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Indiferencia del Papa frente al desesperado pedido de auxilio de Oscar Arnulfo Romero
04 abr 2005
Sólo le recordó que su papel era "mantener buena relación con el gobierno" salvadoreño.
Lunes 4 de abril de 2005

STELLA CALLONI

"En El Salvador no existe un conflicto entre el pueblo y el gobierno como quieren hacer creer muchos funcionarios. Existe un conflicto entre el gobierno y el pueblo, un pueblo que está sufriendo muchos horrores, y la Iglesia y sus pastores tienen que estar con él".

Esas fueron las palabras de moseñor Oscar Arnulfo Romero cuando en Roma se entrevistó con el entonces flamante papa Juan Pablo II, quien ni siquiera se detuvo a mirar los informes, las fotografías y las copias de las cartas enviadas por el arzobispo de San Salvador, en su desesperado pedido de auxilio para detener la matanza del pueblo salvadoreño -murieron 70 mil personas- a manos del ejército, la Guardia y los escuadrones de la muerte.

Aquella noche de agosto de 1979, cuando conocí a monseñor Romero, a quien había llegado a entrevistar al arzobispado de San Salvador, se podía percibir la tristeza provocada por la indiferencia del nuevo jerarca católico, después de haber hecho enormes esfuerzos para llegar a Roma, porque "creía que algunas manos negras impedían que cartas e informes llegaran a destino".

Cuando entró a la habitación venía de una misión pastoral, nada menos que salvar a niños cuyos padres habían sido asesinados esa tarde por el ejército salvadoreño y los paramilitares. Traía a un pequeño en sus brazos y otros, temblando por la lluvia y la tormenta de ese día, se colgaban de su sotana mojada.

Así como estaba se sentó para contar, con la voz cargada de tristeza, las penurias de su país. "De todo esto quería hablar con el Santo Padre", decía señalando a los refugiados, a los sobrevivientes de las matanzas. Durante aquella entrevista recibió siete amenazas telefónicas.

No quería hablar con el Papa de las amenazas en su contra, sino de "los crímenes cometidos contra un pueblo indefenso". Quería hablar de los sacerdotes asesinados en el país en los últimos años, como Rutilio Grande, Ernesto Barrera, Octavio Ortiz Luna Rafael Palacios, y Alirio Napoleón Macías. "Fueron asesinados porque estaban haciendo lo que debían, estaban cumpliendo su misión con los pobres y los desamparados", dijo.

Eso quiso explicarle a Juan Pablo II en sus cartas. Luego había ido a Roma y se encontró con la imposibilidad de ver al Papa a través de los canales normales del Vaticano. Casi obligado a regresar a su país, recurrió a una acción desesperada, que fue la de mezclarse con los fieles para contactar al jefe de la Iglesia.

Buscaba una palabra de justicia para el pueblo salvadoreño, y sólo encontró indiferencia. Esa indiferencia que alentó a sus asesinos el 24 de marzo de 1980.

Un domingo en que el Papa bajó al gran salón para la audiencia general, logró colocarse en primera fila y cuando Wojtyla lo saludó, le retuvo la mano para implorarle una audiencia.

Llevaba en sus manos las pruebas del horror. Pero su primera sorpresa fue un regaño de Juan Pablo II por lo "voluminoso" que era el material que traía. María López Vigil, quien escribió un libro sobre monseñor Romero, cuenta que el Papa le dijo al arzobispo salvadoreño: "¡Ya les he dicho que no vengan cargados con tantos papeles!"

Ni siquiera quiso mirar las fotografías de los sacerdotes asesinados. Recuerda López Vigil que monseñor Romero insistió sobre el caso de la víctima más reciente, el padre Octavio Ortiz. "Yo lo ordené y sabía de todos los trabajos en que andaba. El día aquel estaba dando un curso de evangelio a los muchachos del barrio... nos lo mataron diciendo que era un guerrillero."

"El Papa mira fijamente la foto y no pregunta más. Mira después los empañados ojos del arzobispo Romero y mueve la mano hacia atrás, como queriéndole quitar dramatismo -¿Y acaso no lo era?- contesta".

Monseñor Romero quería mostrar otras fotos. Nada quiso ver el Papa, que sólo habló para recordarle que su papel como arzobispo era mantener buenas relaciones con el gobierno. Romero volvió a El Salvador. En aquella entrevista, parecía implorar que alguna luz iluminara a Juan Pablo II. Todavía esperaba.
Mira també:
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Critican a Juan Pablo II su "dureza con los servidores progresistas"
04 abr 2005
Lunes 4 de abril de 2005

"Bendijo las dictaduras latinoamericanas", sostiene colectivo católico francés.

Critican a Juan Pablo II su "dureza con los servidores progresistas".

Vio en la Teología de la Liberación al "comunismo que disolvería a la Iglesia": Leonardo Boff.

AFP, DPA Y THE INDEPENDENT

Decenas de miles de fieles colmaron ayer la Plaza de San Pedro para orar por Juan Pablo II en una misa oficiada por el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado del Vaticano FOTO Reuters
Berlin, 3 de abril. Entre el caudal de elogios a la figura del Papa, entre ellos uno de un arzobispo africano que lo describe como "Juan Pablo el Grande", algunos reprocharon este domingo al jerarca de la Iglesia católica su rigidez frente al tema de la sexualidad y su condena de la Teología de la Liberación.

