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Anàlisi :: corrupció i poder |
CaÃda de Suárez y farsa de golpe: nueva conspiración burocrática.
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per Grupo de Propaganda Marxista |
11 feb 2006
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Análisis marxista sobre el 23 F, actualizado con los últimos datos conocidos.
Se reproduce sólo un capítulo.
Consultar el texto completo en www.nodo50.org/gpm |
En 1978, Suárez habÃa alcanzado su mayor prestigio ante la corona y la propia sociedad, como eficaz servidor de la transición hacia la “democraciaâ€?:
<<El Rey estaba absolutamente deslumbrado. “Es un fenómeno —comentó un dÃa en La Zarzuela. Mirad qué artÃculo segundo de la Constitución ha hecho para solucionar la grave cuestión de las autonomÃas y, al mismo tiempo, manteniendo la unidad de España>> (Patricia Sverlo: “Un Rey golpe a golpeâ€? Cap. X) http://www.jcasturias.org
Pero, en ese momento, ya estaban dadas todas las condiciones para que esa ilusión acrisolada en el espÃritu pragmático del Monarca empezara a desvanecerse. La polÃtica de nombramientos seguida por el vicepresidente del gobierno para asuntos de la defensa, Gutiérrez Mellado —saltando por encima del escalafón para designar al general Gabeiras como jefe del Estado Mayor y al general Ibáñez como director general de la guardia civil— encendió los descontentos y las protestas de los militares. El general Atarés protagonizó un violento enfrentamiento con Gutiérrez Mellado, a quien insultó gravemente en un acuartelamiento de Cartagena, sin que tal acción mereciese la más leve condena moral o medida disciplinaria. [46]
En marzo y abril de 1979, Suárez intentó capitalizar el exitoso referéndum de la Constitución, convocando a elecciones generales y municipales. Pero los resultados en términos absolutos del escrutinio reprodujeron casi exactamente los de 1977. La diferencia en cuanto a la abstención en una y en otra (21% del censo en 1977, 32% en 1979) fue la consecuencia directa de la polÃtica de consenso anterior y reflejó el divorcio creciente con la polÃtica de los grandes partidos por parte de un amplio sector del electorado. UCD obtuvo de nuevo la mayorÃa relativa, pero esta vez su base electoral llegó sólo al 23% del censo, por tanto, careció de fuerza suficiente para gobernar en solitario. Los resultados de las municipales debilitaron aún más su posición. La gran mayorÃa de los municipios (y la práctica totalidad de las ciudades principales) dieron abrumadora mayorÃa a la izquierda burguesa (PCE y PSOE), al tiempo que la abstención superó el 40% del censo.
La intención de acabar con la anterior polÃtica de consenso y pasar a gobernar con un programa consecuente de derechas —“hay que dejarse de acuerdos y consenso, ahora hay que ponerse a gobernarâ€?, declaró Arias Salgado tras las elecciones— tuvo muy corto alcance. Después de las municipales, la respuesta al nuevo gobierno de Suárez —mucho más derechista en su composición que el de 1978— fue la conclusión del pacto municipal PCE-PSOE. En mayo, durante el congreso del PSOE, Felipe González se vio obligado a dimitir ante el desbordamiento radical de los delegados. Todas las fuerzas polÃticas —desde Fraga hasta Carrillo, se echaron las manos a la cabeza exigiendo su retorno, al mismo tiempo que la oleada terrorista más intensa hasta ese momento, causaba 20 muertos y más de 100 heridos en una sola semana.
Por su parte, la patronal “Confederación Española de Organizaciones empresarialesâ€? (CEOE), hizo una crÃtica demoledora al programa económico del gobierno y le dio casi un ultimátum para que presentara un plan de acuerdo con la mayorÃa de la CEOE. Simultáneamente, cientos de miles de trabajadores iban a la huelga y se manifestaban activamente desde enero de 1979 contra los topes salariales, el paro y el empeoramiento de las condiciones de vida. Una nueva huelga general contra la represión paralizó Euskadi, al tiempo que en Cataluña, Aragón, Castilla y Euskadi, manifestaciones de cientos de miles de personas exigÃan la autonomÃa.
Tres meses después de las elecciones, ante la creciente polarización entre las clases, la estabilidad polÃtica del paÃs en un clima de normal juego parlamentario entre gobierno y oposición, se tornaba cada vez más difÃcil, con tendencia clara hacia una situación de ingobernabilidad tendencialmente explosiva. Ante semejante situación, Carrillo volvió a plantear un “gobierno de concentración nacionalâ€?, con un consenso aún mayor que el de la etapa anterior. Por su parte, Felipe González ofreció sus servicios en caso de que se produjera “una situación de emergenciaâ€?. En las FF.AA., los sÃntomas de insubordinación militar empezaron a ser cada vez más notorios y no desaparecerán de la escena polÃtica nacional hasta su desenlace el 23F.
La consecuencia inmediata de esta situación fue el consenso entre las dos principales fuerzas parlamentarias centristas, UCD y PSOE, a fin de imponer “democráticamenteâ€? en la Cortes las principales leyes de desarrollo de la Constitución (Ley del Tribunal Constitucional, estatuto de Radio Televisión Española, acuerdo marco entre la patronal CEOE y el sindicato socialista UGT, estatutos de autonomÃa de Euskadi y Cataluña, Estatuto de los Trabajadores, Ley de Seguridad Ciudadana, Estatuto de Centros, Ley de AutonomÃa Universitaria, etc.
Sin embargo, la repulsa y protesta popular contra toda esta polÃtica se fue agudizando a lo largo del otoño y el invierno de 1979. Cientos de miles de trabajadores se movilizaron contra los topes salariales y el Estatuto de los Trabajadores pactado entre la patronal y el sindicato socialista. Las universidades e institutos despertaron de su letargo y se movilizaron contra las leyes del gobierno en el terreno de la enseñanza. En diciembre, más de dos millones y medio de trabajadores, estudiantes, etc. participaron en el movimiento huelguÃstico. La lucha obrera y popular no habÃa alcanzado un grado de contestación semejante desde principios de 1976. Arrastrados por ese movimiento de masas de magnitud, los propios dirigentes del PCE hablaban de preparar una huelga general, aunque finalmente se echaron atrás, demostrando que el Estado burgués y sus prebendas gravitaban más que la presión de las masas sobre su comportamiento polÃtico. Todo habÃa sido cuestión, para ellos, de haber dado hacia ese centro burocrático de interés el primer paso en julio-agosto de 1974, como hemos visto.
Paralelamente, la actividad de las bandas fascistas y parapoliciales, los asesinatos y la represión contra el pueblo se desataron. En esos meses, doce personas fueron asesinadas y muchas otras heridas, detenidas y encarceladas. El 13 de diciembre, en el curso de una manifestación de obreros y estudiantes, la policÃa mató a dos estudiantes. Al dÃa siguiente, en las Cortes, nadie se atrevió siquiera a mencionar los hechos. En los parlamentos burgueses, la lucha de clases se sublima, pasando de su estado sólido tal y como aparece en las calles y fábricas, al gaseoso. En ese momento, el divorcio entre la polÃtica oficial y la calle era ya enorme y no dejaba de aumentar. De un lado las masas, empujadas por las contradicciones de la vida social tendentes a desbordar los diques del capitalismo, del otro, los dirigentes oportunistas del movimiento, tratando de evitar el desborde a cambio de una parte en el común negocio de explotar trabajo ajeno. Como decÃa Trotsky, el falso dado polÃtico del pequeñoburgués, gira en una dirección y en otra según los vientos de la lucha de clases, pero siempre se detiene sobre su base más pesada.
A lo largo de 1979 se produjeron acontecimientos que irÃan a provocar un giro importante en la situación mundial. En enero, fue derrocado el emperador de Irán, Reza Phalevi, instaurándose la República Islámica. En agosto triunfó el movimiento pequeñoburgués sandinista en Nicaragua. En noviembre, los llamados “Guardianes de la revoluciónâ€? asaltaron la embajada norteamericana en Teherán tomando un número indeterminado de rehenes. Poco después, las tropas soviéticas ocuparon Afganistán para responder al asedio norteamericano —a instancias de su aliado paquistan× sobre el eslabón más débil de la URSS en Asia. La CIA, en connivencia con los sátrapas islámicos en esa región, pusieron en quiebra la polÃtica exterior de distensión del presidente norteamericano Jimmy Carter, quien descendió al nivel más bajo de popularidad en toda la historia presidencial de ese paÃs, obligándole a un mayor endurecimiento en sus relaciones con el “bloque comunistaâ€?, y a una polÃtica de “ley y ordenâ€? en sus propios dominios internacionales, de confrontación con la otra superpotencia y de rearme.
Este giro de la polÃtica internacional alteró profundamente la situación interna de España, cuyo gobierno de “consensoâ€? bajo la presidencia de Suárez, venÃa de tomar una serie de iniciativas que le cogieron a contrapié. Justamente a lo largo de 1978 y 1979, Suárez habÃa congelado la decisión de integrar a España en la OTAN Âcuestión que no pudo ser consensuada con la izquierdaÂ, cuya militancia, además, acusaba la acción de los movimientos antiimperialistas en la escena internacional, demandando de su gobierno una mayor dimensión iberoamericana y africana de la polÃtica exterior española.
En septiembre de 1978, Suárez habÃa viajado a Cuba para invitar a Fidel Castro a visitar España. Fue el primer presidente en tomar semejante iniciativa. Un año después, Yasir Arafat fue recibido en Madrid con honores de Jefe de Estado, siendo España el primer paÃs europeo en dar ese paso. Finalmente, el gobierno envió un observador a la Cumbre de PaÃses No Alineados realizada en La Habana, gesto diplomático insólito en un paÃs tradicionalmente aliado de los EE.UU.
El rumbo de la polÃtica interior y exterior de España, marchaba, pues, a contrapelo de las exigencias norteamericanas derivadas de la nueva situación en ese paÃs y en el mundo. Lo que deseaba Washington era una España “seguraâ€?, estable y sometida a sus dictados; una España dentro de la OTAN, dócilmente alineada en la lucha contra la otra superpotencia y, por supuesto, sin reflejos neutralistas o tercermundistas en su polÃtica exterior.
Pero Suárez, hipotecado al consenso con la izquierda burguesa del PCE en aras de la estabilidad polÃtica del Estado a instancias de su relativa capacidad de control del movimiento de masas, estaba cada vez menos en condiciones de cumplir con las exigencias del imperialismo norteamericano. Esas nuevas exigencias de Washington, al mismo tiempo que las crecientes disidencias con sus socios democristianos y liberales al interior de UCD, fueron las que contribuyeron decisivamente a convulsionar y desestabilizar su gobierno, acabando por erosionar su propio prestigio polÃtico personal, no sólo de cara a la banca y los medios de comunicación que le habÃan catapultado, sino a la propia volubilidad pragmática del Monarca.
