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Confidentes del Imperio
02 ago 2005
La desclasificación de documentos secretos pone en evidencia que la boyante alianza entre los servicios de inteligencia norteamericanos y la Iglesia católica es anterior a su alianza para que Hitler subiera al poder en Alemania en el 33 y que se mantuvo muy estrechamente durante el franquismo.
Así trata el tema el diario ultraconservador LA VANGUARDIA:

La Casa Blanca acudió a Montserrat
En 1960, el abad Escarré reveló al cónsul de Estados Unidos en Barcelona que Franco quería castigar a Jordi Pujol

EL GOBERNADOR militar �ngel González de Mendoza, que presidió el tribunal, fue relevado por dejar hablar a Pujol de democracia

EDUARDO MARTÃ?N DE POZUELO - 02/08/2005


Aureli Maria Escarré, abad de Montserrat, le dijo en marzo de 1960 a David Fritzlan, cónsul de Estados Unidos en Barcelona, que le preocupaba mucho la falta de intuición del franquismo para promover reformas sociales y políticas. El diplomático quedó impresionado por la franqueza del abad y, fiel a la tendencia norteamericana de obtener información por la vía más directa posible, se citó de nuevo con Escarré. Ambos conversaron otra vez en Montserrat el 24 de enero de 1961. Escarré le habló de la detención y condena de Jordi Pujol, de que Franco habían insistido personalmente en que le castigaran y que la única solución que veía para España era el desarrollo gradual de los principios democráticos. Pero añadió que no esperaba milagros.

El cónsul Fritzlan - al que tenían especial estima en el Departamento de Estado- se reunió con Escarré "con el fin de renovar los contactos con este liberal español y uno de los principales exponentes del catalanismo", según escribió en un informe secreto hoy en poder de La Vanguardia.

El abad le recibió cordialmente y tuvieron 45 minutos de charla a solas, que fue seguida por un almuerzo relajado al que se unieron otros cuatro monjes. "Durante mi charla, el abad tocó el desarrollo político en EE. UU., las relaciones entre EE. UU. y España, los cambios en el gobierno provincial de Barcelona, los desarrollos culturales catalanes y la situación política y económica en España y en Cataluña".

Escarré expresó ante el cónsul un entusiasta interés por la elección del presidente Kennedy y estaba gratamente impresionado por su discurso inaugural y, aunque "le habría gustado que hubiera sido elegido Nixon", las primeras impresiones de la Administración Kennedy suponían para él un buen augurio. "Escarré creía - informó Fritzlan- que la aceptación general del veredicto popular, aunque había estado muy igualado, era un buen ejemplo de democracia en acción para el mundo". Así las cosas, el abad Escarré consideraba que EE. UU. estaba en una buena posición para ejercer cierta influenciada sobre el régimen español.

Fritzlan le preguntó si tenía alguna idea concreta sobre lo que EE. UU. podría hacer para ayudar al desarrollo de instituciones liberales en España, matizando que ésta era una cuestión delicada que, si no se trataba con cuidado, podía provocar acusaciones de intervencionismo. Escarré estuvo completamente de acuerdo y dejó claro que no pretendía de la Casa Blanca declaraciones públicas en contra del régimen. Esta medida "ya se había intentado al final de la Segunda Guerra Mundial y que el resultado final fue la mejora de la popularidad de Franco en España", alegó el abad. No, en su lugar, pensaba en declaraciones realizadas al propio Franco en el momento adecuado referentes a la conveniencia de instituir reformas políticas modernas en España antes de que fuera demasiado tarde.

En su opinión, EE. UU. debía mostrarse públicamente menos entusiasta con el régimen y asociarse más con el país y con la gente que con Franco, su entorno y sus seguidores más activos. El cónsul respondió que podía tener la seguridad de que la política de EE. UU. no era adepta al régimen de Franco y que "nosotros no estábamos menos interesados que él en el desarrollo de instituciones liberales en España".

Fritzlan quiso hablar de los hechos del Palau de la Música de mayo de 1960 y de la detención de Jordi Pujol. El diplomático le explicó en su informe con estas palabras: "Saqué el asunto del Palacio de la Música del último verano y pregunté si Jorge Pujol, que había sido condenado a una larga condena, sería posible que viera parte de su sentencia rebajada. Dijo que no lo creía porque el gobernador civil había solicitado a las autoridades de Madrid en Navidades que perdonaran a Pujol y se lo habían denegado. Dijo, además, que él mismo había intentado enviar una felicitación de Navidad a Pujol pero que las autoridades de la prisión habían impedido que le dieran el mensaje. Escarré resumió este asunto diciendo que lo que Pujol había hecho afectaba a Franco directamente y que no era probable que le liberara del drástico castigo en el que él mismo había insistido".

