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entrevista a Chomsky
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per fer l'ullet |
05 gen 2006
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Esta entrevista fue realizada por Jon Bekken y Mike Long el 26 de marzo de 1999 en el despacho de Noam Chomsky en Boston. La entrevista llevaba por título Reform And Revolution: Noam Chomsky on Anarcho-Syndicalism, y apareció en la revista norteamericana Anarcho-Syndicalists Review, nº 25-26, 1999. |
Jon Bekken y Mike Long: Tu acercamiento al anarcosindicalismo, y en particular a la obra de Rudolf Rocker, se produce cuando todavÃa eras muy joven. Sabemos de esa aproximación gracias a la reciente biografÃa de Robert Barsky [1] y también, de pasada a algunos de tus ensayos [2] . ¿Qué ha hecho que mantengas esa lealtad a lo largo de los años impidiendo, por ejemplo, que te convirtieras a alguna de las variedades del sistema de creencias marxista? ¿Crees que los anarquistas tienen algo que aprender de los socialistas autoritarios, y/o viceversa?
Noam Chomsky: Bueno, en primer lugar, quisiera decir que palabras como «lealtad», «conversión» o «sistema de creencias» me resultan molestas. No creo que el vincularse con ningún «sistema de creencias» debiera ir más allá de lo que esa relación te permite, por ejemplo, en las ciencias exactas. «Convertirse» a un «sistema de creencias» cerrado es algo absurdo en la medida en que nadie posee la verdad absoluta. Las certezas sólo se consiguen a través del diálogo con los demás y en el combate contra los errores propios.
Esto es cierto en muchos sentidos. Por eso, no creo que haya que mantener lealtad alguna. Es más, si nos acostumbramos a afrontar los problemas de la vida en clave de «lealtades», «conversiones», «sistemas de creencias», y otros términos análogos, estamos perdidos de antemano. Nos habremos alejado definitivamente del ámbito de un discurso constructivo, racional y moral, un ámbito en donde ninguna de esas cuestiones existe como tal.
Por lo demás, todos cambiamos a lo largo de la vida; yo mismo he ido modificando mi opinión sobre multitud de cosas a lo largo del tiempo. Algo parecido, dicho sea de paso, le ocurrió a Rudolf Rocker, el cual terminó su vida defendiendo una suerte de anarco-capitaÂlismo [3] . No obstante, mucho de lo que aprendà de Rocker o en acontecimienÂtos como la Revolución Española, todavÃa me parece aprovechable: en aquellos tiempos incluso los fascistas tenÃan algo inteligente que decir. Para aprender algo de los demás no es necesario compartir todos y cada uno de sus principios. Si fuera obligatorio creer en todo lo que alguien dice para llegar a aprender algo de él, entonces estarÃamos adoptando un comportamiento religioso. Por eso, a mà me parece que la última cosa que desearÃa un anarquista serÃa considerar siquiera la posibilidad de que no se puede aprender nada de personas con creencias diferentes. Y al revés, la posibilidad de que nadie puede aprender nada de uno, y que todo este asunto se resume en procurar convertir un sistema de creencias a otro. Por el contrario, si tú eres una persona responsaÂble, lo más probable es que acabes por poseer pensamienÂtos e ideas procedenÂtes de muchos sistemas de creencias distintos, incluyendo alguno que hayas desarroÂllado por ti mismo.
Jon Bekken y Mike Long: ¿PodrÃas darnos algunos ejemplos de lo que consideÂras especialmente atractivo en la tradición anarquisÂta, y también de esos problemas cuyas soluciones los anarquistas quizás debieran buscar en otro sitio?
Noam Chomsky: Lo que me atrajo de la tradición anarquista fue que, al menos tal y como yo la entendÃ, se basaba en una denuncia constante de la autoridad ilegÃtima: toda autoridad ilegÃtima debe ser puesta de relieve para poder ser superada. Esto parece una idea simple, elemental, pero si se te fijas en la historia, verás cómo incluso los anarquistas se descubren a sà mismos incurriendo en actos de autoridad ilegÃtima. Un ejemplo sabemos que durante la RevoluÂción Española el brutal sexismo que impregnaÂba la sociedad española fue puesto en cuestión, pero algunos de los anarquistas -entre ellos estaba incluso Federica Montseny- pensaban que debÃa mantenerse ese sexismo, es decir, que era bueno para la mujeres ser objeto de mofa o insulto cuando paseaban por las calles, o cosas por el estilo. No estoy Este debate se prolongó durante mucho tiempo en los medios libertarios. De lo que se trataba es de que las mujeres interioÂrizaÂran la opresión y la degradación como algo necesario y beneficioso para todos [4] . Algo asà como si un esclavo dijera, «me gusta ser un esclavo, no trates de cambiar mi situación». La peor clase de opresión es aquella que interioÂrizamos. Y en este caso concreto, habÃa ido penetrando incluso en el interior del propio movimiento anarquista. Aquà tienes un ejemplo de esa clase de cosas para las que no estás preparado cuando las descubres, pero a las que debes intentar combatir.
En realidad, como todo el mundo sabe, en los Estados Unidos ocurrió lo mismo durante los años sesenta. Un parte importante del movimiento feminista contempoÂráneo se desarrolló a partir de conflictos internos en la nueva izquierda, cuando las mujeres comenzaron a tomarse en serio toda la retórica de la liberación y dijeron, «Estupendo; pero entonces, ¿por qué siempre nos toca a nosotras la porquerÃa?» Esto provocó problemas que no fueron insignificantes. Chavales jóvenes que se consideraban, con razón, gente vaÂlerosa, que se enfrentaban a la autoridad y a múltiples peliÂgros a la par que pretendÃan romper con el poder del sistema..., de repente tuvieron que contemplarse en el espejo y decirse, «bueno, pues yo también oprimo a alguien, e ilegÃtimaÂmenÂte». Conozco mucha gente que lo pasó mal en su vida personal intentando solucionar estos problemas. Y lo mismo ocurrió en el interior de los grupos que componÃan el movimienÂto. Puedo recordarÂlo muy bien. ¿Cómo apañárnosÂlas con el hecho de que éramos solamente los varones quienes tomábamos decisiones y poseÃamos la autoridad? ¿Cómo enfrenÂtarse a eso? Nunca habÃamos reparado en ello porque se trataba de una clase de autoridad y opresión que tenÃamos interioÂrizada; simplemente no nos dábamos cuenta. Sin embargo, a pesar de todo, ahà estaba la idea de que toda autoridad ilegÃtima siempre ha de ser puesta de manifiesÂto y combaÂtida. Y ése me parece a mà el elemento más sano de la tradición anarquisÂta: la voluntad de enfrentarse a toda autoridad ilegÃtima de forma inmediaÂta. Un principio que puede aplicarse a cualquier aspecto de la vida.
Jon Bekken y Mike Long: ¿Puedes darnos algún ejemplo de algo que tú valores positivamente en la tradición del socialismo autoritaÂrio?