Por su parte, el Partido socialista obrero español renovado (PSOE), con el instinto polÃtico carroñero que le caracterizó desde su relanzamiento, comenzó a desmarcarse de la polÃtica de consenso con el Gobierno, iniciando su viaje al centro para fagocitarse el cadáver de la UCD y ocupar su puesto. Por de pronto, sintiendo la necesidad de ganarse la confianza de la banca, de los yankys y del Monarca, en el congreso de mayo del 79 lastró el marxismo: “Hay que ser socialista antes que marxistaâ€?, dijo Felipe González en una de sus sesiones a los delegados. El partido se negó a seguirlo y él renunció tácticamente a modo de presión como diciendo: “yo o el caosâ€?. Cuando todos —incluso la derecha civilizada de Fraga— se echaron las manos a la cabeza, en setiembre volvió reforzado en su autoridad polÃtica personal.
Este proceso de recomposición burocrática de los partidos polÃticos institucionalizados, se fue a acentuando conforme se hacia patente —a lo largo de 1980—, que el próximo presidente norteamericano serÃa el republicano Ronad Reagan. De hecho, a lo largo del año, las distintas fuerzas más reaccionarias vinculadas al imperialismo norteamericano, empezaron a moverse claramente con estas nuevas previsiones del gran viraje a la derecha en las postrimerÃas del gobierno de Carter, y que bajo el mandato de Reagan no hicieron más que confirmarse y profundizarse.
Finalmente, la llegada de Reagan a la Casa Blanca dio un nuevo impulso a los preparativos involucionistas en curso desde varios meses atrás. A poco de haber tomado posesión de su cargo, el nuevo secretario de Estado, Alexander Haigh, declaró públicamente que: “España debe fijar de inmediato un calendario para su integración en la OTANâ€?. Las promesas de una futura integración sin concretar ni dar pasos prácticos en ese sentido, ya no son suficientes. El golpe militar en setiembre contra el gobierno turco de Süleymán Demirel, fue una premonición y un aviso. Un informe del coronel Quintero (agregado militar español en Ankara) donde se valoraba positivamente el golpe, circuló profusamente entre la oficialidad y recibió favorables comentarios. En la prensa ultra española, los artÃculos amenazantes sobre el carácter “lÃmiteâ€? e “intolerableâ€? de la situación, se sucedÃan a diario. En Euskadi, durante los primeros dÃas de noviembre, ETA cometió atentados con resultado de muerte contra once dirigentes de UCD, entre militares y guardias civiles.
A principios de diciembre, lal UCD sufrió un descalabro electoral aún mayor que los anteriores con la elección de solo dos senadores por AlmerÃa y uno por Sevilla. Aunque fue una elección sin trascendencia en sà misma, la importancia está en que la UCD quiso convertirla en un test de fuerza electoral.
Esta situación aceleró la ejecución del plan —conocido ya por Suárez— urdido por el conjunto de la oposición, parte de UCD y el sector monárquico del ejército liderado por los generales Milans del Bosh y Armada, todos en connivencia con el Rey, consistente en la presentación de una moción de censura contra Suárez para obligarle a dimitir, dejando expedito el camino legal para el nombramiento de un nuevo gobierno “de concentraciónâ€? cÃvico-militar, presidido por el propio Armada, único modo de detener la dinámica del golpe “duroâ€? en preparación, contra los partidos polÃticos, las instituciones “democráticasâ€? y la Corona.
Pero lo que ocurrió fue que Suárez se adelantó presentando su renuncia irrevocable publicada el 29 de enero, proponiendo como sucesor a Leopoldo Calvo Sotelo, quien, hasta ese momento, se desempeñaba como vicepresidente segundo de Asuntos Económicos. [47] De este modo, si los conspiradores decidÃan seguir adelante con sus propósitos, se pondrÃan fuera de la legalidad “democráticaâ€?. Y esto es lo que, de hecho, se llegó a consumar cuando Tejero irrumpió en la sala de sesiones del Congreso. Su naturaleza social burocrática y facinerosa les impidió apelar al pueblo, hasta que Tejero descubrió que habÃa sido engañado y utilizado por sus superiores operativos —quienes hasta último momento subestimaron su propia determinación polÃtica ocultándole la verdadera finalidad del golpe—, y decidió abortarlo tratando por unas horas de imprimirle su sesgo personal más duro. Nadie le siguió, demostrando la debilidad polÃtica y la cobardÃa personal de los burócratas civiles y militares profranquistas, asà como la carencia total de apoyo activo en la sociedad.
El nuevo giro de la situación mundial, fue un factor de primera magnitud en el deterioro del esquema polÃtico de Suárez. La dificultad estaba en que, al mismo tiempo que iban cristalizando las amenazas latentes de involución polÃtica por parte de los sectores más recalcitrantes del franquismo residual, ninguna de las fuerzas polÃticas de la oposición democrática mostraban la solvencia necesaria para asumir la alternativa de gobierno.
Dado que la izquierda burguesa le habÃa dado suficientes garantÃas de moderación y responsabilidad de Estado como para convencerle de que las únicas amenazas a la institución monárquica sólo podÃan provenir del falangismo residual y altos mandos de las FF.AA., con toda la impunidad para conspirar que le conferÃa el artÃculo 56 de la Constitución —y que nadie cuestionó jamás—, el Rey no dejó de espolear secretamente a Suárez para que siguiera galopando con el caballo de las reformas polÃticas de izquierda burguesa (legalización del PCE, renuncia a entrar en la OTAN) y el saneamiento en el aparato polÃtico y militar del franquismo, al que habÃa jurado fidelidad pero que ahora le resultaba un estorbo de cara a la proyección europea del Estado español y, por tanto, de su Casa real. AsÃ, presidido por la vieja estrategia real de matar dos pájaros de un tiro, entre Suárez y el Monarca comenzó algo asà como...
<<...el juego del policÃa bueno y el policÃa malo. Primero Suárez actuaba de malo y, después, los militares pasaban por La Zarzuela a quejarse al Rey, que era el bueno. El 28 de noviembre de 1979, Milans del Bosh fue recibido en audiencia privada y, poco después, también acudirÃa al palacio una amplia representación de la División Acorazada, presidida por el general Torres Rojas. Lo que más les enojaba era la polÃtica de depuración del Gobierno, que habÃa enviado a destinos alejados de los centros de poder a los más adeptos al antiguo Régimen, para poner a mandos nuevos e ir lavando la cara de las Fuerzas Armadas. Y, desde luego, el tema de las autonomÃas, con aquél famoso “café para todosâ€?, que veÃan como una desmembración de facto de la sagrada unidad de la patria>> (Patricia Sverlo: Op. Cit. Cap.10)
Una vez planteado el conflicto y el consecuente desgaste irreversible del Presidente —con sus decisiones ya sobre el terreno firme de los actos polÃticos consumados—, el Rey pasó a actuar, en primera instancia, como mediador y “árbitroâ€? interesado entre Suárez y todos los que conspiraban contra él, pero luego fue sumando subrepticiamente su propio peso polÃtico fáctico a la carga de otros poderes que ya recaÃa sobre la cara en que el falso dado ganador de esa disputa debÃa detenerse para beneficio mutuo, siempre al amparo de lo previsto en el mismo artÃculo 56, 1 de la Constitución, que le relevaba de cualquier responsabilidad polÃtica o penal ante lo que hiciera o dejara de hacer, de modo que, asÃ, todo quedaba “atado y bien atadoâ€?:
<<Juan Carlos escuchaba a Felipe, Fraga, Armada, Milans... en su papel de “árbitroâ€? de España, para intermediar entre ellos y el presidente. Y acabó con un impulso que le dieron desde el exterior [en este caso desde el exterior de su propia relación con Suárez] (como en prácticamente todas sus anteriores decisiones polÃticas importantes), que inclinó la balanza a favor de los primeros. Juntos [los conspiradores, incluido el Rey, a espaldas de Suárez] comenzaron a elucubrar posibles soluciones al problema, a hacer planes que acabaron cristalizando el 23 de febrero de 1981.>> (IbÃd)
Pero Suárez ya habÃa aprendido la lección estando entonces Torcuato Fernández Miranda donde ahora estaba él, cuando fue “pateadoâ€? por el rey una vez “acabada su misiónâ€?. Suárez se apercibió de que el monarca le harÃa objeto a él de la misma jugada, cuando el 22 de enero le propuso nombrar al General Armada segundo Jefe del Estado Mayor del Ejército (el cargo ideal para pasar a desempeñarse como presidente del ya pactado gobierno de “concentración), a lo cual Suárez —como hemos visto— se negó, presentando cuatro dÃas después su renuncia indeclinable, con lo cual hizo recaer el duro coste polÃtico del golpe “blandoâ€? sobre sus conspiradores, como asà parece haber sido.
Hasta llegar a esa situación, los sÃntomas de descomposición y disgregación de UCD, se fueron haciendo más y más evidentes conforme avanzaba 1980. Entre enero y febrero, una nueva oleada fascista y represiva provocó 10 muertos y más de 20 heridos. Entre las vÃctimas estuvo la joven inmigrante dominicana, Yolanda González, secuestrada y asesinada por un comando fascista de Fuerza Nueva en los aledaños de Madrid. El 28 de febrero, la UCD sufrió su primer gran descalabro polÃtico en el referéndum autonómico andaluz. En abril, las elecciones autonómicas en Euskadi y Cataluña significaron una auténtica debacle para la UCD y enormes pérdidas electorales para el PSOE y el PCE, los tres pilares básicos del esquema polÃtico del consenso en que se sostenÃa el gobierno de Suárez. Estos resultados dieron pábulo a una verdadera espantada de UCD. Los “varonesâ€? de ese partido empezaron a perfilar su futuro polÃtico, unos con vistas a integrarse en la Alianza Popular de Fraga, otros en el PSOE. En mayo, Francisco Fernández Ordóñez, JoaquÃn Garrigues Walker y Landelino Lavilla, decidieron conspirar contra Suárez apoyando una moción de censura —presentada por el PSOE— que no prosperó.
Los medios de expresión de la derecha empezaron a poblarse de crÃticas ante la situación de «vacÃo de poder» que se estaba creando. Los rumores sobre reuniones conspirativas en la cúpula militar y en cÃrculos de poder fáctico se extendieron. A la vez que aparecÃan públicamente opiniones y movimientos en torno a un posible “gobierno de concentraciónâ€?, una salida a la crisis extraconstitucional presidida por un militar que recondujera el proceso. Los nombres de Osorio y otros viejos franquistas vuelvan a sonar como posibles ministros de ese gobierno. Incluso el PSOE a través de Enrique Múgica y sus contactos con altos mandos militares, apareció implicado en estas maniobras. En junio, el ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja, declaró que España debÃa integrarse en la OTAN antes de 1983, por lo cual fue inmediatamente cesado, pero este episodio de indisciplina partidaria demostraba el calibre de las fisuras en el seno del gobierno y de la UCD.
