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Notícies :: immigració : amèrica llatina |
Parias Globales: de Buenos Aires a Paris
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per COLECTIVO NUEVO PROYECTO HISTORICO Correu-e: correo ARROBA colectivonph.com.ar (no verificat!) |
06 des 2005
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Si un antagonismo dominante recorre hoy los trasmundos del capitalismo posfordista (en Argentina y Francia) no se trata ni de exclusivamente los trabajadores negados (desocupados), ni tan siquiera los precarios e informales, mucho menos la clase fordista (la nueva aristocracia obrera) ni tampoco con la simplificación de los medios (que simplemente “copy & pasteâ€? el discurso oficial de la derecha polÃtica francesa como si fuera una descripción cientÃfica de la realidad) que opone a los inmigrantes de segunda y tercera generación con los franceses nativos (montando la grilla del ghetto negro del West Side sobre las banlieues al estilo “Gangs o New Yorkâ€?), sino un nuevo clivaje discriminatorio que divide a todos los jóvenes juntos, nativos y extranjeros pero pobres que sólo pueden vender su fuerza de trabajo, de todas las demás categorÃas de clases sociales. |
Parias Globales: de Haedo al Banlieue
PROKLA 8
PROblema de la Lucha de KLAses
Diciembre, 2005
“¿Que te pensabas? ¡Esto es Bagdad!�
(Diálogo en el film “Banlieue 13�, 2004)
"¡PolicÃa por todas partes, justicia por ningún lado!"
MIB (Mouvement des Inmigrants et des Banlieues)
“Si no te ocupas de la polÃtica, la polÃtica se ocupa de tiâ€?
Rockin’ Squat. MC de Assassin
"El dinero es nada, el respeto es todo.
Mejor morir que vivir de rodillas"
(Skyblog del Banlieue 93, capital del rap francés)
“Es parecido a lo que sucedÃa en el XIX
cuando el partido liberal y el conservador
dirimÃan frivolidades en el Parlamento
mientras el curso de la historia
se decidÃa en sindicatos y fábricasâ€?
(A. Touraine, sociólogo, 2005)
“¡Esta noche será Bagdad!�
(Joven “banlieusard� a un reportero, 2005)
Erase una vez una pelÃcula: En francés, “Banlieueâ€? es un término neutro que se utiliza para designar cualquier suburbio de cualquier ciudad. Es sinónimo de extrarradio, periferia, arrabal, suburbio o “afuerasâ€?. La palabra se compone de “Banâ€?, el bando que emitÃa el burgomaestre, y “lieueâ€?, que es legua, es decir: en el inicio de la burguesÃa significaba una legua alrededor de la ciudad en la que era efectivo el bando del ayuntamiento. A los trenes suburbanos o de cercanÃas se los llama “Train de banlieueâ€?. A las “banlieuesâ€? tradicionales, llamados “cinturones rojosâ€? por su composición social y polÃtica homogénea, las de la posguerra con un PCF hegemónico (los treinta gloriosos en la mitologÃa polÃtica de la Vº República), les dedicó un álbum de fotos exquisito Robert Doisneau y un poema-canción el inclasificable Boris Vian. Este antiguamente llamado “cinturón rojoâ€?, era el bastión inexpugnable del Partido Comunista, municipios modélicos de viviendas públicas (gobernados por la izquierda participativa) que constituÃan las ciudades obreras arraigadas en el fordismo gracias al empleo industrial masculino, fuerte cultura obrerista, conciencia de clase corporativa y sindical y la incorporación ciudadana a través de una densa red burocrática de organizaciones semiestatales que generaba una identidad inclusiva entre trabajo-hogar-voto reformista. Su crisis y descomposición, impensable hace tan solo 20 años, fue rápida e inesperada. Sin embargo, a partir de los años ’80 ha ido adquiriendo nuevas connotaciones sociales y polÃticas. El posfordismo las ha transformado en “áreas urbanas sensiblesâ€? (ZUS), sensibles a la revuelta y al “emeutéâ€?, sensible a la exclusión permanente y a la precariedad, sensibles a la segmentación y a la “palestinizaciónâ€?, sensibles a la “tolerancia ceroâ€? del capital. Se las llama con ironÃa “Harlemâ€?, “Bronxâ€? o “Chicagoâ€?, como aquÃ. Cuando se habla de banlieue es bastante probable que se esté haciendo referencia a la realidad cotidiana de los habitantes pobres –en su mayorÃa descendiente o inmigrantes, pero también galos puros– de los extrarradios de las grandes ciudades francesas (sobre todo del norte de ParÃs, Marsella y Lyon). La construcción en los años 60 de las grandes torres de pisos que conforman el paisaje de estos barrios, las “Citésâ€?, (similares a Lugano I y II en