Noam Chomsky: Hubo un debate entre Engels y los anarquistas en el que más o menos se discutÃa sobre el orden temporal en el que debÃa establecerse esa sociedad de la que todos haÂblaban, la sociedad comunista. ¿HabÃa que apoderarse primero el poder del estado, y después avanzar hacia el comunismo o, por el contrario, esa toma del poder estatal no traerÃa más que consecuencias desastrosas? Bueno, yo no creo que en la vida real esos problemas se planteen de una forma tan simple. En una situación real, puede que no haya opÂciones, o que la única opción se establezca entre la toma del poder del estado para usarlo, en la medida lo posible, -y aquà viene la pregunta: «¿es posible?»- para fines emancipatorios, o la aceptación de hecho de un sistema mucho más opresivo. Esos problemas surgen continuamente y, de hecho, aparecieron durante la RevoluÂción Española. Aquella fue justamenÂte la situación en la cual se suscitó un debate -sumarse o no al gobierno- que se ha mantenido vivo hasta nuestros dÃas. En verdad, no creo que haya una respuesta sencilla para estas cuestiones.
Jon Bekken y Mike Long: Esto nos conduce a una segunda pregunta. Últimamente has sostenido la posibilidad de un apoyo matizado a ciertos gobiernos [5] como medio provisional de proteger a los ciudadanos de males mayores, tales como algunas corporaciones multinacionaÂles -la estrategia de “ampliar los lÃmites de la jaulaâ€? Algunos anarquistas han escrito a favor de esta posición [6] ; pero la mayorÃa ha sido menos favorable [7] , como obviamenÂte tú sabÃas que ocurrirÃa.
Tenemos varias preguntas sobre este tema. En primer lugar, -asumiendo esa distinción por el momento-, ¿es posible apoyar una función «positiva» del estado -por ejemplo, la que garantiza el bienestar o la protección de los ciudadanos- sin fortalecer al mismo tiempo su cara «negativa» oresiva? ¿El estado moderno es la mejor garantÃa que la gente posee contra las grandes corporaciones? ¿No están la mayorÃa de los estados controlados, precisamente, por esas grandes corporaciones a las que, según tu propuesta, deberÃan vigilar? ¿Eres consciente del divorcio entre medios y fines que supone un apoyo a los gobiernos? ¿Qué piensas de otras soluciones alternativas, como las diferentes clases de resistenÂcia comunitaria, la organización de la One Big Union [8] o incluso de milicias de trabajadores, soluciones que nos permitirÃan a los sindicaÂlistas afrontar nuestras de construir?
Por último, ¿cuáles son las implicaciones de tus puntos de vista en relación a la teorÃa anarquista o anarcosindicalista? Por ejemplo, ¿piensas que la tradicional -y para nosotros inmutable- oposición anarquista al estado es un principio libertario fundamental que debe ser revisado, o más bien tu actitud se debe a razones estratégicas, coyunturales, que no afectan a este principio ni, en consecuencia, al anáÂlisis anarquista del poder? En el primer caso, ¿piensas que habrÃa otros principios fundamentales que también necesitan de una revisión crÃtica?
Noam Chomsky: Son muchas preguntas, asà que recordadme las cuestiones que olvide responder. Empecemos por el principio. La consigna «extender los lÃmites de la jaula» no es de mi cosecha sino que procede de Âlas luchas de los trabajadoÂres brasileños. Llegado a un momento de las mismas, a estos trabajaÂdores se les planteó un dilema. Por un lado, podÃan simplemente continuar subordinaÂdos a un poder brutal; por el otro, podÃan tratar de articular algo asà como un marco, una estructura que les permitiera organizarse y, a partir de la cual, estuvieran en condiciones de movilizarse en busca de algo más, de avanzar, -y todo ello sin olvidar que estaban en una «jaula», esto es, que continuaban inmersos en un sistema de opresión. Ante eso yo me pregunto, ¿podrÃa ningún anarquista serio tener algún problema en torno a cuál de estas dos opciones tomar? ¿Por qué someÂterte a un sistema de opresión de una gran dureza cuando es posible obÂtener algunos derechos, usar esas victorias parciales como la base para continuar avanzando e ir más lejos, descubrir y probar que eso es posible, que es posible conseguir victorias?
Pongamos otro ejemplo concreto. Tomemos, digamos, al gobierno de los Estados Unidos. Una dependencia de este gobierno, la OSHA -Administración para la Salud y la Seguridad Laboral- fue obligada en su dÃa a adoptar medidas relativas a la salud e higiene en el lugar de trabajo. No las suele aplicar demasiado, pero en ocasiones se ve forzada a hacerlo. Pues bien, cuando esto ocurre, el resultado de ello es que se consigue salvar vidas. No olvidemos que son muchos los trabajadores que mueren o sufren daños en el ejercicio de su trabajo. De hecho, durante la era Reagan, la administración dejó de aplicar estas regulaciones y el número de heridos se disparó hasta el triple. En relación con esto, recuerdo la huelga de la fábrica de aluminio de Ravenswood de hace un par de años; una huelga originada, en buena parte, en problemas de este tipo. La empresa se empeñó en que los trabajaÂdores hiciesen turnos dobles metidos en una especie de hoyos en donde habÃa acero fundido a unas temperaturas altÃsimas. Unas condiciones de trabajo muy duras. Y fueron obligados a trabajar en esas condiciones hasta que, irremediablemente, un par de trabajadores murieron. Ello condujo a un proceso que comenzó por exigir la aplicación de la normativa en vigor, y que continuó con un cierre patronal, la huelga y, al fin, una victoria para los huelguistas a la que no fue ajena unas muestras de solidariÂdad internaÂcional impresionantes. Una parte crucial de esa victoria consistió en obligar a la OSHA a tomar cartas en el asunto, y gracias a ello se impusieron multas que ascenÂdieÂron, al menos, a un cuarto de millón de dólares por violación de las normativas relativas a seguridad y salud. Sin necesidad de entrar en detalles, ¿de verdad alguien podrÃa cuestionarse en que lado del conflicto se situarÃa? [9]
Pues bien, las problemáticas que se presentan todos los dÃas son de este tipo. Vivimos en este mundo y no en otro. PodrÃamos preferir vivir en otro sitio pero sólo tenemos éste, y si queremos que nuestra acción sea relevante para los demás seres humanos, si queremos ser capaces de contribuir a solucionar sus problemas, entonces necesitamos a esa gente para que nos ayude, necesitamos aprender juntos cómo avanzar. Si queremos ser parte de este mundo, debemos aceptarlo tal cual es. Y si la gente muere a causa de que no se aplican las normativas precisas, resulta que en este mundo sólo existe una institución capaz de aplicarlas, y esa institución, en la medida en que no está completaÂmente controlada por las grandes empresas, se llama gobierno. Todos sabemos que los gobiernos están muy influenciado por las grandes corporaciones, pero un gobierno siempre será algo diferente de una empresa; un gobierno nunca será la General Electric. La General Electric es, en principio y de hecho, una tiranÃa. Nadie puede intervenir en sus decisiones. Sin embargo un gobierno en principio, y -en ocasiones- de hecho, está sujeto a algún tipo de influencia popular, y por ello puede ser obligado a introducir medidas como esas normativas de la OSHA que salvan vidas, y además, como hemos visto, contribuyen a ganar conflictos importanÂtes para los trabajadores, a incrementar la sindicación en la fábrica, etcétera. ¿Debemos negarnos a usar estos mecanisÂmos que pueden mejorar las condiciones de la gente y ayudarles a comprender que todavÃa se puede ir mucho más lejos? Eso no tiene ningún sentido y, de hecho, no creo que nadie tenga dudas al respecto.
