Vivir en el alambre
por Paco
(Correo-e no verificado) 09 jun 2005
«Cuando un hombre llega a adquirir la convicción profunda de que es menester que sea mandado se vuelve creyente. Pero podemos imaginarnos el caso contrario, el de la alegrÃa y la fuerza de la soberanÃa individual, el de la libertad en el querer, por la cual abandone el espÃritu toda fe, toda ansia de certeza, viéndose diestro en tenerse sobre las ligeras cuerdas, de todas las posibilidades y capaz de danzar sobre el abismo.» F. Nietzsche, La Gaya Ciencia.
I Todos precarios
En la sociedad del bienestar vivir precariamente parece cosa de tiempos remotos o de otros lugares, de paÃses pobres muy alejados en el mapa. Las hambrunas, la pobreza severa, las guerras, las catástrofes naturales, las epidemias son males a los que se ve sometido el individuo precario, pero en otro tiempo de la historia, en otro lugar del espacio planetario. El pleno empleo, El Estado benefactor y el consumo de masas, consiguieron que, al menos durante tres décadas, en los paÃses industrializados, la seguridad se apoderara de las vidas de las personas convirtiéndolas en fervorosos creyentes del Progreso, asentándose la convicción profunda en una nueva servidumbre voluntaria para obtener neveras, televisores, coches, pisos, pensiones públicas, estabilidad.
Siempre hay gente que no se conforma fácilmente. En los años setenta en Portugal, España, Italia, Francia, Alemania... el "otro" movimiento obrero, un vigoroso movimiento autónomo quiso asaltar los cielos, abriendo una crisis a la dominación capitalista saldada con la imposición de una compleja reordenación de la organización del trabajo y de los mecanismos de mando en la sociedad, con el objetivo de redimensionar la fuerza estructural de la clase trabajadora en dicho modelo de acumulación. A partir de los años ochenta la precariedad social inunda los paÃses industrializados y pone en marcha una gran migración de millones de personas desde los paÃses empobrecido donde carecen de medios para subsistir.
Posfordismo y globalización son términos con los que se trata de definir el momento de transición en el que vivimos, un paréntesis de algo más dos décadas, que todavÃa no se ha cerrado. Como en un laboratorio donde se toman muestras aisladas de la materia a investigar para comprender y hacer inteligible la verdad cientÃfica, se corre el peligro de que algunas de estas definiciones sean convertidas en los hechos centrales de una transición tan compleja como la vida misma, llena de relaciones. La mundialización de la economÃa (preeminencia del capital financiero, libertad de movimiento del capital, preponderancia de las empresas transnacionales, etc.) y la reordenación de la organización del trabajo (jerarquÃa del trabajo inmaterial, incremento del valor de la cooperación, descentralización productiva, desregulación del mercado de trabajo, etc.) sólo son aspectos parciales de esta transición, como la precariedad laboral es una de sus consecuencias, un adjetivo más de los muchos con el que podemos revestir la precariedad instalada en nuestras vidas.
Transición desde la sociedad-fábrica, del trabajo como centralidad en torno al cual giran las vidas humanas hacia la sociedad metropolitana donde el capital pone la vida a trabajar, cuya caracterÃstica esencial es la ausencia de toda centralidad, extendiéndose la acumulación capitalista a lo largo del proceso de (re)producción social. El capital productor de todo tipo de mercancÃas y servicios, ahora vende seguridad, un producto muy demandando ante la precariedad imperante. El capital —como relación social— introduce mecanismos de dominación en las mentes de las personas para que se sientan seguras, estables; el paro por ejemplo, es un buen instrumento reforzador de la ideologÃa del trabajo, para encauzar los miedos que provoca la propia amenaza del paro.
El acontecimiento del 11 de septiembre [1] vino a demostrar la vulnerabilidad de la sociedad metropolitana, la inestabilidad y precariedad de una dominación provocadora de enormes huellas ecológicas, poderosamente dependiente de la tecnologÃa, fabricante de millones y millones de comportamientos «desordenados», responsable de la exclusión de más de tres cuartas partes de la humanidad del festÃn de la tierra. La respuesta ha sido más seguridad implantando el Estado-guerra. Los Estados Unidos de América refuerzan su función de policÃa imperial incrementando los gastos militares hasta convertirlos en el motor interior de su recuperación económica; armando un ejército para intervenir en la distancia desde la superioridad tecnológica y hacer de sus criminales expediciones guerreras demostraciones instrumentales de disuasión para aquellos que todavÃa tengan ganas de atacar a la sociedad metropolitana. Un poderoso arsenal que junto a la tecno-vigilancia, el recorte de las libertades formales a escala planetaria y la represión de comportamientos insumisos constituyen los cuatro pilares de la guerra global para defender un «espacio de seguridad y libertad» —como dicen los jerarcas de la Unión Europea— frente a tanta precariedad amenazante.
