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Entrevista :: @rtivisme
Marx en el Soho o el futuro de la Historia
11 gen 2006
Entrevista a H. Zinn, autor del monólogo político, Marx in Soho.
Entrevista a Howard Zinn. El futuro de la Historia.


* Título original: The Future of History, Part I
* Autor: Howard Zinn y David Barsamian
* Origen: Z Magazine, marzo 1999
* Traducido por Eneko Sanz y revisado por Lupa Alonzo, agosto de 2001

El futuro de la Historia (I)
Una entrevista con Howard Zinn
por David Barsamian

Howard Zinn, profesor emérito de la Universidad de Boston, es uno de los historiadores más distinguidos de los Estados Unidos. Fue un participante activo de los movimientos por los derechos civiles y en contra de la Guerra del Vietnam. Su influyente libro Estados Unidos, es ampliamente utilizado en las aulas universitarias. También es autor de Declarations of Independence y Nadie es neutral en un tren en marcha.[1] Su último libro es The Zinn Reader.

En The Zinn Reader escribió "Fue muy importante para mí, en el momento en que estaba tomando conciencia de la cuestión crucial de las clases, el leer El Manifiesto Comunista de Karl Marx." El año 1998 marcó el 150 aniversario del Manifiesto. La pregunta es inevitable: ¿Es Marx aún relevante hoy en día?

Desconozco si lo sabes, pero ya decidí tratar esta cuestión incluso antes del 150 aniversario. Lo hice a través de una obra de teatro. Se titula Marx in Soho. Se trata de un monólogo en el que Marx aparece en la actualidad - es una fantasía, por supuesto. La razón por la cual quería escribir algo sobre Marx es que hay ciertas cosas que dijo en el siglo XIX que resultaron ser inadecuadas para el entendimiento del mundo tal y como es hoy en día. Tenía una visión distorsionada sobre cuánto tiempo tomaría el que se produjese una revolución socialista. Hubo un momento en el que él y Engels pensaron que las revoluciones de 1848 en Europa conducirían a las revoluciones obreras. No fue así.

Marx no llegó a ser consciente de la capacidad de supervivencia del capitalismo, de la aptitud del sistema para idear obstáculos a la revolución, su poder para suprimir movimientos revolucionarios y su habilidad para alejar a la clase obrera de la idea del cambio revolucionario. Aunque Marx presenció los eventos de mediados del siglo XIX en los EE.UU. y fue durante un tiempo corresponsal del New York Tribune, no supo anticipar el hecho de que el sistema estadounidense sería capaz de mantener a raya a los movimientos revolucionarios por medio de diversas de tácticas. Me refiero a "tácticas", como si se tratara de algo deliberado, pero creo que probablemente no sea del todo acertado llamarlas "tácticas". Dejémoslo en que se dieron ciertos desarrollos dentro del capitalismo estadounidense que posibilitaron su supervivencia. Uno de ellos fue el hecho de que el capitalismo en los EE.UU., gracias a la enorme riqueza del país, fue capaz de responder a los movimientos obreros haciendo concesiones, de responder al sindicalismo aceptando una subida de los salarios y la reducción de las horas de trabajo. El sistema hizo frente a las crisis económicas con reformas, como en la década de los treinta con el New Deal. De ese modo creó un sector de la clase obrera más satisfecho, el cual se ha mantenido conforme con el sistema o, cuando ha estado disconforme, no ha sido con el capitalismo como sistema sino con manifestaciones específicas del mismo. Así, la mayoría de los trabajadores de los EE.UU. no interpretan sus problemas como sistémicos, sino como problemas que son corregibles a través de reformas. Por lo tanto, el sistema ha sido capaz de sostenerse al poseer la riqueza suficiente para distribuir regalos entre parte de la clase obrera al mismo tiempo que mantenía unos enormes beneficios.

En los días de la Primera Guerra Mundial, W.E.B. Du Bois, uno de los intelectuales norteamericanos más sagaces, observó que el sistema estadounidense estaba siendo capaz de otorgar ciertas recompensas a sus trabajadores gracias a la explotación de otra gente en el extranjero. Percibió el carácter imperialista de la Primera Guerra Mundial y de las potencias occidentales, y halló que las potencias occidentales, extrayendo la riqueza del Medio Oriente, Latinoamérica y Asia, eran capaces de dar una pequeña parte de sus beneficios a su propia clase trabajadora, pudiendo así hacerla partícipe de cierta unidad nacional, lo que al mismo tiempo les permitiría reclutarla en la guerra que querían mantener.