No hay forma de sobrevivir en este mundo sin participar en alguna de sus instituciones. Al venir aquÃ, por ejemplo, si habéis tomado el avión no sólo estáis apoyando al estado, sino que también apoyáis al Pentágono. Porque, a fin de cuentas, ¿qué es un avión comercial sino un bombardero modificaÂdo? Podemos decir que no nos preocupan los problemas de la gente -si un trabajador del metal tiene un accidente laboral, o si una madre pobre muere de hambre porque no ha conseguiÂdo bonos de comida-, podemos decir que pasamos de esos problemas porque intentar solucionarlos signiÂfica usar a la única institución sujeta a algún grado de influencia y control popular, en fin, usar los mecanisÂmos existentes. Podemos decir eso, pero si mantenemos esa actitud, entonces, no pretendamos por más tiempo que formamos parte de ninguna lucha que persiga la liberación o la libertad, porque no será cierto. Esa actitud quizás nos valga si lo que queremos es sentarnos en algún seminario universitario y charlar sobre teorÃa anarquista. Pero no nos valdrá si lo que pretendeÂmos es luchar por nuestros derechos, socavar la autoridad y aumentar nuestra libertad. Si es eso lo que queremos, entonces no creo que tengamos muchas otras opciones.
Jon Bekken y Mike Long: ¿Entonces, serÃa esto un ejemplo de lo que, desde tu punto de vista, está equivocado en la teorÃa anarquista?
Noam Chomsky: No, no creo que pueda haber ninguna teorÃa anarquista capaz de negar lo anterior. No puedo creer que Kropotkin, Bakunin, Rocker o cualquier otro autor que digáis, pudiera decir, «no, no queremos que se apliquen normativas de seguridad y salud en el trabajo que pueden salvar las vidas de los trabajadores, porque con ello fortalecemos el estado». SimplemenÂte no puedo creerlo.
Para mà está muy claro. Tomemos el ejemplo de los salarios, del «salario vital». En estos momentos podemos asistir a un buen número de campañas locales que reivindican el llamado «salario vital», o sea, el salario resultante de aumentar el salario mÃnimo de acuerdo al crecimiento real de la economÃa. Como sabéis, más o menos hasta los años sesenta, la legislación derivada del New Deal regulaba el salario mÃnimo de acuerdo a los Ãndices de productiÂvidad, de tal modo que si la economÃa crecÃa, el salario mÃnimo crecÃa. Sabemos que este modelo socialdemóÂcraÂta no desafÃa realmente los mecanismos de dominación o control pero, no obstante, permite reivindicar alguna clase de igualdad. Se trata de un marco en el que eso tiene sentido. Ahora bien, en algún momento a mediados de los sesenta, los Ãndices económicos y los salarios se separaron, y a consecuencia de ello el salario mÃnimo se congeló mientras que la economÃa continuaba creciendo. Pues bien, si hoy aumentáraÂmos el salario mÃnimo al nivel que tendrÃa ahora si hubiera continuado creciendo al ritmo de la productiviÂdad, prácticamente lo doblarÃamos. Y en verdad, hay que reconocer que doblar el salario mÃnimo puede significar una cuestión de vida o muerte para muchas personas, podrÃa cambiar las cosas enormeÂmente. Esas personas continuarÃan rozando los lÃmites de la pobreza y, desde luego, todavÃa no habrÃamos acabado con el trabajo asalariado y la dominación pero, insisto, no es lo mismo estar sobre la lÃnea de la pobreza que estar muy por debajo de la misma; se trata de una diferencia que afecta a la vida personal, la familia, los hijos, las oportunidaÂdes y la concienÂcia de mucha gente.
Sin embargo, una legislación sobre un «salario vital» no deja de ser eso, una legislación. Pasa por algún tipo de gestión estatal. ¿Habremos de decir, en consecuencia, que la lucha por un «salario vital» está equivocada? No lo creo. En realidad, esta lucha puede constituir también una forma de aumentar la concienÂcia de la gente, una forma de mostrarle que no hay por qué aceptar lo que pasa, que existen vÃas de acción, y que acÂtuando juntos se pueden conseguir cosas. Y será entonces, después de llevar adelante esas campañas y conseguir esos objetivos, cuando pueda recusarse la acción del gobierno en su globalidad, cuando puedan plantearse alÂternativas a su gestión de las cosas. ¿Y es posible construir alternatiÂvas? SÃ, si las condiciones lo permiten; porque si las únicas opciones que se tienen a mano consisten en seguir las órdenes, montárselo cada uno por uno mismo y tratar de arreglárÂselas en un ambiente opresivo, está claro que tampoco estamos en disposición de plantear alternatiÂvas.
Ahora bien, ¿existen realmente alternatiÂvas a este tipo de campañas que toman al gobierno como interlocutor de sus acciones? Y de haberlas, ¿por qué no organizarlas simultáneamente? ¿Debo escoger necesariamente entre, por ejemplo, luchar por una One Big Union y unirme a una campaña a favor del salario vital? No es necesario, se puede avanzar en ambos proyectos simultáneaÂmente. No son contraÂdictoÂrios, sino que significan aproximaciones diferentes a una misma red de probleÂmas, medios distintos a usar según el contexto. Y pueden ser solidarios entre sÃ: de hecho tienden a serlo. ConÂseguir cosas o ganar determinadas campañas, te permite posteriormente plantear otros objetivos, contribuye a organizar a los trabajadoÂres. Les hace comprender que es necesario estar juntos, reconocer la opresión y enfrentarse a ella. Si hoy se vence aquÃ, mañana se puede vencer en otro sitio. La dinámica de las luchas sociales pasa por ahÃ. No existen muchas alternaÂtivas a eso.
Volviendo a la cuestión de la «teorÃa», debo reconocer que cada vez que oigo esa palabra referida a cualquier cosa que tenga algo que ver con los asuntos humanos me pongo en guardia. Quiero decir, nuestro conocimiento sobre los mismos es muy escaso; no poseemos un conociÂmiento sobre esos asuntos que merezca el nombre de teorÃa, el cual implica algunos princiÂpios de los que, de alguna manera inferimos concluÂsiones que no son obvias, las verificamos, etcétera. En términos generales, el término «teorÃa» es usado más como un medio de auto-promoción que otra cosa. Poseemos algunos pensamientos, algunas ideas; las ponemos más o menos juntas, y llamamos teorÃa al resultado para que suene más agradable. Dejando aparte algunas pocas áreas del conocimiento humano, el término se utiliza sobre todo para legitimar a quien lo usa. Se dice que poseemos teorÃas sociales, teorÃas literaÂrias, esa clase de cosas, cuando en realidad no se trata más que de sentido común bien vestido y presentado, con poco mas de algunas ocasionales ideas interesanÂtes. HarÃamos mejor en ser más modestos.
Si la teorÃa anarquista considera absolutos sus principios, entonces está errando el camino: nuestro conociÂmiento de las cosas no es tan profundo como para poder decir que se asienta sobre principios absolutos. Puede basarse en algunas preferenÂcias, algunas ideas, algunos princiÂpios-guÃa, pero a condición de estar en todo momento dispuesta a modificaÂrlos, y ello por la sencilla razón de que nuestro conocimiento de las cosas es bastante limitado.
