|
|
Notícies :: un altre món és aquí : antifeixisme : xarxa i llibertat |
Un Seder de Pesaj muy especial. 15 de Nisan de 5703 en Varsovia
|
|
per Es-Israel.org |
10 abr 2006
|
|
| | |
El 19 de abril de 1943, la vÃspera de Pesaj, un grupo de jóvenes se rebelaron inspirados por nuestras tradiciones de libertad, por nuestra salida de Mitzraim. Les habÃan elegido ese dÃa seguramente sin saberlo. Esos jóvenes se revelaron contra las poderosas SS junto con los supervivientes del ghetto de Varsovia. En un mes murieron “con honorâ€?, casi todos aquellos que lograron sobrevivir a tres años de vejaciones y de tormentos en el ghetto más grande de la Polonia ocupada. Fue un acto de desafió de nuestro pueblo para el que ya nunca nada volverÃa a ser igual y cuya secular capacidad de supervivencia habÃa sido sometida a la prueba terrible del exterminio industrial.
Después de la invasión de Europa por los nazis, nuestro pueblo habÃa sido recluido en ghettos, expresamente construidos para servirnos de prisión y antecámara a la muerte. Esto no era, ni mas ni menos, que la primera fase de aquella solución final hitleriana, que, veinte años antes, habÃa ya anunciado el criminal alemán en su siniestro libro Mein Kampf.
En otoño de 1940, el barrio judÃo de Varsovia, al oeste del VÃstula y de una extensión de 6,5 km, fue cercado por un alto muro protegido con alambrada de espino. Allà fueron depositados casi 443.000 judÃos, muchos de los cuales no tenÃan ni casa ni lazos familiares en la capital polaca. Fueron encerrados en él, aislados del mundo exterior, en espera de un destino que no conocÃan y poquÃsimos en el exterior consideraban posible: el exterminio racional, sistemático e industrial de nuestro pueblo.
Los judÃos del ghetto, como en otros lugares del Reich fueron sistemáticamente condenados al hambre por sus guardianes y aterrorizados con continuos momentos de violencia indiscriminada con el fin de amedrentarlos. Nuestro espÃritu, ya no de resistencia, sino de simple supervivencia era carcomido por los breves y vanos chispazos de esperanza, maliciosamente alimentados por los propios nazis. De vez en cuando, la presión disminuÃa, se aumentaban las raciones alimenticias asignadas al ghetto (esos dÃas comÃan) y se veÃa sonreÃr a las tropas que los mantenÃa encerrados. En aquellos momentos de calma se permitÃa incluso que ciertas noticias tranquilizadoras se filtrasen en el ghetto desde los campos de trabajo exteriores. Por un momento, parecÃa posible a aquellos seres que, al fin y al cabo, nadie podÃa ser tan completamente inhumano. Vanas esperanzas para nuestro pueblo que languidecÃa en un exterminio implacable.
La más eficaz entre todas las técnicas de la guerra psicológica aplicada por los nazis fue la habilidad con que se supieron manejar al Consejo judÃo. Este era, en definitiva, un organismo polÃtico alemán que funcionaba por iniciativa de algunos judÃos, impulsados por muy diversos motivos, que iban desde el puro y simple deseo de salvar la propia vida a la esperanza de proteger a nuestra gente, por lo menos en los aspectos más intolerables de la opresión. Se trataba de una misión imposible que desconocÃan y que se hacÃa todavÃa más desesperada y brutal a causa de la misma policÃa judÃa, cuyos miembros se veÃan miserablemente y de manera continua obligados a elegir entre la vida de sus familiares y la de sus vecinos en la subsistencia diaria.
No obstante, incluso en medio de este cuadro de muerte y de enfermedad, del terror, de la corrupción y de las traiciones, las escuelas clandestinas prosperaban, las zonas bombardeadas eran cultivadas como parques, cuatro teatros permanecÃan abiertos, los músicos daban conciertos y los poetas infundÃan en sus versos tanta desesperación como imágenes de esperanza; pintores y escultores creaban y exponÃan obras nuevas, se publicaban periódicos clandestinos y algunos eruditos, como Emmanuel Ringelblum y Jaim A. Kaplan, reunÃan documentos secretos cobre los sufrimientos que estaba padeciendo nuestro pueblo.
