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Notícies :: criminalització i repressió
Mis hijos están en huelga de hambre
22 mar 2005
Berna Gómez Edesa
La primavera está explosionando; he oído los primeros cantos de los sapos a su luna, las campas y los frutales empiezan a hacer gala de sus flores, los pájaros llenan de estruendo las primeras horas del día. Pero no puedo poner adjetivos a su vitalidad, ni hacer poesía para agradecer a los dioses y a la madre tierra el nacer al nuevo día; mis pensamientos y mis sentimientos los absorben lugares lejanos y extraños, de nombres odiados: Fresnes, Gradignan, donde mis hijos están en huelga de hambre.

También la gente que me rodea está alborotada; amigos, compañeros de militancia, vecinos, en el curro... todo el mundo anda preparando el viaje para esta semana santa. Me incomoda su prisa por marcharse, quiero gritarles que no saben lo que hacen, que cómo es posible que se vayan en estas circunstancias, que no nos dejen solos en esta angustia, ¿es que no saben la situación de mis hijos? Pero qué derecho tengo; tienen sus vacaciones bien ganadas, se merecen disfrutar de unos días de buen ocio y naturaleza; como mucho les puedo pedir que allí donde estén tengan un momento al día para la reflexión y el comentario con las otras gentes sobre por qué mis hijos están en huelga de hambre.

Los políticos son los que parece que esta vez no van disfrutar del periodo de relajo; igual hay suerte y, con la influencia del ejemplo de Cristo, la clase política legal es capaz de ir más allá de sus aburridos e hipócritas discursos demagógicos y se les ilumina alguna pequeña neurona ética para dejar de mirar a la nubes cuando mi dedo acusador les señale como responsables de las consecuencias que para la salud de mis hijos traiga la huelga de hambre. Como no soy creyente apelaré a los seguidores y militantes de los partidos legales para que fuercen la llegada de una primavera política de buen talante y planes llenos de progresismo y giros de izquierda que contemplen lo más rápidamente posible la solución a la grave situación de los presos políticos vascos, paso imprescindible para avanzar en un proceso de superación del conflicto político que vive nuestro país en los términos actuales.

En estos ocho días que llevan ya mis hijos sin comer es cuando con más claridad percibo la fuerza de quienes poseen el poder de los medios de comunicación y la debilidad de quienes, en este ámbito, prácticamente sólo tenemos el poder de la razón. Envidio a Bertín Osborne, quién pudiera, como él, salir en el programa del López, un pequeño instante solamente; sólo pediría estar un minuto con la Cuadrilla en “Vaya Semanita�, o en entrevista con Lapitz, un minuto en el “Teleberri� pagado con los dineros públicos, de todos...; un solo minuto sería suficiente para dirigirme al conjunto social y preguntar en alto, sin mirar a nadie en concreto, cómo es posible que después de cinco mil años de historia, de dos mil años de Cristo, de más de dos siglos de libertad-igualdad-fraternidad, de siglo y medio del manifiesto comunista de Marx y Engels, de casi noventa años del triunfo soviético de los valores proleta-rios y treinta años desde la muerte de Franco, cómo es posible, digo, que aceptemos que mis hijos, que setecientos doce hijos e hijas de este pueblo tengan que tomar la grave decisión de hacer una huelga de hambre para exigir que se les respeten los derechos elementales que como personas y como presos políticos les corresponden.

Me sería suficiente también ese minuto para concretar y recordar que el derecho a no sufrir tratos crueles, el derecho a la salud y a la excarcelación de los presos enfermos, el derecho al correo y a las visitas sin intervenciones ni restricciones y poder vivir sus comunicaciones en euskara, el estar en cárceles cercanas a su entorno familiar y social y el reconocimiento de su estatus de presos políticos son reivindicaciones que la sociedad en la que vivimos (la tan nombrada Europa a la que aspiramos, por ejemplo) recoge desde hace mucho tiempo en sus tratados, constituciones y leyes, derechos que a los presos políticos vascos no se les reconocen y por los que mis hijos están en huelga de hambre.

Y llamaría a esta reflexión más allá de la preocupación y del dolor personal, lo haría desde la responsabilidad que como ciudadano me puedo otorgar, para que algún día no tengamos que responder que no sabíamos qué pasaba, como contestaba el conjunto de la sociedad alemana cuando tras el hundimiento nazi se le preguntaba por el genocidio cometido.

Cuando me vean estos días serio y en mis ojos sientan dureza no se lo tomen a mal, no piensen que es algo personal hacia ustedes, es que mis hijos siguen en huelga de hambre. -
Mira també:
http://www.gara.net/idatzia/20050323/art106786.php

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