Buenos Aires) fue vista como sÃmbolo de un capitalismo “welfareâ€? decoroso, republicano e integrador, que habÃa pactado con la clase obrera para dotar a los trabajadores metropolitanos de unas condiciones de vida dignas. La irrupción del paro masivo en los años 70, el inicio del postfordismo, golpeó especialmente a los inmigrantes que habÃan llegado a Francia para satisfacer la demanda de trabajadores “no cualificadosâ€? y que, años después, se habÃan convertido en el nuevo proletariado perdedor del modelo. El ocaso de la figura del trabajador inmigrante se inicia a partir de la desaceleración y luego la interrupción de la inmigración laboral de 1973 y 1974. Hasta entonces, la inmigración laboral poscolonial habÃa provisto a la patronal de una mano de obra barata, manejable y sumisa para los trabajos menos preciados de una economÃa con pleno empleo (como casi en toda Europa). Puede hablarse de una alteridad providencial posterior a las representaciones de la guerra colonial, donde el inmigrante-tipo oscilaba entre el indÃgena y el fellagha, es decir, una alteridad de guerra, y anterior a la que hoy nos ocupa. La economÃa de desempleo masivo y la decadencia del Estado social (posfordismo) desestabilizaron las referencias simbólicas, la mirada sobre el Otro, la percepción de la amenaza, y obligaron a los discursos dominantes a reformularse para no resultar totalmente desacreditados. Y el Otro empezó a superponerse a las banlieues… Barriadas muy degradadas, en las que unos cinco millones de habitantes (la mayorÃa no va a votar) -de los 61 que tiene Francia- sobreviven en edificios de más de 9 plantas, calificados de ejemplo letal de barraquismo vertical. El nuevo gobierno de la excedencia se vio reflejado en la expansión sin control de los “quartiers-ghettosâ€? en una sola generación: en 1984 eran 148, ahora son 751 las zonas urbanas calientes en toda Francia, y en Paris, la llamada sarcásticamente “Petite Couronneâ€?, cuenta con nada menos que 78 ZUS (Val-de-Marne, Paris, Seine-Saint-Denis y Hauts-de-Seine). ¡Hasta los territorios de ultramar tienen sus propias y peligrosas ZUS! Los indicadores son propios del Tercer Mundo: desempleo del 21% (40% si son jóvenes entre 18 y 30 años, en Argentina es del 26%, aunque un 53% de los jóvenes no participa del mercado de trabajo);la renta anual familiar no llega a los 19000 euros (en Francia es de 30000 euros). La realidad de las “citésâ€? se reflejó en un film de culto del año 1995, “La Haineâ€? (El Odio) de Mathieu Kassovitz, que relataba un dÃa trágico en la vida de tres jóvenes “banlieusardsâ€? (un africano, un argelino y un judÃo) y su existencia sin sentido, encerrados en el espacio muerto de la urbanización, permanentemente vigilados, sin futuro y sin otra esperanza que matar a un policÃa. En el film ya se observaba la tendencia posfordista en las ciudades globales: pronunciado ascenso de la desigualdad urbana y la cristalización de nuevas formas de pobreza capitalista y marginalidad socioeconómica, que se alimentaba de procesos de segregación espacial. En la situación francesa además irrumpÃa, también en la pelÃcula, la diseminación postcolonial y tensión etnorracial o xenófobas como consecuencia del aumento simultáneo de la segmentación entre el trabajador nativo y el inmigrante, la desocupación persistente, la precariedad laboral y el asentamiento de poblaciones inmigrantes de trabajadores con residencia temporaria. Por supuesto, el pasaje global al posfordismo exhibe notorios factores comunes y recurrentes (ya que es una fórmula exitosa de aumento de ganancias para el capital) que superan las fronteras nacionales: desempleo de larga data, actividad ocupacional precaria o falsamente autónoma, flexibilidad, trabajo en negro o infantil, recortes del salario indirecto, achicamiento de las redes sociales, acumulación de privaciones en barrios obreros, desaparición de las agencias del estado o desmantelamiento de la infraestructura de asistencia pública, etc. Todas estas tendencias pueden observarse en el Gran Buenos Aires. El cocktail explosivo del posfordismo es una fórmula que puede sintetizarse asÃ: desempleo estructural, discriminación étnica social, decadencia barrial. Por supuesto: más de un trabajador pobre argentino desearÃa vivir como “banlieusardâ€? sin dudarlo: en Francia sólo hay dos millones de pobres contra el 47% de la población argentina.
