El macabro negocio de la droga es un medio seguro para obtener dinero, pero
¿quién
garantiza esa seguridad?
Eso es lo que veremos. Se capturan alijos de droga y como mucho al lado
aparecen algunos fajos de billetes.
A continuación, y como parte del ritual, el típico comunicado: «alijo
capturado a una mafia de narcotraficantes cuya actividad estaba camuflada por la
importación de melones -por decir algo-, se ha culminado con la captura de 18
miembros de la banda que de haber logrado su objetivo, su valor en el mercado
superaría los 10 millones de euros». Así se cierra la operación y todo
resuelto.
Sólo se captura una mínima parte de la droga que se trafica, pero nunca se
habla, ni de refilón, del dinero que no se incauta ni de qué pasa con él. Se
pillan fardos de kilogramos que viajan por tierra, mar y aire en medio de los
miles de millones de toneladas de mercancías que se trasiegan en el mundo, pero
no hay modo de enterarse de por dónde andan los 357.000 millones de euros que
la acompañan y que es el dinero movido por la droga, según datos de Naciones
Unidas. Pero cuando usted va al banco y hace una transferencia de 3.000 euros o
más, le sacan una fotocopia del carné de identidad y se chivan a Hacienda de
todo lo que ha hecho, con pelos y señales. En el tema del tráfico del
millonario dinero de la droga no sucede ni lo anterior ni lo mismo que con su
sueldo de salario mínimo o múltiplo del mismo, que será tamizado hasta el
magreo.
¿Y cómo puede ser todo esto? Las cosas nunca son por casualidad, aunque lo
parezcan. Los paraísos fiscales para algo están, incluso en la flamante
Constitución europea, que los considera implícita y explícitamente, unos como
colonias y otros como protectorados o de cualquier otro camuflaje. El magistrado
francés Jean de Maillard enumera 65 paraísos fiscales en el mundo, de los que
16 están dentro de Europa, como Andorra, Gibraltar, Mónaco, Vaticano, Suiza,
Luxemburgo, Liechtenstein, Isla de Man y otros tan conocidos como Bahamas,
Sheichelles, Caimán, Polinesia Francesa, etcétera. En cualquiera de estos
cortijos privados se lava el dinero de la droga, armas, tráfico de influencias
y todo lo relacionado con el crimen organizado. Si aún hay alguna duda, aplíquese
el artículo 156, parte III, de la Constitución europea: «Quedan prohibidas
las restricciones tanto a los movimientos de capitales como a los pagos entre
Estados miembros y entre Estados miembros y terceros países», como en el Título
I, acerca de los objetivos de la Unión y las libertades fundamentales del artículo
4: «La Unión garantizará en su interior la libre circulación de personas,
servicios, mercancías y capitales». De este modo, además, queda claro que el
que haya votado «no» será antieuropeo, pero ¿qué será el que haya votado
«si»?
El
magistrado Maillard insiste en que el sistema financiero y la criminalidad
organizada se refuerzan mutuamente, yo diría que son lo mismo, ya que la
globalización, cuyo dogma es el neoliberalismo, desprecia y relega toda
actividad social suprimiendo de hecho los derechos fundamentales para
subordinarlos al interés del principio constitucional de la libre circulación
de capitales, con deslocalización incluida.
Precisamente, los países y sus políticos, quienes más están por la no
legalización de la droga son los que controlan a los países productores,
como EE UU en Afganistán, Colombia o la Birmania de Dick Cheney, etcétera, y
los europeos que tienen en sus manos el control de los paraísos fiscales y su
estatuto de impunidad, guarida cómplice de la corrupción y criminalidad.
Los 357.000 millones de narcoeuros al año equivalen al 15,5 por ciento de las
exportaciones agrícolas mundiales o al 13,7 por ciento de las exportaciones del
sector químico. Es mucho dinero el que está en juego y en manos precisamente
de los que pueden resolverlo, pero saben que no hay dinero sin droga y parece
que lo que les importa, sin duda, es el dinero y no las calamidades sociales y
humanas que acarrea. Así, el «no» a la droga quiere decir «si» a su dinero.
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Aumenta
"productividad" de la Coca en Colombia
Verbigracia
Viernes, 19 Agosto, 2005 - 08:16
Por: Hugo E. Gamboa Cabrera
Hace algunos días, la onU dio a conocer la noticia de que el mercado mundial
de estupefacientes, en un año, aumentó el 80 por ciento, significando 200
millones más de consumidores y negocios por 320 millones de dólares (más de
743 billones de pesos). Entre más pasa el tiempo, el vicio se recrudece y la
producción aumenta.
Las estadisticas determinan que el dinero invertido para erradicar el negocio,
se ha perdido y que la ardua y valiente lucha de muchos países por acabarlo, ha
sido en vano.
En Colombia, según informe del Programa de Derechos Humanos, un 63 por
ciento de los municipios del Cauca, tienen presencia de cultivos ilícitos. El
exdiputado y actual director de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos
del Putumayo, Ever Sánchez, dice que "los cultivos ilícitos en dicha región
bajaron en un 20 por ciento, pero ahora se dispersaron las siembras de coca.
" Muchos de los proyectos de la primera parte del Plan Colombia copiaron
modelos andinos ajenos a la realidad de los colonos que cultivaban coca en las
selvas del sur del país, lo que motivó que buena parte del dinero se quedara
en manos de onG¨ llegadas de distintos departamentos, dejando a otros huérfanos
de tan importante ayuda.
Al respecto, el exministro Rudolf Hommes dijo: "Con la actual estrategia
internacional de restricción coercitiva de la oferta para mantener elevados los
precios de los narcóticos y controlar de esa manera el consumo, los países
productores están sometidos a sufrir las consecuencias de un comercio ilegal
muy lucrativo que tiende a desestabilizar las economías en donde se originan
las drogas, a fomentar el caos y a debilitar a los gobiernos, como ha sucedido
con Colombia." Cierto, porque eso es lo que hemos padecido desde los años
70, cuando el narcotráfico hizo presencia entre nosotros y empezó a funcionar
una figura que tanto malestar nos ha causado: El desplazamiento forzado y la
violencia desaforada.
Por tanto, mientras millones de personas pongan la nariz y la comunidad
internacional no deje a un lado su hipocresía en la lucha contra las drogas y
no continúe vendiéndonos precursores e insumos para refinar la cocaína,
Colombia seguirá pagando un alto tributo y el mundo estará sujeto a padecer
las consecuencias de una historia sin fin, que sólo pararía con una
alternativa humillante pero necesaria : La legalización de las drogas.
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