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Notícies :: antifeixisme : corrupció i poder : criminalització i repressió
Instituciones se alegra de las muertes de sus internos
13 jul 2005
Jesús MARAURI

Capellán de la cárcel de Langraiz
(Gora!!)


«La institución penitenciaria no llora las muertes que se producen en sus centros»
·Cinco muertes en Langraiz en lo que va de año

Jesús Marauri lleva 20 años ayudando a los presos y presas de Langraiz. En los últimos meses han fallecido cinco reclusos en las celdas de la cárcel alavesa y Marauri asegura que son víctimas de las «pésimas» condiciones de vida del centro y del «autoritarismo y deshumanización» de las políticas penitenciarias. A punto de dejar su puesto, subraya que la sociedad tiene una «deuda» con los presos, que «se encuentran desamparados».

Desde el pasado mes de diciembre cinco reclusos han fallecido en la cárcel alavesa de Langraiz, cuando entre los años 2001 y 2004 la cifra de muertes se elevaba a 11 en todo el ámbito carcelario de Hego Euskal Herria. Pero es que, además, otros dos presos perdieron la vida en estos últimos meses de 2005, uno de ellos poco después de ser excarcelado tras su paso previo por un centro sanitario y el otro justo después de ser trasladado a otro centro penitenciario. Unos acontecimientos que han dejada en evidencia las políticas penitenciarias y las duras condiciones de vida existentes en este penal alavés, como el propio párroco de la prisión detalla en esta entrevista.

­¿A qué achaca usted este elevado índice de siniestralidad en cuestión de meses?

Es el resultado de numerosas causas. Ahora se está poniendo de moda decir por parte de la institución que son enfermos siquiátricos, pero no hacen nada para atajar estas muertas. Yo me pregunto si ya vienen enfermos antes de ingresar en prisión, porque si así fuese los jueces tendrían que haberles enviado a otros centros que no fuesen las cárceles. Pero si los jueces no han detectado esos trastornos, es señal de que éstos se han desencadenado dentro de la prisión. Lo que significa que Langraiz no reúne las condiciones necesarias para una vida relativamente normal. Por tanto, no sólo entran en juego las condiciones personales o sicológicas del recluso, hay algo más de fondo.

­¿Qué otro factores entran en juego?

Las cárceles o las instituciones penitenciarias no lloran las muertes que se producen en sus centros. Es decir, cuando hay un suicidio en la calle, los familiares o el entorno cercano del fallecido se preguntan qué tenían que haber hecho para evitarlo, se da un sentimiento de culpa. En la cárcel éso no sucede. Se dice que estaba enfermo y asunto terminado. Pero cuando vemos que por ese efecto dominó, en Nanclares se suceden los muertos, tiene que dar pie a pensar entre los responsables institucionales. Tienen que quitarse la venda de una vez y ver la realidad de Nanclares.

­¿Y cúal es esa realidad?

Desde hace muchos años se vienen denunciando las condiciones en las que viven los reclusos. Además de los problemas de hacinamiento, en una cárcel diseñada para 450 presos conviven unos 700, y de falta de higiene existentes en el centro, la situación de la enfermería es destacable. Falta material y, sobre todo, la carencia de profesionales especializados es tremenda. Es paradójico que fallezcan en un breve espacio de tiempo cinco reclusos por suicidio y no muevan un dedo, que no pongan en marcha ninguna terapia. Es lamentable que a 10 kilómetros de Vitoria haya una población de 700 personas viviendo en un lugar que seguramente no reunirían los permisos de habitabilidad si se tratase de un municipio oficial.

­La realidad concreta de cada centro marca al recluso, pero ¿la política penitenciaria general tiene alguna influencia?

La última reforma del código penal llevada a cabo por el PP es vital en este tema. Se han alargado las penas, muchas son de cumplimiento íntegro, se niegan permisos, se restringen los terceros grados... En definitiva, se establece un rigor disciplinario que quita futuro a las personas. Los presos se ven desamparados y no encuentran sentido a la vida. Piensan que para qué van a trabajar o estudiar si no les va a servir para nada. Todo esto conforma un marco más amplio que junto con las condiciones concretas de Nanclares desemboca en este tipo de casos. Después de 20 años en este mundo, nunca había visto tantos suicidios, malestar y desencanto.

­¿Quiénes son los responsables de esta situación?

Cada palo que aguante su vela. Las responsabilidades pasan por Instituciones Penitenciarias y el Gobierno Vasco, que aunque no tenga esta transferencia hablamos de ciudadanos vascos. Nos tenemos que preocupar de nuestros ciudadanos. Los que están aquí y los que cumplen condena a miles de kilómetros de distancia.

­Es cierto que el Gobierno de Lakua se pronuncia pero de forma intermitente, muy de vez en cuando. ¿Qué opinión le merece su actitud?

Indudablemente se tenía que haber pronunciado. Actualmente existen tres convenios entre el Gobierno Vasco e Instituciones Penitenciarias de Madrid relativos a sanidad, cultura y asistencia social. Esas comisiones llevan sin reunirse desde la última legislatura del PP. Ese confusionismo lo pagan los reclusos.

­¿Qué medidas hay que adoptar para superar esta situación?

La fundamental es conseguir la transferencia de las prisiones, ya que podríamos ir a pegar a la puerta mucho más cerca y la presión social en los responsables sería más palpable.

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