El posfordismo: una lógica institucional de segregación y excedencia: el control de la multitud excedente se da en varias vÃas: una, la más sofisticada, es la segmentación creciente del mercado laboral, la creciente brecha salarial y de derechos sociales entre un núcleo privilegiado de trabajadores formales, luego entre los del sector privado y el público, entre estos y los trabajadores informales, y finalmente entre estos en conjunto con los precarios y semiocupados, y luego entre estos y los trabajadores negados o excluidos por el capital (los mal llamados desempleados). Tal es la laboriosa división interna del movimiento obrero, una complejidad polÃtica, un jeroglÃfico para la recomposición. Pero a esto se le suma una degradación territorial: según la escala de exclusión aparecen “vaciaderosâ€? masivos para pobres, para trabajadores pobres, “underclassâ€?, hogares de trabajadores con movilidad descendiente o en decadencia, grupos juveniles marginales, desposeÃdos simbólicamente de todo, verdaderos parias sociales, “outcastsâ€? posmodernos, iguales o muy parecidos a los que viajan todos los dÃas en los trenes suburbanos. Es la nueva pobreza urbana que recluye a los pobres (y ya pobre no significa carecer de empleo) en espacios restringidos, segregados, verdaderos “barrios de exilioâ€?, nuevas “franja de Gazaâ€? del capital, en las que se ven condenadas las poblaciones superfluas y condenadas a la inutilidad social por la reorganización posfordista del proceso de trabajo y la nueva forma “Capital-parlamentariaâ€? del estado. Es justamente este estigmatización en su vida cotidiana lo que contribuye a explicar y entender la lógica de acción colectiva, la estrategia de enfrentamiento y escape, con que la multitud responde a esta guerra civil encubierta, a un colonialismo interno de baja intensidad, ya sea en la estación de Haedo como en el barrio de Clichy-sous-Bois. Y es que el sujeto posfordista internacional sufre la misma condena del capital globalizado. El posfordismo este nuevo régimen de pobreza y exclusión, produce los mismos efectos: para una persona de bajos ingresos vivir en los “banlieuesâ€? o en los suburbios populares del Gran Buenos Aires, es estar confinado a un espacio degradado que se vive como trampa o un encarcelamiento abierto, o incluso una reserva o parking de lo excluido por el poder dominante. Porque más allá de las causas que producen y reproducen desigualdad y pobreza el nuevo complejo de producción y la estructura social de acumulación que se ha consolidado desde los años ’90 ha emergido un gobierno de la excedencia que debe controlar la creciente inseguridad económica general y las nuevas formas de pobreza centradas en el empleo y en el trabajo negado (desempleo). Los procesos posfordistas, que impactan en Haedo y Paris, pueden ser vistos como tres procesos, excluyendo la desocupación permanente: 1) creciente desigualdad en las capacidades de producción de ganancias de diferentes sectores económicos y en las capacidades de obtención de ingresos de los distintos tipos de trabajadores (los ganadores de la devaluación en 2001 y sus superganancias); 2) las tendencias a la polarización incorporadas en la organización de las industrias de servicios (la creadora de mano de obra bajo Kirchner y que tiene un salario un 40% debajo del promedio general; el sector servicios genera el 68% del empleo asalariado privado formal, construcción explica un 5% del empleo registrado, actividades primarias un 7% y apenas un 18% es industrial; es más: la tendencia muestra que en los últimos 10 años, el empleo asalariado privado registrado en servicios crece al 5% por año mientras que el empleo industrial crece a menos del 1%!) y en la precarización de la relación salarial del empleo (segmentación del mercado laboral, “outsourcingâ€?, subcontratas y trabajo en negro: el 72% de los nuevos puestos se originó en sectores cuya remuneración bruta ponderada promedio es 20% inferior a la media del segmento formal); 3) producción de una marginalidad urbana nueva, particularmente como resultado de nuevos procesos estructurales de crecimiento económico más que de aquellos motivos clásicos que producÃan marginalidad en el fordismo (se cae la vieja imagen del “pauperâ€? y el pobre del populismo). En todas las urbes capitalistas son estos tres procesos los que operan con la cobertura y legitimidad del poder polÃtico. El posfordismo está produciendo un nuevo tipo de economÃa urbana, por lo que el desarrollo de las ciudades no puede ser entendido aislado del pasaje al posfordismo, asà como tampoco las rebeliones, los “riotsâ€?, las revueltas y la guerrilla urbana espontánea de los parias globales. La pregunta es: ¿existe una violencia colectiva posfordista?