Veamos otro ejemplo. Suele decirse que el salario representa una forma moderna de esclavitud que a todos, empezando por los anarquistas, nos gustarÃa ver superada. Esta idea no resulta particularmente original y, en esencia, ya era conocida por los trabajadoÂres americanos de hace ciento cincuenta años, unos trabajadores que no habÃan oÃdo una sola palabra sobre anarquisÂmo. En efecto, siempre ha existido la percepción de que el salario es una forma de esclavitud que no se diferencia demasiado de la esclavitud propiamente dicha. Y sin embargo, ¿sabrÃamos nosotros cómo organizar una sociedad sin saÂlarios? Quizás descubriéramos que esa sociedad es imposible. No es mi punto de vista, pero considero que cualquiera que no esté abierto a esa posibiliÂdad no ha de ser tomado muy serio. En verdad, todavÃa no sabemos lo bastante sobre como administrar las sociedaÂdes. La pregunta de si una estructura social compleja, compuesta por miles de millones de personas, puede funcionar a partir de los principios con los que el anarquismo está compromeÂtido continúa abierta.
Jon Bekken y Mike Long: ¿Y la experiencia de la España de 1936, o del Mondragón contemporáneo? ¿No te parecen ejemplos lo suficienÂteÂmente demostrativos?
Noam Chomsky: Son experiencias que suscitan muchos probleÂmas. Tomemos el ejemplo de Mondragón. Los cooperativistas de Mondragón tienen que encarar problemas muy serios, que vosotros conoceréis mucho mejor que yo: ¿es necesario contratar trabajadores asalariados a fin de hacer competitivas las cooperativas? ¿Hay que trasladar la producción a lugares más rentables desde un punto de vista económico? ¿Cómo superar estos problemas? La autogestión no es una cuestión cerrada. Las empresas administraÂdas o poseÃdas por sus trabajadores están sujetas a una serie de problemas bien conocidos. Estas empresas, ¿aspiran a un cambio en las relaciones de producción de todos los trabajadores, o solamente de sus dueños? Porque si su propósito es modificar las condiciones de sus dueños exclusivamente, entonces lo que tenemos no es más que otra unidad productiva inserta en el sistema capitalista. ¿Cómo afrontar todo esto? Bueno, existen algunas fórmulas, tales como tratar de integrar estructuÂras comunitaÂrias y unidades de producción, y cosas por el estilo. Pero cualquiera que diga, «estoy completamente seguro que esto va a funcionar», no es alguien que pueda ser tomado muy serio.
Existen cosas que se aprenden en la experiencia personal. Todos conocemos personas que en su dÃa dijeron, «está bien, me voy a apoyar tal iniciativa jurÃdica, o a tal gobierno, y voy a usar el poder o la autoridad que poseo para ayudar a la gente». Y de repente, vemos a esos mismos sujetos utilizando esa autoridad y ese poder en cualquier cosa menos para ayudar a la gente. NominalÂmente, todavÃa sostienen su misma ideologÃa, todavÃa andan diciendo a gente como nosotros, «yo sà que ayudo a la gente. Si permaneÂciera en los márgenes como vosotros, no estarÃa en disposición de poder ayudar a nadie». En realidad, todos sabemos a dónde conducen esas actitudes, asà que es preciso estar preparado para ello. Hay algo en la psicologÃa humana que tiende a ello y, de algún modo, es necesario intentar conjurar esos peligros sin dejar de usar las opciones que se tienen a mano.
El Partido de los Trabajadores brasileño ha atravesado una discusión muy interesante sobre este problema. Creo que el PT configura el movimiento popular más efectivo que ahora mismo existe en el mundo. No obstante, el PT, que es una especie de partido socialdemócrata que cubre como un paraguas a toda una serie de elementos radicales, ha llegado a personalizarÂse demasiado, y Lula se ha convertido una especie de lÃder perpetuo del partido. Lula es una trabajador del metal al que le ocurrió estar en el lugar apropiado en el momento preciso. Tuve una larga charla con él la última vez que fui a Brasil, y me habló de su intención de no volver a presentarse a unas eleccioÂnes presidenÂciales, de los riesgos de convertir su partido en una especie de partido personal en lugar de una partido de la gente, etc. Él no quiere que eso le ocurra al partido y ahà está su decisión: no volverá a optar a unas elecciones. Hasta ahà muy bien. Sin embargo, las consecuencias de esa decisión es que el partido podrÃa desmoronarÂse electoralmente, y podrÃa dejar de representar -y proteger- a todos esos grupos radicales que guarda en su interior. ¿Cuál es la decisión correcta? No resulta nada fácil saberlo, son muchos los factores a tener en cuenta.
No existe ninguna teorÃa que te diga en cada momento que opción tomar. Ocurre como en las decisiones que se afrontan cotidianamente en la vida. Cualquiera de nosotros que se encontrara en la misma situación de Lula deberÃa preguntarse cuáles van a ser las consecuencias de sus actos. ¿Es asumible el riesgo de que el partido devenga un partido personaÂlista a fin de evitar que muchos de los logros conseguidos desaparezcan? Estas decisiones nunÂca son fáciles, y a otro nivel todos nos encontraÂmos en tesituras semejantes en numerosas ocasiones de la vida. Uno se las encuenÂtra, por ejemplo, educando a sus hijos. Por ello pienso que no existe ningún ejemplo de interacÂción humana en la cual no haya que enfrentarse a esa clase de decisioÂnes. Quiero decir, es como cuando doy clase o pongo un examen. Continuamente me enfrento al hecho de que pertenezco a esÂtructuÂras de autoridad que no se pueden obviar. Tengo que decidir, pongamos el caso, si un estudiante merece aprobar, o licenciarse, y en todo este proceso hay algo de asimétrico. Puede ser que exista alguna forma diferente de tratar estos problemas, pero usualmente no la vemos. En cualquier caso, las estructuras existentes no ofrecen vÃas distintas, y por tanto, deben siempre ser puestas en entredicho.
Jon Bekken y Mike Long: Tu padre estuvo afiliado a la Industrial Workers of the World, y tú también te sacaste el carnet hace un par de años. ¿Qué impresiones tienes de la IWW actualmente, y que perpspectiÂvas le otorgas a la creación de una One Big Union en los años venideros? ¿Cuál es tu opinión de los sindicalistas revolucionarios que trabajan en el interior de las grandes confederaciones sindicales- por ejemplo, los grupos que trabajan dentro de la AFL-CIO, la TUC o la ACTU, organizando una oposición interna, como una estrategia diferenciada a la de las confederaÂcioÂnes autónomas como la IWW, la CNT, la CGT o la SAC, entre otras?
Noam Chomsky: En efecto, mi padre estuvo afiliado a la IWW; me lo dijo un dÃa, bastante tiempo después de que yo ya lo supiera. Mi padre era un inmigrante procedente del este de Europa, estaba recién desembarÂcado, trabajaba en una fábrica sin saber hablar inglés demasiado bien y vivÃa en unas condiciones muy pobres. Un dÃa se le acercó un tipo que parecÃa estar de parte de los trabajadores, asà que mi padre firmó una ficha y se afilió al sindicato. El sindicato resultó ser la IWW, el cual se estaba organiÂzanÂdo en la fábricas de una forma coherente.