Un anónimo conferenciante definió la situación en la primera de una serie de reuniones culturales clandestinas, del siguiente modo:
Queremos continuar viviendo y ser un pueblo libre y creador. Por ello resistiremos la prueba de la vida. Si nuestras vidas no se extinguen en un montón de cenizas, será el triunfo de la humanidad sobre la inhumanidad, será una prueba de que nuestra fuerza vital es todavÃa mayor que la voluntad de destruirnos.
Pero después de un año de estar encerrados en el ghetto, paralelamente a esta intransigencia intelectual, empezó a formarse el núcleo de la resistencia. En el ghetto, a través de nuevos judÃos que eran encerrados y de espÃas procedentes del exterior de Varsovia empezó a transparentarse la cruda verdad respecto a los campos de exterminio y a la destrucción de otras comunidades confinadas en otros tantos ghettos. Primero las noticias no querÃan creerse, ¿Quién va a creer que un asesinato industrial es posible? Luego empezó a brotar, en el seno de un exiguo grupo de lo que algunos llamaron al principio «fomentadores de desorden», la convicción de que los alemanes no les ofrecÃan, en realidad, otra alternativa que la del exterminio.
Algunos grupos juveniles, sionistas de izquierda, tomaron la iniciativa en el transcurso del invierno de 1941. Antes de la guerra, sus miembros ya se habÃan preparado para emprender una actividad de pioneros en la Palestina Británica –en Eretz Israel- , otros habÃan luchado en la Guerra de España contra el fascismo. Entre estos organizadores cabe destacar el joven Pinkus Kartin Z''L un ex-miembro de la brigada judÃa Botwin de las Brigadas Internacionales , aunque contra el fascismo en España luchó con el nombre de Andrezej. Su conciencia nacional y polÃtica era precisa y fuerte, habiendo ya rechazado todos los compromisos que inevitablemente estaban vinculados con el exilio judÃo. Estaban convencidos de que sus ideales debÃan conducir, lógicamente, a la acción.
El primer impulso les llegó de los miembros del partido comunista, que, como sus compañeros de otros paÃses europeos, con una mano hacÃan la guerra y con la otra la revolución, pero fueron más allá.
El Bund, el partido socialista judÃo más importante, vaciló. En un principio, su confianza en la solidaridad de la clase trabajadora le impidió apoyar un movimiento de resistencia exclusivamente nacional judÃo. Pero en el transcurso del mes de julio de 1942, cuando las cámaras de gas de Treblinka, a pocos kilómetros al nordeste de la capital, humearon iniciando el exterminio en masa de los judÃos de Varsovia, el movimiento de resistencia se aseguró la plena adhesión de los movimientos polÃticos y religiosos presentes en el ghetto en una unidad nacional. Tan solo el grupo nacionalista de los sionistas revisionistas quedó aparte, prefiriendo combatir separado del resto de los otros grupos, bajo la bandera sionista del Irgun Zvei Leumi (Organización militar nacional), ¿Cómo no iba a ser asà , si todos éramos judÃos? Y ya se sabe, dos judÃos tres pareceres. Juntos sÃ, pero con nuestras diferencias, hasta para afontar la muerte.
Las deportaciones masivas se iniciaron el 22 de julio de 1941, la vÃspera de Tisha B’Av (9 de Av) de 5702 , en el que nuestro pueblo llora la destrucción delos dos Templos de Jerusalem y la pérdida de la independencia frente a los romanos, la expulsión de Separad y tantas otras cosas malas que la Historia nos ha deparado. Seis dÃas después de esta triste jornada, se constituyó la organización combatiente judÃa, que pronto fue puesta al mando de Mordejai Anielevvicz; un joven de veintitrés años, miembro del movimiento sionista de izquierda Hashomer Hatzair. Hijo de padres pertenecientes a la clase obrera, habÃa asistido a la escuela superior judÃa de Varsovia, y a principios de 1942 fue enviado fuera del ghetto para averiguar la situación existente en Silesia.