II Trabajo, trabajo, trabajo
En la sociedad industrial, el trabajo tuvo una vertiente económica como medida para valorar las mercancÃas producidas y otra como identificador, creador de identidad. Ninguna de estas vertientes funciona plenamente en la actualidad. Hoy no se mide el valor de una mercancÃa o el servicio prestado por las horas de trabajo realizadas a tal efecto, ni siquiera en las chapuzas (es un factor más y nunca el determinante). Si la ley del valor siempre ha sido cuestionada desde la economÃa ecológica (no sólo el trabajo, la naturaleza también genera valor), actualmente hay corrientes renovadoras del marxismo empeñadas en enterrarla, que hacen denodados esfuerzos para forjar una nueva ley, donde la cooperación productiva del General Intellect (la nueva cualidad del trabajo) se presenta como el elemento central de la producción de valor, haciendo prescindible el parásito capitalista. Intentan ir más allá de la centralidad del trabajo desentrañando los entresijos de la biopolÃtica, constatando la obligada identificación de la vida con el trabajo convirtiendo a éste en centro y periferia, en un todo. Este reivindicar el trabajo por elevación conceptual no convence a las personas que cabezonamente siguen insistiendo: en la vida no todo es trabajo.
Nadie quiere identificarse exclusivamente por el trabajo que realiza; las identidades hoy son múltiples y ninguna central o parecida a la fenecida cultura obrera y su proyecto de identidad emancipatoria. Más bien las identidades actuales atan al individuo a la relación de dominación con el poder. Se es ciudadano cuando se muestra un civismo ejemplar, emprendedor (trabajador o empresario) si se coopera con el mando para aumentar la tasa de beneficios capitalista, consumidor responsable en el momento que adquieres productos a una empresa ecológica o socialmente respetable. Y la gente que se rebela sólo puede afirmar: ¡yo soy yo mismo y mucho más! El yo mismo de la irreductible subjetividad individual y el mucho más de lo anónimamente común, de lo social, que se confronta constantemente con las identidades públicas asignadas por ese poder que habita en nosotros y que nos llama a la movilización general para que la maquinaria de las dominaciones funciones.
El trabajo como seña de identidad, como cultura ha muerto. Desde el mundo del trabajo, del de los desposeÃdos, el anarquismo presintiendo la derrota de la revolución española grita: «Llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones», pero el viejo dicho hispano le contesta: «Los hombres son capaces de lo mejor y de lo peor». Y es que la seguridad de un futuro mejor no existe, aunque algunos necesiten de la utopÃa -inalcanzable como las estrellas- para vivir, la precariedad en nuestra forma de existencia.
Hay otra vertiente del trabajo que sigue teniendo una absoluta vigencia: es el medio principal para ganarse el sustento, manteniéndose como gran mecanismo de dominación. Trabajo asalariado, trabajo autónomo, trabajo de-empresario-emprendedor, trabajo de estudiante, trabajo efectuado por el desempleado, trabajo no remunerado del hogar, años trabajados por el pensionista, todos son trabajos que sirven para obtener medios de existencias, ya sea en dinero o en especie. Desde la revolución industrial, la proletarización forzosa de la humanidad ha despojado a varios miles de millones de personas de medios de existencia propios obtenidos por el trabajo cooperativo en los ámbitos de comunidad, para entregarlas atadas de pies y manos por la cuerda salarial al capitalismo. Esa es una de las cuerdas que nos mantiene en la precariedad.
III Parados felices
A mediado de los años noventa en la Unión Europea, (UE) estaban censados-controlados 18 millones de parados. A partir de 1995 miles de parados en Francia, Alemania, Italia y en la España de Felipe González marchan por carreteras y ciudades, ocupan oficinas del INEM, requisan alimentos en supermercados, se pasean gratis en los transportes públicos, ocupan viviendas y hacen trampas en los contadores de las compañÃas eléctricas, generando un movimiento de parados que tendrá su vértice en la Marcha a Ã?msterdam de 1997 y en las acciones que desde las navidades del mismo año a la primavera de 1998 se van a suceder en medianas y grandes ciudades europeas (ParÃs, Lyón, Roma, Milán, Madrid, Barcelona, Sevilla, BerlÃn, Colonia, etc). Protagonizan estas acciones las asociaciones de parados francesas, los invisibles italianos, los comités de parados alemanes, las asambleas de parados en las ciudades españolas, herramientas organizativas de un movimiento, que a diferencia del de los años ochenta, no demanda el pleno empleo, si el reparto del trabajo y una renta, un salario o un ingreso social como medio de existencia.
