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Del situacionismo al abismo. Panfleto contra las nocividades de la Enciclopedia
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per COMUNISTAS CON CLASE |
01 des 2005
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Del situacionismo al abismo
Claves para una crítica de la ideología del fin del proletariado y del fin del mundo desarrollada por Jaime Semprun, como líder del grupo postsituacionista parisino autodenominado "Enciclopedia de los fenómenos nocivos".
Panfleto contra las nocividades de la Enciclopedia |
Panfleto contra las nocividades de la Enciclopedia
Alphavingt
Traducido al español por Eva Gómez
I
INTRODUCCION
"La brevedad agrada y es útil: gana por lo cortés lo que pierde por lo corto. Lo bueno, si breve, dos veces bueno; incluso lo malo, si poco, no tan malo. Más consiguen quintaesencias que fárragos. (...) Lo bien dicho enseguida se dice." [1]
Baltasar Gracián.
Ante todo hay que advertir al lector que, en ocasiones, realizar la crÃtica de la ideologÃa de un grupo izquierdista supone concederle a ese grupo una coherencia, una consistencia y un nivel teórico que en verdad está muy lejos de alcanzar. Por decirlo de un modo claro, hay que elevar el nivel real que posee para concederle una entidad suficiente, que no detenta, para poder criticarlo. Este es el caso que nos ocupa.
El grupo postsituacionista parisino de la “Enyclopédie des nuisancesâ€? (EdN) ó "Enciclopedia de los fenómenos nocivos" nació de entre las ruinas del movimiento revolucionario del mayo francés de 1968. La autodisolución de la Internacional Situacionista (IS) se produjo en 1972, con la publicación de su último texto: "La verdadera escisión de la Internacional", firmado por Guy Debord y Gianfranco Sanguinetti. En este texto se afirmaba que la teorÃa crÃtica de la actual sociedad debÃa fundamentarse en dos pilares: la polución y el proletariado (tesis 14 a 19 de este texto). Sobre estos pilares se levantarÃa el grupo que en 1984 fundó la revista de la "EdN".
De 1974 a 1984 transcurrieron diez años de rabioso activismo izquierdista, que puede seguirse en la revista "L´ Assommoir" ["La porra" o "El rompecabezas"], y en algunos folletos y octavillas publicados en español bajo la firma de “Los Incontroladosâ€? o “Trabajadores por la autonomÃa y la revolución socialâ€?. En 1984, con la fundación de la revista "EdN", los enciclopedistas constataron, en los dos primeros números de la revista, la quiebra de toda la polÃtica desarrollada anteriormente por el grupo. La “revoluciónâ€? portuguesa de 1974, que habÃa sido analizada por Jaime Semprun como la extensión de la revuelta de mayo a toda Europa, y el inicio de la revolución mundial de unos consejos obreros portugueses, que en la práctica fueron inexistentes; y el fiasco similar del análisis realizado posteriormente de las huelgas desencadenadas durante la Transición española, confirmaban en 1984 al grupo de la EdN su certeza en la derrota definitiva del movimiento revolucionario, que era identificado ÚNICAMENTE con el movimiento situacionista (ya que cualquier otra corriente polÃtica, marxista o libertaria, era despreciada y etiquetada como "izquierdista", esto es, ignorada y desdeñada como dogmática, anquilosada y superada). Al igual que la problemática polÃtica revolucionaria se reducÃa al situacionismo, fuera del cual no habÃa nada, ni nadie; el ámbito geográfico de lo existente se reducÃa a Francia, Portugal, España, Italia y Polonia, ya que nada se decÃa, ni les importaba realmente, de cualquier lucha internacional que se produjera fuera de estos cinco paÃses.
Asà que desde sus orÃgenes la Enciclopedia operó dos reducciones del movimiento social revolucionario: sólo el movimiento situacionista y sólo el ámbito geográfico de la PenÃnsula Ibérica, Francia, Italia y Polonia. (Sólo muy tardÃamente en 2001 han sumado un nuevo paÃs: Argelia). Ese reduccionismo, incrementado por la firme creencia de que el grupo de la Enciclopedia estaba destinado a renovar la teorÃa crÃtica del fin del milenio, facilitó una conclusión bastante sorprendente: el fracaso del movimiento revolucionario se debÃa a los errores originales de la IS. De ahà a considerar que el error radicaba en la propia concepción teórica de la "revolución" en la IS no habÃa más que un paso: y lo dieron en el artÃculo “Abregéâ€? [“Compendioâ€?], publicado en el número 15 de la “EdNâ€?.
Al pasado de las luchas del viejo movimiento obrero se añadÃan, en los artÃculos de la "EdN", nuevos temas y conceptos crÃticos propios de la nueva revuelta nacida espontáneamente en la presente "sociedad del espectáculo": las crÃticas situacionistas del trabajo, de la mercancÃa y de toda vida alienada. La EdN no extrajo lección alguna del fracaso de mayo del 68, ni sobre todo de la inoperancia organizativa de la IS en los años inmediatamente posteriores. Se limitó a constatar la desaparición del movimiento obrero, que consideraba unas veces aplastado o derrotado, y otras, integrado en el sistema capitalista. Y recurrió a mitos polÃticos de recambio como fueron el regreso idÃlico e idealista a la naturaleza y el anuncio milenarista de la gran catástrofe ecológica, tecnológica y social. Adoptó una contemplación resignada frente a la historia de las revoluciones, sin llegar a comprender nunca las tareas prácticas a cumplir en las revoluciones venideras. La EdN no habÃa surgido para encontrar un nuevo punto de partida posterior al fracaso de mayo del 68, sino para fustigar cualquier nuevo intento revolucionario y convertirse asà en los únicos y exclusivos propietarios y guardianes de la crÃtica social. La revista (y el grupo) habÃan nacido en 1984 (a raÃz del asesinato del editor Gérard Lebovici y de una fuerte campaña en la prensa de desprestigio contra Guy Debord) en un clima de cierta paranoia persecutoria (más o menos justificada, pero que les superó y marcó definitivamente) que provocó en el grupo el abandono de cualquier perspectiva revolucionaria, constatando que se habÃa producido YA un giro histórico que hacÃa imposible cualquier intento de superar el capitalismo. El grupo no llegó nunca a hacer una apologÃa del mundo existente, ni habÃa caÃdo aún (no lo harÃa hasta 1997) en una mera contemplación pasiva de la catástrofe, que sin embargo evocaba sin cesar. La EdN escamoteaba la idea misma de revolución, sin ofrecer más alternativa que un mito anti-industrialista y anti-tecnológico, que les confirmaba constantemente lo inevitable que era el "gran" desastre.
Tras un breve perÃodo inicial de colaboración esporádica de Debord en la revista “EdNâ€? (al parecer fue el inspirador o redactor principal de los artÃculos "Abat-faim" [“Mata hambreâ€?] y "Ab irato"), a partir de 1987, tras una agria polémica entre Jean-François Martos (en defensa de las posiciones de Guy Debord) y Chistian Sebastiani (en defensa de las posiciones de Jaime Semprun) sobre la ocupación de la Sorbonne por los estudiantes de liceo en diciembre de 1986, se produjo un inicial alejamiento de Guy Debord de la EdN. Distanciamiento que se convirtió en ruptura definitiva cuando la EdN desveló y exageró desmedidamente la influencia de Günther Anders en Guy Debord. Anders en 1956 habÃa publicado “La obsolescencia del hombreâ€?, que según los enciclopedistas no sólo avanzaba en más de diez años las tesis desarrolladas por Debord en “La sociedad del espectáculoâ€?, sino que además de decirlo antes, lo dijo mejor y con mayor claridad. Pese a todo Jaime Semprun en 1988 valoró muy favorablemente el delirio persecutorio de "Los comentarios sobre la sociedad del espectáculo" de Debord.