Desde el verano de 1980 hasta finales de ese año, todos los factores de crisis se fueron agudizando al extremo. El desastroso panorama económico, donde la polÃtica gubernamental fracasaba, el aumento exponencial del terrorismo y la delincuencia (1980 batirá todos los records), la ley de Divorcio, el proyecto de ley de amnistÃa para los militares “progresistasâ€? de la UMD (Unión Militar Democrática), la retirada del PNV de las Cortes, el enfrentamiento abierto entre el gobierno central y el autonómico catalán y, en fin, la sensación de desgobierno, de “vacÃo de poderâ€?, van a dejar sin sustento la polÃtica de Suárez. Los poderes fácticos, la gran banca, las organizaciones empresariales, el ejército, la Iglesia,... van a ir dando la espalda a Suárez, cuando no enfrentándose con él abiertamente.
Entre julio y setiembre se pusieron en marcha varias conspiraciones civiles que buscaron conseguir el apoyo de unos y otros generales, con el fin de desplazar más o menos discretamente al gobierno legalmente constituido de la UCD, para poner en su lugar a un “equipo consensuadoâ€? entre unos u otros grupos de civiles y unos u otros grupos de militares. Se tiene constancia de que ya en el mes de julio de 1980, se reunieron el teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, Pedro Más —ayudante de campo del General Milans del Bosh en la III región militar de Valencia— y el civil Juan GarcÃa Carres, para comenzar a planificar el operativo con la finalidad de tomar las Cortes. En esas conspiraciones para desencadenar un golpe de Estado encubierto —blando o duro— parece que estuvieron implicados, además del Rey, no sólo significados personajes de la derecha civilizada, sino que, a estas alturas, se habÃan incorporado destacados representantes de la izquierda burguesa: PSOE y PCE. Asà lo dice Sergio Vilar en: “La década sorprendenteâ€?:
<<Todo ello querÃa llevarse a cabo, al menos por parte de los socialistas, guardando algunas formas constitucionales; es decir, derribando al gobierno de UCD mediante un voto de censura, para formar, a continuación, un “gobierno fuerteâ€? presidido por un general, o lo que Carrillo decÃa: “un gobierno de concentraciónâ€? (...) La primera denuncia pública que Suárez hizo de esos proyectos, la pronunció ante los periodistas que le acompañaban en su viaje a Lima el mes de julio de 1980: “Conozco la iniciativa del PSOE de querer colocar en la presidencia del gobierno a un militar. ¡¡Es descabellado!!â€?>> (Op. Cit Ed. Planeta/86).
Vilar sigue reportando que, en los meses siguientes hubo diversas y sugestivas declaraciones —nunca desmentidas— más o menos alusivas a esos planes. Joan Raventós, primer secretario del “Partit dels Socialistes de Catalunya-PSOEâ€? (PSC-PSOE), confesó sus deseos de acabar con el gobierno de Suárez de la manera que fuese y “aunque el gobierno que vaya a sustituirle sea más de derechasâ€?. Por su parte, Ramón Tamames por entonces uno de los máximos jerarcas del PCE— fue más explÃcito y directo al pedir que un militar presidiera el futuro gobierno.
El 22 de octubre de 1980, en Lérida, tuvo lugar el famoso almuerzo-entrevista del general Alfonso Armada —supuestamente el “elefante blancoâ€?, famoso militar a quien Tejero esperaba en el Congreso para hacerse cargo de la presidencia del gobierno— con Enrique Múgica Herzog y Joan Raventós en casa del alcalde Âsocialista de esa ciudad, Antonio Ciurana. Unos y otros miembros del PSOE (sobre todo Múgica) redactaron informes de esta entrevista para entregárselos a Felipe González. No se ha aclarado todavÃa con detalle el contenido de tales informes, aunque todos ellos coincidieron en la formación de un gobierno de coalición al margen de cualquier consulta a los ciudadanos. Idéntico propósito se observaba en los movimientos de la derecha “democráticaâ€? y —ni que decir tiene— de la ultraderecha. Asà lo revelaba una conversación que el dirigente democristiano Fernando Ã?lvarez de Miranda mantuvo en diciembre de 1980 con Adolfo Suárez, asà como las declaraciones de un periodista atribuyendo a Alfonso Guerra la propuesta igualmente sediciosa de su partido dÃas antes del 23F:
<<Le reiteré, finalmente, que en mi opinión la situación estaba muy mal; que se habÃan encendido hacÃa tiempo las señales de alerta para la democracia y que, no teniendo la mayorÃa absoluta en el Parlamento, debÃa buscarse la coalición con el partido de la oposición. Me miró con tristeza diciendo: “SÃ, ya sé que todos quieren mi cabeza y ése es el mensaje que mandan hasta los socialistas: un gobierno de coalición presidido por un militar: el general Armada. No aceptaré ese tipo de presiones, aunque tenga que salir de la Moncloa en un ataúdâ€?, sentenció Suárez. Mi cara —Âsigue diciendo Ã?lvarez de Miranda— reflejó de tal manera la sorpresa, que no tuve que insistir en que no era ésa mi propuesta. Más de un año después de imprimir las anteriores lÃneas, nadie ha desmentido su contenido; como tampoco se han negado estas otras que firma el periodista Antxon Sarasqueta: “El nacionalista vasco Marcos Vizcaya me llegarÃa a confesar meses después que, veinte dÃas antes del 23-F, Alfonso Guerra le llamó por teléfono para interrogarle sobre la disposición de su partido a participar en un gabinete de concentración presidido por un militarâ€? Estas consultas de Guerra, asà como algunos comentarios que Felipe González hizo en público (...), prueban que la participación en la conspiración militar era una actividad que se desarrollaba desde las máximas alturas del PSOE y por tanto desresponsabiliza en parte el papel que en ello jugaron otros socialistas, como Múgica, Raventós o Ciurana. El diputado comunista Jordi Solé Tura también tuvo relaciones con el general Armada, y, al parecer, en el gobierno que éste “habÃa deâ€? formar, el representante del PCE-PSUC iba a asumir la cartera del Ministerio de Trabajo. Otro irresponsable al que le pirran los cargos, como en 1985 volvió a demostrar al aproximarse al PSOE, mientras su antiguo partido languidecÃa a causa de las divisiones y de la pérdida de militantes y electores.>> (Op. Cit.) [48]
Por estas mismas fechas, en diciembre de 1980, pudo comprobarse que el General Armada —todavÃa destinado en la comandancia militar de Lérida— se entrevistó con el Rey como mÃnimo tres veces. El 18, cuando fue de vacaciones a Madrid lo visitó en La Zarzuela. El 3 de enero, en Baqueira, revisaron juntos el tradicional discurso que iba a pronunciar con motivo de la Nochebuena:
<<Armada conserva una fotocopia de las cuartillas con retoques de su propia mano. El 24 de diciembre, el rey lanzó aquél mensaje navideño lleno de ideas sugerentes, por primera vez sin la familia delante de las cámaras, sentado ante su mesa de trabajo: “La MonarquÃa, que en mà se encarna (...) impulsora de una acción de todos para todosâ€?. Dirigiéndose a los polÃticos, dijo: “Consideremos la polÃtica como un medio para conseguir un fin y no como un fin en sà mismo. Esforcémonos en proteger y consolidar lo esencial si no queremos exponernos a quedarnos sin base ni ocasión para ejercer lo accesorioâ€?. Y al pueblo en general: “No podemos desaprovechar, con inútiles vaivenes, compromisos y disputas, esta voluntad de transformar y estabilizar España...â€?. dos dÃas después de la entrevista que habÃa concertado con Armada, debido a la cual, el general hubo de adelantar el final de las vacaciones, el rey pronunció otro discurso. Esta vez, el de Pascua, dirigido a los militares, que acababa asÃ: “Yo tengo la certeza de que, si permanecemos unidos, entregados a vuestra profesión, respetuosos con las normas constitucionales en las que se basa nuestro Estado de derecho, con fe y confianza en los mandos y en vuestro Jefe Supremo, y alentados siempre por la esperanza y la ilusión, conseguiremos juntos superar las dificultades inherentes a todo perÃodo de transición y alcanzar esa España mejor, en la que ciframos nuestra felicidad.>>
Como no fuera el “vaivenâ€? de casa al trabajo y del trabajo a casa de los que tenÃan por entonces la suerte de no estar parados, además de los “compromisosâ€? entre familiares o allegados, y las pequeñas “disputasâ€? en el estrecho cÃrculo de relaciones interpersonales mediadas por el escaso dinero y los sentimientos más primarios en que el sistema recluye a sus “súbditosâ€?, los “ciudadanos de a pieâ€? —incluso cuando se les saca de paseo por el jardÃn de la “democraciaâ€? para que “decidanâ€? qué minorÃa social sin “dar palo al aguaâ€? ha de gobernarles cada cuatro años, ¿a qué otros vaivenes, compromisos y conflictos podÃa estarse refiriendo el Monarca, sino es a los vaivenes, compromisos y conflictos propiamente polÃticos, en los que, al mismo tiempo, él y su cohorte de burócratas civiles y militares estaban secretamente empeñados en exclusivos y secretos ámbitos de actuación, donde de verdad se juega “lo esencialâ€? de esta sociedad, o sea, el poder económico y polÃtico que posibilita la irrestricta libertad para ejercer en plenitud el usufructo de eso que el Monarca llama “lo accesorioâ€?, las “pequeñas cosas de la vidaâ€?, cuyo valor de cambio no se reduce precisamente, para ellos, al de un salario medio?
Hay demasiados indicios que autorizan a juzgar polÃticamente de que tal ha sido la naturaleza social determinante de ese juego conspirativo-burocrático-sedicioso que desencadenó el 23F. El 15 de marzo de 1981, pasados los hechos, la prensa informó que algunos de los españoles comprometidos con el golpe militar habÃan viajado a Washington entre noviembre de 1980 y febrero de 1981, invitados por el equipo de Reagan para consultar o ser consultados sobre el intento, recibiendo promesas de ayuda. Lo cierto es que una conspiración en la que estuvieron implicados, desde capitanes generales y generales de Estado Mayor a suboficiales, pasando por coroneles, capitanes y tenientes de las FFAA y de la Guardia Civil, además de decenas de civiles, es imposible que pasase desapercibida para los servicios de información, sobre todo norteamericanos. Más todavÃa cuando uno de los golpistas mejor situados, el jefe del Estado Mayor de la División Acorazada Brunete, el coronel San MartÃn, procedÃa de los servicios de información de Carrero Blanco y tenÃa la reputación de estar estrechamente relacionado con los norteamericanos. En 1979, apenas dos años antes del 23-F, el excoronel del CESID Juan Alberto Perote fue destinado como capitán l “Ã?rea 3â€?, que se dedicaba a Contrainteligencia para los paÃses del Este. La sede estaba en un inmueble de la calle Menéndez Pelayo, de Madrid financiado por la CIA:
<<Mi mayor descubrimiento mientras trabajé en Contrainteligencia —relata Perote— fue saber que aunque oficialmente dependÃamos del CESID, nuestro patrón era la CIA. Ella era la que sufragaba el inmueble y nuestras gratificaciones en calidad de fondos reservados. Como se dice, el que paga manda, y esta dependencia me pareció siempre una escandalosa colonización que se extendÃa igualmente a otros ámbitos de la inteligencia. Cuando años después asumà cargos de cierta responsabilidad me empeñé en quitárnoslos de encima>> http://www.geocities.com/f_franco.geo/23f.htm
Como ya hemos visto, desde hacÃa tres años, en 1978, un oficial, el coronel Federico Quintero, especializado en información y próximo también a los servicios norteamericanos, habÃa informado a sus superiores sobre una conspiración en la que estaba implicado el teniente coronel Tejero quien preparaba un golpe militar para noviembre de ese año. Se referÃa a la "operación galaxia" (El PaÃs: 21/11/1978). Los sediciosos pensaban secuestrar a Adolfo Suárez para forzar una "salida polÃtica" consistente en un "gobierno de salvación nacional", invocando como legitimación el art. 8 de la Constitución, relativo a la indisoluble unidad de España cuyo garante son las FF.AA y comprometiéndose a "solucionar la crisis", curiosamente provocada por los propios golpistas.
