mayorÃa, miles de asambleas y millones de involucrados en la acciÃ³n directa. Enfrentamientos con la policÃa de civil y servicios de inteligencia que se disfrazaron de estudiantes y habitantes de la Banliu (suburbio) para cazar luchadores desde adentro de los movimientos. El estado francÃ©s infiltrÃ³ marchas y piquetes (como en Argentina el 20 de diciembre de 2001 y el 26 de junio de 2002 en el Puente PueyrredÃ³n) buscando desorganizar y desacreditar la rebeliÃ³n social. Se luchÃ³ cuerpo a cuerpo con los gendarmes antidisturbios del CRS, y el cÃ³ctel Molotov, la rotura de vidrieras y el incendio de vehÃculos fueron moneda corriente. Hubo cientos de detenidos y cientos heridos. Sino es en momentos como estos, Â¿CuÃ¡ndo impugnar los aparatos de seguridad capitalista e instituir la seguridad de la multitud? Â¿CuÃ¡ndo pasar de la propiedad privada y estatal a la pÃºblica y comunal? Hubo toma de universidades y escuelas organizadas por coordinadoras autÃ³nomas de estudiantes que se enfrentan a la burocracia estudiantil, y los mÃ©todos de democracia de base recorrieron todas las retÃculas barriales. Si no es en esa instancia, Â¿CuÃ¡ndo edificar La Comuna en la metrÃ³poli de la multitud? Mientras todo esto pasaba, Bifo escribÃa: â��En la forma recombinante del capital, basado en la explotaciÃ³n del info-trabajo fluido, no existe mÃ¡s ninguna relaciÃ³n determinista entre tiempo de trabajo y valorâ�?. Si es asÃ, para que buscarle un â��formaâ�? mercantil conectora, si el trabajo es autÃ³nomo, si la medida valor-salario ya no significa nada, para que salvarlo bajo el maquillaje de una renta -que por otro lado sabemos-, siempre pagarÃ¡ el capital, lo que es lo mismo que decir el trabajo, o sea, los asalariados. Sigue Bifo: â��No debemos restaurar las reglas que la derecha ha violado, debemos inventar reglas nuevas adecuadas a la forma fluida de la relaciÃ³n trabajo-capital, que no conoce mÃ¡s ningÃºn determinismo cuantitativo tiempo-valor, y por lo tanto no conoce mÃ¡s ninguna constante necesaria en las relaciones entre medidas econÃ³micasâ�?. De ser asÃ, Â¿Por quÃ© no hacen la multitud sus nuevas reglas? Â¿PorquÃ© no ejerce su poder de â��auto-nomosâ�? para enterrar toda medida mercantil subconsumista, y expande el valor de uso inconmensurable de su poder hacer? Si las medidas econÃ³micas capitalistas entre producciÃ³n y consumo han caducado, Â¿Por quÃ© el movimiento tiene que hacer de bombero y restaurarlas? Bifo concluye que estamos ante una â��InsurrecciÃ³n cultural en Europaâ�?. En ese caso: Â¿PorquÃ© tanta mezquindad en las metas? Â¿Por quÃ© siendo parte del movimiento no orientarse desde una perspectiva anticapitalista, antagÃ³nica, constituyente? Por un lado se alega que estÃ¡n dados todos los ingredientes para avanzar con un programa comunista. Y en cambio Bifo, sÃ³lo habla, de repartir mejor la plata. Tanto diagnÃ³stico para terminar con propuestas de una imaginaciÃ³n castrada. En las ocho semanas que viviÃ³ Francia bajo una crisis polÃtica, que tengamos por cierto proseguirÃ¡ en todo el planeta, si desde el campo anticapitalista no se puede aportar nada nuevo es preferible callarse. No sea cosa que algunos que esperaron mÃ¡s de treinta aÃ±os instancias decisorias como la que viviÃ³ el paÃs galo, queden a la derecha de la sensibilidad y organizaciÃ³n, imaginaciÃ³n y potencialidad constituyente de la multitud planetaria. 12 de abril de 2006 Colectivo Nuevo Proyecto HistÃ³rico Conectate con: Indymedia http://www.argentina.indymedia.org Prensa De Frente http://www.prensadefrente.org Clajadep-la Haine http://clajadep.lahaine.org Kolectivo Hommodolars http://www.hommodolars.cl la haine http://www.lahaine.org kaos [en-la] red http://www.kaosenlared.net OkupaziÃ³n Auditorio Che Guevara http://www.okupache.espora.org RebeliÃ³n http://www.rebelion.org PoesÃa Urbana http://www.poesiaurbana.com La coctelera = La Fulana http://www.lacoctelera.com/praxika Sindicato de Teleoperadores http://www.sindicatodeteleoperadores.com Ã¡gora tv http://www.agoratv.org InsTiTuciÃ³n y CoMunismo. FranCia y la AuTonomÃa ArgenTina
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