En el otoño de 1997, en Luxemburgo el Consejo de la UE acuerda una serie de medidas obligatorias para los planes de empleo de los paÃses miembros, que podemos resumir en el lema «hacia el pleno empleo, mediante la precariedad laboral». El sindicalismo institucional agrupado en la Confederación Europea de Sindicatos (CES) se manifiesta por las calles luxemburguesas tomando prestado una parte de la consigna eurócrata: «hacia el pleno empleo». Desde 1998 hasta hoy, las «polÃticas activas de empleo» han funcionado como un mecanismo de relojerÃa al servicio de un mercado de trabajo cada vez más desregulado. Barcelona es la ciudad escogida para dar otra vuelta de tuerca a estas polÃticas, en la reunión de marzo del Consejo de la UE de Barcelona (2002); el pleno empleo para el año 2010 sigue siendo el cebo.
El paro cumple varias funciones: a) de ejército de reserva que acobarda a los trabajadores, induciendo a la reducción de los costes salariales y a los beneficios capitalistas; b) es una mercancÃa cultural que abastece a la formación ocupacional y a los equipos de inserción laboral, a las ETTs, a los cursos de búsqueda de empleo y orientación profesional, a las escuelas-taller y casas de oficio, etc., todos subvencionados con fondos de la UE; c) y como dicen los amigos nocturnos [2] «es la herramienta de control social a través de la cual el capital nos indica todos los caminos posibles. A saber: la obediencia, la resignación, la sumisión o la muerte». El camino a seguir es el de la obediencia y la resignación a la precariedad laboral.
Ente 1996 y 1997 los parados felices hicieron fugaces apariciones en BerlÃn, pero será en algunos barrios de ParÃs unos meses más tarde, cuando sus acciones directas plenas de buen humor cuestionen el papel del trabajo y el reparto de la riqueza en esta sociedad. «Treinta y cinco horas: ¡nos la sudan!» Ese es encabezamiento de un panfleto repartido en una manifestación el 27 de enero en ParÃs, que pone en solfa la gran cantidad de trabajo socialmente innecesario y perjudicial [3]:
«Treinta y cinco horas de curros inútiles (animador sociocultural, representante comercial, agente de medio ambiente, mediador pedagógico, perfumadora, limpiador de caniche y más.)» «Treinta y cinco horas de curros perjudiciales (empleado en el sector nuclear, vigilante, pasma, periodista, delegado sindical, polÃtico, revisor, banquero, asistente social, publicista, juez, guardia, obreros de las fábricas de armas, investigador de semillas transgénicas y más.)»
Si la reivindicación del pleno empleo pasó a mejor vida en el movimiento de los parados, no ocurrió lo mismo con el cuestionamiento radical del trabajo. Los empleos inútiles o perjudiciales para las personas, todavÃa tienen muchos defensores entre el denominado sindicalismo alternativo y en los colectivos de parados. El grito de los manifestantes «En vez de suprimir el paro, suprimamos el trabajo», se ha convertido cuatro años después en «Cambiemos paro por precariedad laboral»; en la pancarta de cabeza de esta otra manifestación van los ministros de trabajo de los paÃses de la UE, en segunda fila le siguen los burócratas del sindicalismo institucional y el grueso de la procesión lo componen millones de personas resignadas a competir fieramente por un empleo. Lo que han suprimido es el movimiento de los parados.
IV Reivindicar - demandar
Las aspiraciones a la estabilidad a la seguridad animan a muchas luchas contra la precariedad. Millones de personas suspiran por el puesto de trabajo aburrido pero eterno del funcionario, a miles no les importa fabricar minas antipersonas si tienen garantizada la nómina a final de mes, y decenas de miles de precarios estarÃan contentos si pudieran hipotecarse durante veinticinco años para adquirir una vivienda, todos quisiéramos ganar más y consumir más aunque el mundo reviente. Es el mundo corporativo de las luchas sindicales. El poder ha colonizado la sociedad y las conciencias
Viviendo en el alambre de la precariedad también se sabe apreciar el «cable» que echan los amigos, la complicidad y el apoyo mutuo que surge entre las personas que quieren vivir. Con la precariedad no se tienen horarios fijos, la monotonÃa rutinaria de hacer todos los dÃas lo mismo durante treinta y cinco años desaparece, el ingenio se agudiza y no se tiene nada que perder. Las precariedad también puede ser una palanca para desalojar el poder de nuestras conciencias, ocupar espacios donde vivir unilateralmente la vida.
El derecho al trabajo aparece en todas las constituciones del mundo y además es el pilar reivindicativo de la vieja izquierda; gente como Kropotkin lo cuestionó claramente: «El derecho al bienestar es la revolución social; el derecho al trabajo es, a lo sumo, un presidio industrial». Hoy, cuando el trabajo ha dejado de ser una seña de identidad polÃtica para millones de personas, el dinero ha venido a sustituirlo. Si poseemos dinero, él nos posee, convirtiéndonos en robot consumistas. Si carecemos de él, nos empuja hacia la precarización y la muerte social. La violencia del dinero, del euro o el dólar, es la que nos obliga a trabajar (en lo que sea y como sea) y nos sumerge en la precariedad.
