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Notícies :: ecologia |
Aigua, desertificació i el debat sobre les energies
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per Sergio Ferrari |
26 mar 2006
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25-03-2006
ECOLOGÃ?A
AGUA: EL ORO DEL SIGLO XXI |
2006 AÑO INTERNACIONAL DE LOS DESIERTOS Y LA DESERTIFICACIÓN
- LA DESERTIFICACIÓN ES MUCHO M�S QUE UN SIMPLE ARENAL INFINITO…
- EL AGUA Y UN DEBATE DE “CIVILIZACIÓN�
Temática poco mediatizada, menos “espectacular� que otras calamidades ambientales, sin embargo la desertificación creciente – al igual que la disminución acelerada de las reservas de agua potable- se ancla en el centro mismo del debate de sociedad. Ya que toca el presente y el futuro, la vida y la muerte, la viabilidad o la inviabilidad de la “casa común� llamada tierra.
A causa de ese “flagelo ambientalâ€?, en los próximos 20 años podrÃan desaparecer dos terceras partes (66 %) de las tierras aptas para el cultivo de Ã?frica; 30 % de las de Asia y un 20 % de las de América Latina.
Según estimaciones de las Naciones Unidas, la desertificación reduce la fertilidad del suelo del planeta y provoca pérdidas de productividad que en algunas regiones pueden alcanzar el 50 %. Adicionalmente, amenaza la cuarta parte de las tierras totales del planeta asà como la subsistencia de más de 1.000 millones de seres humanos en 100 paÃses. Atenta contra el equilibrio macro-ecológico global – especies animales y vegetales que desaparecen- y presiona a comunidades enteras – en 2004 se hablaba de 135 millones de personas- que podrÃan verse obligadas a abandonar sus tierras a corto y mediano plazo.
Las consecuencias humanas de tal fenómeno van más allá de la simple radiografÃa productiva. Agrava la ya de por sà debilitada seguridad alimenticia; acrecienta el efecto del hambre y la pobreza; se perfila como fuente adicional de tensiones sociales, polÃticas y militares…factores todos que en un circuito infernal y cerrado provocarán, a su vez, más y más degradación ambiental. Un verdadero callejón sin salida…
HABLAR EL MISMO LENGUAJE
El reflejo semántico a veces engaña. Si se asocia desertificación a desiertos, se puede llegar a un concepto un tanto simplista e imaginarlo como el aumento de arenas que fagocitan más tajadas de la gran geografÃa mundial. Más arena, más desiertos…casi como resultado mecánico o natural de un aumento de la erosión que vive la tierra resultado de las aguas torrenciales que lavan todo o de los vientos agresivos y su poder destructivo.
En términos más cientÃficos, según una definición de los años noventa del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la desertificación no se refiere a un aumento de los desiertos. Sino que consiste en la degradación de las tierras áridas, semiáridas y las zonas sub húmedas y secas. Que tiene como causas variaciones climáticas, pero –y por sobre todo- actividades humanas tales como el cultivo o el pastoreo excesivo; la deforestación - generalmente movida por grandes intereses económicos-; y la falta de riego. La devastación simple y pura de regiones enteras para introducir ciertos monocultivos, como en su momento el algodón y hoy la soya o los árboles para celulosa. O para la instalación de grandes complejos turÃsticos, son también co-responsables.
Tras la desertificación, entonces, una serie de conceptos-causas de fondo: la responsabilidad de los grupos humanos (y los poderes económicos) en las zonas amenazadas, asà como un cuestionamiento a la idea misma de productividad como motor del desarrollo.
UNA AMENAZA PARA NORTE Y SUR
Si bien las consecuencias principales de tal fenómeno las pagarÃan los paÃses del Sur, no es una temática “restringidaâ€? a éstos. Un estudio de Ecologistas en Acción de España, publicado a mediados del 2004, indicaba que ese paÃs se encuentra a la cabeza de las naciones desarrolladas afectadas por la desertificación. Señala que siete provincias presentan niveles de erosión por encima del 90 % de sus superficies y subraya que el origen principal de esa erosión se debe a malas prácticas de la agricultura. Concretamente, enfatiza el documento, 75 % de la erosión se produce en suelos agrÃcolas, mientras que éstos –paradójicamente- representan sólo un 40 % de la superficie total.
El informe español analiza otras causas, como la explotación desmesurada de los recursos hÃdricos; la pérdida de la cubierta vegetal a causa de repetidos incendios forestales y la concentración de la actividad económica en zonas costeras consecuencia del crecimiento urbano, de las actividades industriales, del turismo de masas y de la agricultura de regadÃo. Factores todos, que de una u otra manera, y con diferentes matices o pesos, están a la base también del fenómeno en tantos otros de los 100 paÃses afectados.