Es muy diferente tener una clase trabajadora que representa el 80 por ciento de la población y que está furiosa contra el sistema a tener una clase trabajadora de la cual la mitad de ella se siente satisfecha con los obsequios recibidos, dejando a una minoría en la pobreza más absoluta. Esa minoría puede ser grande, en los EE.UU. puede haber unos 40 millones de personas en circunstancias angustiosas sin asistencia médica, con una alta incidencia de mortalidad infantil, pero no llega a ser lo suficientemente grande como para llevar a cabo el tipo de revolución obrera que Marx y Engels esperaban.

Pienso que Marx tampoco vio, y esto fue señalado por Paul Sweezy y Paul Baran en sus análisis post-marxistas del capitalismo, que la crisis económica que los marxistas esperaban después de la Segunda Guerra Mundial no tuvo lugar a causa de la militarización del capitalismo.

Una especie de Keynesianismo militar se puso en funcionamiento, por el cual a través de una enorme suma de dinero destinada a contratos militares, el gobierno creaba empleo y ponía "inyecciones" venenosas a largo plazo, pero que a corto plazo mantenían el sistema.

Por otro lado, hay análisis del sistema capitalista de Marx que resultaron ser muy lúcidos. Probablemente el más obvio sea sobre la creciente concentración y centralización del capital a escala global. Lo que ahora llamamos economía global, o globalización, ya fue predicho por Marx. Anticipó un mundo cada vez más interrelacionado económicamente. Anticipó las empresas convirtiéndose en megacorporaciones, las fusiones, y la posesión de los recursos materiales de todo el mundo concentrándose cada vez en menos manos. Se comenta a menudo que Marx habló del empobrecimiento del proletariado y el correspondiente incremento en la riqueza de las clases altas, la polarización entre riqueza y pobreza. Y muy a menudo se dice que Marx se equivocó en esto. En los EE.UU. no es tan evidente por esa gran clase media que no se encuentra ni en un polo ni en el otro. Si lo miras desde una perspectiva global, el capitalismo global ha evolucionado en esa dirección . Si comparamos la riqueza de los países ricos y la de los países pobres, especialmente si consideramos la riqueza del sector de mayor ingresos de los países ricos y el 90 por ciento de la población de los países pobres, nos encontramos con una polarización de la riqueza más marcada de lo que era en el siglo XIX.

Una de las cosas sobre la que Marx llamó la atención fue el hecho de que una vez que el dinero es introducido en la economía mundial, la búsqueda de riqueza se vuelve infinita. Ya no se trata de posesiones materiales, de tierras, como durante la época feudal. Una vez que el dinero ha sido introducido, ya no hay un límite a la acumulación de riqueza.

Los defensores de las virtudes capitalistas señalan que la URSS se apropió de Marx, de su nombre y del prestigio del socialismo. Puesto que la Unión Soviética fracasó estrepitosamente, tanto los análisis de Marx como la filosofía política socialista han quedado desacreditados.

Sé que eso es lo que se ha dicho. Pero el marxismo solamente podía haber sido desacreditado si la Unión Soviética hubiera creado el tipo de sociedad que Marx y Engels proponían como una sociedad socialista. Pero cuando Marx y Engels hablaban sobre la dictadura del proletariado tenían una idea muy concreta de lo que querían decir con ello. Querían decir que la mayoría de la gente, la clase trabajadora, estaría a cargo de la sociedad. Con 'dictadura del proletariado' no querían decir que un partido político se auto-constituyese en portavoz de la clase trabajadora. De hecho, un partido nunca podría ser tal portavoz, y mucho menos un comité central, un Politburó o un solo individuo. Marx y Engels no imaginaron ese tipo de dictadura.

En un momento dado, Marx habla sobre la Comuna de París de 1871 y su carácter marcadamente democrático, por el que los communards, la gente que se reunía para legislar, tomaban decisiones en el contexto de interminables discusiones diarias, cada hora, 24 horas al día, en las calles de París en las que participaba la gente de París. Y Marx dice: ¿queréis saber a qué me refiero con la dictadura del proletariado? Ahí tenéis a la Comuna de París. Cuando Marx hablaba sobre como sería una sociedad socialista, está claro que no esperaba que esa sociedad creara gulags, que encarcelara disidentes y ejecutara no sólo a los capitalistas, sino también a camaradas revolucionarios, como ocurrió en la Unión Soviética y China. Marx y Engels entendían la dictadura del proletariado como un fenómeno temporal durante el cual el carácter socialista de la sociedad se haría cada vez más comunal y más democrático, y el estado, como dijeron, cada vez sería menos necesario. Marx y Engels declararon en el Manifiesto Comunista que su objetivo era el libre desarrollo del individuo.