¿Qué es lo que pienso de la IWW? Bueno, me gustan sus planteamientos, pero debe encontrar caminos para llegar a ser una parte sustancial de la conciencia de la gente corriente, trabajaÂdores y demás personas, y eso no resulta fácil. Desde un punto de vista personal, algunas cosas de su estructura me molestan y de hecho me resultan extremadamente difÃciles de manejar. Existe demasiada burocracia para resolver problemas que son técnicos, tales como recordar todos los meses que hay que enviar la cuota personalmente, etc. A mà me resulta imposible acordarme. Me gustarÃa poder obviar muchas de esas formaliÂdades: no me gusta la vida organizativa, ni ir a reunioÂnes, rellenar formularios... todas ese tipo de asuntos, y quiÂzás se gasta demasiada energÃa en ellos. No obstante, desde luego, no son temas importanÂtes, y con seguridad existen fórmulas para arreglarlos.
Creo que el tema de la duplicidad organizativa es una cuestión bastante más difÃcil de resolver. ¿Qué es preferiÂble, trabajar en el interior de una de las grandes confederaÂciones sindicales, como la AFL-CIO, o intentar plantarÂles una alternaÂtiva sindical? El problema, una vez más, puede que resida en la palabra «o». Porque, ¿qué habrÃa de malo en intentar ambas soluciones a la vez? Imaginemos que estamos en la planta de aluminio de RavensÂwood, por volver al caso anterior. Desde el punto de vista de las previsiones organizativas, y también desde una perspectiva ideológica o moral, hubiera sido extremadaÂmente negativo no participar en esa lucha en la que los trabajaÂdores se estaban jugando su supervivencia. Y la única forma de sostener esa lucha consistÃa en participar en una FederaÂción de Sindicatos del Metal que, como sabemos, no parece precisaÂmente la mejor de las herramientas. Pues bien, en esas condiciones se podÃa decir a los trabajaÂdores, «muy bien gente, estamos juntos en el sindicato del metal». Y ello no tendrÃa por qué ser un impedimento para estar organizando simultáneamente grupos de la IWW en su interior, denunciar a la Federación, señalarla como una parte del problema. ÂComo cuando en las huelgas de Illinois de hace una par de años, los militanÂtes que la impulsaron fueron miseraÂbleÂmenÂte despedidos por la empresa en un intento de desarticular el sindicato, y al mismo tiempo fueron abandonaÂdos por las ejecutiÂvas de su sindicato. Es importante comprender esta realidad, mientras se tenga que trabajar con esas ejecutivas. Y la comprensión de este hecho quizás conduzca a cambios en esas ejecutivas, cambios en una dirección más sana.
Bueno, asà es la vida. Uno debe conjugar todas esas cosas al mismo tiempo. No existen demasiadas vÃas alternativas. La cuestión reside en intentar configurar caminos que combinen todas estas posibilidaÂdes. El tÃpico marxista-leninista con su libro de recetas, tan solo tiene que hacer lo que su libro dice, con independencia de las circunstancias. Puede ir a una asamblea y decir tranquilamente, «ataquemos el capital, destroceÂmos el estado» u otras proclamas por el estilo. Muy bien, todo eso está muy bien. Si te gustan los jueguecitos, es perfecto. Pero si uno no está para juegos y lo que se pretende es avanzar en la dirección de los ideales que dice profesar, entonces hay que adaptarse a las situaÂciones. Hay que aprender de los demás, hay que ajustar la acción y los planteamientos a las opciones que se tienen a mano y al grado de conciencia y compromiso de la gente con la se trabaja, a la que no siempre se comprende.
Jon Bekken y Mike Long: Estás resultando ser mucho más pragmátiÂco de lo que nunca habrÃamos supuesto. Primero con lo de «expandir los lÃmites de la jaula», y ahora proponiendo la doble afiliaÂción, o una estrateÂgia dual en relación con los sindicatos.
Noam Chomsky: Pero no pretendo decir que eso sea la fórmula para todo. Tal solo estoy hablando de algo que podrÃa resultar razonable en determinadas ocasiones. En el caso que estábamos hablando, creo que podrÃa ser razonable, aunque no lo fuese en otros.
Jon Bekken y Mike Long: Ya nos está pareciendo oÃr a los socialisÂtas autoritarios gritar «pero si eso es justamente lo que nosotros estamos proponiendo». Algunas cosas, desde luego, son claramente diferentes, pero toda la última parte de tu exposición podrÃan ratificarla con seguridad. Mira esos grupos como la Militant Tendency en Gran Bretaña. Esa es exactamente su posición. Y también es la posición aquÃ, lo que no deja de ser divertido, de la WSA, a pesar de que está federada a la AIT.
Noam Chomsky: Pero recordad que existe una diferencia. La oposición interna en las grandes confederaciones sindicales puede ser impulsada por el clásico partido de vanguardia que trata de obtener el control de la clase trabajadora desde su comité central en la confianza de que, de algún modo, ellos harán cosas maravillosas cuando tomen el poder. Pero también puede significar estar en condicioÂnes de ayudar a personas que están atravesando unas condiciones de trabajo infernaÂles. Y con esa clase de trabajo poÂdrÃa estarse de acuerdo. La diferencia con los «autoritarios» está muy clara, se evidencia muy rápidamenÂte cuando se baja a la práctica.
Me gustarÃa añadir algo sobre las relaciones -o la oposiÂción- entre la acción social y la organización sindical. Una vez más, tampoco veo alternaÂtivas: ambas son necesarias, y a no ser que se integren, ninguna de las dos logrará funcionar.
No soy un oráculo. Si hay algo de verdad en todo esto que estoy diciendo, no será más que sentido común. Cualquier idea que no provenga del sentido común, probablemente no sea correcta. Nadie, y yo menos que nadie, posee una visión profunda acerca de como deberÃamos arreglárnosÂlas con los problemas serios de la vida, que la mayorÃa de la veces son problemas de orden táctico. Y es curioso, porque mucha gente tiende a decir que las tácticas no son importanÂtes, cuando a mi juicio de ellas se derivan consecuencias humanas de envergadura, e implican tomas de decisiones muy difÃciles. En el caso de la desobeÂdiencia civil, de actividades de resistenÂcia como, por ejemplo, las campañas que persiguen la destrucÂción de las cabezas nucleares de los misiles. ¿Cómo saber si esta táctiÂca es correcta? Alguna gente quizás encuentre su respuesta en Dios, pero yo no estoy interesado en eso. Si en vez de Dios, lo que se tiene en mente es el bienestar de la vida, entonces responder a esa cuestión será complicado. En ocasiones, esa táctica puede estar completaÂmente equivocada, y tener por consecuencia una alienación mayor de la gente, el fortalecimiento del apoyo al militarismo o la autoridad y la marginaliÂzación la protesta. Todos esos efectos pueden producirÂse. Y es necesario preguntarse si esos van a ser los resultados de nuestra acción o si, por el contrario, se conseguirá que la gente piense acerca de temas sobre los que no habÃa reparado, y se decida a dar algún paso por su cuenta que quizás antes nunca hubiera dado. ¿Cuáles de esas consecuencias van a producirse? Las acciones en sà mismas no son buenas ni malas. Si se adopta una posición realmente seria, uno debe prepararlas desde una perspectiva organizativa y educativa tal, que permita a la gente comprender lo que haces de un modo constructiÂvo. De otro modo, no sólo serÃa una pérdida de tiempo: también podrÃa resultar perjudicial.