Premio Nobel de la Paz en 1980, el argentino Adolfo Pérez Esquivel, miembro del movimiento progresista Servicio, Paz y Justicia, recordó hoy los encuentros que mantuvo con Karol Wojtyla, a quien elogió su "gran apertura mental", pero también le reprochó haber "pretendido establecer una Iglesia piramidal, algo que se reflejó en su hostilidad a la Teología de la Liberación".

Esta corriente surgió en América Latina como consecuencia de las transformaciones introducidas en la Iglesia por el Concilio Vaticano Segundo (1962) y algunas de sus expresiones fueron los curas comprometidos con las luchas populares, o incluso vinculados con guerrillas. En su visita a Nicaragua en 1996 el Papa proclamó el fin de esta Teología.

Para monseñor Pedro Casaldaliga, uno de los jefes de la Teología de la Liberación en Brasil, Juan Pablo II era "un poco duro con los servidores progresistas que abrían nuevos caminos".

El brasileño Leonardo Boff, otro portavoz de esta corriente, considera que Karol Wojtyla "nunca entendió (la Teología de la Liberación) ya que sus orígenes polacos le impidieron ver que en América Latina el enemigo no era el comunismo ni el nazismo, sino las elites desprovistas de sensibilización social".

"El lee América Latina con ese código y dice: esa teología, ese tipo de Iglesia, sirve de Caballo de Troya para la entrada del comunismo, y el comunismo va a disolver a la Iglesia", prosiguió Boff, quien en 1992 abandonó el sacerdocio tras varios altercados con la doctrina de la Congregación de la Fe del Vaticano (ex Inquisición).

Otros destacaron el "dualismo" de Juan Pablo II -pieza esencial en el derrumbe del comunismo, visitó la Cuba de Fidel Castro y se opuso a la invasión de Irak-, que atribuyeron a la peculiar historia de su país natal.

El Papa polaco "que sufrió la opresión del nazismo en carne propia, quiso impedir la influencia del marxismo en la Iglesia, pero tuvo suficiente visión como para asumir las necesidades de los desvalidos", afirmó el obispo brasileño Cándido Padin.

Ese dualismo "convirtió a Juan Pablo II en líder mundial, pero costó caro en el ámbito interno de la Iglesia", completa el teólogo también brasileño Oscar Beozzo.

Conservador a ultranza

Los analistas latinoamericanos destacaron también la férrea oposición del difunto Papa al divorcio y al uso de preservativos para prevenir el sida. Para el diario colombiano El Tiempo, "la amplitud y el sentido avanzado que demostró Juan Pablo II en otros temas no permearon su posición en torno a la moral familiar, que fue siempre conservadora a ultranza y ensanchó la brecha entre lo que la jerarquía predica y lo que los católicos aplican".

En Argentina, el diario Clarín llamó la atención sobre la existencia de una "olla a presión en el Vaticano colmada de enormes temas pendientes que son del mundo y de la Iglesia también, desde el papel de la mujer hasta el celibato, los avances biológicos o la cuestión de los homosexuales".

En Europa, el colectivo francés "Nosotros también somos la Iglesia", que dice representar a unos 23 grupos de católicos, acusó a Juan Pablo II, en un comunicado publicado hoy, de "consentir" y "bendecir" las dictaduras latinoamericanas, "atentar contra la libertad de la mujer" y de vincular al Vaticano con grupos financieros "peligrosos", sin dar más detalles a este respecto.

Juan Pablo II deja a la Iglesia en "una crisis de confianza y de esperanza", afirmó por su parte el reconocido teólogo suizo Hans Kueng, a quien el Vaticano prohibió enseñar en 1979, el año siguiente a la asunción de Karol Wojtyla, por haber puesto en duda la infabilidad del Papa.

Wojtyla "predicó los derechos humanos en el extranjero pero se los negó en el interior a los arzobispos, a los teólogos y sobre todo a las mujeres", había dicho Kueng en marzo pasado, cuando también estimó que Juan Pablo II "no es el Papa más grande del siglo XX, sino el más contradictorio".

En Estados Unidos, Joanna Manning, cofundadora del grupo Catholic Organizations for Renewal (Organizaciones Católicas para la Renovación), destacó que Juan Pablo II restableció la concepción de una mujer sumisa en la que la Virgen María encarnaría la feminidad.

"Esto se explica en parte por su pasado. (....) Su madre murió cuando él era pequeño y él proyectó la nostalgia de una figura materna sobre las mujeres en general", opina.

A su vez, muchos fieles de ese país han reprochado a Juan Pablo II el haber dejado pasar demasiado tiempo antes de reaccionar a las masivas acusaciones de abuso de menores por parte de sacerdotes.

Por su lado, China -que no tiene relaciones diplomáticas con el Vaticano- expresó sus condolencias, pero aprovechó para desear que "bajo el liderazgo del nuevo Papa" haya una mejoría en los contactos bilaterales.

También el patriarca ortodoxo ruso, Alexis II, dijo este domingo que espera una mejora de las relaciones con el Vaticano. La Iglesia ortodoxa rusa ha acusado a la católica de expansionismo en territorios "tradicionalmente ortodoxos" de Ucrania.

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