Entre el 22 de julio y el 3 de octubre más de 300.000 judÃos fueron deportados de la capital polaca vaciando el ghetto. Cuatro quintas partes de ellos a los campos de exterminio de Treblinka y el resto a los campos de trabajos forzados. Jaim A. Kaplan, antiguo director de una escuela judÃa, llegado cuarenta años antes a Varsovia desde Rusia, describe en su Diario los métodos brutales de las redadas diarias y el pánico que estas suscitaban:
â€?El ghetto se ha transformado en un infierno. Los hombres son como bestias. Cada uno se encuentra a un solo paso de la deportación; se caza a las gentes en las calles, como si se tratase de animales en la selva. Y precisamente son los hombres de la policÃa judÃa los más crueles con los condenados. A veces se cerca una sola casa; a veces, una manzana entera. En cada edificio destinado a ser destruido se realiza primero el registro de los pisos, pidiendo a todo el mundo la documentación. Al que no posee documentos que le den derecho a permanecer en el ghetto, ni el dinero necesario para corromper a los esbirros, se le obliga a meter sus enseres en un paquete de quince kilos como máximo y se le empuja al camión que espera ante la puerta.
Cada vez que se cerca una casa suceden al cerco increÃbles escenas de pánico. Sus habitantes, que no tienen documentos ni dinero, se esconden en alacenas, bodegas y buhardillas. Cuando existe posibilidad de pasar de un patio a otro, los fugitivos saltan por los tejados, incluso con riesgo de su vida. Mas todos estos sistemas sirven tan sólo para retrasar lo inevitable, y, al fin, la policÃa acaba por prender siempre a hombres, mujeres y niños. Los indigentes y aquellos que han perdido cuanto tenÃan, son los primeros en ser deportados. El camión se llena en un momento. Es difÃcil distinguir a una persona de otra: la miseria les hace a todos iguales. Sus gritos y gemidos destrozan el corazón.
Los niños, en particular, lanzan gritos desgarradores. Los viejos y los hombres de mediana edad aceptan la condena en silencio y permanecen de pie, con sus pequeños paquetes bajo el brazo. Pero el dolor y las lágrimas de las mujeres jóvenes no reconocen lÃmite. A veces, una de ellas intenta liberarse de las manos que la tienen agarrada y entonces se inicia una lucha terrible. En estos momentos, el horror de la escena llega a su cumbre. Ambas partes luchan hasta el final. De una parte, la mujer, con el cabello revuelto y la blusa desgarrada, lucha con todas sus fuerzas contra aquellos verdugos, intentando escapar de sus manos. De su boca sale un torrente de imprecaciones rabiosas y toda ella parece como una dona dispuesta a matar. De la otra parte, dos policÃas la empujan par los hombros hacia la muerte.
Estas deportaciones tuvieron sus héroes... quizás donde hubiera sido menos lógico esperarlo: por ejemplo, Adam Czerniakow, el ingeniero presidente del Consejo judÃo, quien, antes que firmar el decreto de expulsión, se envenenó; y el doctor Henryk Goldsmidt, decidió morir con los niños de su orfanato aun cuando los alemanes le habÃan ofrecido la salvación. Era en vano.
Las deportaciones a Treblinka se suspendieron entre el 3 de octubre de 1942 y enero de 1943. Pero ahora los jóvenes judÃos con el espiritu de Pesaj sabÃan ya que el encuentro decisivo era tan sólo cuestión de tiempo. HabÃan adquirido armas con la ayuda de agentes que entraban y salÃan, furtivamente, en el ghetto, a lo largo del alcantarillado, y que se mezclaban con los grupos destinados a efectuar los trabajos de sepultureros y que por ello tenÃan permiso para traspasarlos muros para llegar al cementerio judÃo. Asà se constituyeron y adiestraron veintidós grupos de resistencia.
La primera confrontación armada se produjo el 18 de enero, nueve dÃas después de haber visitado Himmler el ghetto y de ordenar la reanudación de las deportaciones Después de cuatro dÃas de lucha, las SS, que se habÃan dispuesto a cercar a los últimos 60.000 0 70.000 judÃos que aún permanecÃan en el ghetto, se retiraron. Las fuerzas del joven Anielewicz habÃan superado el bautismo de fuego y todo estaba ahora dispuesto para la sublevación masiva.