Violencia posfordista, revuelta y desorganización social: ¿Cuál es el origen de estas explosiones, estas seminsurrecciones espontáneas, estas revueltas de odio contra lo establecido, este furor contra los sÃmbolos del poder? El “Capital-Parlamentarismoâ€? mantiene como ideologÃa la idea republicana de representación democrática, la igualdad formal y la ciudadanÃa, por lo que la idea misma de relegación a un espacio separado de inferioridad e inmovilidad social institucionalizada por el estado (no lo olvidemos) representa una violación moral flagrante de la “Gemeinschaftâ€? burguesa, una ideologÃa en la cual creen y abrazan tanto los jóvenes de las “citésâ€? como los pasajeros proletarios de Haedo. Existe en los académicos y en la cultura de izquierda en general la idea de que las formas de protesta violentas y espontáneas son una desviación temporal e ineficaz de la lÃnea principal de cambio social, sin percibir que las explosiones de violencia urbana tienen relación, como en el pasado del capitalismo, con grandes estructuraciones sociales, pasajes internos de un régimen a otro (basta aquà señalar la inmigración del campo a la ciudad, la desaparición del artesanado, etc.). Es decir: la violencia colectiva aparece siempre y cuando nuevos grupos o clases sociales conquistan una posición en la comunidad polÃtica y viejos grupos o clases la pierden: es decir con lucha por el control de posiciones existentes en la estructura del poder. La forma histórica de la violencia colectiva ha cambiado acompañando las metamorfosis del capital, pudiendo clasificarlas en tres formas básicas: la violencia primitiva, la violencia reaccionaria y la violencia fordista. La forma primitiva prevalece cuando los estados centralizados comenzaron a introducir a los individuos en la vida polÃtica estatal, sobre una escala más amplia que la local, alrededor del 1600, aunque declino lentamente sólo se manifiesta raramente y en los márgenes de la vida polÃtica burguesa, Sus caracterÃsticas son su dimensión reducida, la implicancia local, la participación de miembros de comunidades, objetivos no explÃcitos y no-polÃticos. Algunas de sus formas son la “faireâ€? (venganza colectiva medieval), grescas, trifulcas armadas entre miembros de corporaciones o de rivales, combates de grupos religiosos, incluso ciertas formas de bandidismo social. La caracterÃstica de esta violencia es la movilización de grupos sociales comunitarios con base localista, en cuanto tales, que normalmente se oponen a otros grupos. La reaccionaria (y el término usado aquà significa que es una “reacción a…â€?) son de dimensión limitada, y oponen a miembros de clases débilmente organizada con los representantes polÃticos que detentan el poder, por lo que se incluye una crÃtica al modo en que el poder es ejercido. La ocupación por la fuerza de campos y bosques comunales por los campesinos sin tierra, revueltas contra los impuestos o los recaudadores, levantamientos contra las levas militares o la conscripción, tumultos por el precio del pan, ataques contra las máquinas (luddismo), cortes de ruta de farmers por el precio del gas-oil o subsidios agrÃcolas, etc. son las formas más conocidas de violencia reaccionaria. Se entiende aquà el sentido reaccionario: los participantes se niegan a cualquier modificación que les prive de los derechos que gozaban en el pasado. Y no es una fuga de la realidad, tiene una conexión estrecha con el dominio polÃtico normal. El “tumulto del panâ€?, tÃpico en Europa hasta 1848, es una forma clásica de violencia reaccionaria: los hombres y mujeres sentÃan que estaban