Además Escarré reveló al diplomático que el gobernador militar, �ngel González de Mendoza Dorvier, que había dejado Barcelona hacía poco, en realidad había sido trasladado por sus superiores debido a que cuando presidió el tribunal militar que condenó a Jordi Pujol le "había permitido pronunciar amplios comentarios en defensa de la democracia y de la libertad humana".

A pricipios de los años sesenta una conversación sobre política que se preciase pasaba en algún momento por el tema de la sucesión a Franco, la transición o, como se comentaba entonces, "las actividades monárquicas". Sobre este último asunto el abad de Montserrat advirtió al cónsul que "en diversas partes de España se estaban estableciendo juntas compuestas por destacados monárquicos que serían el punto de contacto entre Don Juan y las autoridades locales y que asumirían funciones de responsabilidad en un gobierno de transición". No obstante, Escarré matizó que "no pensaba que este paso fuera particularmente importante o significativo" debido, en su opinión, a que "las ambiciones y planes monárquicos no tenían prácticamente ningún respaldo popular".

En cuanto a la esfera económica, el abad comentó que creía que las cosas progresaban de forma muy lenta, aunque, desde su punto de vista estaban algo mejor que el año pasado. "No obstante - dijo- existe mucha privación y básicamente, las clases más pobres están solamente un poco mejor de lo que habían estado antes".

De lo que sí se quejó Escarré fue de la represión del régimen sobre Barcelona y la actividad cultural en Catalunya. En particular, el clérigo tenía en mente la publicación y distribución de revistas y periódicos en catalán. Denunció a Fritzlan que la única revista permitida en catalán era Serra d´Or, publicada mensualmente por el monasterio. Se trata, explicó el cónsul a sus superiores en el Departamento de Estado de "una publicación dedicada a asuntos de interés religioso e histórico en Cataluña, de las que el abad me dio unos ejemplares", escribió el diplomático.

"Después de dedicarnos mutuas expresiones de aprecio y estima, el Abad y yo - escribió Fritzman- salimos, no sin antes dejarle una copia del libro del presidente Kennedy, Perfiles de coraje, en versión española, que agredeció ya que el libro no estaba en la biblioteca del monasterio".

"Por resumir mis impresiones con el abad - concluye el informe del cónsul- diría que continúa pensando firmemente que la única cura para el retraso actual de España son reformas políticas que proporcionen un desarrollo gradual de los principios democráticos y que den esperanza para el futuro. Si bien no espera milagros y es realista ante la posibilidad de que sucedan cambios radicales a corto plazo, comparte la esperanza de muchos moderados e intelectuales del área de Barcelona de que, de una forma o de otra, EE. UU. puede hacer valer su influencia en favor de una liberalización política gradual en España". Escarré tenía la esperanza de que las tensiones políticas que caracterizaron 1960 finalizaran. No fue así.

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Comentaris

...y plañideras que escriben de "paz" al dictado de la burguesía
02 ago 2005
La burguesía manda a sus plañideras escribir de la paz mientras prepara la guerra:


Tambores de guerra

NUNCA EN TODA la historia moderna España había conocido, ni de lejos, una temporada tan larga de paz

MIQUEL SIGUAN - 02/08/2005 LDV


Mientras a lo largo del siglo XIX los principales estados europeos avanzaban por el camino de la modernidad y de la industrialización y ponían en marcha sistemas eficaces de administración pública, España estaba enzarzada en sucesivas guerras civiles. De alguna manera el alzamiento contra Napoleón ya había tenido algo de guerra civil, pues con la ocupación el Gobierno había quedado devaluado y deslegitimado y fue el pueblo llano el que desde abajo organizó la resistencia de modo que cuando regresó el rey fue incapaz de recuperar el prestigio del Gobierno y su reinado se convirtió en una sucesión de pronunciamientos que abrieron un foso entre liberales y absolutistas, un enfrentamiento sustituido a continuación por el enfrentamiento entre carlistas y cristinos en dos guerras civiles muy largas y especialmente crueles. Un nuevo impasse llevó a una república, de corta duración, y cuando, ya a finales del siglo, con la restauración parecía que finalmente había llegado la paz estalló la rebelión de las últimas colonias: Filipinas, Cuba y Puerto Rico.