La Unión Soviética y otros países se han llamado a sí mismos marxistas y han establecido estados policiales que actuaban contra el espíritu de las ideas de Marx. Así que me alegré mucho de que con la desintegración de la Unión Soviética ya no se asociara el socialismo con la Unión Soviética, que ya no se pudiera decir "éste es un lugar donde existe el socialismo". Me pareció que entonces se podría despejar el ambiente y que podríamos empezar a hablar del socialismo como se hablaba a principios de siglo en los EE.UU., antes de que la Unión Soviética existiera, cuando el Partido Socialista era una fuerza vigorosa en los EE.UU., cuando su candidato a la presidencia recibía casi un millón de votos. Había periódicos socialistas por todo el país que probablemente eran leídos por varios millones de personas. En aquella época la Industrial Workers of the World (IWW) era una fuerza muy efectiva organizando huelgas y revueltas por todo el país.

Es muy interesante ver que el socialismo en este país disfrutó de su momento más álgido antes de que la Unión Soviética existiera. Entonces la gente podía tomar en consideración las ideas socialistas sin la imposición de un ejemplo foráneo y distorsionado. La gente encontraba aquellas ideas muy razonables. Veían que Eugene Debs, Mother Jones, Emma Goldman, Jack London, Lincoln Steffens, y otra gente admirada en los EE.UU. se habían convertido al socialismo porque habían sido testigos de lo que el capitalismo estaba haciendo con las personas. El socialismo en aquella época era de sentido común, como la idea de que puedas tomar la riqueza del país e intentar utilizarla de manera racional y humana.

Los reaganitas se atribuyen el mérito del colapso de la Unión Soviética. Dicen que la agresiva política armamentística y la expansión del ejército en tiempos de Reagan colaboraron en llevar a la bancarrota a la URSS. ¿Cuál es su opinión sobre eso? ¿Tiene alguna explicación alternativa de por qué la Unión Soviética colapsó?

Siempre tengo una explicación alternativa. No me cabe duda de que la militarización de la economía soviética fue un factor para el empobrecimiento de la Unión Soviética. Pero eso fue un desarrollo a muy largo plazo. No fue sólo durante Reagan que tanto la Unión Soviética como los EE.UU. se enzarzaron en una carrera de armamentos en la que invirtieron una proporción exorbitante de su riqueza nacional en el ejército. Ese también ha sido un factor para que los EE.UU. tengan una estructura de servicios sociales menos generosa con sus ciudadanos que, digamos, los servicios sociales de países mucho más pobres como los países escandinavos, Nueva Zelanda, Francia o Alemania, con sus sistemas de sanidad universal.

Sin pretender saber exactamente qué fue lo que provocó el colapso de la Unión Soviética, pienso que uno de los factores verdaderamente importantes fue la creciente insatisfacción con el sistema, con el estado policial, con la falta de libertad. Estoy pensando en el creciente contacto de la Unión Soviética con el resto del mundo, volvemos al fenómeno descrito por Marx, a ese mundo cada vez más interrelacionado, donde la gente y los bienes viajan cada vez más a través de las fronteras, la cultura es diseminada por todo el mundo, y la gente sabe lo que está ocurriendo en otros países. Creo que para la gente de la Unión Soviética, conforme viajaban más y la radio y la televisión les suministraba más información, su propia sociedad se fue convirtiendo en más desagradable. Las restricciones a las libertades de movimiento y expresión se convirtieron en insoportables. Pienso que desarrollaron una disidencia clandestina. Se sabe que existía una prensa y literatura clandestina, por la cual textos autoeditados circulaban ilegalmente extendiendo ideas subversivas. Todo esto tuvo un efecto corrosivo en una sociedad muy dictatorial. Supongo que las tiranías, a veces al cabo de muchos años, colapsan necesariamente. Quienquiera que sea el líder de un país rival en el momento del colapso se atribuirá el mérito, como en este caso lo hizo Reagan.