siendo privados de un derecho y que a través de la sublevación podÃan restaurar una apariencia de ese derecho, aunque sea en forma temporal. Tales explosiones recurrentes, espontáneas y sin organización sofisticada, se realimentaban de la estructura polÃtica burguesa local, y lejos de ser una anécdota, los “motines del panâ€? han signado la centralización del estado-nación asà como la urbanización capitalista. La violencia reaccionaria muestran a un segmento significativo de las clases populares que se rebela contra la élite local polÃtico-administrativa y los representantes del poder central; su organización es rudimentaria: son esencialmente agrupados en una “organización espontánea de la vida cotidianaâ€?: usuarios del mercado, artesanos, pequeños comerciantes, jóvenes en edad de leva, madres, niños, ancianos, curiosos, etc. El denominador común de estas rebeliones eran acciones directas contra la integración forzosa y violenta de clases populares en la nueva estructura social de acumulación y en el estado-nación. Se defendÃa, de alguna manera, una identidad económico-polÃtica que se estaba disolviendo o en curso de hacerlo. El pasaje de este tipo de violencia a la fordista, que convive entre nosotros con la primitiva, se caracteriza porque las revueltas se dan en un contexto organizacional más complejo y durable, objetivos cada vez más explÃcitos y de largo término, y prospectivas de acción directa en progreso, asà como medios de negociación más sofisticados. La violencia colectiva fordista ya asume esas caracterÃsticas: asociaciones especializadas con objetivos definidos, configuradas para la acción polÃtica o económica: la mutación de la forma-estado, la incorporación y legalización de la clase obrera en sindicatos nacionales reconocidos, impone la “demostración de fuerzaâ€?, que ya no son intrÃnsecamente violentas. Movilizaciones y huelgas, son dos ejemplos claros (la violencia fordista tienen como paradigma los métodos del movimiento obrero histórico), y la modernidad es que los participantes tienen conciencia de luchar por derechos que quieren ampliar o que no han podido ser ejercidos: por eso eran revueltas hacia el futuro. Los datos históricos indican que los procesos de urbanización y de re-estructuración de la producción (acumulación), en sà mismos, transforman el carácter y la forma de la acción colectiva de las masas (como lo reconoció el viejo Engels). Un primer estadio caracterizado por la respuesta caótica y espontánea a la acumulación primitiva: un segundo estadio de desarrollo de una clase obrera militante predispuesta a la acción directa; un tercer estadio “maduroâ€? y terminal caracterizado por la cooptación-integración fordista de la clase en el sistema polÃtico y económico. Los fenómenos más importantes del pasaje de la violencia reaccionaria a la fordista fueron: 1) la victoria del estado-nación sobre todos los poderes rivales, la polÃtica burguesa fue nacionalizada y centralizada; 2) la instalación de formas de “welfarismoâ€?, de estado ampliado, que integró al estado asociaciones complejas como partidos polÃticos, empresas, sindicatos, clubs, cámaras, organizaciones criminales. La violencia colectiva fordista realiza un pasaje de una base material comunitaria-grupal a una eminentemente asociativa. Estamos ahora en el pasaje del fordismo al posfordismo y vemos formas perversas y mixtas de violencia colectiva que no acaban de madurar o estabilizarse. La violencia colectiva posfordista es por ahora una acción directa de transición, que mezcla viejas y nuevas formas de la lucha de clases, pero que como atributo de una nueva subjetividad se asemeja de un lado al tumulto primitivo, de otro a la insurrección. Es decir: tumulto, en el sentido de violencia de grupos relativamente espontánea y contraria a las normas tradicionales; insurrección, en el sentido táctico, ya que se emplean principios del arte, como la gran superioridad numérica absoluta en tiempo y lugar, la búsqueda del primer éxito, consignas adecuadas y la necesidad de la ofensiva (en el caso francés incluso formas nuevas de lucha callejera que los especialistas han bautizado como “guerrilla de tumultoâ€?).