Jon Bekken y Mike Long: Un pequeño inciso. Antes has aludido a la rapidez con la que se evidenciarÃan las diferencias entre las sensibiÂlidades autoritarias y las de aquellos que trabajan con las gente en sus luchas inmediatas mientras se abren a una visión más amplia. Pero, ¿cómo se manifiestan realmente esas diferenÂcias?
Noam Chomsky: Se manifiestan de modos muy diversos. ¿Qué actitud habrÃa que adoptar en relación, por ejemplo, a las condiciones de trabajo en las fábricas de Guatemala? No se trata de una cuestión trivial. En principio, es de desear que en Guatemala existan unas condiciones de trabajo dignas pero, por otro lado, uno no quiere que las trabajadoras guatemalÂtecas sean despedidas y condenadas a morir de hambre porque las fábricas en donde trabajaban se han trasladado a otro sitio. Todo esto se relaciona con la posibilidad de alcanzar una solidaridad internacional efectiva y una de las razones por la que nunca escribo sobre estas cuestiones es porque no existen fórmulas. Cada situación es diferente y ha de ser analizada en sus propios términos -con las mismas ideas-guÃa, tal vez, pero abriéndolas a conclusiones inesperadas, dependiendo de las circunstancias.
Otro ejemplo. Algunos economistas argumentan que una mejorÃa de las condiciones laborales inscritas en un marco competitivo implica el perjuicio de mucha gente pobre que no va a tener la posibiliÂdad de acceder a un puesto de trabajo. Bueno, desde luego esas ideas están equivocadas en muchos puntos, pero existen circunstanÂcias en las que podrÃan ser ciertas. Si no existe una solidaridad internacioÂnal suficiente para impedir que las industrias se trasladen de una zona a otra, cruzando las fronteras hacia lugares en donde las exigencias laborales son más bajas, entonces, desde luego se está perjudiÂcando a aquellas gentes cuando se les insiste en mejorar sus condiciones laboraÂles. No hay manera de estar seguros; no existe una respuesta general para todos los casos. Podemos saber hacia donde queremos apuntar, pero los senderos que nos conducen hasta allà son plurales, y a veces hay que tomarlos todos. Incluso puede haber ocasiones en las que trabajar en un sindicato corrupto, o incluso criminal puede ser mejor que cualquier otra alternativa.
Jon Bekken y Mike Long: Tras la publicación del libro de Murray Bookchin Social Anarchism or Lifestyle Anarchism, se ha vuelto a acusar a amplios sectores del movimiento anarquista norteÂamericaÂno de “vivenvialismoâ€? [10] ¿Piensas que este asunto del «vivencialisÂmo» o «acratismo» ha vuelto a la superficie de una forma artificial, falsa? Y más en general, ¿cuál es tu punto de vista sobre esas estrategias que pretenden que el sindicato se concentre exclusivamente en cuestiones laborales abandonando en la práctica todos aquellos temas sociales relacionados con lo «comunitario»? Y a la inversa, ¿qué perspectivas adivinas para esos otros planteamientos que, abundando en las tesis sobre el «municipaÂlismo libertario» de Bookchin [11] minimizan la imporÂtanÂcia del sindicalismo o incluso, exagerando un poco, lo consideran un resto irrelevante del pasado en esta nueva «sociedad postinÂdusÂtrial»? ¿Ves factible una estrategia cuyo punto de partida sea, parcial o exclusivamente, «comunitarista» o social?
Noam Chomsky: Bueno, en relación a los «estilos de vida» o al «vivencialismo», creo que deberÃamosintentar crear un mundo en el que la gente poseyera el máximo de libertad posible para organizar su vida a su manera, sin que por ello fuera ridiculizaÂda, oprimida o eliminada. Ahora bien, por supuesto que deben existir unos lÃmites. Si el estilo de vida de alguien consiste, por ejemplo, en golpear al vecino cada vez que pasa a su lado..., bueno, seguramente la comunidad no va a aceptar eso. Sin embargo, para poder reprimir la forma de ser de nadie, deberÃa existir una evidencia realmente grande en su contra.
Jon Bekken y Mike Long: En relación con «vivencialismo», en un debate sobre la necesidad de superar al capitalismo, se podÃa oir no hace mucho a alguien afirmar que trabajar para un capitalista suponÃa, en realidad, reforzar al propio capitalismo y que, en consecuencia, serÃa más coherente vivir en casas ocupadas o comer de lo que se pillara por la calle.
Noam Chomsky: Bueno, si ese era su deseo... Pero la mayorÃa de la gente pretende para su vida un horizonte más amplio. La gente quiere poseer cosas, quiere que sus hijos posean cosas, tengan acceso a una educación, o vayan al bosque a pasear, o lo que sea. Si se quieren todas esas cosas, no queda más remedio que aceptar determinados aspectos de esta sociedad. Algunas personas en particular, o partiÂcularmente privilegiadas, quizás puedan jugar a esos juegos, pero la práctica totalidad de la gente no puede. Si ese es el estilo de vida de alguien, vale, pero que no pretenda legislar sobre la vida de los demás. Uno debe tener el derecho de escoger su propio estilo de vida incluso si eso significa el compromiso de tener que trabajar para un jefe. Si eso te permite ampliar los lÃmites de tu jaula particular, entonces es probable que hayas realizado la opción correcta. Yo no tengo ningún derecho a decirte que no lo hagas.
Asà que si por «vivencialismo» entendemos la tendencia a poder legislar sobre el estilo de vida de los demás, entonces no estoy de acuerdo. Por el contrario, si de lo que estamos hablando es de la posibilidad de poder decir «mira, tengo derecho a seguir mi propio estilo de vida y, a no ser que te esté dañando realmente de alguna forma, tú no tienes derecho alguno a decirme que no lo haga», entonces lo apoyo completamente. La verdad es que no veo que más se puede decir sobre este asunto.
En relación con la oposición entre sindicalismo y comunitarisÂmo, no creo que sea una oposición real. Las personas trabajamos siempre las unas junto a las otras. Bien sea en una fábrica o en cualquier otro sitio, lo que nos traemos entre manos es siempre de una actividad compartida, comunitaria. Sin esa cualidad serÃa imposible poner nada en marcha. Tomemos el ejemplo de este departamento universiÂtario. A pesar de ser un grupo pequeño, aquà todos trabajamos juntos y, por tanto, no puede decirse que los resultados de nuestro trabajo sean atribuibles a un solo individuo. Ocurre como cuando hablo con alguno de mis estudianÂtes: estoy aprendiendo de él en la misma medida en que, espero, él esté aprendienÂdo de mÃ. Ambos intercambiamos nuestras ideas, trabajaÂmos juntos y nos abrimos al trabajo de los demás. Pues bien, lo mismo ocurre con cualquier grupo social cuya función sea la de producir algo. No se trata simplemente de estar comunicados sino de algo más. Toda la sociedad funciona asÃ. Y si no fuera asÃ, por cierto, la población menguarÃa enormemente. PersonalmenÂte, odiarÃa imaginar un mundo en el cual cada uno permaneciera aislado, sentado frente a su ordenador mientras manda su trabajo a cualquier otra persona. Eso serÃa realmente un infierno. Pero ese mundo no va a existir, no existe y somos afortunados de que asà sea.