¿Le sorprendió la transformación pacífica de la Unión Soviética y sus estados satélites, con la excepción de Rumania? Se trataba, a todos los efectos, de dictaduras militares que experimentaron una transferencia de poderes pacífica.

Creo que ese es un hecho fascinante y un episodio histórico muy importante a ser investigado. Reafirma la noción de que es posible llevar a cabo importantes cambios sociales sin recurrir a la violencia, sin un baño de sangre. Para mí es una reivindicación de la idea de que tenemos que abandonar el uso de la fuerza militar para provocar cambios sociales. De hecho, los cambios sociales pueden producirse como resultado de las acciones de un gran movimiento popular. El recurso a la fuerza militar para provocar cambios sociales, el recurso a la insurrección armada o a lo que un movimiento revolucionario llama lucha armada es la evidencia de que el movimiento revolucionario no ha ganado suficiente apoyo entre la población. Creo que en cuanto se producen expresiones populares en masa por las calles, como ocurrió en Alemania del Este, y se hace evidente que la resistencia es abrumadora, las cosas no pueden seguir igual. Así que para mí esta es una prueba decisiva. O tomemos el ejemplo de la Unión Soviética. En los EE.UU. estuvimos a punto de utilizar armas atómicas contra la Unión Soviética para destruirla. La tiranía cayó por sí misma, mayormente por causas internas.

Creo que uno de los ejemplos más llamativos de que los cambios sociales pueden y deben tomar lugar sin violencia masiva es lo que ocurrió en Sudáfrica. Fue muy revelador que el Congreso Nacional Africano [African National Congress (ANC), partido de N. Mandela], que ciertamente estaba dispuesto a llevar a cabo actos de sabotaje e incluso actos esporádicos de violencia, no buscaba una guerra civil total en Sudáfrica. Sabían que esto resultaría en millones de personas muertas, la mayoría de ellas sudafricanos negros. Estuvieron dispuestos a invertir más tiempo, más energía, a utilizar una variedad de tácticas y, finalmente, el apartheid colapsó. ¿Quién hubiera predicho que Mandela, en prisión durante 27 años, se convertiría en el líder de la nueva Sudáfrica? Aunque no cabe duda de que la nueva Sudáfrica no ha resuelto todavía problemas fundamentales, el poder político negro al menos crea una posibilidad de cambio que era impensable bajo el antiguo régimen.

Ud. participó en teatro durante los años sesenta. Escribió una obra sobre Emma Goldman titulada Emma.[2] Ha sido representada en los EE.UU., Japón e Inglaterra. ¿Qué fue lo que le atrajo de esta figura?

Mi primer contacto con Emma Goldman fue siendo un adolescente a través un libro llamado Critics and Crusaders, agotado hace mucho, pero que tuvo una gran influencia sobre mí. Se trataba de una colección de ensayos sobre diversos radicales de la historia americana. Dedicaba un capítulo a cada uno, y entre ellos se encontraba Emma Goldman, la anarquista y feminista. Leí el capítulo sobre ella, y luego me olvidé de él, del mismo modo que la cultura estadounidense se había olvidado de ella durante mucho tiempo. Había sido una figura muy importante a principios de siglo. Fue relegada a un segundo plano no sólo por la cultura general, sino también por la cultura de izquierdas, porque el Partido Comunista era la fuerza dominante en los EE.UU. durante los años treinta y cuarenta. Emma Goldman era anticomunista. Había escrito un ataque muy duro contra la Unión Soviética tras su experiencia allí. Fue condenada al olvido no sólo por el establishment, sino también por la izquierda.

No supe nada sobre ella hasta que un día, en una convención en Pennsylvania a mediados o finales de los sesenta, me encontré con otro historiador llamado Richard Drinnon que me dijo que había escrito una biografía sobre ella titulada Rebel in Paradise. Esta biografía de Emma Goldman es sensacional. Me llevó a leer su autobiografía, Viviendo Mi Vida.[3] Lo que me llamó la atención era que, entonces en los años sesenta, la Nueva Izquierda se había distanciado de la doctrina tradicional del Partido Comunista y, sin llegar a ser anarquista, compartía muchas de las preocupaciones anarquistas en su oposición al estado, al dogmatismo, en su deseo por provocar cambios revolucionarios en la cultura de manera simultánea a los cambios en la política y la economía. Así Emma Goldman pertenecía, bajo mi punto de vista, a una concepción del universo de la Nueva Izquierda.