A más de 10 mil kilómetros de España, Argentina, con sus casi 2.8 millones de kilómetros cuadrados, otrora reserva ambiental del planeta, no escapa a la degradación del ecosistema, que según diversos estudios afecta al 75 % del territorio. 60 millones de hectáreas están sujetas a procesos erosivos y cada año se agregan otras 650 mil al cuadro de las superficies “desgastadasâ€?. A pesar de la enorme superficie y de los ilimitados recursos de ese paÃs sudamericano, 30 % de la población total (uno poco más de 10 millones de personas) son afectadas por ese proceso. En los últimos 75 años la reducción de la superficie forestal es del 66 % como resultado del desmonte para incorporar nuevas tierras a la agricultura; para la producción de carbón vegetal y leña y debido a otras actividades industriales, como la celulosa.
Brasil no se exceptúa de esta dinámica preocupante. Si a mitad del siglo pasado la soja era casi inexistente hoy ocupa más de 20 millones de hectáreas de tierra cultivada. Mientras el ganado – 80 % del cual está en la Amazonia- explotó de 26 millones a 164 millones de cabezas en los últimos quince años y la exportación de carne se quintuplicó entre 1997 y el 2003. Ambos “productosâ€? avanzan ofensivamente cada dÃa más sobre bosques y sabanas, siendo considerados como responsables principales del acelerado proceso de desertificación brasilera.
Y las previsiones son alarmantes: organismos ambientalistas de todo crédito estiman que en el 2020 podrÃan destruirse cerca de 22 millones de hectáreas de bosques y sabanas en América Latina sólo a raÃz de la producción de soja, devastando eco-sistemas y condenando a la desaparición a numerosos pueblos indÃgenas, cada vez más acorralados en reducidos espacios.
LA “CONCIENCIA� PLANETARIA
En tanto toma de conciencia mundial –en todo caso a nivel de diagnóstico y retórica- las Naciones Unidas aprobaron en 1994 la “Convención Internacional de lucha contra la desertificación�, primer documento que enmarca las respuestas a este “flagelo ecológico� y que cuenta con la adhesión de 172 Estados partes.
Tiene como objetivo principal la promoción de una acción concertada a través de programas locales -con apoyo internacional- que buscan reducir el impacto de la sequÃa grave y desertificación especialmente en Ã?frica. Intenta mejorar la productividad del suelo, rehabilitarlo allà donde se puede y ordenar la conservación de los recursos de tierras y fuentes hÃdricas.
La Convención subraya la necesidad de la participación popular y la promoción de condiciones que favorezcan a las poblaciones locales para evitar la degradación de los suelos. Y le asigna un rol activo a las organizaciones no gubernamentales (ONG) para preparar y ejecutar programas en este sentido.
Si bien este instrumento internacional es un aporte –perfectible- , lo que está en juego tras el “drama de la desertificación� es un debate de fondo, de sociedad o incluso de civilización misma.
UN DEBATE DE CIVILIZACIÓN
Un elemento clave de este debate es, sin duda, la relación estrecha entre desertificación y urbanismo. En tanto, como lo señala el sociólogo y antropólogo español Antonio Aledo Tur, “la urbanización produce un doble efecto que podrÃamos denominar centrÃfugo y centrÃpeto en su participación en el proceso de desertificaciónâ€?.
El aspecto centrÃpeto –según el mismo intelectual- “al convertir a las ciudades en polos de atracción para los campesinos que abandonan las tierras y para los flujos de materia y energÃa que el sistema urbano consume permitiendo el avance de la desertificaciónâ€?. El efecto centrÃfugo, “sirve para denominar tanto el proceso de expansión fÃsica de la ciudad sobre las áreas rurales como el proceso de difusión cultural del estilo de vida urbano y de formas urbanas de pensar y entender la relación sociedad-naturaleza que están en la base de los procesos de insostenibilidad ecológica a los que pertenece la desertizaciónâ€?…Finalmente, para el intelectual español, “la urbanización actúa como motor de buena parte de los factores que en opinión de los expertos son causantes de la desertificaciónâ€?.
Lo que leva a “repensar la utopÃa del urbanismo contemporáneo al ser contrastado con las implicaciones socio ambientales que provoca…La desertificación es una de las señales que emite el ecosistema y que denuncia la utopÃa del crecimiento ilimitado…â€? La insostenibilidad del actual sistema muestra “la naturaleza utópica del desarrollo occidental…â€?, enfatiza, usando la noción de utopÃa, en este caso, como contradictoria e inviable.
Detrás del flagelo ambiental de la desertificación –de la misma manera que el derroche irracional del agua potable- una lógica productiva planetaria inviable (u homicida) a largo plazo. Que prioriza el provecho máximo sobre la durabilidad de las reservas. Que transforma en mercancÃa todo lo que toca, aún los más estratégicos recursos naturales como la tierra y el agua. Que ve como ambicioso mercado la “casa comúnâ€? del planeta tierra. Y que impone explicaciones culturales e ideológicas reduccionistas (desertificación = más desiertos) a todos los grandes temas del debate de civilización.
La desertificación es mucho más que un infinito arenal natural imposible a detener. Es un grito de alarma sobre una forma de organización de la economÃa mundial, y un desafÃo a la sociedad civil planetaria para reforzar su combate/resistencia ambiental en el marco de construir, también sobre la erosión, otra tierra posible.
- Colaboración de la Agenda Latinoamericana 2006 |
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