Según el informe al que tuvo acceso “El Mundoâ€? elaborado por la dirección del CESID sobre el comportamiento de algunos altos cargos y agentes de la Agrupación Operativa de Misiones Especiales (AOME) durante el fracasado golpe del 23-F, en el verano de 1980 se creó la Sección Especial de Agentes (SEA), cuyo único fin fue dar cobertura a los conspiradores de la trama golpista. Respecto a los integrantes de esta nueva unidad, el CESID refirió en su momento que la SEA "está compuesta por agentes escogidos por su inestabilidad emocional para misiones dudosas y nunca lo suficientemente aclaradas para el resto de los directivos de la Unidad". El periódico alude a otro documento en el que “se establece que, como complemento a esa nueva unidad, el comandante —hoy coronel retirado— José Luis Cortina, tenÃa previsto incorporar a varios hombres de confianza.â€? Los redactores del informe acusaron al equipo de Cortina, de intentar anular la capacidad operativa de la AOME ante la posibilidad de una nueva intentona golpistaâ€? (CESID2)
Con todo este arsenal de noticias, es imposible creer que los servicios de información españoles ignorasen la preparación del golpe, siendo igualmente inimaginable, que el general Alfonso Armada —tras 15 años de colaboración con don Juan Carlos de Borbón— hubiera aceptado encabezar un proceso de intervención militar sin contar con la anuencia de los EE.UU. Una vez conjurada la intentona, el propio Tejero, desde el banquillo de los acusados, declaró ante el Juez Instructor que "tanto el gobierno de EEUU como el Vaticano habÃan sido sondeados por el general Armada".
Cuesta pensar que los servicios de EEUU ignorasen una conspiración que se demostró ramificada, primero en TurquÃa y después en Portugal y España. Un cable de la agencia France Press (5/03/1981) se referÃa a un grupo de 250 portugueses de extrema derecha, que cruzaron la frontera española esperando el triunfo del golpe en España, para hacer un llamamiento al Ejército portugués favorable a un golpe similar al turco. Existe el dato del ministro de Defensa español que no pudo desmentir ante el Congreso el 17 de marzo de 1981, en cuanto a que la base aérea de EEUU en Torrejón, fue puesta en estado de alerta el domingo anterior al 23F.
Pero hay más. El informe oficial del Ministerio de Defensa presentado al Congreso el 17 de marzo de 1981, confirmó que el golpe de Tejero y Milans del 23 de febrero, se adelantó a los preparativos de otro de mayor dureza y fecha posterior. Lo cierto es que el 30 de abril, las tropas de la región militar de Madrid fueron acuarteladas, y que el 4 de mayo un general y un policÃa nacional fueron asesinados en Madrid, más dos guardias civiles en Barcelona. La escalada culminó el jueves 7 de mayo con el intento de asesinato del teniente general Valenzuela, jefe de la Casa Militar del Rey. Esa tarde acuartelaron las tropas hasta el anochecer. Al dÃa siguiente se sentÃa en el ambiente el riego de insurrección. Pero no la hubo ni en España ni en Portugal.
Más datos: para que el gobierno del dimitido Suárez se hallara en pleno dentro del hemiciclo, se requerÃa que en la sesión del viernes 20 no fuera investido Presidente Leopoldo Calvo Sotelo. En su “Memoria viva de la transiciónâ€?, éste recoge lo siguiente:
<<Desde mi casa, el 17 de febrero, llamó PÃo Cabanillas a Jordi Pujol y tuvo con él este diálogo:
—Jordi ¿Por qué no votáis en primera votación a Calvo Sotelo?
—Ahora no podemos; ya se verá más tarde.
—No es prudente ir a la segunda votación.
—¿Qué temes que pueda suceder entre una y otra?
—No, nada. A lo mejor un revuelo de entorchados>>.
El domingo, 22 de febrero, el comandante Pardo Zancada, de la División Acorazada de Madrid se entrevistó en Valencia con el capitán general Milans del Bosch, quien le dijo que "el lunes 23 se producirÃa en Madrid un hecho de extraordinaria gravedad ante lo cual no habÃa más remedio que garantizar el orden y la seguridad de la I Región (Madrid), y que la III (Valencia) ya estaba preparadaâ€?. A las 8 de la mañana del lunes 23, oficiales del Estado Mayor de la III Región ultimaban los planes "como estaba previsto de antemano por Milans de Bosch". A las 4 de la tarde, el general Torres Rojas, gobernador militar de La Coruña, aparecÃa en el recinto de la División Acorazada de Madrid y convocaba con la mayor facilidad a "los jefes del Cuartel General y al Estado Mayor de la misma". En la I Comandancia Móvil de la Guardia Civil, en Valdemoro (Madrid), se repartieron fusiles entre guardias seleccionados tres horas antes para ocupar el Congreso de los Diputados.
Con estos antecedentes, es imposible concebir que los servicios de información militar, el Centro Superior de información de la Defensa (CESID) y la Junta de Jefes del Estado Mayor (JUJEM), los Estados Mayores del Ejército y de la Guardia Civil, dejaran de percibir los preparativos, hasta el punto de que, a las 6,22 de la tarde, la totalidad de los ministros se vieran sorprendidos en el Congreso por la irrupción de Tejero y sus hombres. Ya el 17 de diciembre de 1980, “El Alcazarâ€? habÃa publicado que el colectivo “Almendrosâ€? preparaba una conspiración militar. [49] A mediados de enero de 1980, “El Heraldo Españolâ€? titulaba en su portada a toda plana: "Ha llegado la hora". El 22 de enero y el 1 de febrero de 1981, con el mismo seudónimo, se precisaba esa información. El dÃa 8, bajo el tÃtulo "Situación lÃmite" situado en primera página firmaba otro articulo el teniente general Fernando de Santiago y DÃaz de MendÃvil, ministro de Defensa entre 1975 y 1977. El 19 de febrero, “El Heraldo Españolâ€? anunciaba bajo el titular "El Plan De Gaulle... al revés", que el general Armada iba a presidir un nuevo Gobierno auspiciado por Felipe González.
Según reporta “El Mundoâ€? en su edición del 23 de enero de 2003, la dirección del CESID elaboró un informe sobre el comportamiento de algunos altos cargos y agentes de la Agrupación Operativa de Misiones Especiales (AOME) durante el fracasado golpe del 23-F. El informe se refiere a la creación, en el verano de 1980, de la Sección Especial de Agentes (SEA), cuyo único fin fue dar cobertura a los conspiradores de la trama golpista “blandaâ€?. Respecto a los integrantes de esta nueva unidad, refiere que "está compuesta por agentes escogidos por su inestabilidad emocional para misiones dudosas y nunca lo suficientemente aclaradas para el resto de los directivos de la Unidad". En un documento se establece que, como complemento a esa nueva unidad, el comandante Cortina tenÃa previsto incorporar a varios hombres de confianza. Los redactores del informe acusan al equipo de Cortina de intentar anular la capacidad operativa de la AOME, ante la posibilidad de una nueva intentona golpista. Según Jesús Palacios en “El Golpe del CESIDâ€?, la SEA alquiló un piso a trescientos metros del Congreso tres meses antes de la operación.
El 25 de enero, vÃsperas de la dimisión de Suárez, el presidente de la patronal catalana, Alfredo Molins, lanzaba un duro ataque a su gobierno: "Este Gobierno no se comporta como nosotros creemos que deberÃa comportarse (...) es necesario un Gobierno que gobierne y que gobierne con autoridad". Quince dÃas antes del golpe, en medios empresariales catalanes ya se hablaba de un Gobierno de concentración que serÃa presidido por el general Armada.
El 19 de enero, el coronel Ibáñez, del Estado Mayor de Milans de Bosch, visitó a Armada en Lérida "para comunicarle el resultado de una entrevista, en la que se habÃa decidido el aplazamiento del asalto al Congreso. Armada informó de su próximo nombramiento como segundo jefe del Estado Mayor del Ejército".
El 29 de enero, Emilio Romero en ABC publicaba que el general Armada se estaba proyectando a la Presidencia del Gobierno. Adolfo Suárez dimitió el 26 de enero y su renuncia recién se publicó el 29. De inmediato, el general Armada fue catapultado al puesto de segundo Jefe del Estado Mayor del Ejército. Catorce dÃas después se reorganizaba la estructura de mandos del Ejército de Tierra. Se centralizó la dependencia de la estructura de fuerza —capitanÃas generales— y de las unidades de la Reserva General en la persona del jefe del Estado Mayor, y ponÃa al frente del Estado Mayor General y Especial del Ejército... al general Armada. Hay que recordar aquÃ, que el 29 de octubre de 1977, tras el triunfo de UCD en las elecciones generales celebradas ese mismo mes, Adolfo Suárez exigió al Rey que cesara a Armada de su puesto de secretario general de la Casa Real, para mantenerlo lejos de Madrid. Ahora, el mismo Monarca, ya sin exigencias, hacÃa caer a Suárez para que subiera Armada.
Según las conclusiones de Milans del Bosch ante el Juez Instructor del sumario por el 23F, el 10 de enero de 1981, el Rey habÃa mantenido una reunión con Armada en Valencia donde "se habló de una operación polÃtica encaminada al nombramiento de Armada como jefe de Gobierno". En una reunión ulterior, el dÃa 18, en presencia de Tejero, del general Torres Rojas y de otros conjurados, se consideró que Felipe González presentarÃa en el Congreso una moción contra el Presidente del Gobierno: "acudirÃan a la sesión la totalidad de los diputados y serÃa el momento apropiado para tomar el Congreso".
Una vez conocidos los planes para sacarlo de en medio, Suárez solÃa decir en privado: “el rey a mi no me borboneaâ€?. Sobrevenida su dimisión el 26 de enero —recién públicamente anunciada el 29—, los planes del golpe “democráticoâ€? a lo De Gaulle quedaban trastornados [50] ; parecÃan quedar desbaratados, toda vez que Suárez se adelantó renunciando voluntariamente y haciendo público un mensaje donde dijo:
<<...un polÃtico debe saber en qué momento el precio que el pueblo ha de pagar por su permanencia y su continuidad es superior al precio que siempre implica el cambio de la persona (...) yo no quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la historia de España>> (Joan E. Garcés â€?Soberanos e intervenidosâ€?La intervención militar. http://www.nodo50.org/caum/Cuadernos/Soberanoseintervenidos.html)
Está claro que, en ese sacrificio de su renuncia, no sólo iba implÃcito el propósito de evitar la ruptura del proceso democrático, sino de garantizar también la continuidad de su proyecto. Sin embargo, el 12 de febrero Alfonso Guerra declaró que: “Felipe González no descarta la posibilidad de una moción de censura" contra su sucesor, Calvo Sotelo, con lo que el libreto de completar la moción de censura pactada con la alternativa de un gobierno de coalición presidido por un militar, no sólo consistÃa en reemplazar a Suárez. Porque, está claro que si ése fuera el único propósito, el golpe no se hubiera llevado a cabo, salvo que persiguiese fines más ambiciosos. Y de eso se trataba: poner al frente del gobierno a un militar, único modo de neutralizar el golpe “duroâ€?.
