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Notícies :: globalització neoliberal : corrupció i poder
Invasión publicitaria
27 des 2005
Un centenar de fotografías expuestas en el Col.legi d'Arquitectes denuncia la ocupación del espacio público
EUGENI MADUEÑO - 27/12/2005

Publicidad no deseada en el correo electrónico. Banners traicioneros que invaden el escritorio cuando menos lo esperas. La llamada casi diaria a la hora de comer para incitarte a cambiar de compañía telefónica. Esos coches anuncio que pululan sin control por la ciudad. Los autobuses forrados literalmente de imágenes y marcas. Las pantallas parlantes del metro - y los paneles luminosos de pasillos y andenes-. Mil taxis - el 10% de la flota barcelonesa- con publicidad interior de la que el pasajero no puede zafarse. Los edificios del centro urbano con las fachadas cubiertas de lonas publicitarias, la llamada gigantegrafía.Las banderolas de las farolas. Los plafones luminosos de las aceras. Los pirulís forrados de carteles. La publicidad de las cabinas telefónicas. Los anuncios en las marquesinas de los autobuses. Los de locales y establecimientos comerciales. Los carteles que se enganchan en las puertas de bares, restaurantes y comercios. Los grafitos. Las pegatinas que los cerrajeros adhieren junto a los paños de las puertas. Las vallas publicitarias colocadas en solares, paredes medianeras, fachadas y laterales de las carreteras. Los pilares altísimos con la valla encima que crecen como setas - a pesar de estar prohibidos, a pesar de ser peligrosos porque distraen a los conductores, a pesar de los pesares- junto a las autopistas (los de la AP7 en el tramo de Montmeló pronto formarán un bosque). La publicidad insidiosa, la que no se puede elegir ni eludir - al contrario de lo que ocurre con la que se inserta en los medios de comunicación, que se puede obviar pasando página o cambiando de emisora-, esa publicidad incívica, irrespetuosa..., ha iniciado la invasión total del espacio público de la ciudad y no cesará hasta colonizarlo totalmente. Por fortuna - las penas compartidas son menos-, este temor lo comparten otros barceloneses, algunos de los cuales están pensando cómo organizarse para hacer frente a los invasores. Uno de esos ciudadanos indignados es el arquitecto Josep Crosas, quien el pasado jueves inauguró en el Col · legi d´Arquitectes - puede visitarse hasta el 7 de enero- una exposición fotográfica que ha titulado Las marcas sobre la ciudad; un reportaje sobre la contaminación publicitaria.La muestra se compone de un centenar de fotografías de Barcelona y su entorno metropolitano que, colocadas en forma de collage, conforma una imagen que refleja la ocupación y su agresividad. "Vivimos una ocupación similar a la que vivieron los franceses y noruegos por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, sólo que esta vez los invasores son los publicitarios", es la cita de Naomi Klein que abre un texto en el que Crosas resume el estado de la situación. Los espacios públicos han sido tomados por el ejército publicitario con la aquiescencia y/ o la complicidad del Ayuntamiento, que es el encargado de velar por ellos. La invasión publicitaria de los transportes públicos municipales, la explotación como soporte publicitario del mobiliario urbano y la campaña Barcelona, posa´t guapa que permite hacer anuncios gigantes en las lonas de los andamios de los edificios en rehabilitación representan un negocio sin precedentes. Una enorme fuente de ingresos para la hacienda municipal. Nada que objetar que el negocio lo haga el Ayuntamiento en vez de los particulares como ocurría antes, cuando la publicidad en la calle no estaba regulada. En teoría, así ganamos todos. Pero Crosas y muchos más creen que la comercialización del espacio de todos supera ya todos los límites. Especialmente en el centro de la ciudad, donde el precio del metro cuadrado de una de esas lonas es oro puro. Ocurre algo parecido con los anuncios en el mobiliario urbano: marquesinas, paneles luminosos en las aceras, pirulís...Un negocio por cuya explotación la multinacional francesa JCDecaux abona anualmente al Ayuntamiento 10,6 millones de euros. Una cantidad que este próximo año, en que vence la concesión, se prevé que se doblará, pues ya se conocen ofertas de empresas que están dispuestas a pagar anualmente hasta 20 millones de euros. Eso sí, añadiendo 700 marquesinas (ya hay 1.100) y 250 paneles publicitarios más (ahora hay 660) a nuestras ya limitadas y sobreocupadas aceras, en las que entre motos, quioscos, cabinas, terrazas, macetas, bicicletas..., cada vez queda menos espacio para los peatones. Y lo mismo podría decirse de la presión incontrolada de la publicidad en la periferia, donde las vallas y pilares con anuncios suplantan los campos de cultivo, inundan los intersticios de las carreteras, forman un horroroso tubo o pasillo antes de llegar al aeropuerto, ocupan peligrosamente los andenes... Habrá que organizarse como ya lo han hecho los franceses y canadienses para defenderse de la invasión, descodificando los mensajes o tachando las marcas, sugiere Crosas. Acciones testimoniales de los replicantes en la ciudad de Blade runner,que es la que imagino en el futuro - pronto llegarán a Barcelona las grandes pantallas lumínicas como las de Times Square- una vez la invasión sea total. "Y con la nueva normativa - Josep Crosas da una vuelta de tuerca a su desaliento-, si te pillan tachando un anuncio no sólo quedas como un incívico, sino que además te multan".

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