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Notícies :: criminalització i repressió : mitjans i manipulació
El desordem
09 set 2005
Lo que se da en llamar incivismo no es otra cosa que la afloración de realidades sociales que se niegan a ponerse entre paréntesis para que se vea confirmada la ilusión de que el desorden social ha sido derrotado por la "buena educación"
EL DESORDEN
Manuel Delgado
El País, 9.9.2005

El civismo es hoy uno de los discursos políticos centrales de nuestras autoridades políticas y mediáticas. Su deterioro ha sido el asunto central del último pleno municipal en Barcelona y de todo tipo de pronunciamientos en las últimas semanas. El civismo concibe la vida social como un colosal proscenio de y para el consenso, en que ciudadanos libres e iguales acuerdan convivir amablemente cumpliendo un conjunto de preceptos abstractos de buena conducta. El escenario predilecto de ese limbo es un espacio público no menos ideal, en que una clase media universal se dedica al ejercicio de las buenas prácticas de urbanidad. En ese espacio modélico no se prevé la posibilidad de que irrumpa el conflicto, puesto que en la calle y la plaza se presupone la realización de la utopía de una superación absoluta de las diferencias de clase y las contradicciones sociales por la vía de la aceptación común de un saber comportarse que iguala.

Barcelona es un ejemplo de cómo, a la que te descuidas, el sueño de un espacio urbano desconflictivizado, por el que pulula un ejército de voluntarios ávidos por colaborar, se derrumba en cuanto aparecen los signos externos de una sociedad cuya materia prima es la desigualdad y el fracaso. Y es porque lo real no se resigna a permanecer secuestrado que nuestros espacios públicos no pueden ser un cordial ballet de ciclistas sonrientes, recogedores de caquitas de perro y pulcros paseantes incapaces de tirar una colilla al suelo. ¿Quiénes son los responsables de que se frustre esa expectativa de ejemplaridad? Parece que esas bolsas crecientes de ingobernablidad se nutren de las nuevas "clases peligrosas", aquellas que el nuevo higienismo social, como el del siglo XIX, clama por ver neutralizadas, expulsadas o sometidas a toda costa: los jóvenes, los inmigrantes, los drogadictos, las prostitutas, los mendigos y esa nueva clase obrera que constituyen los trabajadores extranjeros y sus familias.

Sobre los inmigrantes como factor de suciedad nada que añadir a lo obvio: es pura xenofobia. En cuanto a las prostitutas, tampoco nada novedoso, puesto que son viejos personajes de las pesadillas de quienes quisieran que Barcelona fuera una ciudad ordenada y obediente. Con los indigentes y drogadictos formarían ese submundo de lo que en algunas ciudades latinoamericanas llaman "desechables", aquéllos contra los que se está animando a actuar con fines profilácticos, si hace falta como vemos que ocurre de vez en cuando con las acciones de cabezas rapadas.

En cuanto a los jóvenes, tampoco queda claro a quién corresponde atribuir responsabilidades incívicas. Se habla de extranjeros borrachos, por ejemplo, que se identifican como nuevos nómadas -los travellers- o turistas pobres, aunque es posible que a su lado encontremos a un buen número de estudiantes universitarios de casa bien que han acudido por miles a una ciudad publicitada internacionalmente como un colosal e ininterrumpido espectáculo al aire libre. Por cierto, es curioso que haya quejas al respecto del consumo juvenil de alcohol en público en una ciudad como Barcelona, en que el botellón no alcanza ni de lejos las dimensiones que conocen otras ciudades españolas como Madrid.

Luego tenemos el capítulo de fiestas descontroladas. Hace tiempo que los espacios festivos han demostrado su fracaso en orden a constituirse en ámbitos felices de cohesión social, y alguien debería recordar los graves desórdenes que conocieron las fiestas de Gràcia hace 30 años, el resultado de los cuales fueron 20 detenidos y un herido como consecuencia de los disparos al aire de la policía. Y es que la fiesta es lo que siempre ha sido, un territorio en que la condición crónicamente problemática de la vida social encuentra una oportunidad en que expresarse. En ese campo se confunden varias cuestiones. Por una parte, la del consumo masivo de alcohol, que no se ataja porque en gran medida depende de él la financiación de esas fiestas. Lo que ocurre es que luego se acabará sosteniendo que los desmanes los han provocado jóvenes borrachos de cerveza vendida por los "lateros" paquistaníes y no por la que les han servido los "buenos ciudadanos" que atendían las barras legales. En cuanto a la implicación de grupos alternativos, es un argumento perfecto para el hostigamiento policial contra la disidencia política radical. Igual no es casual que la asignación de culpa a movimientos sociales anticapitalistas en altercados como los de Gràcia precediera en unos días a un informe en que los Mossos d'Esquadra daban cuenta de la localización en Barcelona de activistas entre cuyos "crímenes" figuraba la difusión de ideas anarquistas y antisistema.

