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Notícies :: corrupció i poder : sanitat
Bajo el sol de "Big Pharma"
01 nov 2005
Tras una ola de fusiones sin precedentes, diez grupos farmacéuticos poseen el 50% del mercado mundial de medicamentos. Dicen aliviar el planeta y financiar la investigación con sus ventas. Pero mientras en el Sur se muere por falta de medicamentos, en el Norte se sufre por sobreconsumo. Sin embargo, estas empresas parecen no conocer límite alguno.
Cuando se trata de las bajezas del marisma político, la prensa adora poner en primera plana los casos de coimas. Sin embargo, cuando GlaxoSmithKline (GSK) es objeto, en Italia, de una gigantesca investigación policial, que involucra a 2.900 médicos -37 empleados de GSK-Italia y 35 médicos fueron culpados de "corrupción"; 80 visitadores médicos acusados de entregas ilegales de dinero a médicos para que prescriban los productos de esa empresa antes que sus equivalentes genéricos-, el silencio mediático es casi absoluto: a excepción del British Medical Journal (BMJ) y de The Guardian de Londres (13-2-03), no se encuentra casi nada sobre ese importantísimo caso. Durante su investigación, la policía sacó a la luz un sistema informático elaborado, denominado Giove (Júpiter), que permitía a los representantes comerciales de las empresas hacer un seguimiento, a través de las órdenes de compra de las farmacias, de las prescripciones de los médicos a quienes habían pagado. Y según BMJ, 13.000 horas de grabaciones telefónicas mostraban con toda claridad una estrecha relación entre las prescripciones y el monto de los regalos obtenidos por los médicos: visitas "médicas" al Gran Prix de Montecarlo o al Caribe, entregas de dinero en efectivo de sumas que llegan a los 1.500 euros, etc. ¿Es Italia un caso aislado? En Estados Unidos y Alemania aparecieron casos similares.

En abril de 1993, la doctora Nancy Olivieri, del Hospital de niños de Toronto, firma con la sociedad Apotex Research Inc. un protocolo de investigación sobre una nueva molécula, la deferiprona, que promete ayudar a los enfermos que padecen talasemia (enfermedad de la sangre) a evitar los accidentes cardíacos debidos a una sobrecarga de hierro. La doctora está lejos de sospechar en ese entonces que su "caso" será objeto, ocho años después, de un informe de investigación de más de 500 páginas. Dos años después del inicio de los ensayos terapéuticos, y de la publicación de unos primeros resultados alentadores, Olivieri sospecha que ese medicamento agrava la fibrosis hepática de algunos de sus enfermos. Decide entonces hacer firmar a sus pacientes una nueva carta de consentimiento, a fin de que sean informados de los riesgos potenciales de efectos secundarios, y la somete a sus superiores. El laboratorio pone inmediatamente fin al contrato (sin anular las investigaciones en curso en otros hospitales), y amenaza a la doctora con procedimientos judiciales si infringe la cláusula de confidencialidad que había firmado imprudentemente. Ignorando las presiones, en nombre del deber hacia sus pacientes, ésta presenta sus resultados durante un coloquio.

En sus seis años de sinsabores judiciales y profesionales, Olivieri sólo recibirá apoyo de la Asociación canadiense de los(as) profesores(as) universitarios (Acppu). Cierto es que el director de Apotex, uno de los más influyentes "filántropos" de Toronto, había propuesto una donación de 20 millones de dólares a la universidad de esta ciudad para la construcción de un nuevo edificio. Así y todo, a fuerza de tenacidad, la doctora Olivieri consiguió finalmente ganar la causa. Una vez reintegrada a su servicio, con una compensación por los años de investigación perdidos, consiguió también que la Comisión Europea anule la autorización de ingreso al mercado de la deferiprona, esgrimiendo que ningún estudio científico había desterrado los temores por ella señalados.

Para una otitis galopante, un médico prescribió a Roselyne un antibiótico de "tercera generación". Dos días después, la paciente llega a su casa arrastrándose, con la presión por el piso. Consultado, otro médico clínico le dice "haber tenido ya problemas con ese antibiótico" y le aconseja suspender el tratamiento. Recién a los dos días Roselyne recuperó sus fuerzas. El incidente es benigno, y nada prueba su relación con ese medicamento. ¡Tanto mejor! Porque de todos modos el clínico carece de todo medio para señalarlo. A partir del advenimiento de la tarjeta Sésame-Vitale, no obstante, la Seguridad Social le impone una conexión a internet por cada prestación. Pero ningún sitio da cuenta de ese tipo de observaciones que, puestas en común, permitirían sin embargo a los epidemiólogos detectar riesgos que pasan desapercibidos antes del proceso de consentimiento. Los llamados de la Asociación Europa y el Medicamento a que más pacientes sean asociados a la fármacovigilancia aún no fueron escuchados por la Comisión Europea.

