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El periódico "La Verdad" de Alicante hace apología de la precariedad laboral
22 mar 2006
Én un artículo publicado hoy por el periódico La Verdad de Alicante, se hace descarada apología de la precariedad laboral, al afirmar el articulista que el "problema" de Francia está motivado por tener "sólo" un 13 por cien de contratos basura, mientras que en España se elogia que esta cifra sea del 32 por cien (Ver segundo párrafo)
ARTÃ?CULOS
La rebelión de las clases medias
ANTONIO PAPELL/

La Verdad de Alicante


Como es bien conocido, Francia está nuevamente en llamas, esta vez por las protestas contra el Contrato de Primer Empleo (CPE), una propuesta de flexibilización laboral suscitada por el gobierno del primer ministro Villepin y consistente en un contrato indefinido de inserción en que el empresario puede despedir al empleado menor de 26 años sin explicación alguna los dos primeros años. La medida es llamativamente dura, sobre todo en un país con un sistema de relaciones laborales todavía muy rígido, y ha sido adoptada por añadidura sin previo diálogo social alguno. Pero el Ejecutivo francés debe haber tomado conciencia de que sin una liberalización significativa de sus estructuras económicas, la decadencia será irreversible. Máxime cuando Alemania, que adolecía de las mismas carencias, está en vías de emprender las reformas tanto tiempo aplazadas, que pueden encauzar a la locomotora europea por la senda del crecimiento y la prosperidad.

El problema fundamental de Francia es de crecimiento, y el de desempleo deriva de éste. Pero para que la economía francesa recupere el pulso en el marco global en que se inserta es inevitable que el país lleve a cabo transformaciones que darán al traste con las tradiciones estatalista, jacobina y proteccionista de que siempre ha hecho gala. Francia, como Alemania, tendrá que renunciar al sector público empresarial, que revisar a la baja el estado de bienestar y que flexibilizar el mercado laboral, como ya hecho, por ejemplo, España. En nuestro país, más del 32% de los contratos laborales son precarios; en Francia, no llegan al 13%. Aunque el desempleo de los jóvenes alcance el 22,5% (y el 40% en los jóvenes sin cualificación).

Estos planteamientos, todavía ignorados por la izquierda francesa pero evidentemente incuestionables si no se niega la realidad de las cosas, son los que están provocando la rebelión de las clases medias, que ven cómo Francia tendrá que declinar sus viejas pretensiones de grandeur para acomodar el paso a la Europa de su alrededor. Si en otoño se rebelaban violentamente los habitantes de la banlieue, marginados del sistema, sin expectativas cercanas y por lo tanto «al otro lado de la barrera», ahora son las clases medias las que exigen preservar su status, su proverbial seguridad, su estabilidad. Y ello será muy difícil de lograr por mor del conocido círculo vicioso del implacable capitalismo: sin flexibilidad -sin posibilidad de acomodar la oferta a la demanda-, no hay inversión ni por lo tanto crecimiento; sin crecimiento no hay ni prosperidad ni empleo.

En definitiva, la protesta francesa contra el CPE, dramática y paradójicamente secundada por los sindicatos sedicentemente progresistas, es claramente conservadora, por no decir reaccionaria. Se trata de mantener los privilegios de la sociedad acomodada, sin el menor rapto de heroísmo ni de concesión a la utopía. De ahí que sea absurdo comparar esta revuelta con la de mayo del 68. Entonces se pretendía un orden nuevo que facilitara el reparto de la riqueza; ahora se aspira a prolongar el orden viejo para afrontar el empobrecimiento.

La guerra entre esas clases medias y el primer ministro Villepin está repleta de recovecos: el jefe del Gobierno se juega en este envite sus posibilidades de competir por la sucesión del presidente de la República, Chirac, en el 2007, a la que también aspira el brillante ministro del Interior, Sarkozy. Y, de momento, Villepin está conduciendo el proceso con frialdad y valentía y, pese a que las encuestas demuestran que el CPE es rechazado por una mayoría muy significativa de franceses, no parece que vaya a ceder en su decisión. En el ambiente está el precedente de Balladur: forzado en 1994 a retirar otro contrato de inserción profesional para jóvenes (el CPI), fracasó en su intento de ganar las presidenciales de 1995, en las que venció el otro candidato de la derecha, Jacques Chirac. Sin embargo, es evidente que Villepin tiene todavía un cierto margen para negociar, una vez que los sindicatos, divididos, han descartado la huelga general: el CPE puede ser suavizado, por ejemplo, mediante la reducción de los dos años de posible despido a uno sólo, y a través de la incorporación de nuevas ventajas.

Sea como sea, es patente que el conflicto francés es en cierta manera la expresión de la resistencia al cambio que muestran las sociedades maduras y que resulta inexorablemente de las grandes mudanzas globales. El hecho de los países estén completamente abiertos a la competencia internacional ha otorgado a los conceptos «productividad» y «competitividad» un valor decisivo en la conquista de la prosperidad. Hoy ya no cabe, en fin, el regreso a las viejas sociedades opulentas y aisladas, protegidas y seguras: la propia idea de la 'clase media' se ha hecho invasiva y abarca a la inmensa mayor parte de la sociedad, aunque con estándares mucho más modestos que antaño. Al tiempo que se ha abierto paso el convencimiento de que ya no tiene sentido resistirse al cambio: lo inteligente es gestionarlo adecuadamente para que sus efectos sean lo menos onerosos y cruentos posible.

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Re: El periódico "La Verdad" de Alicante hace apología de la precariedad laboral
22 mar 2006
Animo "la verdad", en breve os ficha el PP (por lo menos).
La verdad que se podría hacer un comic a base de los artículos de "la verdad", recuerdo uno que en plena descarga represiva del PP decía: Contra ETA!.
Sindicato Sindicat