En resumen, . Y es que, como sostenía aquí Josep Ramoneda en un sentido parecido, si uno lee lo que escribieron hace no mucho en estas mismas páginas Oriol Bohigas (27 de julio) y Félix de Azúa (11 de agosto) sobre el pozo de podredumbre en que se había convertido Barcelona, se llega a la conclusión de que lo que molesta a nuestros intelectuales burgueses no es la miseria o la marginación, sino tener que verla.

Mención aparte merece la invocación al término vandalismo para aludir a una nebulosa de conductas en la que manifestaciones de cultura urbana como son los grafitos se mezclan con formas de gamberrismo en las que una visión más profunda debería reconocer elementos de rabia y rencor contra ciertos aspectos del mundo. Todo acto de violencia es un acto de comunicación, cuyas causas no pueden ser atribuidas de manera simple a una patología psíquica o social. Y recuérdese: explicar no es justificar.

Por otra parte, y al respecto, cabría reconocer el descomunal abismo que, en cuanto a efectos, separa la llamada violencia urbana de la violencia urbanística. El 15 de julio, Bernat Puigtobella publicaba en EL PA�S un merecido elogio a Destrucción de Barcelona (Mudito & Co.), de Juanjo Lahuerta, un libro que no trata precisamente del aumento de las conductas incívicas, sino de la devastación de que ha sido víctima Barcelona en los últimos años a manos del diseño urbano. Porque, si una papelera quemada es un "acto de vandalismo", ¿qué calificación convendría a esos barrios populares desahuciados en masa y destruidos por las excavadoras, a ese centro histórico despanzurrado para construir aparcamientos o a ése borrado para siempre de los restos y los rastros de lo que un día fue una de las ciudades más apasionantes y apasionadas de Europa?

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Comentaris

Re: El desordem
09 set 2005
Plas, plas, plas, de nou Delgado la clava
Re: El desordem
09 set 2005
Increïble exemple de lucidesa intel·lectual. Tot allò que tots pensem, però no sabriem expressar, quan sentim el discurset enverinat dels polítics clamant pel civisme i el bonrollisme intercultural d'esquerres, ho sintetitza i ho vesteix l'hàbil i incisiu Delgado.

Molt recomenable
Re: El desordem
09 set 2005
Increïble exemple de lucidesa intel·lectual. Tot allò que tots pensem, però no sabriem expressar, quan sentim el discurset enverinat dels polítics clamant pel civisme i el bonrollisme intercultural d'esquerres, ho sintetitza i ho vesteix l'hàbil i incisiu Delgado.

Molt recomenable
Re: El desordem
09 set 2005
Increïble exemple de lucidesa intel·lectual. Tot allò que tots pensem, però no sabriem expressar, quan sentim el discurset enverinat dels polítics clamant pel civisme i el bonrollisme intercultural d'esquerres, ho sintetitza i ho vesteix l'hàbil i incisiu Delgado.

Molt recomenable
Re: El desordem
10 set 2005
Provocar el desorden, y descargar la rabia y frustación acumulada tanto sea, takeando, kemando kontainers, jodiendo sucursales bancarias, ETTs, e inmobiliarias y especuladores varios tendria que estar incluido dentro de los derechos de las personas. ke arda todo, ya que todo esta perdido.
Canícula elemental y fúnebre
11 set 2005
Canícula elemental y fúnebre
FÉLIX DE AZÚA
EL PAÃ?S, 11-08-2005

En agosto, la vida da un vuelco. El terremoto comienza con una repentina paralización de nuestra actividad corriente, y luego nos sumerge el maremoto de las vacaciones masivas por tierra, mar y aire. Lo magnífico de agosto es su tremenda sacudida, el parón y la metamorfosis que nos permite creer en los cambios. Creer que podemos cambiar, que la vida cambia, que el mundo cambia. Lo cual es falso, naturalmente. Los cambios del mundo y de las sociedades son tan lentos que resultan imperceptibles en una sola vida. Si no se produce una hecatombe como la Segunda Guerra Mundial, sólo hay cambios de matiz, y muy fugaces. Las vacaciones son siempre cortas.