La dimisión de Suárez tuvo que influir, sin duda, en la decisión asumida por los conspiradores. Al dÃa siguiente, el Partido Comunista se arrugaba y pedÃa un gobierno de coalición Suárez-González. Blas Piñar, veÃa el sustituto de Suárez en Landelino Lavilla. Y Alvarez de Miranda, democristiano, que antes se habÃa pronunciado favorable a que UCD se coaligase con González. Pero el propio Calvo Sotelo en la sesión parlamentaria de investidura, dejó claro su rechazo a González al afirmar que "la transición ha terminado". En esto coincidÃa con la dirección de UCD y con los partidos nacionalistas de Euskadi y Cataluña. Al mismo tiempo, González y Carrillo coincidÃan en excluir una coalición socialistas-comunistas. El más interesado en que González accediese al gobierno de España era el canciller Helmut Schmidt. Su ministro de Hacienda y el presidente de la Confederación General de Sindicatos, habÃan convocado a una discreta reunión con Carlos Ferrer Salat, presidente de la CEOE, pero éste comunicó "a sus interlocutores socialdemócratas alemanes que, a su modo de ver, el momento no era favorable para que el PSOE asuma ahora el encargo de formar Gobierno".
Al dÃa siguiente de hacerse pública la dimisión de Suárez, 30 de enero, el extinto periodista Emilio Romero publicó en el periódico monárquico “ABCâ€? un artÃculo en el que ya se hablaba expresamente de “la solución Armadaâ€?. El 3 de febrero, el Rey telefoneó al exsecretario de su “Casaâ€?, Armada, para confirmarle como candidato sustituto de Suárez y darle la enhorabuena desde el aeropuerto de Barajas, a la espera de que se abriera el de Vitoria para iniciar su primer viaje al PaÃs Vasco. Ese mismo dÃa, Armada también habló con el coronel Ibáñez, quien se desplazó a Lleida para hablar personalmente con el general sobre la nueva situación creada a raÃz de la dimisión de Suárez.
El cinco de febrero, seis dÃas después de la dimisión de Suárez, el Rey cumplió su anunciada confirmación: Armada fue "rehabilitado" y nombrado 2º Jefe del Estado Mayor de Tierra, promoción que le puso en las mejores condiciones de ser catapultado por el propio Monarca a la presidencia del gobierno.
El 6 de febrero los reyes estaban en Baqueira para descansar tras los incidentes con militantes de ETA en la Casa de Juntas de Guernika, y se citaron con Armada para cenar en un restaurante de ArtÃes. La cena debió suspenderse ante la noticia de que la madre de la reina estaba muy grave. SofÃa se trasladó rápidamente a Madrid, pero la entrevista no podÃa posponerse, y el Rey se quedó conversando con Armada hasta las tres de la madrugada. [51]
Tras la celebración del II Congreso de UCD, el dÃa 10 de febrero, el Rey finalmente propuso a Calvo Sotelo en las Cortes como su candidato a presidente del Gobierno:
<<Cuando éste pasó por La Zarzuela al dÃa siguiente, para los oficios religiosos ortodoxos en memoria de la madre de la reina (...) tuvieron ocasión de hablar brevemente en un aparte. El rey le dijo que le interesaba mucho verlo, y lo citó para el dÃa 13 a las 10,30. Llamó a Sabino para que lo apuntara en el libro de visitas, y Sabino le advirtió de que no habÃa horas libres, pero el rey insistió en el hecho de que retrasara la hora a quien hiciera falta —que en este caso fue Alfonso de Borbón citado para esa hora. Ninguno de los dos ha revelado nunca el contenido de la conversación que mantuvieron en aquella cita extraordinaria. (Más tarde) Alfonso Armada solicitó permiso por escrito a Juan Carlos, para darla a conocer como prueba que le favoreciera en su juicio. Pero no se lo autorizaron y Armada cumplió la orden al pie de la letra.>> (Patricia Sverlo: Op. Cit. Cap. 12)
Una vez elegido el candidato a presidente que infructuosamente se quiso imponer a Suárez por vÃa de los hechos desde la sombra, el Rey se impuso a sà mismo el “deberâ€? de mantener una nueva ronda de consultas con los diferentes lÃderes polÃticos de esa especie de cofradÃa sediciosa que llegaron a formar entre todos ellos, para mantenerse en la cúspide del poder estatal que administra polÃticamente a esa otra cofradÃa de la sociedad civil, unida por el interés común de explotar trabajo ajeno. Se reunió con González, Fraga, Carrillo, y demás actores del elitista elenco golpista convocado para representar su respectivo papel en la farsa. El 16 de febrero tuvo lugar una nueva reunión en Madrid entre un tal Ibáñez —segundo de Milans— y Armada. El 17, hubo otro contacto del Rey con Armada, durante un acto en la Escuela Superior del Ejército. El 18 Ibáñez concertó telefónicamente con Tejero la fecha definitiva de la “Operación Congresoâ€?:
<<Se habÃa pensado en el viernes 20, con ocasión de la investidura del nuevo presidente del Gobierno. Pero Tejero puso dificultades y acordaron que podrÃa ser el lunes 23, puesto que se repetirÃa la votación y, nuevamente, el pleno del Congreso de los Diputados volverÃan a estar reunidos todos los miembros del gobierno presentes.>> (IbÃd)
Aquà adquiere pleno sentido la enigmática conversación ya citada entre PÃo Cabanillas y Jordi Pujol, a la que Leopoldo Calvo Sotelo aludió en su “Memoria viva de la Transiciónâ€?. A pocos dÃas de la paradojal representación oligárquico-totalitaria en ese templo de la democracia burguesa que es el Congreso de los diputados, José Luis Cortina Prieto, Jefe de la Agrupación Operativa de Medios Especiales AOME del CESID —un remedo de la FEMA norteamericana comprometida en el 11S— se encontró con el entonces embajador de los EE.UU. en Madrid, Tenence Todman, y con el nuncio del Vaticano, Monseñor Antonio Inocenti. [52] Cortina también se reunió el dÃa 21 por la noche con Antonio Tejero, Alfonso Armada y Vicente Gómez Iglesias (su mano derecha en el CESID. En esa reunión, en lo que se le explicó a Tejero que habrÃan de ser los fines de la operación, estuvo la clave de su exitoso final polÃtico:
<<Fue en esta reunión que Armada se descubrió personalmente delante de Tejero como jefe de la operación. Cortina le indicó al guardia civil que los socialistas no darÃan nada de guerra, que aceptarÃan lo que les propusiera, que también veÃan la necesidad de un golpe de timón. Se le explicó, al parecer, no demasiado bien, que su operación en el Congreso se tendrÃa que reconducir hacia el objetivo polÃtico de Armada. Según la declaración que hizo en el juicio, a Tejero en aquél momento le dieron a entender que el nuevo gobierno serÃa sólo de militares, y que el verdadero jefe era el rey, que lo apoyaba totalmente. Armada, en concreto, le explicó: “La monarquÃa necesita robustecerse, por ello, Su Majestad me ha encargado esta operación. Matizó, además, que la Corona y la Democracia seguirÃan incólumes, aunque ya hay preparados varios decretos que entrarán en vigorâ€? (esto último como para que Tejero creyera que se trataba de imponer algo parecido a una “democracia castrenseâ€?) . También le revelaron que tanto el Vaticano como el gobierno norteamericano habÃan sido sondeados y que, la Administración Reagan, les habÃa prometido ayuda.>> (IbÃd. Lo entre paréntesis es nuestro)
Mientras los trabajadores de este paÃs estábamos de lleno en nuestros “vaivenesâ€? diarios aquél 23 de febrero de 1981, eran las 10,20 cuando Milans del Bosh se reunÃa con sus mandos para informarles de que en Madrid iba a producirse un hecho “grave e incruentoâ€? que se conocerÃa por radio y TV, que el rey estaba por completo al tanto y que las instrucciones del operativo serÃan impartidas por el General Armada desde el Palacio de La Zarzuela. [53] Con algo más de retraso respecto a Milans y los americanos, a eso de las 13 hs. Tejero escogÃa los efectivos que le acompañarÃan en la toma del Congreso, sin decirles dónde irÃan y qué harÃan.
De acuerdo con la denominada “Operación Jaulaâ€?, a las 16,20 hs, el teniente Suárez Alonso, del Servicio de Información de la Guardia Civil, cerró las principales calles de acceso al Congreso con una certera e invisible maniobra. Veinte guardias civiles de paisano a bordo de cinco coches camuflados crearon un cordón de seguridad con la excusa de que vigilaban una red de comercios de coches de importación ilegales en los aparcamientos de la zona. Si fuera preciso, las patrullas, estratégicamente colocadas, facilitarÃan la entrada de Tejero y sus guardias en el edificio de la Carrera de San Jerónimo.
A las 18 hs., Tejero iba con sus hombres en dirección de la Carrera de San Jerónimo, sede del Congreso de los diputados, a bordo de los seis autobuses comprados dÃas antes por su mujer. Veintidós minutos después, el contingente armado hacÃa irrupción en el hemiciclo donde se estaba decidiendo la investidura presidencial de Calvo Sotelo. Tal como se confirmarÃa después, Tejero habÃa participado creyendo que se trataba de implantar un gobierno puramente militar para salvar a la Patria y la Corona del peligro comunista.