“Jóvenes posfordistasâ€?: ¿una categorÃa materialista?: es francés pero se siente “extranjeroâ€? como sus padres y abuelos (árabes, magrebÃes o africanos), apenas terminó los estudios primarios, tiene entre 14 y 30 años, si tiene mayorÃa de edad será un desocupado o semiocupado en trabajos miserables, o de una changa ocasional, o viven de la economÃa informal del delito, no pasan hambre como sus pares argentinos, tienen sus subsidios de reinserción (RMI) y representan casi el 50% de los 8 millones de personas de la corona de Paris. Es el protagonista de la rebelión de casi doce dÃas, son la “Racailleâ€?, la chusma, la escoria del postfordismo, y no están solos: tienen en sus “citésâ€? miles de compatriotas auténticamente galos con el mismo estigma de pobreza y “no futureâ€?. Si un antagonismo dominante recorre hoy los trasmundos del capitalismo posfordista (en Argentina y Francia) no se trata ni de exclusivamente los trabajadores negados (desocupados), ni tan siquiera los precarios e informales, mucho menos la clase fordista (la nueva aristocracia obrera) ni tampoco con la simplificación de los medios (que simplemente “copy & pasteâ€? el discurso oficial de la derecha polÃtica francesa como si fuera una descripción cientÃfica de la realidad) que opone a los inmigrantes de segunda y tercera generación con los franceses nativos (montando la grilla del ghetto negro del West Side sobre las banlieues al estilo “Gangs o New Yorkâ€?), sino un nuevo clivaje discriminatorio que divide a todos los jóvenes juntos, nativos y extranjeros pero pobres que sólo pueden vender su fuerza de trabajo, de todas las demás categorÃas de clases sociales. Asà como la fuerza de choque en la revuelta de Haedo (y en el 2001) fueron los jóvenes “conurbanosâ€?, los “banlieusardsâ€? son a la vez causa y vÃctimas del nuevo gobierno de la excedencia y su violencia cotidiana, y aunque tiene una existencia más digna que sus contrapartes nacionales, encuentran una salida en la furia permanente del condenado en vida. Actualmente, 1 de cada 3 jóvenes entre 20 y 25 años de edad tiene bajo nivel de educación de los cuales el 90% ya dejó de estudiar en Argentina, mientras casi un 30% de los jóvenes está desempleado: ¿para qué estudiar si de toda manera no tendrá trabajo o tendrá uno miserable y precario? Son las mismas conclusiones de los “banlieusardsâ€?: cinismo polÃtico, nihilismo retórico, fatalismo existencial, que se condensa en la glorificación de la depredación “per seâ€? y la violencia como métodos de acceso a la esfera del consumo (paradigma posfordista de ciudadanÃa) y que, al no poder modificar o atenuar los mecanismos del gobierno de la excedencia, se centra en la figura más odiada: la policÃa, la “canaâ€?. Para los jóvenes de las “citésâ€? las caracterÃsticas personales están por encima de la pertenencia étnica: sus redes solidarias horizontales (como se ve en la pelÃcula “La Haineâ€?) atraviesan sistemáticamente las fronteras de color y los agrupamientos por nacionalidad, es más: no existe clima de intolerancia racial o desprecio xenófobo, como si hay en Chicago o en las barriadas inglesas de inmigrantes. La Banlieue es sinónimo de convivencia multicultural, no existen las jerarquÃas étnicas, la dicotomÃa “inmigrante/nativoâ€? existen en la ideologÃa de los mass-media: ningún “quartierâ€? es territorio exclusivo de un grupo o nacionalidad especÃfica, no existe en Francia el control social segmentado de espacio urbano, como en EE.UU.. Las “citésâ€? se componen de una mayorÃa de familias nativas francesas y un