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Notícies :: guerra |
Sesiones de lectura de El siglo del comunismo (VI…)
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per marxismo contemporaneo |
13 mai 2005
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POR QUÉ NOS ENCAMINAMOS HACIA UNA NUEVA GUERRA MUNDIAL…
La sexta sesión de lectura de El siglo del comunismo (Ignacio Rodas, Curso, Barcelona, 2004), < www.edicionescurso.com >, tuvo lugar el pasado 24 de abril y centró su trabajo en cerner, sobre la base de datos fehacientes, la realidad de la cruda perspectiva social expuesta en el capÃtulo del libro que lleva por inequÃvoco tÃtulo: «Hacia la nueva guerra imperialista mundial…».
Con un tiempo transcurrido ya suficiente para permitirnos transcender a los aspectos circunstanciales del acontecimiento, el citado capÃtulo arranca desenmascarando la vulgaridad y esterilidad de la visión economicista según la cual la guerra de Irak habrÃa estado motivada «por el petróleo», peregrina argumentación que obligarÃa, en buena ley, a quien la acata, si, de veras, se la tomara en serio, a explicar en virtud de qué misteriosa razón el Estado más poderoso del planeta se ha metido «en un callejón sin salida», cual es, a ojos vistas, la invasión de Irak, «cuyos gastos militares —explica Rodas en el libro—, sin visos de contención, tal como era absolutamente previsible desde antes de la invasión, se comen, de muy largo, cualquier beneficio rapaz con que pudiera hacer cábalas no importa qué sector de la clase capitalista estadounidense».
Para El siglo del comunismo, una respuesta fundamentada acerca de los motivos que han desencadenado la guerra de Irak sólo puede darse sobre la base de aprehender la combinación concreta que hoy impera entre economÃa y polÃtica. A juicio del autor, el rasgo determinante, en los dÃas que corren, de dicha combinación está constituido justo por todo lo contrario de lo que pretende hacer creer al mundo el izquierdismo de toda condición, a saber, la supuesta «fortaleza incontestada» del Estado capitalista más poderoso de la Tierra, EE UU. Para Rodas, es, en realidad, la debilidad latente de éstos, «en lo económico y en lo polÃtico»; «debilidad» creciente «tanto frente al conjunto de los pueblos oprimidos del planeta como frente a sus rivales europeos», de la que «está dando palpables muestras, desde el inicio del presente siglo, la primera potencia imperialista del planeta», la que ha impuesto esa desastrosa aventura militar a Washington.
A este propósito, el capÃtulo que nos ocupa de El siglo del comunismo constata el «auge al que asistimos, a escala mundial», de movimientos antiimperialistas revolucionarios que, tras las huellas de los atentados del 11 de septiembre de 2001, en EE UU, y del 11 de marzo de 2004, en Madrid, van «prendiendo imparablemente, paso a paso, en el seno de las masas oprimidas del globo», «alzando a un destacamento tras otro de éstas —más allá de las mistificadoras banderas ideológicas, y especÃficamente religiosas, exhibidas—, contra el orden imperialista». Es el propio capitalismo imperialista, con la miseria insufrible a la que empuja a las masas de los paÃses atrasados, a resultas de las devastadoras consecuencias que comporta, para los pueblos sojuzgados, la nueva revolución productiva en curso, quien nutre las filas de dicho movimiento. Las cifras proporcionadas, sobre esta cuestión, en El siglo del comunismo, no admiten, verdaderamente, réplica: en la década, de exuberancia económica de las grandes potencias capitalistas, que se extendió entre 1991 y 2001, el revelador Ã?ndice de Producción de Alimentos por habitante descendió en prácticamente la mitad de las 36 naciones del mundo «catalogadas», por entonces, «como hambrientas». ¡Y globalmente también bajó!
De acuerdo con el marxismo, Rodas afirma que elocuentes estadÃsticas como la citada demuestran la especificidad, inédita en tanto que tal, del actual periodo que vivimos; particularidad consistente en que, en nuestro tiempo, el capitalismo se muestra «crecientemente incapaz», «incluso cuando su economÃa crece» desbordantemente, «de alimentar a las masas trabajadoras de la mayor parte de los paÃses».
Fuera de todo apasionamiento subjetivo, parece evidente, tal como se señala en el capÃtulo estudiado, que dicho «movimiento antiimperialista revolucionario, sostenido por el campesinado pobre y la pequeña burguesÃa urbana y rural de dichas naciones» atrasadas, «no tiene ni tendrá la posibilidad, por sà mismo, de derrotar decisivamente al imperialismo», pero que, asimismo, no por ello su acción deja de poner en un brete a EE UU, obligado como se hallan éstos a imponer su ley, en todo el orbe, si no quieren ver cuestionado su ya maltrecho liderazgo por sus más inmediatos rivales imperialistas.