La asociación de lucha contra el sida Act Up-Paris deploró durante mucho tiempo que no exista ninguna financiación para, por ejemplo, afinar las posologías de las triterapias para las mujeres (las cohortes de pacientes en seguimiento durante los ensayos terapéuticos comprendían principalmente hombres). Después de la autorización de salida al mercado (ASM), no existe ninguna obligación legal de continuar evaluando los productos, o de garantizar el seguimiento de un determinado número de personas en tratamiento. Sin una legislación constrictiva, los ensayos post-ASM denominados "de fase IV" no se realizan más que por la buena voluntad de los laboratorios. A riesgo de que sólo sean financiados los que permiten hacer "despegar" la venta de un nuevo producto, habituando a usarlos a quienes los prescriben. Siempre escasos de fondos públicos, médicos e investigadores participan así en lo que se suele denominar "ensayos marketing".

"¡A nosotros, la publicidad no nos trae muchos problemas! -confiesa riendo un redactor de la revista L'Infirmière-. Contrariamente a casi todas las publicaciones profesionales del sector médico, la nuestra no interesa en absoluto a los laboratorios. Nuestros lectores no son compradores ni prescriptores de medicamentos. Al menos tenemos bastante libertad para escribir sobre los temas que nos interesan: la relación con el paciente, el estado de los hospitales en el tercer mundo, las dificultades de la profesión.". Salvo algunas publicaciones como Pratiques (trimestral) o Prescrire (que brinda una mirada crítica sobre los medicamentos en el mercado), los diarios destinados a los médicos, muchas veces único instrumento de información (¡y de formación!) durante su carrera, están, por su parte, saturados de avisos publicitarios.

Suzanne, periodista, dejó París y se fue al sur de Inglaterra, donde pensaba trabajar a destajo - cosa que se revela más difícil de lo previsto. Pero he aquí que recibe, por correo, una propuesta tentadora: "Desearíamos que usted participe en el encuentro médico del 22 de enero en Londres, y que escriba un artículo para la prensa francesa. El objetivo es informar al público sobre una enfermedad prevalente pero relativamente desconocida, y sobre los nuevos avances terapéuticos en este campo". A continuación, se describe detalladamente esta "enfermedad", y los excelentes resultados del nuevo tratamiento. "Concientes de que usted no puede garantizar la publicación de ese artículo, le entregaremos la suma de 500 libras por participar en esta jornada, escribir el artículo y proponerlo a la Agencia France Presse, a Le Monde o al Quotidien du Médecin, por ejemplo". Intrigada, Suzanne pide algunas precisiones. "La tranquilizo, es ésta una práctica muy corriente: habrá allí diez periodistas británicos y vendrán cuatro de Escandinavia". Se adjunta la copia de un colega, a título de ejemplo. o de modelo. "Por supuesto, si usted consigue hacer publicar el artículo, será más fácil para mí volver a invitarla más adelante".

El médico clínico y novelista Martin Winckler da, en su crónica radiofónica en France Inter, su opinión sobre todo. Pero el 15 de mayo de 2003, osa evocar el último libro de Philippe Pignarre, ex directivo de la industria farmacéutica, que descifra la "crisis" vivida, según él, por los laboratorios: sus perspectivas de desarrollo de novedades terapéuticas importantes disminuyen, comprometiendo a término la rentabilidad financiera -hasta entonces excepcional- del sector. En la emisora estatal, esto no se lleva bien con la información publicitaria del sindicato patronal de las "empresas del medicamento" (LEEM), para quienes "la investigación avanza, la vida progresa" (campaña declinada en France Info y Radio Classique así como en los tres canales de France Télévisions). El 4 de julio, sin explicaciones, la crónica es reemplazada por un interludio musical. El 11, un "derecho de respuesta" del LEEM la emprende contra las "acusaciones sin fundamento" de Winckler. La emisora corta el vínculo con el sitio de internet donde el cronista explicaba a sus oyentes la prematura interrupción de su prestación.