El 16 de febrero, tras una resistencia a las deportaciones por parte de los judÃos, Himmler decidió que el ghetto fuera destruido. Dos meses más tarde, mandó de Grecia, para dirigir la operación, al teniente general Jürgen Stropp.
A primeras horas del 19 de abril, vÃspera de la Pesaj (Pascua judÃa); la fiesta en la que se conmemora la salida y el fin de la esclavitud en Egipto y nuestra afirmación como pueblo, el ghetto fue cercado. La organización judÃa de combate declaró entonces el estado de alarma. De los preparativos del Seder se pasó a la alerta. Y poco después, a las 6 –cuando los últimos judÃos del Ghetto se preparaban para el Seder- las SS hicieron su aparición, iniciándose con ello la «acción en amplia escala» de Jurgen Stropp.
Con gran estupor por parte de los alemanes, su primera tentativa de penetración fue rechazada por un nutrido fuego de armas de pequeño calibre, granadas y bombas caseras, tan rudimentarias que podÃan encenderse con un fósforo. Un carro de combate fue incendiado por un grupo de veinte personas -hombres, mujeres y niños que se sabÃan muertos- y los alemanes tuvieron que retirarse. Por primera vez en mucho tiempo, en el bando judÃo reinaba un ambiente de gran alegrÃa. La alegrÃa que da sentirse libres. Y, sin embargo, pocos, entre los judÃos del ghetto, se hacÃan más ilusiones que ser ejemplo. SabÃan, desde luego, que no podrÃan vencer; pero estaban decididos a vender cara su, por fin recobrada, esperanza de libertad.
A las 8, Stropp asumió personalmente el mando de la operación, dividiendo sus faenas en pequeños contingentes y asignándoles la misión de barrer completamente el ghetto. Muy pronto nuestro pueblo se vió obligado a retirarse de los tejados y de los pisos superiores de las casas. Asà pasó el primer dÃa de Pesaj y el segundo, entre fuego, disparos y francotiradores. Al tercer dÃa, ya en Jol Hamoed, la resistencia se habÃa concentrado en las esquinas y en los bunker de la plaza Muranowsky.
Una complicada red de trincheras y de pasos subterráneos se habÃa dispuesto en el transcurso del otoño e invierno. Los bunker fueron hábilmente adaptados para poder hospedar a familias enteras, con reservas de alimentos y de municiones y con rudimentarios aseos. En su informe cotidiano a sus superiores, Stropp se expresaba tristemente de este modo: «Descubrir los refugios individuales es extremadamente difÃcil, por cuanto han sido enmascarados muy hábilmente; en muchos casos sólo es posible por la traición de otros judÃos.»
Stropp concentró todos sus esfuerzos en dirección a los antiguos establecimientos alemanes, transformados ahora en importantes centros de resistencia y de abastecimiento. Llegó a la conclusión de que su plan no podÃa realizarse si no se destruÃan tales puestos. En su interior halló un estado de «caos indescriptible», situación cuya responsabilidad cargó a los dirigentes civiles y al Ejército, incluso a sus propias SS. «Todo estaba en manos de los judÃos, desde las sustancias quÃmicas empleadas para la fabricación de explosivos, hasta los vestuarios y equipos destinados a la Wehrmacht. Los dirigentes sabÃan tan poco de sus propias fábricas, que los judÃos estaban en situación de producir armas de todas clases. Además, éstos habÃan conseguido organizar en el interior de estos lugares centros de resistencia. Los dirigentes de los establecimientos, cuya actividad era regulada por un oficial de la Wehrmacht, casi nunca podÃa decir con precisión a cuánto ascendÃa el número de su gente ni dónde se las encontraba. Las declaraciones de estos dirigentes, relativas al número de judÃos que trabajaban en sus establecimientos eran siempre imprecisas.» Pasadas las primeras dos semanas, Stropp se dio cuenta de que cada vez era más difÃcil aniquilar a los judÃos. Su desprecio inicial por ellos, a los que designaba como «cobardes por naturaleza», se transformó gradualmente en un rabioso respeto. « Una y otra vez grupos de combate