El concepto de "nuisance" (nocividad o fenómeno nocivo) se convirtió en la varita mágica de un pensamiento confuso, en el que el capitalismo dejaba de ser una acumulación de medios de producción para obtener un beneficio, para ser contemplado como una infinita acumulación de medios para contaminar (nocividar). La razón de ser del sistema de producción capitalista serÃa ahora la de producir fenómenos nocivos, como el de una fábrica serÃa la producción de humos, y no ya el enriquecimiento de su propietario mediante la producción de mercancÃas que vender en el mercado para obtener una ganancia. Es decir, que el fenómeno de la polución dejaba de ser un producto marginal e indeseable de la producción capitalista, que no se consideraba ni preocupaba en tanto no impidiera la obtención de plusvalÃa, para convertirse según el pensamiento enciclopedista en la finalidad fundamental y destructiva de un capitalismo, caracterizado ya como industrialismo.
Asà como la señal caracterÃstica de la IS habÃa sido el ESPECTÃ?CULO, la marca registrada de la EdN era la NOCIVIDAD. En 1972 polución y proletariado eran las dos patas en las que se fundamentaba la crÃtica teórica social, que la EdN tomó del último texto publicado por la IS: "La verdadera escisión en la Internacional". Pero sin el proletariado, que la EdN pronto consideró socialmente muerto, su crÃtica se quedó coja, sosteniéndose sólo en la pata de los fenómenos nocivos. Y sin perspectiva revolucionaria alguna, puesto que el proletariado no existÃa ya para los enciclopedistas y no le han encontrado a dÃa de hoy un sustituto que haga de sujeto revolucionario, el grupúsculo de Semprun se dedicó, desde 1984 hasta 1992, a las siguientes tareas:
1.- Elaborar un diccionario de los fenómenos nocivos, sin más horizonte que la inevitable catástrofe del planeta. Durante ocho años la EdN se dedicó exclusivamente a escribir y vender fascÃculos de una enciclopedia que no pasó de la letra A. ¡Los rabiosos revolucionarios situacionistas de mayo del 68 se habÃan convertido ya, en los años ochenta, en vendedores de fascÃculos de una enciclopedia incompleta, monotemática e interminable!
2.- CrÃtica contraperiodÃstica, ya ensayada en la revista “L´Assommoirâ€?, que mediante una ávida lectura de la prensa cotidiana señalaba, desvelaba, coleccionaba y multiplicaba hasta el infinito todos los fenómenos nocivos de nuestro mundo, que mediante una sensibilidad enfermiza y repetitiva, aristocrática y elitista, eran presentados como ejemplos de la barbarie de la sociedad en que vivimos, y anuncio de la inminente catástrofe. La monótona repetición y enumeración de los fenómenos nocivos se convertÃa en una especie de argumentación teórica por acumulación de pruebas de la existencia de la nocividad, que al mismo tiempo sustituÃa la elaboración de una teorÃa crÃtica que la explicara y abarcara en su totalidad. Se limitaron a elaborar una fenomenologÃa de la nocividad.
3.- La plena y consciente escisión entre teorÃa y práctica marcaron esa impotencia de la EdN para asumir una perspectiva revolucionaria que pudiera englobar y comprender la totalidad, a partir de la suma de los fenómenos nocivos particulares. La esencia de la EdN se desplazaba definitivamente hacia su realización literaria, filosófica y editorial como un fin en si mismo, y por lo tanto como objetivo separado del movimiento social e histórico real del movimiento obrero, lo que pronto le condujo a determinarse abiertamente contra ese movimiento. La ausencia de una perspectiva histórica y polÃtica reales hizo ilusoria cualquier posición crÃtica que mereciera el nombre de teorÃa.
*
La EdN carece efectivamente de un corpus teórico merecedor de tal nombre. Las tesis que sostiene han sido extraÃdas del pensamiento marxista (sobre todo de la versión reaccionaria y universitaria de la Escuela de Frankfurt); o bien heredadas del situacionismo (entre otras muchas el concepto fundamental para la EdN de nocividad); otras han sido influidas por el idealismo de Hegel (esencialmente por los conceptos hegelianos del fin de la historia y de la Idea Absoluta), y algunas de sus tesis más utilizadas no sólo aceptan, sino que continúan y actualizan el pensamiento antitecnológico, antindustrialista y reaccionario de Heidegger. Pero los enciclopedistas, ávidos lectores en búsqueda de autoridades en los que sustentar sus desvarÃos, fobias y fantasÃas no dudan en tomar citas y argumentos de los autores más diversos e ideológicamente opuestos, unas veces reconociéndolo y tras ocultándolo, como Mumford, Noble, Rifkin, Adorno, Bernanos, Gorz, Traven, Anders, Marcuse, Horkheimer, Orwell, Zerzan y un largo etcétera.
Ese "corpus teórico" (por llamarlo de algún modo) de múltiples procedencias carece de originalidad propia alguna, asà como de una unidad teórica que amalgame tal conglomerado dispar, tomado en préstamo de tan distintas fuentes. Carece además de una constante raÃz teórica que resista el paso del tiempo, ya que la inaudita evolución de Jaime Semprun, desde el activismo izquierdista-consejista de 1974 hasta la actual pasividad de jardinero, le ha convertido en una notable y caprichosa veleta teórica, absolutamente desarraigada.
Conceptos fundamentales como capitalismo, proletariado, revolución o teorÃa crÃtica cambian totalmente de significado de década en década. Sólo algo permanece: la ausencia de una perspectiva histórica y polÃtica. La EdN se mueve desde 1984 en un presente constante, eterno y perpetuo de nocividades catastróficas. Porque en realidad la EdN no tiene ya más objetivo ni razón de ser que la EdN como grupo elitista y aristocrático que pretende detentar en propiedad exclusiva la teorÃa crÃtica de nuestra época. La sustitución del concepto marxista "capitalismo" por el concepto luddita de "sociedad industrial" o "industrialismo", sumado a la negación del proletariado como sujeto revolucionario, ha llevado al grupo a coincidir con las ideologÃas más reaccionarias, generadas por los intelectuales burgueses (como Rifkin) al servicio del sistema capitalista en su defensa y legitimación, lo cual supone una complicidad OBJETIVA con éstos, y con el capitalismo que genera los fenómenos nocivos que la EdN afirma criticar y combatir.
En 1992 se publicó el número 15 y último de la “EdNâ€?, que a partir de entonces se convirtió en una editorial. El grupo, desde un punto de vista organizativo, se difuminó en una serie de actividades individuales, casi exclusivamente teóricas y literarias, más o menos cohesionadas por una determinada lÃnea editorial. Se tradujo a Unabomber, a William Morris, a Güntther Anders y se publicó a Baudouin de Bodinat, René Riesel, Jean-Marc Mandosio y una serie de textos colectivos de carácter luddita, crÃticos de "la sociedad industrial", contra la manipulación genética de la agricultura, contra la tecnociencia, sobre la automatización, loas al primitivismo, etcétera.
El fruto teórico esencial de la EdN se resume HOY en la desaparición de proletariado y burguesÃa, que han sido sustituidos por la Dominación cientÃfico-técnica y una naturaleza proletarizada y explotada. La sociedad del espectáculo (propia de la IS) ha sido sustituida a su vez por una acumulación de fenómenos nocivos que conducen a una humanidad cosificada y estúpida a una inevitable catástrofe (garantizada por la EdN).
Los escasos intentos de coordinar una acción práctica, como fueron la “Alianza por la lucha contra toda nocividadâ€? (1991-1995) se saldaron con el fracaso más absoluto e inoperante, lo que ha contribuido a su actual pasividad y desvarÃo teóricos. Al inicio de su recorrido, en 1984, la EdN, como epÃgono y heredera del pensamiento situacionista manifestaba su voluntad de conservar la imagen mÃtica de la IS, que habÃa intentado revitalizar la crÃtica de un neocapitalismo, caracterizado como "sociedad de consumo", mediante una nueva práctica y un nuevo proyecto revolucionario. Pero en 1992 la EdN se ha metido en el callejón sin salida de un lamento infinito sobre la esclavitud tecnológica. La fértil cólera contra la colonización de la vida cotidiana por el capitalismo, propia de la IS de 1957 (fundación de la IS), se transformaba en el impotente pesimismo sectario y el triste fanatismo apocalÃptico de la EdN de 1997 (año de publicación de "El Abismo").