Descubrí que mis estudiantes, lejos de encontrarla anticuada e irrelevante tal y como temía cuando empecé a repartir sus escritos en clase, se encontraban atraídos por sus ideas y su postura ante la vida, su enérgico feminismo, su anarquismo, su postura contra el estado, contra el capitalismo, contra la religión, contra todas las normas tradicionales de comportamiento sexual y el matrimonio. Era un espíritu libre. Entonces surgió la posibilidad de la obra de teatro.

¿Cuáles fueron las influencias en su obra teatral? ¿Tenía algún modelo, estaba interesado en la obra de Bertolt Brecht, por ejemplo?

Fue una variedad de influencias en mi vida lo que me llevó a escribir para teatro. Primero, había miembros de mi familia que habían estado relacionados con el teatro. Mi mujer fue actriz durante un tiempo en Atlanta y aquí en Cambridge. Mi hija actuó en Atlanta en la producción de El Diario de Ana Frank en 1962. Interpretó el papel de Ana Frank y ganó un premio a la mejor actriz del año en Atlanta. Nuestro hijo era músico y actor y consagró su vida al teatro, y aún lo hace, llevando un pequeño teatro en Wellfleet, Cape Cod. Asistimos a las primeras funciones en Broadway de Muerte de un Viajante, y Un Tranvía Llamado Deseo de Tennessee Williams.

Las ideas políticas y la imaginación teatral de Brecht me fascinaban. Cuando comencé en el teatro, aprendí ciertas lecciones muy positivas. Aprendí que convertirse en un miembro del mundo del teatro, es algo muy distinto a ser un académico. Inmediatamente entras a formar parte de un proyecto en grupo. La vida académica y universitaria es muy solitaria. En teoría eres miembro de un departamento, tienes colegas, pero en la práctica nunca es así. Estás solo. Escribes tus cosas solo. No se trata de una labor colectiva. El teatro se convierte en una labor colectiva inmediatamente, inevitablemente, en cuanto tu obra es asumida por el director. El director se convierte en un igual, de hecho más igual incluso que tú. Cuando irrumpen los actores, el decorador, el figurinista y el director escénico, ya tienes un pequeño colectivo trabajando en el proyecto. Todo el mundo quiere que esto salga bien tanto como tú. Por todo ello, fue muy inspirador encontrarme de pronto con un grupo de gente trabajando todos juntos en este proyecto. Los actores y actrices ensayan seis semanas y suben al escenario todas las noches durante otras seis semanas y se entregan en cuerpo y alma a cambio de nada o de muy poco, porque aman y creen en lo que están haciendo. Tengo una enorme admiración por esas personas.

Volviendo a Brecht, tuvo una actuación magistral y, todo hay que decirlo, muy dramática ante el Comité de Actividades Anti-Americanas de la Cámara de Representantes (House Un-American Activities Committee, HUAC). Fue muy divertido. El testimonio de Brecht ante el Comité coincidió con la investigación a Hollywood. La transcripción completa del testimonio se puede encontrar en el libro Thirty Years of Treason, de Eric Bentley, donde se reproducen los testimonios de los actores, escritores y directores que comparecieron ante la HUAC entre 1947 y 1948. Brecht desconcertó a los miembros del Comité. No sabían qué hacer con él. Sus respuestas eran como adivinanzas que los forzaba dentro de laberintos de confusión de los que nunca salieron. Le preguntaban, por ejemplo, "Sr. Brecht, ¿Es cierto que usted escribió las siguientes líneas en su obra El Alma Buena de Se-Chuan?" y él respondía, "No, creo que no lo ha entendido bien. ¿Lo ha leído usted en alemán?" Puedes imaginarte el nerviosismo que se apoderó de los miembros presentes del Comité. Cierta persona que presenció o escuchó su testimonio ante la HUAC dijo que era como un zoólogo siendo examinado por simios.

Charlie Chaplin es una de las grandes personalidades culturales del siglo XX. También fue investigado durante la caza de brujas de Washington. ¿Fue por razones políticas? ¿No fue deportado?