formados por veinte o treinta o más judÃos, de edad comprendida entre los dieciocho y los veinticinco años, y acompañados por un número semejante de mujeres, encendÃan nuevos focos de resistencia. Estos grupos tenÃan orden de resistir con las armas hasta el fin, y, si era necesario, debÃan evitar caer prisioneros suicidándose. Uno de estos grupos, saliendo de una alcantarilla, logró apoderarse de un camión y huir en él.» La resistencia opuesta por nuestro pueblo y por un puñado de guerrilleros polacos, que les apoyaban desde el exterior del muro, era tan eficaz que Stropp debÃa mantener en acción a sus patrullas de asalto veinticuatro horas al dÃa, «enérgicamente y sin tregua. Pero Himmler empezó a revelar cierta impaciencia y Stropp se vio de pronto obligado a adoptar una polÃtica de destrucción total. «Uno tras otro, los establecimientos fueron sistemáticamente evacuados y en seguida incendiados. Por lo general, los judÃos abandonaron sus escondrijos y refugios. No obstante, en algunas ocasiones permanecÃan en los edificios incendiados hasta que, impulsados par el calor de las llamas y por el temor de abrasarse vivos, preferÃan arrojarse desde los pisos más altos, después de lanzar a la calle colchones y otros objetos que pudieran amortiguarla caÃda. Entonces, y aun con las naturales fracturas, intentaban cruzar la calle para llegar a lugares todavÃa no incendiados o sólo parcialmente en llamas.»
También en las cloacas, donde se escondÃan muchos judÃos, la vida se hizo cada vez más dura, sobre todo después de las tentativas de los alemanes de ahogarles allà mismo, abriendo las válvulas de descarga del alcantarillado general de Varsovia. Gradualmente, uno tras otro, los bunker fueron barridos y destruidos por los ingenieros de la Wehrmacht, que empleaban bombas lacrimógenas y explosivos. El 8 de mayo el subterráneo que albergaba al Estado Mayor judÃo (que orgullo poder decir este nombre) -bajo el número 18 de VÃa Mila- fue bloqueado y sometido a un intenso bombardeo de granadas de mano. Allà pereció Mordejai Anielewicz Z’’L con ochenta de su compañeros. Y con ello la rebelión terminó.
Toda forma de resistencia organizada acabó el 16 de mayo, a las 20,15 horas, con la significativa demolición de la sinagoga. Algunos judÃos que sobrevivieron lograron huir a través de las cloacas y unirse a los partisano polacos. Pero todavÃa en pleno mes de julio los alemanes se hallaban ultimando las operaciones de limpieza. Stropp registró la muerte de unos 56.000 judÃos durante la rebelión. Unos 7.000 resultaron muertos en combate y un número análogo fue enviado a Treblinka. Se calculó que otros 5.000 o 6.000 murieron a causa de las explosiones y de los incendios; el número exacto de lo cadáveres bajo los escombros en imposible de calcular y desde luego los nazis no se preocuparon por ellos.
En el transcurso de la rebelión, el partido socialista polaco de Varsovia proporcionó a los combatientes judÃos un número limitado de armas. Sin embargo, ninguna respuesta se recibió a la demanda de ayuda cursada al ejército clandestino polaco, del general Tadeuz BorKmorowski. En Londres, después de largas semanas de conversación, el primer ministro polaco, general Sikorski, lanzó una llamada general a los polacos que se encontraban en su patria para que ayudasen a los insurgentes judÃos. Pero ya era demasiado tarde.
En efecto, dos dÃas antes, Stropp habÃa comunicado orgullosamente: El ghetto de Varsovia ya no existe. Su comunicado terminaba con este prosaico epitafio: Con exclusión de ocho edificios (alojamientos para la policÃa, hospital y alojamiento reservado para la guardia de las fábricas) el ex ghetto está totalmente destruido. Sólo algunos muros contra incendios quedan en pie y ello únicamente en los casos en que no ha sido necesaria la demolición con explosivos. Pero las ruinas contiene todavÃa una notable cantidad de piedras y materiales de desecho que podrÃan ser utilizables.