Mi generación, por ejemplo, vio cómo tras la muerte de Franco cambiaban ciertos hábitos. De pronto era posible moverse por la ciudad sin miedo a la policía, aunque en el País Vasco apareció una fuerza del orden más cruel y estúpida que la de Franco. Los demás españoles, sin embargo, en efecto, podíamos ir por la vida sin aquel canguelo. Fueron unas vacaciones agradables.

Las vacaciones, sin embargo, son siempre breves. Como consecuencia de aquella muerte, los edificios ruinosos se vinieron abajo, pero los realmente potentes, los que habían explotado despiadadamente a la población durante 40 años, no sufrieron ni un rasguño. Pronto se convertirían en los colosos de acero y cristal que ahora adornan las avenidas del poder en todas las ciudades de España. La democracia resultó un excelente negocio y las aguas regresaron a su cauce secular.

El otro día oí unas declaraciones de Carod Rovira que me hicieron comprender lo breves que han sido las vacaciones del franquismo. Dijo que la única lealtad que le adorna es la que tiene con Cataluña. Lo manifestaba grandiosamente después de traicionar a sus compañeros de Gobierno. Siendo así que para Carod (y para todos los nacionalistas) la palabra "Cataluña" significa "yo y los míos", evidentemente Carod dice la verdad. Su única lealtad es hacia él mismo y los suyos. Cualquier pacto con los nacionalistas, como los que con infinito candor (¿o vil oportunismo?) tratan de negociar los socialistas con el PNV, será fatalmente traicionado. Los partidos nacionalistas, como la Iglesia de Roma, sólo son coyunturalmente democráticos.

Cada vez que los nacionalistas usan el sagrado nombre de la Patria, ignoran que son la repetición posmoderna de aquellos vanguardistas de la época de Franco que decían ofrecerse en perpetuo sacrificio por la Patria. La verdad era que estaban montando una mafia choricera con el aceite de oliva, o una compañía de telecomunicaciones delincuentoide, todo es mucho más terrestre de lo que pregonan, pero la grandeza de la retórica es la misma ahora que en tiempos de Onésimo Redondo. Las vacaciones duran poco. Hubimos de sufrir a aquellos patriotas, ahora soportamos a éstos.

Imagínense que cualquiera de nosotros comenzara el día afirmando en la oficina: "¡Hoy Cataluña ha desayunado bollos y café, pero le han sentado como un tiro!". Pues ése es exactamente el efecto que nos producen los nuevos nacionalistas a quienes conocimos el nacionalismo de Franco. Las vacaciones sólo son un simulacro de cambio; luego, el ganado vuelve a su aprisco. Los de Esquerra imitan, sin saberlo, al nacionalismo español de la generación del noventa y ocho. El país no da más de sí.

Vean ustedes otro caso de fin de vacaciones: el arquitecto Oriol Bohigas, el hombre que inventó la Barcelona moderna (opuesta a la trivial Barcelona modernista) y cuyas órdenes permitieron que la ciudad gozara de un indudable prestigio urbanístico en los años noventa, ha concluido sus vacaciones barcelonesas y ahora define el barrio en donde tiene la desgracia de vivir como una "cloaca de miseria" (EL PA�S, 27 de julio). El prestigioso arquitecto se manifiesta hasta el moño "del permanente asentamiento de dos o tres campamentos de tribus urbanas con perros, gatos, guitarras y cuchitriles (léase 'cachivaches'), unos desharrapados que practican públicamente todos los actos domésticos, desde la defecación y el vómito al coito, desde la borrachera a la droga, desde el tirón y el bastonazo callejero hasta el canto chillón (sigue)". La denuncia es impresionante. Sobre todo por venir de quien viene.

Es cierto que la plaza Real (donde vive Bohigas) da asco, pero no menos que la totalidad de las Ramblas y sus aledaños. Tampoco es imprescindible bajar al sur de Barcelona, lugar notablemente mediterráneo, es decir, guarro, porque en el norte (llamado "pijo" por la gente resentidilla) sucede lo mismo. Para no abandonar lo doméstico les diré que en una de las zonas más caras de la ciudad, la plaza Boston, rincón exquisitamente diseñado por Beth Galí como acceso a un parque modesto, recoleto y frecuentado por cientos de perros encantadores, un grupo de hombres y mujeres ha pintarrajeado todas las paredes de la zona, hacen carreras de motos cada noche, se emborrachan, se pegan, vomitan, defecan, en fin, hacen exactamente lo mismo que en casa de Bohigas, sólo que en una zona de la ciudad donde se pagan impuestos descomunales. Hace años hubo allí un restaurante de cocina fina aunque no ridícula, frecuentado por gente guapa que no hablaba a gritos. Está abandonado, claro. Es duro ser burgués en Barcelona.