En la medida en que las personas desarrollamos gran parte del aspecto creativo de nuestras vidas de una forma compartida, en grupo, surge la pregunta de cómo esos grupos deben organiÂzarse. Y en el mundo real esos grupos pueden ser extremadamente amplios, pueden incluir a gran cantidad de sub-grupos en su interior. Todo ello nos re-envÃa a la cuestión del federalismo. Y llegados a este punto, aparece el problema de cómo todos estos grupos están relacionados entre sÃ, interactúan los unos con los otros. Uno no es solamente un trabajador; también pertenece a una comunidad. Y ésta debe organizarse. Asà que, ¿qué vamos a hacer con las escuelas, las carreteras, las distintas infraestructuras? Cada una de estas preguntas merece una respuesta por separado, demanda un tipo de organización diferenciado, pero la gente participamos de todas ellas. En cualquier caso, para sobrevivir, necesitamos de ambas esferas, la comunitaria y la laboral, no se trata de elegir entre la una o la otra.
Jon Bekken y Mike Long: Posees un largo y admirable record de apoyos a numerosas luchas de «liberación nacional» a lo largo del mundo. ¿Qué le dirÃas a los anarquistas que quisieran ayudar a remediar las masivas violaciones de los derechos humanos u otras formas de injusticia social perpetradas con el benepláciÂto occidental en paÃses como Vietnam, Camboya, Palestina, Sudáfrica, Nicaragua, El Salvador, Guatemala. Filipinas, Indonesia o Timor Oriental -por ceñirnos a una lista trágicamente incompleta-, pero que desconfÃan de movimientos de «liberación nacional» en la medida en que la ideologÃa predominante de esos movimientos suele ser un nacionalismo autoritario implacable, acompañado con frecuencia de alguna suerte de marxismo-leninismo? Esos movimienÂtos desean tomar bajo su control el aparato del estado, no modificarlo y, con frecuencia, una vez en el poder, suelen ser tan corruptos y brutales como los regÃmenes a los que derrocaron.
Noam Chomsky: Eso es absolutamente cierto, y nunca sentà que estuviera apoyando a ningún movimiento de liberación nacional. Quiero decir, yo no he apoyado a los Sandinistas, a la OLP o a los lÃderes vietnamitas como tales grupos, y ellos lo sabÃan.
Recuerdo mi visita a Indochina a finales de los sesenta. Pasé por la entrevista de rigor con el primer ministro Pham Van Dong, y cuando llegué allÃ, él estaba sentado ostentosamente con una traducción francesa de mi libro American Power and the New Mandarins sobre su escritorio. Asà que, para empezar la conversaÂción, que era en francés, le pregunté qué opinaba sobre el libro: su respuesta fue trop anarchiste, demasiado anarquista. Los dos sabÃamos perfectamente dónde estábamos cada uno, que no comparÂtÃamos la misma longitud de onda. Si yo pretendÃa intentar frenar la guerra que los Estado Unidos estaban perpetrando contra el pueblo de Vietnam, eso estaba bien, pero él sabÃa perfectamente que yo no iba a apoyar todo lo que estuviera haciendo. Asà que no tenÃamos nada que decirnos desde un punto de vista ideológico; yo no iba a apoyar a su gobierno por más que apoyara el derecho de su pueblo a liberarse de la dominación extranjera y, en este caso además, de una masacre.
Y lo mismo ocurrió en los demás casos. En relación a la cuestión palestina, recuerdo que la primera vez que abrà la boca para decir algo, fue para criticar a la OLP; pero fue una crÃtica interna, desde dentro. La visión de los palestinos de toda una serie de cuestiones puede ser diferente a la mÃa, y probablemente más amplia, asà que de lo que se trata no es solamente de apoyar su derecho a liberarse de la represión o la tortura, sino también de apoyar su derecho para tomar un conjunto de decisiones que, desde nuestro punto de vista particular, pueden ser erróneas. Yo no soy ominisciente, ni ningún dictador, ni alguien que nunca se equivoca. Puedo tratar de explicarles mi punto de vista, pero a sabiendas que yo puedo ser el equivocado. En cualquier caso, ha de prevalecer su derecho a tomar las decisiones que estimen oportunas, y a no ser frenados desde fuera a través de la violencia o la fuerza. Eso es lo que significa para mà apoyar a un movimiento de liberación nacional.
El caso de Nicaragua era similar. Recuerdo que cuando viajaba a Nicaragua en la década de los ochenta era continuamente llamado a capÃtulo por la dirección sandinista para que les explicara por qué era tan crÃtico con ellos; estaban muy confusos, no lo entendÃan. Hablábamos sobre ello, y yo les exÂplicaba que creÃa que estaban cometiendo una serie de errores bastante importante que iban a pagar si no rectificaban. Les dije que, de seguir asÃ, perderÃan en unas elecciones libres. Esa era mi opinión, pero todo ello no era contradictorio con oponerse a la campaña de terror con la que los Estados Unidos estaban agrediendo a Nicaragua.
Todo esto se parece un poco a la cuestión de en dónde se encuadra uno organizativamente. Me refiero que yo no me afiliaÂrÃa, pongamos el caso a un sindicato del metal por la sencilla razón de que ese no es mi trabajo. Otra cosa distinta es que esté encantado de apoyar a los trabajadores del metal si me piden ayuda. Me encantará hacerlo y, de hecho, pienso que ése es el tipo de contribución que mejor puedo les ofrecer desde donde estoy. Pero, desde luego, lo que no voy a hacer es ponerme a organizar el sindicato. Pues lo mismo pasa con los movimientos de liberación nacional. Está claro que no voy a tirarme al monte para unirme a ninguna guerrilla -si lo hiciese, por lo demás, resultarÃa más un estorbo que una ayuda. Pero lo que sà puedo hacer es actuar en donde vivo, un lugar -de hecho- de enorme y obsceno privilegio que no deberÃa existir, pero que me abre el acceso a una gran cantidad de recursos y oportunidades. Desde aquà estoy en condiciones de prestarles alguna ayuda. Pero eso no significa que esté apoyando a esos movimientos de liberación en tanto tales movimiento; lo que reivindico y defiendo es su derecho a actuar de la forma que estimen oportuna, además de abrirme a la posibilidad de poder mostrarles mi desacuerdo si fuera el caso. En consecuencia, estoy de acuerdo con aquellos anarquistas que piensan que no deberÃan apoyar a tales movimienÂtos de liberación; nunca deberÃamos apoyarlos. Lo que deberÃamos defender es el derecho de la gente a unÃrseles si ese es el camino que consideran correcto, y a que nadie desde fuera venga a bloquearles ese derecho. Esto es importante porque nosotros, en cuanto norteamericanos, podemos jugar un papel relevante en esa lucha. Podemos influir en la polÃtica exterior norteamericaÂna. Habrá gente que elija no hacerlo, pero en ese caso, habremos de reconocer que se trata de una elección. Podemos escoger no ayudar a la gente desde esta posición de privilegio nuestra, pero no olvidar que eso ya es una opción, y no precisamente una de las mejores.