Esta anemia crÃtica del pensamiento revolucionario, en los años ochenta y noventa, que ha afectado a otros grupos, además de la EdN, serÃa resultado de una casi total ausencia de conflictos sociales radicales. Para los pro-situs de la EdN la revolución ha muerto con aquellos que debÃan hacerla, un proletariado burlado y aniquilado a la vez por el estalinismo y por su integración en el sistema capitalista (aunque los regÃmenes estalinistas cayeron en 1989-1991 y la crisis económica haya desmentido las tesis integradoras de la "sociedad de consumo" de los sesenta). El proletariado, héroe de ayer, se convierte en el villano de hoy, porque encarna el fracaso de las esperanzas revolucionarias de la EdN. Y es por esta razón que la EdN se convertirá en los años noventa en un grupúsculo que sostiene ya decididamente un pensamiento conservador y reaccionario, aunque su lenguaje, pretensiones y temática pretendan seguir siendo producto de "LA ÚNICA teorÃa crÃtica de nuestro tiempo". En realidad, su contribución teórica, a caballo entre la teosofÃa tecnológica y el pesimismo apocalÃptico, contribuye a incrementar el confusionismo ideológico del mundo en que vivimos.
La teorÃa crÃtica de la EdN sólo puede ser válida HOY para aquellos que YA han renunciado a la perspectiva de la revolución, que el fracaso del mayo del 68 francés habÃa hecho presente en tantos otros grupos desencantados y desilusionados con el viejo movimiento obrero en los años inmediatamente posteriores. La EdN se ha convertido en una molesta pústula izquierdosa en el culo del movimiento ciudadanista y antiglobalización, con el que compite en el mercado editorial.
Pese a la pasividad taoÃsta de un Jaime Semprun, en la EdN encontramos también el activismo izquierdista de un Miguel Amorós, a la sempiterna búsqueda de movimientos sociales en los que intervenir didácticamente, con el permanente objetivo de conquistar, influenciar y colonizar ideológicamente el movimiento libertario, y con una capacidad malabarista ilimitada para atenuar las peores aberraciones del pensamiento enciclopedista, hasta llegar a entrar en contradicción manifiesta con los dogmas fundamentales del grupúsculo de la EdN. Con cuatro desvirtuados conceptos ajenos, como los de “turbocapitalismoâ€? (prestado de Brenner), “tecnocienciaâ€? (de Castoriadis, “Unabomberâ€?y otros), partido del Estado (de Munis y otros) e inexistencia de la clase obrera (de Adorno y Rifkin, entre otros), el circense Miguel Amorós da una conferencia, escribe un folleto o mete aguja, hilo y tijeras para disfrazarse con un traje ideológico a medida del interlocutor de turno. Es un charlatán que copia y se apropia de lo que sea, mediante una previa deformación chapucera que lo fagocite y enciclopedice. Merece el tÃtulo de “enciclopedista camaleónâ€?. No podemos dejar de citar la reciente adhesión (en 2001) de René Riesel (expulsado de la IS y establecido como ganadero en los noventa), el más mediático de los enciclopedistas, gracias a sus intervenciones en las luchas de la Confederación Campesina en Francia, juntó a Bové, en acciones “espectacularesâ€? contra la comida basura o la investigación transgénica, contra establecimientos de McDonald o el CIRAD, que tuvieron cierta repercusión en los telediarios, amén de tener también consecuencias penales. Riesel es el "enciclopedista ganadero".
No es pues el actual taoÃsmo de Jaime, sino el activismo propio de otros enciclopedistas, el que ha conseguido una cierta repercusión mediática y espectacular de la EdN, y la consiguiente promoción de su producción editorial en varias lenguas. Pero aunque hay varias y encontradas tendencias de difÃcil coordinación, es Semprun, el "enciclopedista jardinero", quien sustenta aún las bases ideológicas del grupo.
Para no extendernos demasiado, y ahorrar un papel más valioso que la ideologÃa a criticar, desarrollaremos nuestra crÃtica en breves apartados numerados, que recogen las claves fundamentales del pensamiento enciclopedista. No podemos dejar de señalar al lector que el aspecto caricaturesco de las tesis enciclopedistas les pertenece sólo y totalmente a ellos, y que hemos tenido que realizar un notable esfuerzo para darles un aspecto coherente del que carecen. Las claves del pensamiento enciclopedista van precedidas de unas claves del pensamiento situacionista, en las que, sin pretender siquiera un esbozo de crÃtica del situacionismo, nos limitamos a destacar aquellas tesis teóricas que más influencia han tenido en sus epÃgonos enciclopedistas.
Centraremos nuestra crÃtica en el libro de Jaime Semprun "El abismo se repuebla" (de 1997), porque se trata de un libro que es a la vez la cima ideológica de su autor, jefe y eje del grupúsculo de la Enciclopedia; un final de etapa en el que son frecuentes las oposiciones, contradicciones y reniegos más descarados respecto a lo dicho en el perÃodo consejista-obrerista de “Los Incontroladosâ€? y “L´Assomoirâ€? (1974-1984); un original ajuste de cuentas con su admirado y temido maestro Debord, fallecido dos años antes de la publicación de "El abismo"; y sobre todo porque resume perfectamente el callejón sin salida de la ESTÉRIL ideologÃa de los enciclopedistas. No trataremos pues ni las mediáticas luchas contra la manipulación genética de la agricultura del ex-situacionista René Riesel en Francia, ni el asalto al movimiento libertario de Miguel Amorós en España. No criticaremos siquiera la sorprendente tesis de Jacques Philipponeau sobre el envenenamiento por aceite de colza en Madrid, que él atribuye a los tomates cultivados en los invernaderos de El Ejido. No comentaremos tampoco el embobado entusiasmo de la EdN por las crÃticas a la sociedad industrial de Theodore Kaczynski (alias "Unabomber"). No haremos consideración alguna sobre la mÃstica iluminación que produjo en los enciclopedistas el descubrimiento de Anders, ilustre precedente de un filósofo de la Escuela de Frankfurt, dedicado a predecir durante décadas la inminente catástrofe; conocido pacifista y ecologista radical que en sus últimos meses de vida hizo un llamamiento a la violencia como único medio realista de oponerse a la destrucción del planeta; y además, por si fuera poco, coartada perfecta para ignorar a Debord. Nos centraremos en la obra del principal guÃa e ideólogo de la EdN, Jaime Semprun, que a fin de cuentas es aún quien fija, encauza, da esplendor y determina las lÃneas fundamentales de la filosofÃa enciclopedista.
Afirmar que, tras treinta años de Ãmprobos trabajos en el terreno de la teorÃa crÃtica, el programa “revolucionarioâ€? propugnado por Jaime Semprun se resume en un llamamiento a cultivar el propio jardÃn para sobrevivir a la inminente catástrofe ecológica, técnica y social del mundo en que vivimos, puede parecer una exageración y una infundada, deformadora y malévola crÃtica. Pero es que realmente es asà de ridÃculo, grotesco y estrafalario. Semprun en septiembre de 2003 [“Le fantômeâ€?] nos confirma, como ya amenazó en 1999 [“Remarques sur…â€?], que nos quiere llevar a todos al huerto. En palabras del propio Semprun: "concluiré diciendo que un buen manual de jardinerÃa, [...] serÃa sin duda más útil, para superar los cataclismos que se aproximan, que unos escritos teóricos que sigan especulando imperturbables, como si estuviésemos en tierra firme, sobre el por qué y cómo del naufragio de la sociedad industrial" ("Le fantôme de la théorie").
El necio utopismo y el derrotismo apocalÃptico propugnado por Semprun con su llamamiento al cultivo del jardÃn (aunque se tratara del jardÃn de Epicuro) sólo pueden calificarse como una bufonada reaccionaria y extravagante. Pocas cosas tan tristes y deplorables como las payasadas sin gracia de quien se cree un genio. Casi todos los proletarios (¡perdón por existir!) carecen de jardÃn, como no se llame tal a un par de macetas con geranios; y por otra parte, siguiendo el hilo de la estupidez argumentativa sempruniana nos preguntamos: ¿cómo defenderá Semprun las hortalizas y frutos de su jardÃn del asalto de los miserables bárbaros del gueto?, ¿cómo evitará que la catástrofe ecológica anunciada por la EdN no afecte también a su huerto?, ¿ya tiene la EdN los fusiles y cañones que necesitará para defender su jardÃn del asalto de los miserables hambrientos del Pueblo del Abismo?