Tener acceso a los medios de existencia, tener dinero, no trabajo es la aspiración-reivindicación que mejor expresa los anhelos del reparto de la riqueza socialmente producida.
Hay varias propuestas alternativas al desigual reparto de la riqueza respetando el modelo de acumulación capitalista y una reivindicación que desde su formulación cuestiona al capital. Todas ellas son lo que podemos denominar reivindicaciones:
1) La reivindicación salarial ligada al trabajo. «El salario es dinero para consumir a cambio del intercambio de la fuerza de trabajo», por lo que la reivindicación salarial es la actividad central en la lucha obrera o en la negociación colectiva. Es una reivindicación clásica del perÃodo fordista institucionalizada actualmente en todos los sindicatos. En los años sesenta y setenta las luchas por fuertes subidas salariales hacÃan visible la relación de fuerzas enfrentadas en el campo de batalla por el reparto de la riqueza: la guerra social entre capital y trabajo. El salario, sólo era un medio no un fin en si mismo.
Al producirse la riqueza socialmente, el trabajo como única fuente de acceso al dinero se convierte hoy en dÃa en una injusticia para los que no lo tienen o sólo «disfrutan» de él precariamente; el salario se torna en una reivindicación corporativa defendida por las corporaciones sindicales que gestionan los intereses de sus afiliados «activos». Este fraccionamiento de la clase trabajadora afecta técnicamente al mercado de trabajo, pero también es polÃtico porque disuelve la identidad-trabajo, la centralidad obrera y con ella la posibilidad del Sujeto revolucionario como categorÃa polÃtica. En la actualidad las precarias condiciones de existencia, hacen que las personas no se identifiquen con la actividad laboral, con el trabajo como identidad. La única pregunta de interés es ¿cuanto me van a pagar?. El trabajo es hoy sólo el medio menos arriesgado de conseguir dinero.
2) La renta básica como derecho a la existencia. Dada por perdida la identidad-trabajo, esta alternativa pretende sustituirla por la identidad-ciudadano con derecho a la existencia, por lo que se reivindica la renta básica ciudadana. Esta alternativa tiene por objeto atenuar las dolosas consecuencias de fuerte dualización social provocada por el cambio tecnológico-polÃtico en los paÃses denominados «ricos» (porque en el resto de la inmensidad del globo, a los pobres, la renta básica les debe sonar a música celestial), respetando las reglas del juego capitalista.
Esta alternativa ha sido muy bien recibida por la socialdemocracia del siglo pasado haciéndola suya, ya que incluso fortalece el papel del Estado-providencia, -un valor tan a la baja hoy en dÃa- y puede regular los desmanes del neoliberalismo globalizador. De hecho la condonación de la deuda externa de los paÃses «pobres» y la renta básica para los paÃses «ricos» aparecen en la agenda de las alternativas de los globalizadores de izquierda, del «otro mundo es posible».
Justamente es necesario mencionar el desmarque de las corrientes que originariamente han defendido la renta básica, viéndose obligados a adjetivarla para distinguirla: renta básica fuerte. Los defensores del «tercer sector», de la economÃa social, del comercio justo, de los microcréditos sin intereses, de la banca alternativa, asociaciones contra el paro, etc., forman inicialmente el bloque que anima el debate sobre esta reivindicación-alternativa. Estas corrientes pretenden ir un poco más allá, pues una renta básica fuerte serÃa -según ellos- el camino para el desarrollo de algunos sectores desmercantilizados, que bien pudieran acabar por transformar la organización capitalista de la sociedad. Esta versión socialdemócrata del nuevo milenio parte de la hipótesis de que las relaciones sociales de cooperación e intercambio no mercantiles acabarán predominando sobre las relaciones de producción capitalista. El único problema es que nadie cree que el capitalismo se suicide.
3) El salario social como reivindicación permanente. Esta propuesta rompe la relación directa entre salario y prestación laboral. Defendida por sectores autónomos y libertarios parte de una nueva concepción del trabajo más global: la cooperación productiva fomentando la inteligencia colectiva es la auténtica generadora de la riqueza social y desvela con toda nitidez, la imposición irracional del salario/prestación por parte del mando capitalista. El tiempo de trabajo no es el de la jornada laboral, sino que la vida (en su totalidad) ha sido puesta a trabajar, (trabajo inmaterial, producción de sentido y afectividad...) al servicio del proceso de acumulación del capital. Es por ello que se reivindica un salario social.
Si la renta básica es una alternativa basada en una nueva reconstrucción de la identidad ciudadana, el salario social es una reivindicación con carácter de clase, argumentada teóricamente en el marco de una nueva matriz del trabajo que aspira a reconstruir un sujeto antagonista al capital. La consecuencia lógica de esta nueva concepción del trabajo es el salario social, algo más que una reivindicación a demandar, ya que su consecución va ligada a los momentos en los que la correlación de fuerzas hagan posible un proceso constituyente, donde el poder sea devuelto a la multitud.