Jon Bekken y Mike Long: En unos meses cumplirás los setenta años. ¿Qué vas a a hacer a partir de ahora? ¿Piensas en jubilarte pronto del MIT (Instituto Tecnológico de Massachussets) para dedicarte de lleno a tu actividad polÃtica, a tus viajes, etc.?
Noam Chomsky: Tengo muchos proyectos, pero ninguno es todavÃa deÂfinitivo. Me jubilaré muy pronto, supongo, aunque todavÃa depende de muchas cosas. En cuanto a los viajes, resulta prácticamente imposible que viaje más de lo que ya lo hago. No lo sé, no se en que voy a emplear estos últimos años de mi vida, nunca lo he sabido. No es que trate de evitar responderos; lo que pasa es que sencillamente aún no lo sé.
(Traducción de Antonio Morales Toro)
(1), (2) ... las notas podeis encontrarlas en el enlace |
Mira també:
http://www.fundacionssegui.org/pages/dorcatalo.htm |
 This work is in the public domain |
Comentaris
Re: entrevista a Chomsky
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per No |
05 gen 2006
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Chomsky es un genio de la linguística, pero pone su genio al servicio del poder y de su perversión del lenguaje y los conceptos revolucionarios.
Dice Chomsky que de la tradición anarquista le atrajo la "denuncia de toda autoridad ilegítima", el añadido de "ilegítima" delata el sentido real. El anarquismo no plantea la distinción entre autoridad legítima o ilegítima, por cuanto no hay diferencia entre una u otra: sino la necesidad de relaciones horizontales NO AUTORITARIAS, es decir, la supresión del principio de autoridad. La legitimidad o ilegitimidad de una "autoridad" sólo es un añadido que depende de qué poder sea el que decido qué es legítimo y qué ilegítimo.
Los conceptos de legitimidad o ilegitimidad que emplea Chomsky son meros subterfugios para revestir el autoritarismo de legalismo.
Chomsky no es ningún revolucionario, sino un gran y genial lacayo del capital. |
Re: entrevista a Chomsky
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per SÃ |
05 gen 2006
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He aquí un perfecto ejemplo entre una persona inteligente, dispuesta a contradicir siempre incluso "su verdad" -Noam Chomsky-, y los seguidores del Libro Sagrado, los Bush, Ratzinger, Ben Laden, Ariel Sharon, Pol Pot, Aznares, Fidel Castro, el Dalai Lama... y, como no, el Gran Anarquista y Revolucionario dr. No. Porque, amigo, ¿cómo si no es usando mi autoridad le hago entender a mi hijo de dos años que no se tire de un quinto piso porqué se matará? Pues según tu Verdad Absolta no debería decirle nada, so pena de convertirme en lacayo del capital... |
Re: entrevista a Chomsky
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per No |
05 gen 2006
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No te confundas, el problema de cualquier hijo es tener un progenitor que carece de inteligencia y sensibilidad, y encima verse obligado a tener que tratar toda su infancia con él porque las leyes burguesas confieren la patria potestad a verdaderos cretinos. |
Re: entrevista a Chomsky
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per Malich |
05 gen 2006
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No seria capaz de afirmar si es o no revolucionario, lo que me temo que si a toda construcción verbal se le busca la connotación que no me gusta, o le intento dar la vuelta porque el tipo es un famoso intelectual y por ello no puede ser revolucionario... Pues no sé, se le tendría que preguntar que quiere dcir con "autoridad legítimo"; quizá sea una manera de explicar, aunque se haya equivocado, que esa autoridad legítima sea la voluntad consensuada de la gente.
No todo el mundo entiende las connotaciones de la palabra autoridad dentro del anarquismo; por lo tanto para que otra mucha gente de fuera que se quiera interesar por las propuestas de las que habla chomsky, se tenga que utilizar un lenguaje inteligible para ellos, y no directamente supercoherente que a parte de no entender ni papa te van a decir "pues muy bien ya nos veremos", en vez de interesarse y empezar a hacer algo, repito, aunque sea equivocándose. |
Re: entrevista a Chomsky
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per Si o No, importa poco |
05 gen 2006
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La diferencia es que nosotros nos equivocamos en privado o a lo sumo entre los que leemos Indymedia Barcelona, pero las "equivocaciones" de Chomsky como las llamas las financia el MIT, la Hewlett Packard y sus libros están en todas las librerías del mundo y traducidos a todos los idiomas y en todas las universidades...lo que nosotros escribimos aquí no lo leen más de cien personas. EL capital respalda las publicaciones de Chomsky, sus entrevistas se difunden en toda la prensa burguesa: nada de esto sucede con lo que nosotros opinamos aquí. ¿No te das cuenta de la diferencia? |
Re: entrevista a Chomsky
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per SÃ |
05 gen 2006
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Querid@ No, lo único que intentaba decir es que todos estamos llenos de contradiccíones, y que de las respuestas que buscan una verdad indiscutible hay que huir... o nos harán ser más presos de lo que de por si estamos. Tras leer la entrevista con Chomsky esto es lo que me ha parecido entender en su mensaje, cosa que celebro, pues como ves pienso del mismo modo. La idea de la autoridad legítima la expresaba el mismo Chomsky en otra entrevista sobre pedagogía libertaria y se refería a los supuestos como el que te he mencionado, la relación entre madres y padres y sus hij@s. Otra cosa son los niveles de contradicción. Sin duda las de alguien de la estatura de Chomsky son mucho mayores que las nuestras, pero eso no significa que nosotros no las tengamos. La pureza, afortunadamente, no existe, mal que le pesara a Hitler. Un abrazo a tod@s. |
Re: entrevista a Chomsky
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per No |
05 gen 2006
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La autoridad se legitima a sí misma, luego por más subterfugios con que se la vistan, toda autoridad es contraria a la igualdad y a la libertad. Trasladar el concepto de autoridad a la "soberanía popular" o al "consenso" es patraña sobradamente conocida de las democracias burguesas. Simplemente, se trata de negar la legitimidad de cualquier autoridad: a partir de ahí empezamos a construir. |
Re: entrevista a Chomsky
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per No |
05 gen 2006
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En resumen: Autoridad No. Si a la co-responsabiidad, Sí a la distribución. Sí a la cooperación libre. No a las construcciones legitimistas de la autoridad (siempre represiva). |
Re: entrevista a Chomsky
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per jo. l'absolut |
05 gen 2006
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No m'atreviria a qualificar a la lleugera a Chomsky, però hi da dues coses que tinc molt clares:
- Fa un servei al poder. És més, tots fem un servei al poder. els seus mecanismes són innombrables i sempre troven la manera de pintar les coses segons els interessa. Amb Chomsky han trobat la manera de presentar-se devant la gent com a plurals i tolerants amb la crítica, tal i com fan els diaris, que, de quan en quan, publiquen alguna notícia crítica inclús als seus interessos. Això si, la crítica sempre dintre d'uns límits si no vols automàticament passar d'heroi a diable.
- No és un revolucionari. Si ho fós ell sol tampoc no acconseguiria al revolució. Les revolucions les fem entre tots. Som com aus migratòries: mentre l'entorn no s'ens fa insoportable, per què empendre el viatge esgotador? Ell, com tots els crítics, contribuïm a fer veure a la humanitat que l'entorn no és tan plàcid com el pinten. Empentem cap a la migració. |
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