*
II
CLAVES para una crÃtica de Guy Debord y del situacionismo.
"Las sectas del capricho son muchas y el hombre cuerdo debe huir de todas ellas. Hay gustos exóticos que siempre se casan con todo aquello que los sabios repudian. Viven muy pagados de cualquier extravagancia, y aunque los hace muy conocidos, es más a causa de la risa que de la reputación. Aun como sabio no debe destacar el prudente, mucho menos en aquellas ocupaciones que hacen ridÃculos a los que las practican"
Baltasar Gracián.
1.- El espectáculo para Debord es el dominio tiránico de la sociedad por la economÃa capitalista, que rige la vida de los hombres no sólo durante el proceso de producción, sino en todos los momentos de su vida. El dominio de la economÃa capitalista abarca también las horas de ocio y todas las relaciones humanas. La economÃa capitalista no sólo controla y programa las horas de trabajo, sino también las horas "libres" de asueto y distracción. El hombre es un ser de una sola dimensión: la económica. En lo que pasa a llamarse en los años sesenta, engañosa y generalizadamente, "sociedad de consumo", el dominio de la economÃa penetra en la esfera privada de todos los individuos, invadiendo y condicionando los menores aspectos de la propia intimidad, sin dejar hueco alguno. La economÃa alcanza una autonomÃa propia. Los enciclopedistas transferirán esa autonomÃa también a la tecnologÃa.
2.- El concepto de espectáculo es inseparable del de la alineación del hombre en el capitalismo. El espectáculo es el capital en un grado tal de acumulación que se transforma en imagen (tesis 34 de "La sociedad del espectáculo") sólo en la fantasÃa de Debord y de los situacionistas, pero nunca en el planeta Tierra para el resto de mortales.
3.- El proletariado deja de ser la CLASE SOCIAL sin propiedades ni medios de producción que se ve forzada a vender su fuerza de trabajo (Marx), que se paga con un salario, para convertirse en una etiqueta sociológica abstracta que se pone a todo aquel que no tiene poder de decisión sobre su vida (Debord), "y lo sabe".
4.- El capital no es ya una RELACIÓN SOCIAL entre el proletariado que necesita vender su fuerza de trabajo para sobrevivir, y los capitalistas que necesitan comprar la fuerza de trabajo para obtener una plusvalÃa. Debord contempla la mercancÃa sólo en la esfera de la circulación. Ha desaparecido el concepto de plusvalÃa y de valorización del capital. Ha desaparecido el motor, el ciclo de valorización del dinero D-M-D´ y la finalidad del capital. Debord sólo atiende a la mercancÃa en el momento de su consumo, nunca en la esfera de la producción. Ha desaparecido el modo de explotación especÃfico del capitalismo basado en la obtención de una plusvalÃa. Debord sólo contempla el trabajo muerto (capital constante), y no dice nada del trabajo vivo (capital variable), ni de la relación de producción que el capital establece entre ambos de forma prodigiosamente eficaz.
5.- Ante la ausencia de los conceptos de proletariado como clase desposeÃda y forzada a vender su fuerza de trabajo por un salario, y por ello potencialmente revolucionaria, y el de capital como una relación social entre clases sociales antagónicas; la teorÃa de Debord se reduce a una dialéctica idealista, que no puede oponer más que lo que "deberÃa ser" (en la cabeza de Debord) a lo que realmente es (la actividad real, social e histórica del proletariado). Del mismo modo los planteamientos históricos de Debord (los Consejos Obreros) se sitúan fuera de la realidad social de su época para enfrentarse a los reales de la sociedad en que vive.
De ahà el desencanto de la IS con el proletariado, al que lo situacionistas ponen ya bajo sospecha desde 1972, y al que sus epÃgonos pro-situs, los enciclopedistas, acabarán negando en los noventa pan, sal y existencia.
Tanto la IS como la EdN ignoran que el proletariado es una relación histórica, que no es estática, ni estadÃstica, ni estable. El proletariado no son sólo los obreros (o los asalariados), ni tampoco es sólo quien produce la riqueza para el capital y la miseria para sà mismo; es sobre todo la relación histórica (dinámica, inestable y social), que se establece en la lucha de clases entre capital y clase obrera, y que sólo con la revolución comunista pondrá fin a la existencia de las clases sociales.
6.- La ideologÃa de la IS pretende no serlo, pero sabe que lo es. La ideologÃa de la IS pretende ser la teorÃa crÃtica de su tiempo, aunque sabe que no lo es. Pero lo pretende, y por eso llama "izquierdistas" al resto de teorÃas crÃticas del capitalismo. La crÃtica del espectáculo de Debord es a su vez espectacular y alienada. Y como le falta además aplicación práctica alguna, la convierte en mera filosofÃa, que Debord acabará degradando hasta convertirla en la mera expresión de la opinión individual del "genial Debord", que suele ser tan interesante como las verdades de Monsieur de La Palice [nota de la traductora: algo asà como Pero Grullo].
7.- La pretensión fracasada, pero "espectacularmente" exitosa, de expresar una teorÃa crÃtica en "La sociedad del espectáculo" se ha convertido en paranoia persecutoria en "Los comentarios", para degenerar en una teosofÃa del fin del mundo con sus epÃgonos enciclopedistas.
8.- Debord no hace distinción alguna entre trabajo y fuerza de trabajo. Marx hizo una crÃtica de la economÃa polÃtica. Debord y los situacionistas propagan una ideologÃa antieconomicista y antindustrialista que nace de una absoluta incomprensión de las categorÃas económicas fundamentales del capitalismo: fuerza de trabajo, capital constante y variable, valor de uso y de cambio, plusvalÃa, capital como relación social entre clases antagónicas, etc...
9.- El capitalismo sólo puede ser comprendido en su necesidad histórica y en sus caracterÃsticas si se analiza desde el punto de vista de su superación y negación por el proletariado revolucionario, en el comunismo. Es decir, desde una teorÃa que se elabora y realiza en la práctica. La práctica de una clase revolucionaria que niega el capitalismo y se niega a si misma con la destrucción del Estado y la supresión de todas las clases.
10.- La filosofÃa de Debord utiliza una jerga marxista que falsifica los conceptos fundamentales de Marx. Habla de forma abstracta e idealista de unos consejos obreros inexistentes, sin referencia a situación histórica o social alguna. Aunque se pretende impulsora de una teorÃa del proletariado, la IS es sólo expresión de la desesperación de las clases medias ante el rápido e inevitable proceso de su proletarización en la sociedad francesa de los años cincuenta y sesenta.
Debord crea un lector (no proletario) fascinado por la inteligencia, la sensibilidad y la audacia con la que trata una NUEVA problemática, candente en la sociedad moderna (en 1957-1972): el poder de manipulación de los medios de comunicación, la mal llamada "sociedad de consumo", la plena sumisión del trabajador al capital no sólo durante las horas de trabajo sino también en las de ocio, el carácter económico unidimensional del hombre moderno y su completa alienación. Desde 1972 Debord, en "La verdadera escisión", abre la crÃtica a la polución y la destrucción de los recursos naturales que ponen en peligro el futuro de la humanidad, que la EdN ampliará de la irradiación nuclear a la manipulación genética, las catástrofes ecológicas, etcétera.