Enterado de la movida, el general José Juste Fernández —un hombre próximo a Suárez en ese momento a cargo de la Brunete de Madrid— contactó con Pardo Zancada quien le confirmó que la operación estaba en marcha dirigida desde La Zarzuela por el general Armada. Para cerciorarse de que esa información era veraz, Juste Fernández comunicó telefónicamente con la Casa Real pidiendo hablar directamente con Armada y fue atendido por el secretario del Rey, Sabino Fernández Campo:
<<Según la versión oficial, Sabino desmintió con una seguridad sorprendente que Armada hubiera de aparecer: “Ni está ni se le esperaâ€?. No se sabe a ciencia cierta de qué hablaron ni en qué tono, pero, a resultas de esto, Sabino se enteró de algunos detalles que no le hicieron gracia. Muy en particular que los golpistas estaban invocando a la Corona con frases poco afortunadas (“el rey está al tanto de todoâ€?, “contamos con las simpatÃas de la reinaâ€?...). Hombre cauto por naturaleza, se sintió un poco alarmado y fue rápidamente a hablar con el rey (...) lo convenció de que no era nada aconsejable que Armada se presentara en la Zarzuela en medio de tanta confusión. Y el Monarca, como tantas otras veces, aceptó la tutela de Sabino.>> (IbÃd)
Mientras tanto, "la propuesta de resolver la situación en el Congreso mediante la formación de un Gobierno presidido por Armada, la expresó éste a los generales reunidos en el cuartel general, después de una conversación telefónica con Milans (...) Armada pidió un ejemplar de la Constitución para estudiar el posible encaje legal de la fórmula". Al regreso de Armada al Cuartel General del Ejército, informó a su inmediato superior, el general Gabeiras, que "el Ejército está dividido y no sé más solución que la de formar un gobierno presidido por él (Armada). Con ese propósito se prestó él mismo a ir a las Cortes y hacer tal propuesta, si se le autoriza". Armada "dice que se le permitió presentar su fórmula a tÃtulo personal, nunca como propuesta de la superioridad (...) Fernández Campo confirmó que el Rey habló con Gabeiras y con Armada, y que después le pasó el teléfono (a Sabino) y Armada le dijo que (...) habÃa que evitar la división del Ejército, para lo que él (Armada) consentÃa en sacrificarse ofreciéndose para presidir un gobierno". Extraña forma de resolver el problema creado por la conspiración, de la que el propio Armada formaba parte.
Ubicado ya sobre el teatro de operaciones, el burócrata militar Alfonso Armada no entró directamente en el Congreso, sino que hizo escala en el “Hotel Palaceâ€?, convertido en puesto de mando de los generales que comandaban los cuerpos militarizados. A las 23,40 "reiteró (a Aramburu y Sáenz de SantamarÃa) su apreciación de que algunas capitanÃas podÃan estar a favor de Milans, y expuso la oferta que iba a hacer a Tejero, de un gobierno de transición presidido por él". Recibió la aprobación y encaminó sus pasos cruzando la Carrera de San Jerónimo hacia el Congreso.
¿Qué supuestos permitÃan a Armada entrar en el Congreso con un propósito tan preciso, contando con la luz verde del mando militar y del Palacio Real? Armada declararÃa después ante el Fiscal togado que "CreÃa necesario resolver la situación de emergencia que se habÃa producido, porque en aquella situación la Constitución estaba vulnerada por Tejero y habÃa que restablecer la normalidad..." Sin embargo, existÃa constancia de que Armada, dos dÃas antes, el sábado 21 de febrero, se habÃa descubierto ante Tejero como cabeza de la operación. Asà concluye el Fiscal togado diciendo que: "en la madrugada del 21 de febrero se celebró en Madrid una reunión a la que asistieron Armada y el procesado comandante de InfanterÃa, designado en el CESID, José Cortina Prieto (...) Cortina informó que están redactados hasta los decretos-leyes que entrarÃan en vigor en su momento y que, transcurridas dos horas desde la ocupación del Congreso, llegarÃa una autoridad militar que serÃa aceptada por distintos grupos parlamentarios". En su comparecencia ante el Juez Instructor, Tejero declaró que en la reunión del dÃa 21 "Cortina le indica que todo va a salir bien, que los socialistas no van a dar la menor guerra (...) Los socialistas del Congreso son más bien socialdemócratas y ven también la necesidad de un golpe de timón". Prosigue el Fiscal togado: "Después de esta entrevista Tejero consultó por teléfono con Milans, quien le ordenó que obedezca a Armada, y Tejero informó a Milans que se habÃa fijado la fecha del 23 de febrero para la operación, y que precisamente la habÃa fijado Cortina".
El propio Milans parece haber intuido algo nuevo en Cortina: "mantiene una conversación con Armada, quien le confirma que Cortina era el hombre de su confianza". SerÃa este el antecedente inmediato de la divergencia en la noche del 23 al 24 de febrero entre Tejero y Armada acerca del desenlace del golpe. A Tejero se le confió la misión de ocupar el Congreso y retener al Gobierno y a los diputados, pero no conocÃa el desarrollo planificado para después, le habÃan dicho que el nuevo "gobierno serÃa sólo de militares". Nada más.
Tejero, que tenÃa su confianza puesta en Milans del Bosch, sabÃa que su misión duraba "hasta que llegase una autoridad militar que pronunciase la consigna: “Duque de Ahumada", preguntó a Armada "si el general Milans formarÃa parte del Gobierno. Armada contestó que ni él (Milans) ni ningún militar, solamente él (Armada) como presidente". Tejero vio todo claro en ese instante. Le habÃan ilusionado con un golpe militar "contra el sistema" y ahora descubrÃa haber sido utilizado. Pidió explicaciones a Armada, quien le dijo que en el gobierno estarÃan Felipe González, Múgica Herzog, Solé Turá y otro representante de UCD. Desengañado, Tejero rompió el diálogo con Armada, “ordenó a dos guardias civiles que le condujesen a la salida y que no entrara sin su permiso".
Era en ese momento la 1,20. A la 1,23 se emitió el mensaje del Rey por televisión. Patricia Sverlo dice que, en La Zarzuela, todavÃa no sabÃan que el plan Armada habÃa fracasado. Algo muy poco verosÃmil y todo un despropósito polÃtico a tenor del previo encadenamiento de los hechos, teniendo en cuenta, además, que un miembro de la guardia real habÃa podido penetrar en el edificio del Congreso para que el Rey —a instancias de Sabino Fernández Campo, su secretario— estuviera al tanto de todo lo que allà sucedÃa. En ese momento, una dilación en la respuesta a la actitud de Tejero, podÃa ser interpretado en las capitanÃas generales como una debilidad del bando “democráticoâ€?, lo que resultarÃa decisivo para el vuelco de los acontecimientos en favor de los “durosâ€?.
Algunos dicen que no fueron tres sino quince los minutos que tardó el Rey en dirigirse a los españoles desde que Tejero repudió la propuesta de Armada. En cualquier caso, demasiado tarde para quien ha sido nombrado a los fines de “guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes� (Art. 61.1). Siete horas tardó nuestro “Jefe del Estado� (Art. 56.1) en ejercer públicamente el “mando supremo de las FF.AA.� (Art. 62 h), para controlar la situación ante semejante violación del “Estado democrático de derecho�. ¿Por qué tardó tanto? Pocos son los que desde entonces se han hecho esta pregunta, y menos aun los que han intentado siquiera responder a ella.
Dijimos que tres minutos de vacilación es demasiada ventaja que se le concede a un enemigo en semejantes circunstancias. Juan Carlos de Borbón y Borbón debe saberlo porque estudió estrategia militar. Sin embargo, no concedió tres minutos sino siete horas de ventaja a los enemigos de la “democraciaâ€? permaneciendo en completo silencio polÃtico —hay quienes dicen que jugando al squash en La Zarzuela. Recién abrió la boca para ejercer su autoridad cuando Tejero echó a Armada del Congreso, es decir, cuando sólo quedó en juego la alternativa del golpe “duroâ€?, cuyo triunfo, para él, suponÃa perder los privilegios sociales adosados a su Corona. Pero, entonces, ¿A qué se quedó esperando durante esas siete horas si es que no estuvo comprometido con ninguna opción golpista? “Hic Rhodus, hic saltaâ€? [54] .
A su salida del Congreso, Armada se trasladó directamente al Hotel Pálace para comentar lo que habÃa pasado, y, de allÃ, al Ministerio del Interior, donde le esperaba una comisión de Secretarios de Estado y subsecretarios. Allà Armada habló con la Casa Real, después que el discurso del Monarca fuera visto por millones de españoles que, hasta ese momento, habÃan estado pendientes de los medios de comunicación —“cada uno en su casa y Dios en la de todosâ€?— para irse a dormir tranquilos pensando que el golpe habÃa sido abortado por el Monarca, y de esto se encargaron los medios de comunicación.
Sin embargo, el desenlace de la situación todavÃa no habÃa dado todo de sÃ. A las dos de la mañana el comandante Pardo Zancada partió de la División Acorazada Brunete hacia las Cortes, al mando de una columna de 113 efectivos en apoyo de Tejero, y nadie interceptó su marcha entrando en el Congreso sin encontrar resistencia. Mas tarde llegó el capitán de NavÃo Menéndez Tolosa con igual propósito y tampoco tuvo dificultades para entrar. A las dos de la mañana, los insubordinados todavÃa esperaban que su actitud fuera seguida por más fuerzas del ejército —que hasta ese momento, se habÃan —mantenido al margen— para inclinar la balanza del poder militar en su favor y reclamar que el Rey se volcara en su apoyo nombrando presidente a Armada “sin Constitución ni hostiasâ€?:
<<Pero el borbón siempre ha sabido medir muy bien los riesgos. La experiencia de un golpe de este estilo ya la habÃa tenido su abuelo, Alfonso XIII, con Primo de Rivera...y no le habÃa salido bien. Además, aquello no era lo que querÃan los americanos. No, no podÃa ser. Como le dijo a Milans, ya era demasiado tarde, ya no se podÃa hacer nada. Tejero habÃa abortado el golpe de Estado que él mismo habÃa iniciado (y no se habÃa podido reconducir).>> (IbÃd. Lo entre paréntesis es nuestro)
A partir de ese momento, Tejero trató de proseguir con el golpe militar. Improvisó un manifiesto pidiendo a los oficiales de la División Acorazada Brunete que lo divulgasen por radio —“La Voz de Madridâ€?— que no logró salir al aire. Intentó que lo imprimiera “El Alcazarâ€?, y tampoco lo consiguió. Recurrió a Milans. A las 01,35, al frente de 113 hombres y 4 capitanes llegó al Congreso en apoyo del golpe el comandante Pardo Zancada, de la División Acorazada. En Valencia, Milans, vacilaba; a las 2,30 del martes 24 —ocho horas después de que Tejero ocupara el Congreso al manifestarle el propio Rey por teléfono y telex que no aceptaba la formación de un Gabinete Militar— retiraba los tanques de las calles de Valencia, pero no levantaba el Bando militar. "Juro —le habÃa dicho el Rey—, que no abdicaré la Corona ni abandonaré España, quien se subleve está dispuesto a provocar una guerra civil". Milans consultó a otros capitanes generales. Entre las 04 y la |
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per gpm |
11 feb 2006
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Entre las 04 y las 05 hs. de la madrugada, comprendió que no le secundaban ya ni sus propios oficiales. A las 05 retiró el Bando y renunció a seguir. A medianoche, el Rey habÃa transmitido un mensaje radio-televisado rechazando un desenlace que no respetase la Constitución. La intención del mando militar central que preparó la intervención era respetar la fachada de la Constitución, puesto que si Armada hubiera tenido éxito, la Junta de Jefes de Estado Mayor hubiera invocado el art. 8 que atribuye a las FFAA "la misión de defender el ordenamiento constitucional".