La propuesta de salario social está sometida constantemente a una tensión entre su carácter reivindicativo, capaz de abrir espacios para desarrollar polÃticas garantistas y su figura de «horizonte lógico» para el reparto de una riqueza socialmente producida. Cuando se trata de garantizar medios de existencia a sectores excluidos del trabajo asalariado, el salario social y la renta básica fuerte tienen muchos puntos en común, lo que posibilita alianzas entre corrientes hasta el punto de usar indistintamente ambos nombres. Las diferencias están en las matrices (nueva ciudadanÃa una, nueva concepción del trabajo otra) y en los balbuceos estratégicos que acompañan a ambas reivindicaciones.
El salario social o la renta básica fuerte tienen inmensas posibilidades reivindicativas para aglutinar a sectores en una lucha común: parados, precarios laborales, estudiantes, mujeres y en general personas que realizan trabajos no remunerados. Puede abrir espacios de luchas reivindicativas para su implantación progresiva hasta conseguir introducir las demandas en el marco legal del derecho y a nadie se le escapa que el ámbito territorial de aplicación puede ser múltiple, como múltiples son las leyes reguladoras (de los ingresos mÃnimos, de las becas y ayudas por estudios o las ventajas fiscales de las declaraciones conjuntas) pero muchos son los que apuntan a un ámbito territorial común para la reivindicación, el espacio europeo: las cartas de derechos sociales de las Euromarchas, el Congreso de Valladolid de la CGT (abril, 2001) o las prioridades «finlandesas» de corrientes autónomas italianas. [4]
La lucha reivindicativa del siglo XX ha estado fuertemente influenciada por estrategias basadas en las correlaciones de fuerza y la hegemonÃa leninista o gramsciana (polÃtica, militar, social o cultural) llegando su poderoso influjo hasta determinar las acciones de organizaciones tan en las antÃpodas ideológicas como las anarquistas. Mucha de esta vieja polÃtica la hemos heredado en el siglo XXI y se muestra claramente en el despliegue de esfuerzos para difundir el salario social o la renta básica fuerte. Las polÃticas de alianzas están sobredeterminadas por el intento hegemonista. Asà hay convergencias concretas entre partidarios de la renta básica ya sean fuertes o blandas y poco a poco se va configurando en las proclamas y en la práctica diaria, un proyecto de alianza en Europa entre seguidores del salario social (antiguos insurrecionalistas) y los defensores de una renta básica (sin adjetivos) que forman parte de una estrategia socialdemócrata en el sentido más tradicional del término. Unos y otros coinciden -manteniendo las diferencias- en el otro mundo posible de la globalización solidaria del Foro Social de Porto Alegre, intentando construir hegemonÃa frente a la globalización neoliberal.
Una gran parte de la labor que se hace es para ganar mayorÃas sociales (hegemonÃa) en el mundo de la representación y las instituciones: acciones para salir en los medios de comunicación, propuestas de declaraciones a favor en Ayuntamientos, Diputaciones, Parlamentos y otros organismos públicos, o participación en todo tipo de foros, eventos, congresos, asambleas para arrancar lo mismo, declaraciones a favor. Una polÃtica de hinchar e hinchar un globo que los poderes establecidos tienen poco en cuenta, porque saben que está relleno de aire, que puede pincharse y desinflarse fácilmente.
A esta lucha reivindicativa por los medios de existencia le falta mucho trabajo en los ámbitos locales (barrios, pueblos, ciudades) y en los lugares de encuentro (institutos, universidades, mercados, etc.) de las personas empobrecidas o sin salarios, capaz de convertir el malestar en lucha social y la lucha en la fuerza real (no globos) donde sustentar las reivindicaciones de salario social. En este terreno es donde cabrÃan todas las alianzas posibles con la gente y las organizaciones para una movilización social antagonista que se quiere garantista, es decir: primero enseña su potencia y después negocia, el fin último de toda reivindicación.
V Reapropiar - tomar
AquÃ, en estas reflexiones sobre la precariedad, se han expuesto algunas de las crÃticas que se hacen al hecho de reivindicar y a las estrategias que le dan soporte: resistencias sociales de subjetividades latentes expresadas en deseos y necesidades, que necesitan plasmarse en un programa de reivindicaciones y alternativas; reconstrucción de identidades-sujetos revolucionarios; combate por conseguir hegemonÃa en la sociedad estudiando a fondo las correlaciones de fuerza en cada lucha social, pues al final es lo que va a determinar las posibilidades de victoria o derrota, de negociación o imposición; transformación de la sociedad vÃa socialdemócrata (vieja o nueva), vÃa proceso constituyente (insurreccionalista o por la potencia de la multitud). Es el hilo rojo (y rojinegro) de la historia. Para unos, los que viven en precario pueden ser la base del nuevo sujeto antagonista al capital, para otros, en la precariedad viven, están las personas.