Pero es precisamente ahÃ, en esa ansia voraz por analizar las espectaculares novedades del mundo moderno, donde nace la falsificación teórica de la realidad que hacen los situacionistas, cuando pretenden sustituir el análisis del capitalismo elaborado por Marx en el siglo XIX, por las novedades teóricas de pretendida raÃz marxista, mal asimiladas y aplicadas en el análisis que hace Debord en "La sociedad del espectáculo" del capitalismo del siglo XX. Siguiendo los pasos de sus maestros situacionistas, los enciclopedistas han dado un gran salto mortal en el vacÃo, sustituyendo el proceso de acumulación del capital, teorizado por Marx, por una acumulación de nocividades que culpan del deterioro y envenenamiento masivos de la naturaleza no al desarrollo capitalista que, movido únicamente por la obtención del máximo beneficio, desemboca en esa destrucción aberrante, inicua y gratuita de los recursos naturales; sino al progreso y desarrollo industrial, considerado como un productivismo ciego, cuyo objetivo final no serÃa ya el beneficio capitalista, sino las nuevas aplicaciones cientÃficas y técnicas, que se convierten (como la economÃa en Debord) en un ser autónomo, independiente y omnipotente, que además tiene voluntad propia e incluso un programa polÃtico concreto: la destrucción de la humanidad.
*
III
CLAVES para una crÃtica de Jaime Semprun y del abismo.
"No convertirse en un monstruo de estupidez. Lo son todos los vanos, presuntuosos, porfiados, caprichosos, obstinados, excéntricos, ridÃculos, bufonescos, noveleros, paradójicos, manÃacos y todo tipo de hombres sin medida. Todos son monstruos de la impertinencia. Cualquier monstruosidad del espÃritu es más deforme que la del cuerpo (...). Donde falta el buen juicio no hay lugar para la corrección: lo que debÃa ser una advertencia como resultado de la risa que provoca, se interpreta, infundadamente, como un imaginario aplauso."
Baltasar Gracián.
11.- La potencia y esplendor del discurso de la "Encyclopedie des nuisances" (EdN) es sólo la justificación de su propia impotencia para conocer y explicar la realidad social, económica y polÃtica del mundo en que vivimos. No sólo carecen por completo del menor rigor intelectual, sino que exaltan su falta de especialización y conocimientos. Su discurso suele mostrar un estilo literario brillante y vacÃo, con análisis detallados, pero superficiales, de las tendencias potenciales de los fenómenos sociales y polÃticos de actualidad, aunque esas tendencias además de no estar justificadas, son exageradas, distorsionadas y magnificadas hasta la caricatura; y, por supuesto, dejan de ser consideradas como tendencias FUTURAS potenciales para ser consideradas como ACTUALMENTE operantes. AsÃ, por ejemplo, la disminución cuantitativa del proletariado industrial en los paÃses desarrollados se convierte en los libros, fascÃculos y folletos de la EdN en desaparición del proletariado. La disminución se convierte en desaparición, y el proletariado industrial en (todo) el proletariado (sin valorar el crecimiento del proletariado del sector terciario, ni la precarización o el desplazamiento de la producción industrial a los paÃses del capitalismo periférico). La candente novedad de sus tesis, que por tal motivo pueden aparecer atractivas y clarividentes, es fruto de esa arriesgada y escasamente rigurosa extrapolación al presente de tendencias potenciales del porvenir. Sacrifican el rigor teórico a la fastuosidad, innovación y esplendor "espectaculares".
Su estilo está plagado de insultos demoledores (especialmente en su “Compendio de recuperaciónâ€?), impertinentemente personalistas, y de descalificaciones fulminantes y caprichosas (Foucault es denostado arbitrariamente, tras confesión expresa de Semprun de no haber leÃdo nada de su obra). Estas descalificaciones, cuando se producen en el seno del grupúsculo, pueden ser llevadas hasta la expulsión por minucias teóricas, que sólo sirven para justificar la incapacidad del pensamiento enciclopedista para conocer y comprender la realidad. Exclusión que suele hacerse de una manera innoble y cruel, que ridiculiza innecesariamente a un ex-compañero. Son lacras del “estiloâ€? situacionista.
Estilo que implica también una peculiar relación con el potencial y masoquista lector de las ediciones de la EdN. AsÃ, concretamente en "El Abismo", Jaime Semprun se dirige en realidad sólo al resto de enciclopedistas (nos sobran dedos en las manos para contarlos a todos), porque está convencido que el libro caerá en manos de unos lectores decididamente cretinos, a los que maltrata y desprecia como a tales. De ahà el insufrible tono de superioridad mesiánica del autor en todo el libro, que destila permanentemente un cómico e insoportable diletantismo mÃstico.
12.- Los hechos reales no están nunca a la altura de la idea. Si la realidad no está a la altura de la idea, se suprime la realidad.
En el número 15 y último de la “EdNâ€? (1992) se decidió ir a la búsqueda de los hechos para que éstos confirmaran la teorÃa crÃtica (enciclopedista) y permitieran su desarrollo posterior; y como no los han encontrado, han decidido en 1997 (en "El abismo") renunciar a conocer el mundo en que viven y prescindir definitivamente de los hechos. Se sustituye la realidad y los hechos por los mitos del primitivismo, el luddismo, la crÃtica del industrialismo, el elogio de las pequeñas comunidades autosuficientes, y un vago y generalizado retorno a Rousseau y el buen salvaje.
Semprun parece iniciar cada libro con una nueva renuncia. En "Compendio de recuperación" renuncia a dar soluciones a los problemas sociales reales; en "El abismo" renuncia a conocer el mundo, a comprender el funcionamiento de la sociedad. En "El fantasma" renuncia a la teorÃa crÃtica y por consiguiente a la intervención polÃtica: sólo nos queda ya el cultivo del huerto.
Estas renuncias son presentadas además de forma provocativa y como una conquista. Aunque la pregunta es lógica e inmediata: ¿qué es un ensayo polÃtico que renuncia a conocer el funcionamiento de la sociedad en que vivimos, a comprender el mundo? Y la respuesta indudable y certera es: la teologÃa. Una teologÃa en la que el dios del mal (Satán) es el DOMINIO cientÃfico y tecnológico sobre la humanidad, omnipresente en el mundo en que vivimos, omnipotente. Por otra parte, si se ha abandonado la pretensión de conocer y comprender el mundo ¿cómo iba a permanecer una actividad para cambiarlo? Si se ha renunciado a la teorÃa crÃtica también se ha renunciado a la intervención polÃtica. Y además, como el proletariado no ha hecho la revolución (de la que el grupo predijo su inicio mundial en el Portugal de 1974), que según ellos deberÃa haber hecho ya, se decide su disolución.
13.- "El Abismo" nos ofrece la imagen de una sumisión total e irreversible, de una humanidad cosificada e idiotizada, de un mundo en el que la creciente proletarización de las clases medias y de la pequeña burguesÃa, el surgimiento de guetos de miseria y barbarie en los suburbios, la lumpenproletarización del trabajador en el capitalismo periférico, asà como la disminución cuantitativa y el deterioro cualitativo de las condiciones de trabajo en el sector industrial, se plantean como el fin de la historia del viejo movimiento obrero por victoria absoluta del capitalismo, que ha ganado por rendición incondicional del adversario. Se constata y certifica la desaparición de la burguesÃa y del proletariado. En vano buscará el lector el estudio estadÃstico o la bibliografÃa que ha permitido a los enciclopedistas llegar a realizar afirmaciones teóricas de tal calibre: nada más y nada menos que el fin de la burguesÃa y el fin del proletariado. Sólo en textos de ideólogos defensores del sistema capitalista, como Jeremy Rifkin, hallamos las explicaciones, estadÃsticas y razonamientos que coinciden con las tesis del fin del proletariado que defiende la EdN.
La Enciclopedia, que no olvidemos que se considera la vanguardia de la teorÃa crÃtica de nuestra época, se suma a las tesis de André Gorz, Jürgen Habermas y Herbet Marcuse (entre otros), sin confesarlo directamente, asumiéndolas como un descubrimiento propio. El análisis de una sociedad de masas conformista, en la que los descubrimientos de la ciencia y los avances tecnológicos son a la vez epÃtome del racionalismo cientÃfico y el medio de obtener una total sumisión de pensamiento y conducta del individuo en la sociedad capitalista están ya en Marcuse (por citar sólo un autor que se hizo popular en los años sesenta). La labor de la EdN consiste en llevar esas tesis hasta sus últimas consecuencias, exagerándolas hasta el paroxismo.
