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Intelectuales y visionarios
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per Lector |
09 mai 2005
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En el salón de la vida la inmensa mayoría, por razones de economía biológica y de otra clase, se limita a mirar a las zonas iluminadas. Y así sólo ve lo que se encuentra en ellas. ¡Para qué más...! |
Zonas, además, que de propósito han sido iluminadas por otros con luces de colores para que prestemos atención sólo a lo que hay en lo proyectado y no en las sombras. Porque no nos engañemos, mientras tanto, en la penumbra, están ocurriendo hechos en buena parte sustraÃdos deliberadamente a la luz por los mismos que han iluminado otros. Siendo asà que los de la PolÃtica son los que están más a la vista, me refiero principal y naturalmente a los eventos intersociales, pero no tengo inconveniente en incluir también a los de la Ciencia, el Derecho, la Justicia, la Medicina y en general los de la Naturaleza.
Pues bien, lo que hace el intelectual puro es escudriñar y ver esforzadamente también las zonas en sombra y aun en la oscuridad. Y, en todo caso, pensar siempre de manera “diferente�...
El intelectual no es el único que “veâ€? o atraviesa la opacidad. El alucinado ve asimismo lo que no ve la mayorÃa. Pero el alucinado, propiamente no ve: creer ver. A lo sumo atisba, y, cegado absolutamente por la excesiva luminosidad, distorsiona la “realidadâ€?. Ahora bien, es preciso reconocer que la frontera entre alucinado e intelectual es a veces tan tenue, que a menudo sólo uno y otro se distinguen por el orden y la estética conseguida en la exposición pública de sus visiones o percepciones.
Otra cosa es la inteligibilidad de lo visto. Porque la cosa se complica a la hora de elucidar acierto e inteligibilidad en el "descubrimiento" y la explicación consiguiente sobre lo visto en lo que se esconde envuelto en sombras.
Pero es que a la particular manera de visionar el intelectual la realidad se añade, que nuestro existir se desenvuelve en cuatro planos o esferas correspondientes a los estados de la materia: la vida propiamente dicha se corresponde con el estado sólido, la ensoñación y el sueño, con el estado gaseoso, y en los tiempos más recientes, el empÃreo de Internet con el estado lÃquido. Por otra parte, en la vida, “sólidaâ€?, no interviene la voluntad si prescindimos de nuestra decición para acabarla; en la ensoñación, gaseosa, la voluntad interviene sólo en una cierta dosis convertida en un dejarse llevar; en el sueño, asimismo gaseoso, la voluntad no interviene en absoluto; y en el caso de la galaxia Internet, sólo la voluntad es lo que cuenta...
De modo que la intensidad en la disposición a examinar lo que ordinariamente llamamos "realidad" a través de esos tres estados de la “materiaâ€? o del “materialâ€?, y el grado de participación de la voluntad en los análisis, es lo que define postreramente el papel del intelectual y su grado de acierto en cada proposición. Su voluntad de no estar predeterminado cultural, polÃtica, profesional y educacionalmente en la percepción o visión de la “realidadâ€?, determinará hasta qué punto el intelectual estará en el camino de dar con la "verdad" más completa. Pues es otra de sus caracterÃsticas abarcar o aspirar a abarcar el "todo"; es decir todos los planos de la realidad examinada desde todas las perspectivas posibles a un tiempo. Y, sobre todo, procurando que los flujos humorales no intervengan en sus conclusiones decisivamente, al menos por encima del raciocinio que a su vez tratará de que sea el más universal e intemporal posible.
Un ejemplo de sÃntesis intelectual, de quintaesencia de lo intelectual, es el chiste de hoy de El Roto en El PaÃs:
“Los resultados dependen de los datos, los datos dependen de la metodologÃa, la metodologÃa depende de la Dirección, y la dirección depende de los resultadosâ€? |
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