Para sorpresa general, el designado por George Bush para dirigir el fondo estadounidense de lucha contra el sida (15.000 millones de dólares en cinco años) es Randall Tobias, el ex presidente de Eli Lilly -afortunado fabricante del Viagra. "Sus conexiones con la industria farmacéutica suscitaron ciertos temores: ¿se comprometerá Tobias a garantizar el acceso a los medicamentos genéricos de bajo costo, se interroga The Lancet, uno de los principales diarios de investigación médica, en su editorial del 12 de julio de 2003, o comprará versiones patentadas, protegiendo así los intereses de las empresas estadounidenses?" La formidable pulseada comercial sobre las patentes farmacéuticas, que enfrenta desde hace tres años a ciertos países del Sur con la tríada Estados Unidos - Unión Europea - Japón (88% del consumo mundial total de medicamentos), concluyó, en la víspera de la reunión de la Organización Mundial del Comercio en Cancún, con la victoria de las "Big Pharma", conducidas por la empresa norteamericana Pfizer; las restricciones que engloban al comercio de genéricos les garantiza un control estricto sobre ese mercado.

En Washington, el voto del 23 de julio de 2003 en la Cámara de Representantes era muy esperado: el proyecto de ley que apunta a autorizar la importación de medicamentos que se venden menos caro en el extranjero que en Estados Unidos trascendía la habitual divergencia política. Ochenta y siete republicanos se habían unido a 155 demócratas para aprobar lo que constituía un desafío para los laboratorios -medicamentos tan comunes como el Augmentin pueden costar, en Estados Unidos, el triple de su precio en Europa. Steven Weiss, editor de CapitalEye.org (un boletín especializado en el análisis de las contribuciones electorales), no encuentra ninguna dificultad en recomponer los bandos políticos: entre 1989 y 2002, los representantes que votaron "no", en conformidad a los intereses de las empresas farmacéuticas, habían recibido de parte de estas contribuciones de campaña tres veces más grandes, en promedio, a los que votaron "sí". ¡En 2002, y si observamos únicamente el bando demócrata, los representantes que votaron "no" habían recibido cinco veces más donaciones que los otros! ¿A quiénes representan?

Bombardeados por eslogans que asimilan "la investigación" y "la vida", rara vez nos interrogamos sobre la verdadera relación entre las necesidades sociales de salud y las prioridades de desarrollo de tal o cual nuevo medicamento. Desde la descolonización, las enfermedades tropicales ya no figuran en el radar de los laboratorios. ¿Qué investigaciones, indispensables para la vida pero que por otra parte no disponen de un mercado suficiente, se sacrifican al derroche de gastos de promoción que rodean a los "blockbusters", esos medicamentos de más de 1.000 millones de euros de ventas?

El poder público, que forma a los médicos para abandonarlos luego a un trabajo a menudo solitario, prácticamente sin medios independientes para mantener al día sus conocimientos, carga con una gran responsabilidad en esta deriva; pero éste enfrenta a un lobby poderosamente organizado, que no vacila en recurrir a la extorsión (para la utilización o llegada de novedades terapéuticas) y la intimidación.. El paciente, por su parte, no dispone de ningún medio para forjarse una opinión informada (aparte de la publicidad). La eventual legalización, por la Unión Europea, de la publicidad directa a la gente, amenaza con acrecentar aun más la confusión.

Este apartamiento de lo político (que no es más que el otro nombre del "déficit de la seguridad social") no es irremediable: diversas propuestas permitirían reintegrar a pacientes y médicos en las decisiones de salud -como lo hicieron, sin esperar a ser invitados, los pacientes del sida. En primer lugar habrá que hacer saltar los cerrojos intelectuales sólidamente instalados por los laboratorios, que aseguran la carrera de los investigadores científicos que les abren mercados y reprimen a los otros; comprando la benevolencia o la complicidad de ciertos medios; halagando a los "buenos prescriptores" y desconfiando de los médicos "pasatistas" que se contentan con recetar buenos y viejos medicamentos probados. La industria -puesta al servicio de los negocios, y con fabulosas reservas de cash- hace reinar, sobre el conjunto de los protagonistas, una aterradora policía del pensamiento. La pequeña corrupción común instilada por estas prácticas acabó por gangrenar, en todos los niveles, el contrato social sellado en torno a la salud pública.

Traducción: Patricia Minarietta
Mira també:
http://www.rebelion.org/economia/031022monde.htm

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