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El capital acelera la liquidación del espejismo socialdemócrata
12 jul 2005
Tras el desmantelamiento del Muro de Berlín por la desintegración de la URSS, el capitalismo ha desarrollado una estrategia para liquidar el espejismo socialdemócrata, disponiéndose a una auténtica guerra de exterminio contra la clase trabajadora consciente. El terrorismo no es más que la cortina de humo de la última fase de esta guerra de exterminio.
Tras la II Guerra Mundial, el capital mundial, que había situado a Hitler en el poder como "tapón" contra las dinámicas revolucionarias en Alemania y contra la clase trabajadora europea, y a favor de la reacción imperialista soviética, completó su acción mediante el patrocinio de la "socialdemocracia". Grupos políticos que usurparon el socialismo para engañar a la clase trabajadora, defendiendo al capitalismo con espejismos como los servicios públicos, los derechos laborables o las pensiones. La socialdemocracia del espejismo conocido como "Estado del Bienestar" funcionó de forma aparentemente "eficaz" hasta 1989. Desde esa fecha, el capital mundial se lanzó ferozmente a la devastación del espejismo utilizado para engañar a la clase trabajadora. Enseguida vino la "madre de todas las guerras" o primera Guerra del Golfo: episodio número uno de la estrategia de exterminio del capital contra toda la clase trabajadora consciente.

La masa pequeñoburguesa, engrandecida por el espejismo de un "bienestar" rodeado de muros, fronteras y miseria exterior, y que tomaba esta ficción de los capitalistas como cosa real "conquistada" y definitiva, empezó a buscar alternativas dentro del capitalismo. Así nació el reformismo a la europea, aquél que a finales de los noventa clamaba por "reapropiarse" de la democracia y del bienestar, que según ellos habían sido "perdidos" a manos "de los mercados financieros". Los reformistas, que sueñan con ser ellos los administradores de la miseria capitalista, creyeron que el capital que había creado la socialdemocracia para defenderse de una amenaza "mortal" como la revolución rusa, iba a "condescender" con sus requerimientos reformistas y a hacerse "bueno y comprensivo" con los trabajadores.

EL reformismo capitalista, del cual es un paradigma el periódico burgués Le Monde Diplomatique o el ideólogo del MIT Chomsky, lleva casi 10 años con propuestas inocuas y adormedera como poner alguna tasita a los capitales especulativos, condonar la deuda a ciertos dictadores africanos y dar premios a los capitalistas que se porten bien. Durante estos diez años, el capitalismo, liberado de toda presión política gracias a la acción benéfica de los pastiches socialdemócratas -incluída los carnavales reformistas conocidos como Foros Sociales Mundiales-, ha ido desarrollando su estrategia de exterminio sistemático de la clase trabajadora consciente. Unica salida que los capitalistas encuentran a la quiebra necesaria de su podrido sistema financiero, inviable por el montante impagable de todas las deudas generadas por la miseria capitalista. El capital -es decir, la burguesía y los Gobiernos capitalistas - ante la quiebra financiera a la que su ineficacia productiva les ha abocado, pretenden hacer pagar su deuda a la clase trabajadora, exterminando a todos los trabajadores conscientes en forma de una nueva esclavización colectiva, el desmantelamiento de todos los derechos laborales, el robo de sus pensiones, la destrucción de los sistemas públicos de salud.

El terrorismo no sería sino una cortina de humo bañada en sangre trabajadora, usada por los ideólogos del capital para desmovilizar toda protesta contra sus políticas ya abiertamente depredatorias y exterminadoras. Una cortina de humo de bombas contra la conciencia política de la clase trabajadora.

EL terrorismo responde pues a la lógica capitalista de perpetuarse mediante el exterminio político de la clase trabajadora consciente.

Tras haber derribado el Muro de Berlín, el capital ya no necesita del espejismo socialdemócrata, ni siquiera del buenismo adormedera que ha estado funcionando para confundir a los trabajadores los últimos años de transición a la guerra. El capital ya tiene dispuesta su arma secreta más efectiva contra la clase trabajadora: el terrorismo global.

Ahora estamos asistiendo a su puesta en práctica. Pronto todo el capitalismo empleará esta nueva forma de violencia política.

El capital ha declarado una guerra de exterminio político contra los trabajadores. No se conforma con apropiarse de la plusvalía: quiere vender hasta los cadáveres.

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Sindicat Terrassa