Hay otro hilo argumental, el de la unilateralidad. Frente a la reivindicación de una renta o salario social, la reapropiación social de la riqueza, el tomar y no esperar a que te la den con presión o sin ella; frente a la batalla de la hegemonÃa y al ejercicio de la polÃtica como un problema de correlaciones de fuerzas, pensar en un enfrentamiento entre mundos, en el que nosotras mentes y cuerpos están implicadas; contra la reconstrucción de identidades y las polÃticas de relación que movilizan a las personas al ritmo que imponen los poderes, la potencia del anonimato; contra la espera(nza) revolucionaria del mañana, la lucha libertaria del querer vivir radicalmente la vida hoy. Frente al tiempo el espacio.
El tiempo ha sido absorbido en su totalidad por las relaciones capitalistas. Más de un siglo luchando por reducir la jornada laboral —por ganar tiempo liberado— y hoy hasta el ocio es productivo. Si el trabajo produce alineación, el ocio más, si el trabajo produce beneficios, nuestro descanso más. Y del espacio ¿qué decir?. El mapa geográfico de la dominación ha sido cerrado en este planeta, ya no hay posibilidad de construir utopÃas piratas en islas vÃrgenes, ni nuevas fronteras donde instalarse. Es más, las nuevas tecnologÃas de la comunicación aplicadas a la producción (el trabajo inmaterial) hacen posible el turno de 24 horas, todo el tiempo del mundo para producir, mientras que el espacio pierde relevancia, se precariza. ¿De que espacio habla el discurso de la unilateralidad?
Es un espacio fÃsico o virtual al margen de la monetarización. La casas ocupadas es el ejemplo de espacio que a su vez genera su propio tiempo, un tiempo no sometido a la valorización capitalista. El espacio de la unilateralidad, es el ámbito de lo común -que no es lo público, ni lo estatal-, un espacio de relación social creado desde el anonimato para enriquecernos como personas, rompiendo con las trenzas multicolores de las identidades que como hilos de telaraña movilizan a la gente en torno a los proyectos del poder, llámense empresa, ciudad o nación. Los espacios de la unilateralidad son los ámbitos de comunidad, que momentáneamente escapan a las relaciones de dominación, los sindominio. Ã?mbitos de comunidad son las tierras, los mares y el aire que aún nos son comunes, las casas y las tierras ocupadas, las fiestas que no nos organizan y toman la calle (los Reclaim the street, los street party), las comunidades que practican el amor, las radios o el software libre. Espacio de unilateralidad pueden ser los Encuentros en el Bosque [5] donde se reúnen las personas como tales -con independencia de sus relaciones de identidad ligadas a las organizaciones, las ciudades, trabajo o cultura de procedencia- para construir otros mundos en un proceso de aprendizaje mutuo. Y muchos más.
Las dos dimensiones en las que se ha movido el devenir de la humanidad, el tiempo y el espacio han corrido una suerte dispar: el tiempo ha sido llenado totalmente por las relaciones capitalistas y el espacio ha sido reducido a cero, ya no es posible un afuera, todo queda en el ámbito territorial interior de la globalización capitalista. El mapa ha sido clausurado, pero los cartógrafos del poder son incapaces de acotar en él los agujeros, las fracturas y algunos pliegues sinuosos del relieve que esconden la negra condición humana en espacios abandonados, espacios comunes, espacios Ãntimos, espacios precarios. Esas complejas subjetividades tiran piedras contra los focos que alumbran y nos hacen transparentes frente al Gran Hermano. La polÃtica nocturna persigue un mundo de sombras donde el poder quede cegado... hasta que se acostumbre a ver y vuelta a empezar en otros mundos más oscuros.
VI El querer vivir en un mundo precario
El planeta está enfermo: el cambio climático, la amenaza nuclear, los residuos peligrosos, las biotecnologÃas y las huellas ecológicas que dejan los asentamiento humanos le han robado el futuro a la Tierra. La relación de los seres vivos en nuestro planeta se caracteriza por su fragilidad. En el más pequeños de los ecosistemas y en los más grandes la vida se mueve en precario, cuando se estabiliza, muere y pasa a ser materia inorgánica. Porque la vida es precariedad. En nombre de la seguridad los seres humanos calientan el planeta, construyen armas nucleares, producen residuos tóxicos, juegan a ser dioses con la ingenierÃa genética o habitan en megaciudades, en nombre de la seguridad estamos matando el planeta.
Lejos de buscar similitudes darwinistas, mi yo ecologista intenta recrear metáforas ecológicas para explicar la relación entre precariedad y vida, seguridad y muerte. Nuestros antepasados cazadores-recolectores inventaron los dioses para sentirse seguros ante los avatares de sus frágiles y precarias vidas; inventaron el mando, se volvieron creyentes. Hoy, el Estado-guerra y la recreación del Uno ( en la triste actualidad guerrera las alusiones a lo dioses van más allá de las metáforas) son los inventos de la sociedad metropolitana para vender seguridades en un mundo cada vez más vulnerable e imprevisible. Seguridad que transmuta identidades: del ciudadano como sujeto de la modernidad, al ciudadano servilmente movilizado en proyectos imperiales. Y es que no hay Imperios sin súbditos.