Chaplin no era un ciudadano estadounidense, y no le permitieron quedarse en el país. No cabe duda de que fue por razones políticas, ya que había apoyado diferentes causas progresistas y de izquierdas, y también por las películas que hizo. Aunque no querían declarar sus películas subversivas, no cabe duda que lo eran. Tiempos Modernos era una devastadora crítica al sistema industrial capitalista. Por supuesto, no querían admitir que su película El Gran Dictador era una película vigorosamente antifascista en un momento en que muchos líderes del gobierno eran tolerantes con el fascismo. El resto de sus comedias, las comedias mudas, estaban permeadas de conciencia de clase con sutiles, y no tan sutiles, críticas de la policía y de un sistema que condenaba a la gente a la pobreza: el vagabundo, el inmigrante. Todo esto no le hizo ganarse la simpatía de los defensores del establishment estadounidense.

Las obras de Chaplin no eran adustas polémicas, sino que eran enormemente entretenidas y divertidas.

Precisamente eso es lo que las hacía especialmente peligrosas. El sistema es capaz de hacer frente a críticas del sistema dogmáticas, arduas y aburridas. Pero le enfurece que las películas de alguien crítico y de izquierdas sean vistas por cientos de millones de personas en todo el mundo porque son divertidas y entretenidas. Hubo veces en que la HUAC deliberadamente no llamó a testificar a ciertas personas porque eran demasiado populares. Tengo un amigo, un estudiante activista, que es hijo de Robert Ryan, el actor. Me dijo, y no creo que le importe que lo diga, que su padre, que era un progresista que había apoyado causas antifascistas y que tenía una verdadera conciencia sobre el sistema estadounidense, no fue citado ante la HUAC, al contrario de mucha otra gente, porque era una figura muy popular. Era del estilo de John Wayne, un héroe, un tipo duro, 100% americano. Demasiados estadounidenses se identificaban con Robert Ryan en esa manera heroica. Era anglosajón, guapo, heroico, no cuadraba con el estereotipo del subversivo. Se podría decir que prefirieron citar para testificar a escritores judíos para ejemplificar el comunismo, haciendo que el fanatismo se convirtiera en una característica del anticomunismo.

Los EE.UU. destinan 98 millones de dólares al año a la Fundación Nacional para el Arte (National Endowment for the Arts). Esto es debatido acaloradamente. ¿Cuál sería una situación ideal en términos de subvenciones?

Hay países en Europa occidental donde los gobiernos destinan proporcionalmente 100 veces más que los EE.UU.. Dinamarca, Holanda, Alemania, Inglaterra y los países escandinavos subvencionan el arte en mucha mayor medida en que lo hacen los EE.UU.. A pesar de eso, esa mísera suma de dinero, menor que la asignada a bandas militares, se convierte en el objeto de un acalorado debate sobre si el arte debería ser subvencionado cuando es escandaloso, quizá política o culturalmente, quizás porque contiene desnudez o lesbianismo o cualquier otra cosa que es ofensiva a gente que aún vive en otro siglo. Con "otro siglo" no me refiero al siglo XXI, me refiero al siglo XIV. En una sociedad decente el arte ha de estar subvencionado porque los artistas necesitan ser remunerados; los escritores y los pintores han de sobrevivir.

Recuerdo que, en un vuelo desde Ciudad del Cabo a Londres, conocí a una alemana que se subió en Frankfurt. Resultó ser una actriz. "¿Qué le trae a Londres?" pregunté. "Voy de vacaciones" contestó. Me dijo que el gobierno alemán le concedía un salario anual. No le preguntan en qué obra va a actuar o si va a actuar todas y cada una de las semanas del año. Cuando hay obras de teatro, actúa en ellas. Cuando no las hay, se va de vacaciones. Pero ella cobra un salario anual, lo mismo que nuestros congresistas cobran un salario anual, aunque pasan un montón de tiempo haciendo otras cosas aparte de acudir al Congreso.

Hay una postura que dice que si aceptas subvenciones del gobierno, aceptas sus restricciones, controles y limitaciones. ¿Cuál es su postura en el asunto?

Este sistema empobrece a los artistas. Ya que buena parte de nuestros impuestos se destinan a tonterías, como armas nucleares, creo yo que tenemos el derecho a exigir que parte de nuestros impuestos se destinen al arte. Por supuesto que cuando esto ocurre hay fuerzas sociales que intentan determinar el contenido del arte, pero eso es un problema distinto. Así, tenemos pendiente una doble batalla en la cultura, una para hacer que el gobierno subvencione el arte, otra para garantizar que esa subvención no se vea acompañada de control político.

David Barsamian es fundador y director de Alternative Radio en Boulder, Colorado

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