Lo que en esos autores eran tendencias potenciales hacia el futuro, la Enciclopedia lo asume como un hecho del pasado (ya efectuado en los años noventa) que además es irreversible. La teorÃa crÃtica de la Escuela de Frankfurt (EF) se convierte con la Enciclopedia en la caricatura ridÃcula de una teorÃa del muy cercano fin del trabajo, del fin de la burguesÃa, del fin del proletariado, y el inicio de un dominio omnipotente por parte de una tecnologÃa demonizada, que tiraniza a una humanidad cosificada. Se trata de una profecÃa milenarista del fin del mundo. La EdN ha superado la teorÃa crÃtica de la EF para alcanzar las cimas de la teosofÃa y del Apocalipsis.
Una de las claves más importantes para comprender los extravÃos del pensamiento enciclopedista es ese PROCESO PARALELO Y SIMULTÃ?NEO DE PERSONIFICACIÓN DE LA TECNOCIENCIA Y DE COSIFICACION DE LA HUMANIDAD.
14.- A Semprun, tras la teosofÃa desarrollada en "El abismo", sólo le queda la literatura, el cultivo de la frase brillante y del insulto grosero, porque ha perdido por el camino cualquier punto de contacto con la realidad o el conocimiento. No hay objetividad posible en el solipsismo del grupúsculo, considerado como extensión del yo; sólo le queda la lÃrica, esto es, el ensayo literario como expresión lÃrica de la propia subjetividad. Pero el insulto, que en la IS tenÃa fuerza propia como crÃtica despiadada de los portavoces de la sociedad existente, que se querÃa combatir y cambiar, en los enciclopedistas carece de originalidad y fuerza alguna, y se transforma en un recurso grosero, repetitivo, banal y soez, que sustituye los argumentos de que se carece. Asà por ejemplo la refutación enciclopedista de la teorÃa marxista se limita, en todo momento y en cualquier tema, a un socorrido latiguillo: “como dirÃa un idiota marxistaâ€? que les ahorra una argumentación rigurosa y algo más laboriosa que un improcedente insulto. Libertarios e izquierdistas de cualquier tendencia pueden merecer algún improperio más elaborado y sutil, pero nunca menos grosero e inútil.
Asistimos, por otra parte, a una confusión de géneros que exige la subordinación de la teorÃa crÃtica a las pretenciosas aspiraciones literarias de su autor, sometidas hoy, a su vez, a los intereses editoriales de la EdN. Un ejemplo de esa subordinación de la teorÃa crÃtica a la brillantez de la frase lo tenemos en "El abismo", donde Semprun no duda en darnos dos finales contradictorios (la catástrofe es a la vez un hecho que sucederá y que ya ha sucedido), porque se siente incapaz de rechazar la belleza literaria de una de las dos imágenes (la vana esperanza en una futura catástrofe liberadora y la casa ya desplomada) con las que cierra su libro, más allá del respeto a un mÃnimo rigor y coherencia, cuando nos sitúa la hecatombe a la vez en el pasado y en el futuro. Hasta es posible que Semprun considere mentecato a quien diferencia el pasado del futuro, y se niegue a considerarlos como distintos momentos de un presente, que es entendido por los enciclopedistas como un proceso temporal perpetuo.
15.- La EdN no sólo identifica erróneamente capitalismo y técnica, sino que somete el capitalismo a la técnica y habla, por ello, de sociedad industrial en lugar de capitalismo. También han desaparecido los conceptos marxistas de "fuerza productivas" y "relaciones de producción". El resultado no es otro que la demonificación de la técnica como protagonista de un dominio tiránico sobre la naturaleza y fuente de un poder absoluto sobre la humanidad.
La EdN plantea además un debate MORAL sobre la aceptación o rechazo de la tecnologÃa, que conduce al callejón sin salida de un estéril y abstracto debate filosófico entre partidarios y detractores de los avances cientÃficos y tecnológicos. La extravagancia enciclopedista plantea infantiles fobias e interrogantes sobre el uso de la pÃldora anticonceptiva, las ecografÃas, los análisis del lÃquido amniótico o la utilización de la epidural en los partos; los viajes en avión, tren de alta velocidad o autopista; el uso del teléfono móvil, del microondas o de las botellas de plástico; el pago con tarjeta de crédito, hacer turismo, ir al cine, escuchar música en el tocadiscos, oÃr la radio o ver la tele; leer en el ordenador, enviar correo electrónico o publicar textos en Internet (¡porque entre otras cosas pueden hacer peligrar las ediciones de la EdN!), y un muy largo y estrambótico etcétera. Dudamos si cuestionan o no el uso del fórceps, el pago de pensiones de vejez, la bombilla eléctrica, engendrar hijos o ir en bicicleta, aunque de momento parece ser que aún no rechazan la utilización del pedernal, el tenedor o el arado tirado por bueyes. De seguro que no usan brújula, porque es evidente que han perdido el norte.
Técnica y nocividad guardan una relación privilegiada. Tras cada fenómeno nocivo se esconde una alineación técnica y al final de todo avance cientÃfico o aplicación tecnológica se encuentra un fenómeno nocivo. Es un cÃrculo vicioso en el que la tecnociencia es el pez que se muerde la cola de la polución. La nocividad en la EdN alcanza un significado que se amplÃa hasta el infinito, que lo abarca todo, desde las alteraciones irreversibles inducidas en la naturaleza por la técnica hasta la conciencia y la autoconciencia humana y su conocimiento de una realidad falsificada. Fuerzas productivas, Estado y sociedad son a su vez fenómenos nocivos, puesto que la producción social de fenómenos nocivos es a su vez una nocividad. Es un cÃrculo infernal en el que la humanidad, vÃctima de todas las nocividades, sufre su propia alienación como ser humano, separado y extraño a la naturaleza y a si mismo.
La lucha de clases cede el paso, en los enciclopedistas, a un combate (ya perdido) de la humanidad por la vida y la supervivencia de la especie. Con la EdN ya no hay proletarios ni burguesÃa; sólo hay "seres vivos" que luchan por sobrevivir, sumidos en una catástrofe que de todos modos ya es irreversible e inevitable.
Ha desaparecido la lucha de clases, sólo queda la pasividad taoÃsta ¿Qué filosofÃa más favorable a sus intereses y qué “mejoresâ€? revolucionarios que los enciclopedistas podÃa desear el capitalismo para el siglo XXI? ¿Qué tipo de revolucionarios son esos que proclaman la derrota incondicional de la revolución antes de empezar el combate?
16.- Suprimido el conocimiento, suprimido el proletariado, suprimida la realidad, sólo nos queda la Idea Absoluta de Dios (que los enciclopedistas localizan en la Tecnociencia) y la literatura (o/y la filosofÃa). No en vano en el grupúsculo de la Enciclopedia son constantes las alusiones a Hegel, y por esto en "El abismo" sus referencias son siempre literarias: Jack London y George Orwell. A Orwell se le disfraza como profeta que anunció el presente totalitarismo de la Tecnociencia. Pero es del libro "El talón de hierro" de London de donde Jaime Semprun toma el tÃtulo de su ensayo "El abismo se repuebla". Pero parece ignorar otro libro de London: "El pueblo del abismo", y sobre todo no sabe, y seguramente tampoco le importa saberlo, que el tÃtulo de este último libro se inspiró en una investigación personal de London, una especie de reportaje de los barrios bajos del Londres de 1903, en el que se denunciaban las condiciones de existencia reales del proletariado londinense. La conclusión de London en este libro es tan decepcionante como la de Semprun en 1997. London compara el proletariado inglés y estadounidense para concluir que la deficiente alimentación del inglés produce un trabajador deficiente y un paÃs atrasado, mientras el proletariado norteamericano está mejor alimentado, y por ello es mejor trabajador y ello repercute en una mayor productividad de la economÃa estadounidense. London anuncia ya el fordismo.
Semprun toma prestado de London el concepto de Pueblo del Abismo, que no es otro que el de un lumpenproletariado, sometido, humillado y degradado por la miseria, la generalización del paro y la precarización del trabajo en el Londres de 1903, para constatar en 1997 lo contrario de London: el fin del proletariado.