estimado 25% de agrupamiento de hogares mixtos de quince o más nacionalidades diferentes (lo extranjeros son el 11% de la población total), pero esta situación no es por una segmentación etnorracial planificada desde el estado, sino resultante de su composición de clase desequilibrada (Wacquant), es decir: es en esencia una función de la posición social, de clase, de las poblaciones, esto es: un subproducto de la ubicación mucho más baja de las familias inmigrantes en la estructura posfordista de clases. Los barrios más ruinosos y miserables de los suburbios tampoco se superponen simétricamente con los barrios con más extranjeros. La experiencia vital, la estrategia de supervivencia y la identidad simbólica de los jóvenes posfordistas de antecedentes franceses o argelinos es semejante (Bordieu), como es semejante la de un argentino de tres generaciones o el criollo hijo de un tano o gallego que malvive en Merlo. Las bandas juveniles no se forman de acuerdo a división de inmigrantes versus nativos (como los Cobra Kings hispanos de Chicago o los Skinhead de Londres), sus lazos locales y de clase son más fuertes que las raÃces nacionales, étnicas y religiosas. Las bandas de rap francés, en contraparte con las norteamericanas, son multiétnicas, “black-blanc-bleurâ€? (negro-blanco-árabe) y sus letras son más clasistas. Como en los EE.UU. estamos viendo desarrollarse la tercera generación de bandas juveniles, mucho más autónomas, politizadas, con sofisticación media, liderazgos policéntricos y en el umbral de la guerra en la Red. El panico mediático por la “integraciónâ€? o la falta de ella, es un sÃntoma del nuevo gobierno capitalista de la multitud y la desaparición del trabajo asalariado fordista como centro de equilibrio de la dominación. Y tanto en Paris como en el Gran Buenos Aires, con las diferencias nacionales del caso, el posfordismo genera una tipo nuevo de agitación urbana que se nutre de las mezclas de categorÃas etnonacionales (vivienda y escuela) y el acercamiento de la brecha económica, social y cultural entre los inmigrantes y las fracciones estancadas, excluidas e inútiles de la clase obrera francesa. Y tanto en los dos casos es la punta del iceberg de una crisis social provocada por el “Capital-Parlamentarismoâ€?, por las modificaciones en la estructura social de acumulación, que necesita desocupación, subocupación, precarización, flexibilidad persistente, sistemática y planificada, además de la conjunción espacial de la exclusión educativa, la miseria habitacional, la indigencia en los transportes, la amenaza del “Gulagâ€? penal…en el contexto del derrumbe de los mecanismos fordistas de representación que traducÃan y diluÃan esos conflictos en demandas y votos en el sistema polÃtico. Las nuevas subjetividades posfordistas aparecen profundamente atomizadas y segmentadas, exteriores a los procesos de ciudadanÃa fordistas, irrepresentables en el estado de partidos del “Capital-Parlamentarismoâ€?, con un instinto de resistencia al nueva ciclo de explotación del capital que asemeja sus revueltas a los tumultos primitivos, con presencia de creencias generalizadas y acción instrumental, son una mezcla de revuelta “hacia atrásâ€? (derechos perdidos) con rebelión “hacia delanteâ€? (lucha por crear derecho), son autónomos y el desafÃo más grande con que se enfrenta hoy el “Capital-Parlamentarismoâ€?, de Haedo a Clichy-sous-Bois, y además la encrucijada de época para la vieja izquierda y su paradigma de construcción de clase. |
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