Con la derrota del 98 se tocó fondo.

Mientras Europa avanzaba por el camino de la industrialización y del progreso España quedaba definitivamente marginada. Además, la propuesta de la Institución Libre de la Enseñanza de olvidar el pasado católico e imperial para asumir la modernidad fue visto como una traición a las esencias españolas y no digamos la aparición del socialismo. Con ello el foso entre la derecha y la izquierda, se hacia cada vez mas profundo y permitía hablar de las dos Españas. Y cuando frente a la impresión de atraso y de decadencia surgieron los nacionalismos periféricos se abrió un nuevo frente de incomprensión y de rechazo. Y la guerra de Marruecos se convirtió en un cáncer que acabó desacreditando a la monarquía.

Yo tenía 12 años cuando, en 1931, se proclamó la república. Los niños de mi clase bajamos por la calle Mayor de Gràcia cantando la Marsellesa. Y al llegar a casa mis padres, que eran gentes de orden y simpatizaban con el catalanismo, habían subido a la azotea dando por supuesto que pronto empezarían a arder las iglesias, pero al ver que llegaba la noche y no subían columnas de humo decidieron que había empezado una nueva época y que esta vez la democracia iba a funcionar. Así fue durante una temporada y, con muchas dificultades, se aprobó el Estatut de Catalunya y se introdujeron otras innovaciones. Pero no duró mucho tiempo. Desde el primer momento había quienes creían que España se estaba hundiendo en el lodo y que había que salvarla como fuese y había también quienes creían que la revolución estaba a la vuelta de la esquina, y no sólo los anarquistas que en Catalunya eran potentes o los comunistas que eran muy pocos sino el propio partido socialista de Largo Caballero. "Alemania quiere la guerra / y Rusia quiere la paz / y los obreros de Asturias / la revolución mundial", cantaban los mineros asturianos en octubre del 34. Y por los mismos días el presidente Companys proclamaba la republica catalana desde el balcón de la Generalitat. La revolución de Asturias no fue el comienzo de ninguna revolución mundial y la proclamación de la república catalana solo duró unas horas pero la represión estuvo a la altura de las circunstancias y el foso se hacía cada vez mayor. Distintos grupos, cada uno en torno a su propia bandera y a sus propios intereses, carlistas y falangistas, militares, banqueros y obispos, conspiraban sin parar.

Y a su vez las posturas de resistencia se radicalizaban en distintas direcciones. Y como telón de fondo y puntos de referencia en el exterior el triunfo del comunismo en Rusia y el ascenso, que ya parecía, imparable de Hitler en Alemania. El clima político era cada vez más tenso y finalmente estalló.

Todas las guerras son terribles, pero las guerras civiles lo son especialmente y la nuestra lo fue con todos los agravantes y se prolongó en una larguísima posguerra.

Y así sucesivas generaciones de jóvenes llegaban a la madurez viviendo el contraste entre lo que veían en casa y los sistemas democráticos predominantes en Europa.

Hasta que se produjo lo que hemos convenido en llamar transición y en muy poco tiempo y casi por arte de birlibirloque pasamos de un régimen totalitario a un sistema democrático parlamentario que hace más de veinticinco años que funciona y a pesar de todas las limitaciones y de todos los errores nunca, en toda la historia moderna, España había conocido, ni de lejos, una temporada tan larga de paz y tan fecunda en muchos sentidos. Pero parece que todo cansa, hasta la paz y la tranquilidad que da un sistema democrático solidamente asentado.

Desde hace una temporada, con cada día que pasa los enfrentamientos entre las distintas posturas políticas se hacen más profundos hasta parecer irreconciliables con lo que aumentan los signos inquietantes de los más diversos tipos. Y aumenta con ello el número de los que frente a la legitimidad parlamentaria proponen la legitimidad de la calle, y no es difícil imaginar que quien hoy propone sacar las masas a la calle mañana puede sentir la tentación de sacar a la calle los tanques o recurrir a la dinamita. Claro que ya sé que el ejército y el resto de los bastiones de la tradición ya no son lo que fueron en otro tiempo y sé también que los revolucionarios actuales no creen que la revolución mundial vaya a triunfar mañana pero de todos modos. Probablemente estoy condicionado por mis recuerdos de juventud pero la verdad es que cuando oigo resonar ciertos tambores siento un escalofrío.

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