Digámoslo fuerte y claro: queremos vivir en precario, reivindicamos la precariedad del caos-vida frente a la seguridad del orden-muerte. Hay que rechazar toda certeza inamovible, la muerte en vida que nos hacen vivir y todo determinismo, ya sean astrológicos, biológicos o sociales, incluso la determinación de las subjetividades antagonistas ligadas inexorablemente a la cooperación social. Lo único cierto es que la suerte no está echada. Igual que el mundo no es eterno, tampoco lo es la irreductible subjetividad del ser; la ingenierÃa genética puede acabar con el mundo que conocemos, pero su aceptación social está acabando con la indomable personalidad que todos llevamos dentro, convirtiéndonos poco a poco en maniquÃs vestidos por los trajes-identidades que en cada momento más convenga al capital. Por todo ello pasa al primer plano de las prioridades del querer vivir, el sabotaje de la fábrica de mentes y cuerpos sumisos.
VII Sobre realidades, laboratorios y sabotajes
Observamos la realidad, vemos el mundo desde ojos, perspectivas e incluso intereses distinto, por lo tanto existen tantas realidades como visiones. Para unos la globalización es una «fase» superior del capitalismo impuesta por las luchas sociales que nos acerca al comunismo y para otras, la globalización nos encierra en la Totalidad, un cercado que hay que dinamitar por lo que no caben poner adjetivos a la globalización, solo el prefijo Anti. Entra las muchas visiones del mundo, entre los diversos «estatutos» de la realidad hay algunas que tienen en común las miradas insumisas que no aceptan dominaciones. Parten de analizar la situación material en la que vivimos: Un Estado-guerra, que nos impone precariedades laborales, sociales y ambientales en nombre de la seguridad.
La gente insumisa se agrupa y ensaya en laboratorios sociales luchas contra la miserable situación material en la que nos hace vivir el capital. Cada laboratorio estudia aspectos parciales de la imposición material que nos oprime, impulsando en movimientos sociales prácticas supuestamente liberadoras. Olvidamos por ejemplo, que el estudio de las bacterias de forma aislada no conduce a nada, pues no se entenderÃan la función de éstas sin analizar la relación con las células que las albergan que a su vez forman parte de unos órganos que hacen funcionar al cuerpo humano. No nos valen los experimentos parciales, hay que relacionar los ensayos de los diferentes laboratorios sociales para impulsar un movimiento subversivo (o movimiento de movimientos que dicen otras miradas) contra el dominio imperial, por el querer vivir. Este movimiento, antiglobalización o global según se mire, va más allá que una suma de organizaciones-identidades sociales o polÃticas y un buen acabado programa de sÃntesis en base a mÃnimos comunes como pueden ofertar las plataformas y foros sociales. Un movimiento subversivo sólo puede fundarse sobre el yo mismo y mucho más de las personas y las luchas sociales, un movimiento es algo distinto y a su vez algo más que las formulaciones organizativas que tratan de articularlo.
Hay que crear espacios comunes para impulsar el movimiento subversivo; espacios donde se encuentre la gente para confrontar ideas, reflexionar en común, acordar lo posible y organizar tareas. Espacios no una nueva organización porque se rechaza de plano dos de sus caracterÃsticas principales: la mirada única y la dictadura de las mayorÃas. Hay que seguir con atención la evolución de estos espacios en todos los rincones del planeta y por cercanos, algunos como los Encuentros en El Bosque de AndalucÃa.
En este espacio común pueden convivir tanto las estrategias reivindicativas, como las, unilaterales porque en las luchas sociales se hacen gestos unilaterales (tomar autobuses, ocupar casas...) para reivindicar gratuidad servicios públicos, salario social, renta básica... y se reivindica la unilateralidad haciendo campañas como las de Barcelona 92 - A/parte o Dinero Gratis. Los acentos ya los pondrán unos y otras donde quieran y puedan. Lo común es la lucha social y el sentirse parte de un movimiento subversivo. Lo que puede hacer imposible un mismo espacio son las tentaciones constantes por parte de las estrategias reivindicativas de pactar representaciones y mediaciones con las instituciones socialdemócratas para formar un bloque de más Estado contra otro el bloque neoliberal de más Mercado. Otra imposibilidad de encontrarnos en un mismo espacio, en este caso por parte de las estrategias unilaterales, es la de confundir gesto con pose, las metáforas con el vivir, lo unilateral con lo alternativo, el vivir radicalmente la vida con el carpe diem capitalista.