Acto seguido, El siglo del comunismo, saca a la luz las sombras de la incuestionable delantera comparativa, tomada por EE UU, en el desarrollo incipiente de la revolución productiva de nuestro tiempo. Nos permite comprender, asÃ, la fabulosa masa de capital constante (actualmente, ya por encima de la inmensa suma de 1.500 millones de dólares diarios) que —exigida incesantemente y cada vez a mayor escala, por el conjunto de las industrias puntas de la telemática— debe ser atraÃda, al precio que sea, por la burguesÃa más poderosa de todo el globo. En el libro, se nos invita a pensar, a este respecto, entre otros casos, «en las fabulosas cifras invertidas» por los gigantes norteamericanos de la telefonÃa mundial, en concreto, en la industria del móvil. «Es bien conocido —se nos explica—: para reunir tales sumas ingentes, todas las grandes compañÃas telefónicas del mundo no han tenido otro camino que endeudarse hasta el cuello», en particular, en EE UU, donde las cotizaciones actuales de la Bolsa «comprometen, por adelantado y como término medio, 20 veces (PER=20) los últimos beneficios realmente conseguidos por las empresas; emitiendo bonos de deuda, que se han obligado a devolver a los inversionistas, con substanciosos intereses, en torno a dentro de 10 años, y firmando multimillonarios empréstitos sindicados con los primeros bancos del planeta». ¿Y cuál es, entonces, el problema planteado? «El problema, y mayúsculo —se pone en evidencia— es que, como fruto de la desvalorización galopante que comporta la nueva composición de capital, tras verse forzadas las citadas macroempresas a reducir, sin apenas tregua, durante estos pasados años, los precios de la telefonÃa móvil, en la actualidad, cuando sus inversiones récord distan mucho de haber sido siquiera amortizadas nominalmente y el endeudamiento, sin precedentes, al que condujeron, está más lejos aún de ser justificado por las ganancias obtenidas, dicha tecnologÃa ha quedado ya superada».
Tras ofrecernos otros significativos ejemplos en este mismo sentido, como el de los descuentos de hasta el 60 % realizados, en algunos de sus productos, por parte de Microsoft, al objeto de hacer frente a la difusión del software libre Linux, el capÃtulo leÃdo nos conduce al resultado palpable, en la Meca de la revolución productiva de nuestro tiempo, de la desvalorización acelerada acarreada por ésta, a saber: la transformación de EE UU, de primer acreedor mundial que era en 1980, «en los estertores del taylorismo», en, actualmente, el primer deudor del planeta, «tras la ingente inversión tecnológica» efectuada… Un primer deudor al que, por ende, su cada vez más desbocado déficit público no permite constatar corrección alguna de su mal, que le hace ya depender, ¡hasta en un 87 % de su Producto Interior Bruto (PIB)!, de activos en manos de capitales extranjeros, ¡¡justo cuando este pasado año EE UU ha registrado «su peor dato de entrada de capitales en la última década»!!
Sobre la base de estos incontestables datos y del flagrante «avance galopante del proteccionismo económico, por parte de las grandes potencias», al que asistimos «a raÃz de la agudización de la competencia entre ellas, desatada por las crecientes dificultades desvalorizadoras» comportadas «por el advenimiento de la vigente revolución productiva», el libro de Rodas nos invita a comprender como una «decisión polÃtica de Estado», en lugar de como ningún tipo de supuesto «error», «las aventuras militares estadounidenses en Afganistán e Irak», sin las cuales, en definitiva, EE UU hubiera renunciado a defender, en el concierto mundial su «primacÃa imperialista».
Pero la proyección de esta «debilidad latente» de la primera potencia imperialista del globo, asà como de las beligerantes acciones, emprendidas por la más potente burguesÃa del planeta, combinadas con las dificultades crecientes —económicas y polÃticas— de sus rivales sólo está en condiciones de producir, con el tiempo, una resultante: la nueva guerra imperialista mundial.
Cuanto más, si cabe, que ninguna de ellas tiene otro futuro que ofrecer a su proletariado —a tenor de la revolución productiva contemporánea— que el deterioro rampante de su empleo, de sus condiciones de trabajo y, más en general, de sus condiciones de supervivencia.
Mel Sánchez 1 de mayo de 2005
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