Desde dentro del Congreso, Tejero habÃa procedido visceralmente a desbaratar la "operación Armada". Diez horas después, aislado y tras ser abandonado también por Milans, pactó su rendición con el propio Armada en la calle, sobre el capó de un coche, por eso llamado “el pacto del capóâ€?:
<<Antes de entregarse, Tejero exigió la presencia de Armada. Sólo pactarÃa la rendición con él. Un gesto entre militares y en su lenguaje, para dejar patente su traición y humillarlo públicamente. A las 12,45 del 24 de febrero, tras hablarlo con el rey, Armada firmó a la puerta de las Cortes —sobre el capó de un coche—, la “nota de capitulaciónâ€? con las condiciones de Tejero. (...) A las 14,30 , el jefe del Estado Mayor del Ejército, general Gabeiras, telefoneó a Milans del Bosh y le ordenó que acudiera inmediatamente a Madrid. A las siete en punto de la tarde, Milans entró en el Ministerio de Defensa donde fue detenido inmediatamente. Aquella misma tarde la Junta de Defensa, reunida en La Zarzuela, con Suárez todavÃa de presidente en funciones, ordenaba a Gabeiras que también arrestara a Armada. Gabeiras giró la cabeza hacia el rey, entre sorprendido y alarmado, e hizo exclamar a Suárez: ¿No mire al rey, mÃreme a mi!>> (IbÃd)
Habiendo pretendido forzar la formación de un Gabinete Militar que suspendiera las libertades partidocráticas, Milans y Tejero chocaron con la lógica del desarrollo previsto por los conspiradores “democráticosâ€? para llevar a cabo, con Armada como cabeza visible, el golpe de Estado blando. Como sÃntesis de este choque de dos fuerzas polÃticas iguales y opuestas cuya resultante fue nula, se abrió paso la “gloriosaâ€? farsa protagonizada por Juan Carlos de Borbón y Borbón, como el nuevo bonaparte de la historia contemporánea en Occidente.
Aquello fue cualquier cosa menos un golpe de Estado clásico, tal como asà lo demostró el Coronel Amadeo MartÃnez Inglés en su libro Titulado: “El golpe que nunca existióâ€?, publicado por la Editorial Foca. Años antes habÃa escrito otra obra: “La transición vigiladaâ€?, que fue retirada del mercado a los 15 dÃas de aparecer. Formó parte de un grupo de oficiales: la Unión Militar Democrática (UMD) denominados los “húmedosâ€?, de significación “aperturistaâ€?. En 1990 sufrió arresto durante cinco meses en la prisión militar de Alcalá de Henares, por defender la idea de crear unas fuerzas armadas puramente profesionales, no politizadas, por lo que se le apartó del servicio activo justo cuando iba a ser ascendido a general. [55]
La tesis de MartÃnez Inglés tiene el sólido fundamento de una regla polÃtico-militar de libro confirmada por un hecho indiscutible. La regla dice que todo golpe de Estado, para serlo, debe apuntar a su máxima jefatura ―que en este caso era el Rey― y a sus instituciones polÃticas, esto es, a los tres poderes de su aparato: el legislativo, el ejecutivo y el judicial. Y el hecho indiscutible es que, cuando, a las 18,23 de ese dÃa, 23F, el Coronel Tejero irrumpió en el hemiciclo del salón de sesiones del Congreso, lo hizo gritando como para ser escuchado por todos los que allÃ, sorprendidos, le observaban: “Estoy a las órdenes del Reyâ€?. Además:
<<Los guardias civiles que entraron en el Congreso de los Diputados bajo las órdenes del teniente coronel Tejero, no iban en contra del rey, iban precisamente en su nombre, incluso dando vivas al monarca, como se observó en la televisión>> (MartÃnez Inglés: Op.cit.)
AquÃ, alguien puede pensar que este testimonio es un argumento muy débil, porque Tejero pudo muy bien simular que estaba actuando en nombre del Rey. Pero, en ese caso, habrÃa sido necesario tomar militarmente La Zarzuela y secuestrar al Monarca cortando todas sus comunicaciones con el exterior. Y lo cierto es que todas las lÃneas telefónicas del Palacio Real permanecieron abiertas en todo momento, y la centralita se saturó de llamadas, con lo que el Monarca hubiera podido desmentir esa estratagema tranquilamente desde su despacho, convocando a una conferencia de prensa en un descanso del partido de squash que a esas horas estaba jugando con dos “favoritos cortesanosâ€?: el regatista vasco Ignacio Caro y el pionero del esquà y del turismo de invierno en BaquerÃa Beret, Miguel Arias. [56]
Años después, el mismo Rey —tan emborrachado con el vino malo de la popularidad como salvador de la “democraciaâ€? que ya no distinguÃa entre lo que debÃa decir y lo que le convenÃa callar— le comentó al telemático marqués de Villalonga con vistas a su biografÃa autorizada, lo siguiente:
<<“Si yo fuera a llevar a cabo una operación en nombre del Rey, pero sin su consentimiento, la primera cosa en la que habrÃa pensado serÃa aislarle del resto del mundo impidiéndole que se comunicara con el exterior. Y bien, esa noche, yo pude entrar y salir de La Zarzuela a mi voluntad. Y en cuanto al teléfono ¡tuve más llamadas en unas pocas horas que las que habÃa tenido en un mes! De mi padre, que se encontraba en Estoril —y que se sorprendió también mucho de poder comunicarse conmigo; de mis hermanas que estaban las dos en Madrid e, igualmente, de los jefes de Estado amigos que me llamaban alentándome a resistirâ€?>> (Patricia Sverlo: Op. Cit. Cap. 12)
Al advertir la infidencia polÃtica que el Rey habÃa cometido consigo mismo, Sabino Fernández Campo —el nuevo Jefe de la Casa Real en sustitución de Alfonso Armada por exigencia de Suárez— se encargó de que este párrafo fuera suprimido de la edición española del libro. Sverlo averiguó que, además de su familia, le telefonearon primeros ministros y reyes preocupados por la situación. También los presidentes autonómicos del PaÃs Vasco y Catalunya, Carlos Garaycoechea y Jordi Pujol, con la frase de complicidad que le dedicó a este último y después recogió la prensa: “tranquilo Jordi, tranquiloâ€?. [57] Y la gente de Comisiones Obreras, varias veces, preguntando al Monarca: “¿Quemamos nuestros archivos y nos tiramos al monte?â€?, a lo que el Rey respondió: “¡Sobre todo no hagáis eso! ¡Tengo el asunto controlado!â€?. En cambio, Alexander Haig, por entonces Secretario de Estado de EE.UU., cuando conoció la noticia en Washington , con la misma tranquilidad se limitó a declarar: “Es un asunto interno de los españolesâ€?.
Respecto del otro escenario del “golpeâ€? —Valencia— en la obra citada MartÃnez Inglés reporta lo siguiente:
<<Milans del Bosch me dijo: “El batallón que ocupó Valencia salió prácticamente desarmado. No iba a combatir contra nadie. Llevaba órdenes rigurosas de respetar el entorno urbano para evitar accidentes entre la población. Aquello no era un golpe militar. Sólo se trataba de escenificar una situación polÃtica especial, limitada en el tiempo, en provecho de España y la coronaâ€?>> (Amadeo MartÃnez Inglés Op.Cit.)
Y en una entrevista a la periodista Sanjuana MartÃnez, de la revista mejicana “Procesoâ€?, se ratificó en otros términos recordando que se destacó el hecho de que el general Milans del Bosch hubiera sacado los tanques en Valencia:
<<...pero los tanques salieron en plan de desfile, sin munición, respetando los semáforos. Un golpe de Estado no se monta asÃ. En un verdadero golpe hubieran salido en Madrid y hubieran ido al palacio del rey, no en Valencia>> (Op. Cit.)
Según uno de los protagonistas del “golpe�, el coronel Ricardo Pardo Zancada [58] ―autor del libro “23F. La pieza que falta� ― en noviembre de 1980, cuatro meses antes del hecho, el antiguo Centro Español de Informaciones para la Defensa (CESID), presentó al Rey un informe sobre los movimientos subversivos en marcha; de todos ellos subrayó la importancia de uno ―negociado con el PSOE y UCD― previsto para la primavera de 1981 y promovido por un grupo de generales en activo, con el fin de imponer un Gobierno de concentración presidido por un militar. Por supuesto con el total desconocimiento de Suárez.
Otro hecho cierto, confirmado por el General Alfonso Armada, es que, nomás hacerse con la situación dentro del Congreso, “Tejero dijo varias veces que esperaba a un militar de alta graduación en 20 minutosâ€? para que se hiciera cargo de la operación y le indicara cuales debÃan ser los siguientes pasos que él y sus hombres debÃan dar. Según todos los indicios reunidos por el periodismo, ese “elefante blancoâ€? que los asaltantes de la Guardia Civil estaban esperando, era el General Alfonso Armada, extremo que éste nunca confirmó.
Con motivo de cumplirse los veinte años de aquél episodio, en un reportaje especial concedido a “La voz de Galicia� en la persona del periodista Carlos Fernández, preguntado si era él ese oficial de alta graduación que Tejero estaba esperando, Armada lo negó diciendo: “no sólo no me hizo caso, sino que me dijo que no volviese�.
Ante la pregunta de:
―Pero, realmente, ¿qué le propuso a Tejero cuando fue a verle al Congreso?
Armada contestó:
―Que me permitiese entrar en el hemiciclo para hablar a los diputados, pero que antes debÃa retirar a la tropa de allÃ. No me admitió ni una cosa ni otra. (¿hablar a los diputados para decirles qué?)
―¿Y la lista del futuro Gobierno que llevaba en un papel, donde aparecÃa Felipe González como vicepresidente y Manuel Fraga como ministro de Defensa?
―Yo no llevaba ninguna lista de Gobierno ni nada que se le pareciese. El único papel que llevaba era uno con el teletipo de Milans desde la CapitanÃa de Valencia. Cuando se corrió ese bulo, casi me dio la risa y ni lo desmentÃ. No soy tonto y sé cual es el procedimiento que existe para nombrar un Gobierno. Sé que el Rey propone un candidato y que luego hay una sesión de investidura en el Parlamento y una o varias votaciones.
Lo que mueve a risa, es el argumento pueril que utilizó Armada para salir del paso ante una pregunta comprometedora. Como si en momentos como aquél —una rebelión armada en toda regla— el hecho de nombrar un gobierno u otro dependiera del procedimiento burocrático legalmente previsto para el traspaso rutinario del poder en circunstancias normales. El candidato que el Rey —más que proponer— ya habÃa dispuesto quien debÃa ser, era él, el mismo Armada. Y lo que sucedió es que Tejero, con el poder en sus manos hasta ese momento —en el hemiciclo del Congreso—, dispuso lo contrario rechazando la Constitución y un gobierno en el que estaban “los rojosâ€?.
La entrevista con el corresponsal terminó asÃ:
“―En resumen, ¿a qué fue usted al Congreso el 23-F?
—Fui a buscar una solución que permitiese salir de aquel embrollo, que no hubiese sangre y que se liberase a los diputados. Es falso que esa solución fuese un Gobierno de coalición presidido por mÃ. No he tenido ni tengo ambiciones polÃticas. Sólo he querido servir a España y al régimen monárquico que la encarna.â€?