El largo camino recorrido por la EdN nos conduce del activismo obrerista y consejista de la extrema izquierda (que veÃa en la "revolución" de los militares en Portugal y en las huelgas obreras de la transición española el inicio de la revolución mundial) al abismo de la desaparición del proletariado, y con él de la revolución; y de ahà al triunfo irreversible de la Tecnociencia y la sumisión de la humanidad, que camina irreversiblemente al Apocalipsis sempruniano.
¿Qué hacer? ¿Qué solución nos propone Semprun? Pues la que nos lleva finalmente al feliz y prometedor cultivo del huerto. Podemos calificar, sin duda, al pensamiento enciclopedista de reaccionario y desmovilizador, complemento y cómplice izquierdista de los mejores paladines y defensores del pensamiento único propugnado por el liberalismo salvaje y la ultraderecha. No en vano Rifkin y Semprun coinciden a mediados de los noventa en su anuncio a bombo y platillo del fin del proletariado.
Los enciclopedistas han realizado una evolución ideológica que les ha conducido del situacionismo a un pensamiento reaccionario, que exalta las pequeñas comunidades rurales de los artesanos, campesinos y trabajadores preindustriales, que demoniza los avances tecnológicos y cientÃficos, que santifica al artesano orgulloso de su buen oficio, y que propone una relación de carácter retrógrado y elitista con la naturaleza.
17.- Abismo es el que se da entre la ideologÃa de la EdN y la realidad social e histórica. El proletariado durante los largos perÃodos contrarrevolucionarios permanece pasivo y es sociológicamente nulo; sólo en los enfrentamientos de clase y durante los breves perÃodos revolucionarios el proletariado aparece como el sujeto revolucionario capaz de transformar el mundo. Porque las revoluciones no las hacen las vanguardias, ni las minorÃas revolucionarias, ni mucho menos los cenáculos literarios o enciclopedistas, sino el proletariado anónimo, de masas, inculto, inactivo y anulado en los perÃodos de paz social. ¿Y por qué?: porque el proletariado no es "el salvador supremo", sino una relación histórica. El proletariado niega el capitalismo y se propone su destrucción en el momento mismo en que se unifica como clase y se organiza, no para constituirse en clase dominante, como hizo la burguesÃa en el pasado, sino para destruir la sociedad de clases. Fuera de las épocas revolucionarias el proletariado no es nada (Marx). Es esa relación histórica entre dos clases antagónicas la que determina el carácter revolucionario del proletariado, no la supuesta misión redentora y salvadora, que como a un cristo del siglo XX le atribuyó Jaime Semprun desde “Los Incontroladosâ€? y "L´Assommoir" en los años setenta. Jaime y la EdN en los noventa dejaron de creer en el salvador y redentor en que habÃan endiosado al proletariado para convertirse en una secta que predice el fin del mundo y de la humanidad a manos del nuevo dios de la Tecnociencia. El pensamiento teológico (propio de la EdN) puede y suele dar esos saltos desde la adoración a un cristo-proletariado a la sumisión a un satán-tecnociencia, porque su fundamento idealista no hace más que sustituir un deus ex maquina por otro, sin que el resto de sus concepciones filosóficas hayan de variar un ápice.
El proletariado, como clase revolucionaria, CARECE de objetivos parciales que le oculten el objetivo final: la lucha por el fin del capitalismo y su abolición como clase diferenciada. La revolución proletaria sólo puede ser total y destruir todos los aspectos de la actual sociedad de explotación, y nace del conflicto entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las actuales relaciones sociales de producción, que no se corresponden ya con esas fuerzas productivas.
18.- En "El abismo" ha desaparecido toda perspectiva revolucionaria. Sólo nos queda el fin del mundo. Y por supuesto un pasado idÃlico, que jamás fue tal: el del campesino, las pequeñas comunidades rurales autosuficientes y el artesano preindustrial.
El discurso de Semprun se convierte en una reflexión apocalÃptica, antiprogresista y antitecnológica, afÃn al idealismo de Hegel y a la corriente tradicional del pensamiento reaccionario antitecnológico del nazi Heidegger (profesor de los más destacados miembros de la Escuela de Frankfut). Son constantes las referencias y la deuda enciclopedista con el derrotismo y el pesimismo teórico, la tesis sobre la integración del proletariado en el seno del sistema capitalista, la fijación de un "fin de la historia" en un acontecimiento concreto del pasado (Auschwitz) y los análisis más aberrantes de la Escuela de Frankfurt (EF): Adorno, Horkheimer, Arendt, Marcuse, Benjamin, etcétera; asà como el descubrimiento tardÃo de Günther Anders (que estuvo casado con Hannah Arendt, que a su vez habÃa sido amante de Heidegger).
Pese a ciertos méritos crÃticos marginales la EF se aposentó en las cátedras universitarias y, atrincherada en su vasta cultura se alejó de toda práctica, hasta convertirse en un ramillete de pedantes teóricos "marxistas".
Horkheimer y Adorno, que habÃan intentado legitimar bajo el manto de la marca comercial denominada “teorÃa crÃticaâ€? su deriva reaccionaria, acelerada en sus trabajos posteriores a la Segunda guerra mundial, en los que se negaba la existencia histórica de una izquierda antileninista o antiautoritaria, y en los que Marx dejaba de ser un revolucionario para convertirse sólo en sociólogo o filósofo, se convirtieron en un excelente antecedente a imitar y citar por la EdN.
La EF anticipaba, además de estos trazos reaccionarios de una teorÃa pretendidamente crÃtica, una crÃtica aristocrática de la sociedad de masas, que la EdN ha llevado hasta sus últimas consecuencias con el concepto del Pueblo del Abismo y de cultivo del jardÃn.
En la onceava tesis sobre Feuerbach (escrita por Marx en 1845) ya se decÃa que los filósofos se habÃan limitado a interpretar el mundo y que a partir de entonces se trataba además de cambiarlo. El marxismo pretendÃa vincular teorÃa y práctica en un todo inseparable. TeorÃa y acción revolucionarias no podÃan concebirse por separado. Marx fue un revolucionario que hizo una crÃtica de la economÃa polÃtica burguesa de su época. No fue sólo un filósofo o un teórico, fue sobre todo un revolucionario que combatió por cambiar el mundo desde la perspectiva de la clase obrera, esto es, desde los intereses históricos y de clase del proletariado. El marxismo fue y es la teorÃa revolucionaria que ve en el proletariado al sujeto revolucionario capaz de enterrar al capitalismo, destruir el Estado y construir una comunidad humana mundial sin clases sociales.
La EF rechazó la expresión “marxismoâ€? para inventar un término nuevo con el que definir su actividad, que fue el de “teorÃa crÃticaâ€?. La EF hizo una lectura hegeliana del marxismo, a la que añadió cuando le convino otras teorÃas sociales o filosóficas, como el freudismo, el estudio de la cultura de masas por la sociologÃa americana, etcétera. La EF no es marxista, aunque bebe y se fundamenta ampliamente en la teorÃa marxista. Los más destacados teóricos de la EF realizaron una separación, inexistente en el marxismo, entre teorÃa y práctica. Por otra parte, según la EF, el proletariado (ya derrotado en los treinta) dejó de ser (en los sesenta) el sujeto revolucionario apropiado para una sociedad de consumo, que habÃa conseguido la integración del movimiento obrero en el sistema capitalista. En esta separación entre teorÃa y práctica, que operó la EF, la actividad teórica (desempeñada por profesores universitarios aislados de cualquier movimiento social) se desvinculaba por completo de cualquier actividad práctica o revolucionaria. De este modo la “teorÃa crÃticaâ€? se convertÃa, por sà sola, en la única actividad “revolucionariaâ€?, cómodamente realizada desde una cátedra universitaria o una editorial por los elementos más destacados de la EF. El proletariado como sujeto revolucionario era ya innecesario, porque si se le reconociera sólo serÃa un molesto competidor del catedrático y/o del ensayista que reducirÃa las ventas en librerÃas.