Estas convivencias en espacios comunes no es nueva y las experiencias demuestran que las diferentes miradas o estrategias se han enriquecido mutuamente. En las tres primeras décadas del siglo XX la idea libertaria tuvo una gran fuerza -sorprendente para muchos- que no se explica sin las convivencias entre las miradas unilaterales y reivindicativas. Fueron tres décadas de grande luchas sociales (huelgas generales e insurrecciones) y de fuerte represión (pistolerismo, dictadura, ilegalización de organizaciones obreras, etc.). La CNT pasaba de tener decena de miles de afiliados a unos pocos miles o a medio millón según la etapa represiva de la España de la época. Sin embargo, en todo momento, el movimiento libertario fue creciendo en influencia gracias a las miradas, gestos y prácticas unilaterales de cientos de publicaciones y ateneos, sociedades naturistas, neomalthusianas, higienistas, escuelas libertarias e iniciativas por un urbanismo orgánico. Lo unilateral fue el sostén de lo reivindicativo.
Para los historiadores anarquistas la CNT fue el buque insignia de la flota libertaria y para algunas torres de marfil, aún hoy el anarcosindicalismo tiene que ser el barco grande, un portaviones reivindicativo; otras «familias» del pensamiento crÃtico, después de todo lo que ha llovido, aún tienen puestas las anteojeras del sectarismo que les impiden sacar provecho de la experiencia libertaria, de la relación entre la reivindicación y la unilateralidad.
Hoy lo unilateral tiene preeminencia sobre lo reivindicativo; la prioridad del sabotaje del biopoder, de la maquinaria de sumisión sólo puede hacerse desde la desobediencia, desde la unilateral construcción de espacios, ámbitos de comunidad donde experimentar el vivir al margen de identidades impuestas. Lo unilateral sigue siendo prioritario porque no hay tiempo para la espera, para la conquista de la reivindicación por lo menos para los que no viven cómodamente, para las personas que sienten el malestar de la dominación, para los que no tienen papeles, techo o medios de existencia.
A partir de aquà reivindiquemos la renta básica fuerte o el salario social; la libertad de movimiento e instalación de las personas, el No Fronteras; la gratuidad y autogestión de los servicios públicos; el software libre y la diversidad biológica, el No a patentar la vida y el NO al copyright; la libertad frente a la barbarie del Estado-guerra, pero sobre todo, practiquemos todas estas cosas... unilateralmente.
Almuñécar, 20-02-2002
[1] Santiago López Petit. El acontecimiento 11 de septiembre I. La subversión del Estado-Guerra II.
[2] Mar Traful. Por una PolÃtica nocturna. Ed. Debate, Madrid, marzo 2002.
[3] L@s parad@s felices. Ed. Virus, Barcelona, noviembre 1998
[4] Acuerdos del XIV Congreso de la CGT. Valladolid, abril 2001. Después de Génova, Radio Varsovia finlandia (at) ecn.org.
[5] El Bosque es un pueblo de la sierra gaditana donde se encontraron en octubre de 2001, personas del movimiento antiglobalización de AndalucÃa.
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Comentarios
Re: Renta Básica sÃ
por Daniel Vargas
adanielvargas (nospam) yahoo.es (no verificado) 09 jun 2005
Me parece muy buena tu reflexión sobre la Renta Básica. Ahora se ha creado una comisión parlamentaria para estudiar su aplicación. es un gran paso adelante. Creo que la RB tiene dos vertoientes, la social, como movimiento, que afecta a muchos grupos y cada cual ha de aportar su punto de vista y la cientÃfica, como teorÃa económica, que plantea la perestroika del capitalismo. Pues la RB es posible, pero también necesaria, para un desarrollo sostenible y una globalización más justa, pero sin literatura. hagamos polÃtica. Salud.
Re: Vivir en el alambre
por RATGB
(Correo-e no verificado) 09 jun 2005
Creo que si hubieses conocido al autor del articulo, ya no esta con nosotros, te darias cuenta que su planteamiento va mas alla de lo que tu llamas "Perestroika del Capitalismo" si eso supone la vuelta a un capitalismo Nacional. El desarrollo sostenible y ese capitalismo mas humano que tu llamas "globalización mas justa" son molinos de viento hacia donde nos quiere llevar la Izquierda(sic).
Re: Vivir (en el alambre) nuestras ilusiones
por A.J.S.
antonio.jornet (nospam) gmail.com (no verificado) 10 jun 2005
Es posible, es necesario, de ley y justicia, reconstruir el mal llamado estado del bienestar por la calidad de vida.
Desde la revolución industrial el hombre solo ha sabido trabajar y producir para consumir
Hay otro mundo posible y otras maneras de reinventar la vida y hay que conseguirlo.
El trabajo nos aborrega y nos cuarta la creatividad
Hay que buscar otros medios otras soluciones y vosotros las dais
gracias
y ha conseguir que la utopÃa sea realidad y no una quimera |