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Notícies :: sense clasificar
Sesiones de lectura de El siglo del comunismo (V…)
29 abr 2005
«NUESTROS D�AS EST�N DESTINADOS A ABRIR PASO A LA REVOLUCIÓN COMUNISTA TRIUNFANTE…»

La nueva sesión de lectura del libro de Ignacio Rodas El siglo del comunismo (Curso, Barcelona, 2004, < www.edicionescurso.com >), realizada el pasado 17 de abril, estuvo dedicada a la lectura y discusión del capítulo V de la obra, que lleva por título «Ese "movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual"…».

Lo primero que hallamos en él es una distinción, de fondo, entre lo que es, de un lado, «un análisis superficial», «de circunstancia» de un acontecimiento social y, del otro, un análisis substancial de éste (Rodas, en la línea histórica de Marx, Engels y Lenin, denomina a este último tipo de análisis -destinado a aprehender no «la manifestación, necesariamente contingente», del evento, sino «la dinámica de fondo que lo subyace y a la que irremisiblemente» «se debe»- «análisis científico»). Una vez establecido, sobre esta base, que «la realidad no es, ante todo, el hecho en sí, sino la tendencia», el capítulo pasa a preguntarse ¿cuál es la tendencia básica, objetiva -esto es, desplegada más allá de «la conciencia y la voluntad, subjetivas por definición, de las clases y los individuos de la sociedad capitalista»- expresada por los actuales acontecimientos sociales.

Tan fiel al marxismo como enemigo declarado de cuanto pretendido marxista lo subvierte, Rodas se ocupa, en primer lugar, para sacar a flote dicha tendencia, de cerner «las características, originales en tanto que específicas, del desarrollo contemporáneo del presupuesto fundamental e irrenunciable del mundo burgués en su totalidad: su modo de producción, cimentado, como sabemos, en la explotación de la fuerza de trabajo asalariado». A tal objeto, el autor nos recuerda que, en el plano histórico, el desarrollo del capitalismo ha estado necesariamente presidido (en tanto que el capital es valor que sólo puede existir valorizándose, es decir, acumulando, a una escala cada vez más amplia, más y más capital) por el imperativo de «hacer trabajar más a los proletarios» y, a la vez, «hacerles trabajar más intensamente», en una palabra por el aumento de su explotación. Se pregunta, acto seguido y muy pertinentemente, Rodas, en su libro, si esto sigue siendo válido hoy, si el desarrollo del capitalismo «sigue confiado» «a la extensión de la jornada de trabajo y a la mayor explotación intensiva de la fuerza de trabajo empleada en ella»… Responde afirmativamente y nos llama, a este propósito, la atención sobre dos hechos «capitales»: a) la correspondencia existente entre, de un lado, el mayor crecimiento económico registrado en EE UU con relación a la UE y, de otro, el mayor número de horas trabajadas por los proletarios estadounidenses, y b) la correspondencia que también existe entre el indiscutible «ritmo superior de crecimiento de la economía de EE UU» -siempre hablando con respecto a la UE-, y la, asimismo innegable, «mayor intensidad en la explotación de la fuerza de trabajo» del proletariado de la primera potencia capitalista mundial. En suma -subraya el autor- «la economía de EE UU se desarrolla mucho más velozmente que la europea, porque explota más horas y más intensamente la fuerza de trabajo proletaria».

Con todo, es evidente, para quien conoce, siquiera un poquito, a Marx que, señalando lo anterior, Rodas no descubre nada nuevo, pues, en El capital, aquél ya señala, con claridad meridiana, la tendencia ineluctable de la producción capitalista a obtener simultáneamente plusvalor absoluto, proveniente de la prolongación de la jornada de trabajo, y plusvalor relativo, proveniente de un acrecentamiento en la intensidad con la que es explotada la fuerza de trabajo. Lo específico de nuestros días, dentro de esa línea de desarrollo histórico del capital ya puesta de manifiesto por Marx, puede resumirse, según el autor de El siglo del comunismo, en dos características inéditas del actual proceso de reproducción ampliada del valor. La primera de ellas es que «ese aumento de la jornada de trabajo, al que tendía y tiende el capitalismo, se lleva a cabo hoy, a diferencia de ayer, desalojando de la producción, en permanencia, a un número creciente de proletarios». La segunda, «es la imparable precarización de esos efectivos proletarios, cada vez más reducidos en número, de los que precisa la producción capitalista».

Parece verdaderamente imposible negar la realidad de estas dos características específicas del vigente curso de la producción capitalista, cuanto más que el capítulo que consideramos incluye irrefutables datos fehacientes, sobre ambas -significativas informaciones extraídas de la marcha de los sectores de vanguardia de la producción capitalista contemporánea-, que zanjan toda posible polémica al respecto. En definitiva, escribe Rodas, incluso para los proletarios "afortunados" que tienen empleo, «la tan cacareada "flexibilización", exigida por el capital, unida al aumento, anteriormente visto, tanto de la duración de la jornada de trabajo como de la intensidad en la explotación de la fuerza de trabajo, suponen, en lo social, la aplicación de condiciones de trabajo a los proletarios que, por la vía de la temporalidad de sus contratos, así como de la reducción de la parte garantizada de sus salarios y de la tendencia a privarles de un tiempo de descanso estable, se aproximan, a ojos vistas, a entrar en contradicción insoluble con la supervivencia de la clase asalariada, en su conjunto, la cual exige, entre otros requisitos imprescindibles, un margen de vida familiar suficiente para reproducir la prole». A tenor de todo ello, el autor se siente autorizado, finalmente, a resumir, en los siguientes términos, la particularidad de nuestro tiempo: «la obtención del beneficio por parte del capitalismo tiene lugar, en nuestros días, en proporción directa al número de proletarios a los que desaloja de la producción y al grado de precariedad de la relación asalariada que impone a los "afortunados" que aún conservan o consiguen un trabajo».

La consecuencia que cabe desprender de lo anterior, en el plano social, sólo puede ser, en el fondo, revolucionaria, en la misma medida en que -asegura Rodas- la burguesía avanza fatalmente hacia el punto llegado al cual no importa qué clase dominante de la historia ha devenido incapaz de seguir manteniendo su dominio; aquel en que ya no puede «asegurar a su esclavo la existencia, ni siquiera dentro del marco de la esclavitud», para el caso, asalariada, a la que le somete. Y ésta es, a la postre, la leyenda que luce, en la frente, la impetuosa revolución productiva contemporánea: «Nos aproximamos, a corto término, a ese umbral, traspasado el cual "la existencia de la burguesía ya no es compatible con la de la sociedad"». De en qué consistirá, en concreto, ese punto sin retorno y de a qué terrible precio humano será franqueado, ya no se ocupa el presente capítulo, sino el próximo…

Mel Sánchez

24 de abril de 2005

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