Esta es la historia de la muerte del Ghetto de Varsovia, pero también de nuestra victoria en ser libres una noche de Pesaj. En el pasado, los notables judÃos usaban sus influencias para frenar alguna medida antijudÃa o moderarla. No siempre tuvieron éxito. Por ejemplo, Don Isaac Abrabanel, el influyente judÃo en la corte de España, no pudo hacer cambiar la orden de expulsión decidida por los reyes católicos. La historia registra generalmente los triunfos, no las derrotas. El ghetto fue una experiencia totalmente nueva. Sólo el nombre era igual. Todo lo demás era totalmente distinto. Los lÃderes de los ghettos bajo el dominio nazi, trataron desesperadamente que éstos perduraran, de que sobrevivieran la mayor cantidad de tiempo posible. Tal vez, la guerra se terminarÃa -y terminó-, Hitler serÃa derrotado -y lo fue-, y lo vivido serÃa recordado como una terrible pesadilla. Y es nuestro deber guardar memoria de ello por cada una de las generaciones. No pudo ser la libertad para ellos. El ghetto de Varsovia no duró siquiera dos años enteros; pero de las antiguas piedras se alzaron nuevamente las cuatro preguntas en esa noche Pesaj de 5703 entonadas seguramente por alguno de los pocos niños que quedaban vivos:
ma nishtana halaila haze micol haleilot
shebejol haleilot anu ojlin jametz umatza, halaila haze culó matza
ma nishtana halaila haze micol haleilot
shebejol haleilot anu ojlin shear ierakot, halaila haze culó maror
ma nishtana halaila haze micol haleilot
shebejol haleilot ein anu matbilin afilu paam ejat, halaila haze shetei peamim
ma nishtana halaila haze micol haleilot
shebejol haleilot anu ojlin bein ioshvin ubein mesubin, halaila haze culano mesubin
¿Por qué es esta noche diferente al resto de las noches?
Y al final de ese Pesaj tan cruel vendrÃa el orgullo de ser libres. Y esa noche serÃa diferente, ciertamente... y a partir de ella ninguna noche serÃa igual.
Quedaron las cuatro preguntas y la certera respuesta de que nunca más los judÃos volverÃamos a agachar la cabeza ante los que no nos consideraban y aún nos consideran ni tansiquiera seres humanos.
Adaptado por Es-Israel.org de “Los ghettos bajo el dominio nazi� Ediciones Tarbut y otros textos y páginas de Internet
Nota:
¡¡¡En Es-Israel.org no olvidamos!!! |
![](https://barcelona.indymedia.org/images/licenses/norights.gif) This work is in the public domain |
Comentaris
Re: Un Seder de Pesaj muy especial. 15 de Nisan de 5703 en Varsovia
|
per Es-Israel.org |
10 abr 2006
|
El enclace :
http://www.es-israel.org/modules.php?name=News&file=article&sid=3407 |
Re: Un Seder de Pesaj muy especial. 15 de Nisan de 5703 en Varsovia
|
per antisonista |
10 abr 2006
|
En palestina tampoco olvidamos, perros asesinos. |
Re: Un Seder de Pesaj muy especial. 15 de Nisan de 5703 en Varsovia
|
per judiofascistatuereselterrorista!! |
10 abr 2006
|
Palestina vencera!! |
Re: Un Seder de Pesaj muy especial. 15 de Nisan de 5703 en Varsovia
|
per perdonerajodiocolonofascistatuereselterrorista!! |
10 abr 2006
|
Sharon perro fascista, tu eres el terrorista!
Es.Israel das mucho asko.
Txakurra Kampora!! |
Re: Un Seder de Pesaj muy especial. 15 de Nisan de 5703 en Varsovia
|
per stop intoxicacio |
10 abr 2006
|
usar palestina per atacar el poble jueu és demencial. No confonguem els termes i no caurem en la trampa de l'extrema dreta.
No es pot justificar l'holocaust a través de l'exemple de Palestina. |
Re: Un Seder de Pesaj muy especial. 15 de Nisan de 5703 en Varsovia
|
per antisionista |
10 abr 2006
|
y quien está justificando el holocausto?
el que ha caido en la trampa de la derecha eres tu que intentan hacernos ver que ser antisionista es ser mas que nazi.
judio=musulman=cristiano
sionista=genocida=nazi
israeli=sionista |
Re: Un Seder de Pesaj muy especial. 15 de Nisan de 5703 en Varsovia
|
per ya os vale |
11 abr 2006
|
antisionista= gilipollas racista con aires de progre |
|
|