La EdN bebe en estas fuentes retrógradas de la EF para llevarlo todo hasta sus últimas consecuencias, por más aberrantes y ridÃculas que sean. Semprun, desde esta ilustre herencia de la EF, no duda en reivindicar conscientemente para si mismo y para los enciclopedistas la sensibilidad y el pensamiento reaccionario, en cuanto coinciden con la defensa de sus tesis ecologistas, cuando en los “Dialogues sur l´achèvement des temps modernesâ€? (1993) afirma: “hoy los reaccionarios consecuentes, si existieran, sólo podrÃan aparecer como revolucionariosâ€? [página 34]. ¡Qué tiempos éstos en los que unos “reaccionarios consecuentesâ€?, como se definen los enciclopedistas a si mismos, creen ser revolucionarios! ¡Qué tiempos éstos en los que hay que combatir por las cosas más evidentes! ¡Qué tiempos éstos en los que se llaman revolucionarios hasta aquellos que niegan la existencia del proletariado!
En la EdN el proletariado, tras muchos años bajo sospecha, ya ha desaparecido por completo desde mediados de los noventa. La EdN que siempre ha declarado que no era marxista, ni libertaria, ha pretendido convertir la “teorÃa crÃticaâ€? (heredada de los situacionistas y de la EF) en su propiedad privada y exclusiva en este inicio de milenio. No sólo han decretado el fin del proletariado y del marxismo, no sólo han constatado la caducidad del anarquismo y del movimiento obrero, sino que además se han apoderado de las llaves de la “teorÃa crÃticaâ€? de nuestra época, para venderla del 84 al 92 en cómodos fascÃculos de una enciclopedia que no pasó de la letra A, y desde el 92 hasta hoy en primorosos folletos y libritos. ¿Pero para qué quiere la EdN ese monopolio? Pues para proclamar la derrota de cualquier práctica revolucionaria, para cantar y loar el triunfo definitivo y eterno de la victoriosa catástrofe “industrialistaâ€? (capitalista). No son sólo derrotistas, confusionistas y desmovilizadores, que lo son, sino que anticipan y certifican la derrota SIN CONDICIONES de cualquier intento de oposición revolucionaria. No hay futuro revolucionario, porque no hay futuro.
La EdN ha cortado las cuerdas que ataban a Ulises al mástil de su nave y ha derretido la cera en las orejas de los remeros. Ha conseguido que la embarcación de Ulises embarranque en los arrecifes a donde les han arrastrado unos cánticos sublimes, acompañados con música melodiosa. Al canto mortal de las Sirenas, contratadas por la EdN para precipitar a los navegantes en el ABISMO marino, hay que oponer el propio canto, como hizo Orfeo para librar a los argonautas de los peligros del naufragio.
Creer que proletariado y trabajo asalariado han desaparecido, o están en vÃas de extinción, mientras el sistema capitalista (basado en la obtención de una plusvalÃa extraÃda de la fuerza de trabajo asalariada) permanece, carece de sentido. Teorizar la incapacidad de las relaciones sociales de producción capitalistas para proporcionar pleno empleo y unas condiciones dignas de vida, asà como su imposibilidad de seguir sosteniendo las polÃticas solidarias propias del llamado Estado del bienestar, como el fin del trabajo y del proletariado es algo más que un error, es dar una coartada al sistema capitalista. Porque no estamos ante el fin del trabajo y del proletariado, sino en una situación de crisis de las relaciones de producción capitalistas, que no garantizan YA el proceso de reproducción de la fuerza de trabajo. La aparición de un enorme ejército industrial de reserva, de carácter global, a causa de la insuficiente absorción de fuerza de trabajo en el proceso de producción, da aparición al fenómeno del crecimiento sin empleo, un sÃntoma más de la agudización de la crisis mundial del capitalismo.
Los enciclopedistas no comprenden que la relación del hombre con la naturaleza es al mismo tiempo una relación entre los hombres, que viene determinada por las relaciones sociales de producción capitalistas. Porque lo que se avecina no es LA GRAN catástrofe de la humanidad, que anuncia la EdN, sino la catástrofe del capitalismo. Y no hay más Orfeo que el proletariado revolucionario, el único capaz de enterrar el capitalismo y evitar el desastre ecológico.
19.- Como supuestos herederos de la IS, los enciclopedistas se presentan como vanguardia de la teorÃa crÃtica social; aunque son la retórica de su podredumbre. Han puesto la revolución al servicio de la lÃrica y la teologÃa, y esa lÃrica y esa teologÃa hoy ya ha sucumbido a los intereses editoriales. ¿Para cuándo un tratado de jardinerÃa, un diccionario de neologismos o una novela del fin del mundo?
"El abismo" es también un definitivo ajuste de cuentas con el temible y temido maestro Debord a la manera enciclopedista, sutil y mezquina, que radica en no citarlo en ningún momento, en ignorar su obra como si jamás hubiera existido. La siempre conflictiva relación de Semprun con Debord se manifiesta en sus cartas de 1977 a Debord y al editor Lebovici, a tenor del rechazo por éste a la publicación de un breve folleto de Semprun sobre la revolución española. La ruptura iniciada en 1986, tras una inicial colaboración de Debord con la revista de la Enciclopedia en 1984-1986, y la posterior admiración y el elogio un tanto enfermizo de Semprun de "Los comentarios" de Debord, finaliza tras un largo alejamiento, con la total ignorancia por parte de Semprun de la obra debordiana, sólo dos años después del fallecimiento de Debord, sustituido por el nuevo culto a Anders.
Del anhelo por "cambiar la vida", propio del situacionismo, sus epÃgonos de la EdN han pasado al deseo único de sobrevivir como elite. De la voluntad y el combate por un cambio social universal: la revolución, propio del situacionismo; han pasado al anuncio del fin del mundo, propio de la EdN: el abismo. El abismo es un ismo que ni siquiera llega a ser un ismo [2].
La EdN cultiva una concepción aristocrática y elitista del grupúsculo, que rechaza a todo advenedizo seguidor como despreciable pro-situ, y que cierra sus filas a todo proselitismo, mientras parece gozar con la exclusión fulminante y deshonrosa de quien disiente en la menor nimiedad teórica, ética o vital. Unido todo esto a sus concepciones reaccionarias en la relación del hombre con la tecnologÃa y la naturaleza, que no son consideradas como relaciones sociales de producción, sino como DOMINIO de una tecnologÃa divinizada y/o satanizada sobre una humanidad estúpida, que explota la naturaleza más allá de sus posibilidades de regeneración, nos deslizamos hacia una nueva concepción de la revolución. La revolución, frente al poder de la Tecnociencia (encarnación de la Idea Absoluta de Hegel en los enciclopedistas), se ha degradado hasta llegar a convertirse en algo similar a un banquete privado en el que para participar es imprescindible el gusto exquisito de un gourmet, capaz de saborear y cantar las excelencias de un buen bistec de una vaca sana, de la que no sólo conoce el nombre y la genealogÃa, sino todo lo que ha comido durante su existencia. El ideal de un enciclopedista coincide pues con la realidad actual de un pastor masai, eso sÃ, trasladada a la buena mesa de un bistrot parisino. La revolución, con la EdN, limita sus objetivos a zamparse unas buenas chuletas.
20- Jaime Semprun, hijo de un ex ministro del PSOE en la etapa de Felipe González, carece y ha carecido durante toda su vida de profesión o trabajo remunerado del que poder vivir. Este dato, que no pretende ser un insulto, sino la constatación de un hecho, que además para los situacionistas suele ser un elogio, puede ayudarnos a comprender que quien en su vida no ha trabajado nunca crea realmente que el proletariado ya ha desaparecido y el trabajo está llegando a su fin. No deja de ser la constatación propia, bufonesca y paranoica de un señorito [3] revolucionario de la Rive Gauche, convencido de que su ombligo es el centro del universo, y muy capaz de confundir su gripe, una enfermedad, o su mala digestión de hoy, con el fin del mundo.
Esa frase de Semprun, que tan buena acogida parece haber tenido, por su novedad y extravagancia, entre ciertos pedagogos: "cuando el ciudadano-ecologista pretende plantear la cuestión más molesta preguntando: "¿Qué mundo vamos a dejar a nuestros hijos?", evita plantear esta otra pregunta, realmente inquietante: "¿A qué hijos vamos a dejar el mundo?", tendrÃa una lectura más escéptica y menos bobalicona si con |
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