Hace veinte años, en plenas vacaciones posfranquistas, se me ocurrió advertir sobre la fatal decadencia de Barcelona si se apartaba del resto de España, ya que no es lo mismo ir por el mundo como capital cultural de la España más europea, que presentarse como la capital de Cataluña, un lugar en donde no hay españoles, como se demostrará en la Feria de Frankfurt. Pero ahora ya no se trata de evitar una decadencia que nadie niega, sino de impedir que Barcelona se convierta en una "cloaca de miseria", tal y como muy acertadamente la define Bohigas.

¿Hay solución para tanta incompetencia? Difícil, la verdad, francamente difícil. El gran experto en urbanismo, cuya opinión será escuchada en todos los despachos de la ciudad capaces de tomar una decisión (son muy pocos), acaba su artículo con este párrafo extraordinario: "¿Habrá que rebajarnos (léase 'rebajarse') y reconocer que la política proclamada honestamente por las izquierdas a favor de una tolerancia democrática

está siendo un fracaso y que hay que pedir prestada a la derecha intolerante unos métodos que nos dan asco, pero que, por lo visto, no sabemos sustituir por una autoridad fuerte y democrática?". Esta pregunta pone los pelos de punta.

Aunque Bohigas asegura no ser español, su reacción ante la catástrofe barcelonesa es la de cualquier caballero hispano: llamar a la Guardia Civil. No obstante, me permito corregirle, y mira que lo siento. La solución no es ésa, sino la contraria, o sea, reconocer que la "tolerancia democrática" de las izquierdas de Bohigas es una colosal fantasía. Que estos izquierdistas tolerantes están multando a probos comerciantes y honrados restauradores por no usar el catalán tal y como a estos enormes demócratas les da la gana, aunque, claro, ellos escriben en español en toda la prensa del país. Que en las instrucciones de la Generalitat para el próximo año escolar se crea la figura de un "coordinador lingüistic" en plan sprächenpolizei. Que los medios de comunicación de la Generalitat, todos ellos cedidos a los ultras por los socialistas sublimes, cada vez se parecen más al No-Do con Carod inaugurando actos patrióticos y solidarios (consigo mismo) todos los días. Que en la Universidad catalana puede hablar en público un gigante de la tolerancia como Otegi, pero le parten la cara a Savater si se atreve a subir al estrado. Y que la "tolerancia democrática" de Bohigas, como la "lealtad hacia Cataluña" de Carod, es una inmensa farsa cuyo significado no es otro que: "Tolerancia y lealtad infinitas para mí y para los míos, incluidos los del 3%, y a los demás, que les zurzan".

Sólo si se reconociera que la más hipócrita de las políticas, una política de forma democrática y fondo peronista, una política que ha cambiado el viejo leninismo por el más rancio nacionalismo, está destruyendo una sociedad que en otro tiempo tuvo su gracia, sería posible poner remedio a un destrozo que tiene más de idiota que de malvado. Para lo cual, me temo, ha de morirse toda la gente de mi generación. Si fuera imprescindible, empiezo yo mismo. Entonces podrán comenzar las vacaciones de los más jóvenes. Serán breves, pero menos da una piedra.
Re: El desordem
11 set 2005
así pues, barcelona es guarra por culpa de los nacionalistas?
comparto escalofrío respecto a cualquier nacionalismo, pero vincularlo así es hacerle un favor ( o es perder el oremus),
porque sus méritos a mi me parecen mayores:una tonteria provinciana algo perversa.

respecto al incivismo, remitirse a delgado es de ley.
respecto a bohigas, qué éxito urbanístico? idear una ciudad ajena (y fotogénica claro, y vacia,y ausente de la realidad y necesidades de sus gentes, dictada desde la autoridad de los expertos ¿?,un protoparque temático, aunque después con la oleada del forum se queja precisamente de lo mismo que el ha propiciado, ¿ acaso porque no le ha tocado un trozo del pastel? ). todo porque un día hizo unos balcones con algo de gracia, el resto son frufrus de los pasillos del poder. la verdad, creo que bohigas ya está mayor.
Re: El desordem
18 des 2005
bravo delgado!gràcies quesalid per compartir aquest text!
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