De ser cierto que no tuvo nada que ver con algo parecido a una sublevación militar, y que fue allà sólo para negociar la rendición de los golpistas, la pregunta que Armada no pudo contestar es ¿por qué Tejero le recibió si al único que estaba esperando era ese misterioso cabecilla militar apodado “elefante blanco�?
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[46] Más tarde, avanzado ya el 1979, este mismo grupo de generales confió en que una rápida acción de la brigada Paracaidista y de la División Acorazada Brunete, al mando del general Torre Rojas, tomara el palacio de la Moncloa y nombrara un gobierno presidido por el general Vega.
[47] Leopoldo Calvo Sotelo nació en Madrid en 1926. Terminó sus estudios de ingeniero de Caminos en 1951, pasando años después a ocupar diversos cargos directivos como la presidencia de RENFE en 1967. Tres años después fue nombrado consejero delegado de Unión Explosivos Rio tinto, S.A. Posteriormente elegido procurador en Cortes como representante de los empresarios de industrias quÃmicas, puesto que ocupó durante cuatro años, hasta que en 1975 fue designado ministro de Comercio en el primer Gobierno de la MonarquÃa. Durante los gobiernos de Adolfo Suárez desempeñó distintos cargos en la Administración del Estado, como ministro de Obras Públicas, ministro para las Relaciones con la Comunidad Económica Europea y vicepresidente segundo de Asuntos Económicos. En febrero de 1981 fue investido como Presidente del Gobierno, tras la dimisión de Adolfo Suárez.
[48] La formación de un gobierno de coalición o de salvación nacional modelo De Gaulle en Francia, es decir con el beneplácito y la participación de todas las fuerzas polÃticas democráticas, era el objetivo de esta operación. Tanto el presidente como los ministros tenÃan ya nombre y apellidos. Armada serÃa el presidente; Felipe González, Vicepresidente polÃtico; Manuel Fraga, ministro de Defensa; ministro de EconomÃa, Ramón Tamames y Luis MarÃa Ansón -entonces presidente de la agencia EFE- ministro de Información, etc. El 26 de febrero de 1981, Felipe González invitó a Calvo Sotelo, en su intervención en el Pleno del Congreso, a formar un Gobierno de Coalición y añadió que la predisposición de su partido era ya conocida.
[49] Nombre del grupo golpista formado en noviembre de 1980 por los generales De Santiago e Iniesta, con la colaboración del coronel José Ignacio San MartÃn. Desde mediados de diciembre comenzaron a publicar artÃculos en “El Alcázarâ€?y “El Heraldo españolâ€?, desde cuyas páginas propugnaban abiertamente la necesidad de un golpe de Estado.
[50] En 1958 este general francés, el héroe de la Segunda Guerra Mundial, fue reclamado por una comisión de todos los partidos polÃticos para que se hiciese cargo de la difÃcil situación, especialmente por los problemas de la descolonización en Indochina y en Argelia. Aceptó el encargo y en una intervención en la Asamblea Nacional expuso sus condiciones, que fueron aceptadas. El militar, reclamado por los polÃticos, acudió en salvación de la patria. Esta imagen, que Alfonso armada conoció de primera mano —ya que se encontraba en ParÃs durante aquellos meses—quedó guardada en su retina. Muchos años después, en 1980, él mismo se creerá el De Gaulle español, el militar al que acuden los polÃticos en momentos de zozobra a fin de que salve a la patria.
[51] Posteriormente, durante el juicio que le despojó de su rango militar y acabó condenándole a treinta años de prisión por conspiración y rebelión, Armada pidió al Rey permiso, “por el honor de mis hijos y de mi familia, para utilizar, durante el consejo de guerra, parte del contenido de nuestra conversación, de la cual tengo nota puntual, mantenida dÃas antes del golpe, a la vuelta de los reyes del entierro de la reina Federica de Grecia". El permiso no le fue concedido, aunque sà una reducción de pena que se quedó en sólo seis años, indultado el 24 de diciembre de 1988 por razones de salud.
[52] Antonio Perote, que estuvo al frente de la Agrupación Operativa de Medios Especiales del CESID, justifica la utilización que los servicios secretos de todo el mundo hacen de métodos ilegales: escuchas no autorizadas, allanamientos de moradas, violaciones de la intimidad de los ciudadanos... y cosas mucho peores. Según él, sin esa licencia para delinquir –para matar, en la versión de Bond–, un servicio secreto no serÃa eficaz. Y, como quiera que –según él– la labor de los servicios secretos es imprescindible para todo Estado que se precie, la pescadilla se muerde la cola: la ilegalidad es un instrumento necesario para la defensa de la legalidad. O, por decirlo con otras –y muy viejas– palabras: el fin justifica los medios. Ver: http://www.javierortiz.net/jortiz1/Diario2002/46.2002.html. Para una comparación con la FEMA estadounidense en relación con el derrumbe controlado del complejo comercial “World Trade Centerâ€? el 11S, ver: http://www.nodo50.org/gpm/11s/Fema.HTM. Según Perote, el antiguo responsable de la AOME, Javier Calderón, ocultó todas las pruebas para evitar que se procesara a muchos golpistas que actuaron en las sombras.
[53] En realidad, los primeros movimientos de tropas comprometidas en la conspiración, no sucedieron en Valencia, sino en Madrid. Precisamente el dÃa anterior y en la Base aérea que los EE.UU. regentaban en Torrejón de Ardóz, hecho que no pudo ser desmentido por el entonces Ministro de Defensa español, al ser interpelado en la sesión del Congreso de los diputados el 15 de marzo.
[54] “Aquà está Rodas, salta aquÃâ€?. Frase tomada de una fábula de Esopo, en la que se habla de un fanfarrón que, invocando testigos, afirmaba que en Rodas habÃa dado un salto prodigioso, como el de la prensa venal después del 23F, elevando al Rey a baluarte supremo de la democracia en España. Quienes le escuchaban, contestaron: “¿Para qué necesitamos testigos? Aquà está Rodas, salta aquÃâ€?. En otras palabras, demuestra lo que eres capaz de hacer.
[55] El coronel MartÃnez Inglés fue profesor de Historia Militar y Estrategia en la Escuela del Estado Mayor y testigo directo de los entresijos del Ejército durante el perÃodo de la transición como jefe de Movilización del Estado Mayor y jefe de la Brigada de InfanterÃa de Zaragoza. Desde hace 25 años, empezó sus investigaciones sobre la intentona golpista. Hace unos seis años, publicó el libro La transición vigilada, pero fue retirado del mercado a los 15 dÃas. En 1990 fue arrestado durante cinco meses en la prisión militar de Alcalá de Henares por defender la idea de crear unas fuerzas armadas profesionales, y se le apartó del servicio activo justo cuando iba a ser ascendido a general.
[56] Ignacio Caro nació en 1929 en Bérriz, Vizcaya. A los quince años empezó a navegar en snipe en el Club MarÃtimo de El Abra de Bilbao. Ha participado en innumerables regatas, como la Bueno Aires-RÃo, las Fastnets Giraglias, la Channel Race y varias SardÃnias Cup. Ha atravesado el Atlántico en ambas direcciones en varias ocasiones y también ha surcado el PacÃfico desde la Polinesia hasta Hawai. Hace más de treinta años que pasa los veranos navegando en Baleares. De su historial náutico lo que más le enorgullece son las múltiples singladuras que hizo como tripulante del "Saltillo" y del "Giralda" a las órdenes de don Juan de Borbón, asà como las muchas millas navegadas como tripulante del "Fortuna", el yate del Monarca. Miguel Arias es hijo y sobrino de explotadores de trabajo ajeno aplicado al turismo invernal. Desde los años setenta director de esta importante estación pirenaica hasta los ochenta, década en la que emprendió sus propios negocios turÃsticos en la comercialización del turismo de nieve —fundando en Baqueira-Beret la primera central de reservas que ha habido en una estación de esquà en España— y en el mundo de la restauración, fundando el lujoso restaurante madrileño “Las cuatro Estacionesâ€?.
[57] 23 años después, Jordi Pujol escribió un artÃculo para el periódico catalán “La Vanguardiaâ€? publicado en la edición del 18/02/01 donde hizo un relato de lo que pasó. Entre otras cosas, como suele hacer el mago “Andreuâ€?, este inefable servidor de la cosa pública se puso la escarapela de la templanza polÃtica diciendo lo siguiente: <<Lo que sà quiero subrayar es que desde el primer momento mi consigna fue no precipitarse tomando decisiones o haciendo declaraciones que no conducÃan a nada. En cambio, pedà mantener en todo lo posible una actitud de serenidad y de normalidad. Cosa que realmente era difÃcil de hacer.>> Para él, que supo el libreto de todo lo que pasó bastante antes de que ocurriera, fue, desde luego, muy fácil. Lo mismo cabe decir de Carrillo cuando Tejero disparó al techo largando aquello de: “que se sienten, coñoâ€?; como muestran las imágenes del momento, fue el único en todo el hemiciclo que no se escondió debajo de su banco.
[58] Comandante de Estado Mayor, experto en información, actuó de enlace con Milans del Bosch, capitán general de Valencia, ocupando un alto puesto en el Estado Mayor de la Brigada acorazada. Fue el jefe de la única unidad del Ejército que se unió en el Congreso a los guardias civiles del teniente coronel Tejero. Estuvo, pues, en los tres puntos neurálgicos de la movida. Condenado en principio a seis años de prisión por el Consejo Supremo de Justicia Militar (hoy suprimido), se le elevó la pena al doble cuando el Gobierno de L. Calvo Sotelo apeló al Tribunal Supremo para que se le impusieran penas más severas. Ã?ngeles Maestro, dirigente del PCE y diputada por IU, dice presentando su libro que: “Se trata de un testigo privilegiado. Pero, además, ha tenido quince años para estudiar los millares de folios del proceso, para interrogar a protagonistas, para revisar la bibliografÃa existente, y para evocar sus recuerdos. Estamos, pues, ante un testimonio de excepcional valor historiográfico, superior a cuanto hasta ahora se ha publicado.â€? |
Re: CaÃda de Suárez y farsa de golpe: nueva conspiración burocrática.
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per Ramón Fernández Fanjul rffanjul@hotmail.com |
15 feb 2006
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Muy interesante, pero contiene un par de errores considerables. El Rey, antes de su comparecencia siete horas después del golpe, intervino con las autoridades militares, ordenó arrestar a Milans, desacreditó a Armada, y paró cualquier intento de sublevación en otras capitanías generales apelando a la lealtad a su figura.
En el comentario 57 se afirma que Carrillo "fue el único en todo el hemiciclo que no se escondió debajo de su banco", lo cual "como muestran las imágenes del momento" es absolutamente falso, ya que el teniente general Gutiérrez Mellado, vicepresidente, no sólo no se escondió debajo del escaño, sino que se enfrentó con Tejero y dos tenientes de la Guardia Civil, que le zarandearon. Pese a que tenía más de setenta años, no consiguieron tirarle al suelo. Además, el presidente en funciones, Adolfo Suárez, que tampoco se había escondido, salió de su butaca para defender a Gutiérrez Mellado. |
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