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Anàlisi :: sense clasificar |
Slavoj Zizek: Acerca de la Libertad
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per Slavoj Zizek |
17 mar 2005
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Traducción al castellano de un extracto de la publicación "On Belief" ("Acerca de las Creencias") del filósofo esloveno Slavoj Zizek, en torno al término de "libertad" y su posibilidad, y del modo en que "autoritarismo", "totalitarismo" y "liberalismo" funcionan como mecanismos para ejercer la autoridad. |
Acerca de la Libertad
Extracto traducido de "On Belief", escrito por Slavoj Zizek
Traducción de Decondicionamiento
Jean-Léon Beauvois, psicólogo experimental, llevó a cabo una serie de experimentos con el objetivo de explorar las contradicciones que implica "dar" al sujeto libertad de elección. Como resultado, se estableció la siguiente paradoja: si cuando ya se ha obtenido el sà de dos grupos de voluntarios para participar en un experimento, uno les informa de que el experimento contendrá algo desagradable, incluso contra su ética, y si alguien recuerda al primer grupo que tienen la libre elección de decir no y no le dice nada al otro grupo, en ambos grupos, el mismo (y muy alto) porcentaje de gente estará de acuerdo en continuar con su participación en el experimento.
Lo que esto quiere decir es, que conferir la libertad formal de elección no cambia nada: aquellos a los que se da la libertad harán lo mismo que aquellos a los que (implÃcitamente) se les niega. Esto, sin embargo, no significa que el ofrecimiento no tenga consecuencias: aquellos a quienes se da la libertad de elegir no sólo tenderán a elegir lo mismo que aquellos a los que se les ha negado; tenderán a racionalizar su "libre" decisión para continuar participando en el experimento, incapaces de resistir la disonancia cognitiva (es decir, la consciencia de que actuaron libremente contra sus intereses, propensiones, gustos o normas); tenderán a cambiar su opinión acerca del acto que se les pidió llevar a cabo.
Digamos que a un individuo se le pide participar en un experimento, diciéndole que se relaciona con un cambio en los hábitos alimentarios para luchar contra el hambre; entonces, tras aceptar hacerlo, en el primer encuentro en el laboratorio se le dirá que coma un gusano vivo, recordándole que si encuentra esto repulsivo puede decir que no, puesto que tiene total libertad para elegir. En la mayor parte de los casos lo hará, y luego lo racionalizará diciéndose a sà mismo algo como que "lo que se me pide que haga es repugnante, pero no soy un cobarde, debo mostrar algo de coraje y autocontrol, de otro modo los cientÃficos me percibirán como una persona débil que se retira ante el primer pequeño obstáculo. Es más, un gusano tiene muchas proteinas y podrÃa ser usado con efectividad para alimentar a los pobres... ¿quién soy yo para obstaculizar un experimento tan importante por mi estúpida sensibilidad?". Y finalmente, "quizá mi asco hacia los gusanos es sólo un prejuicio, quizá un gusano no es tan malo - ¿y no serÃa probarlo una nueva experiencia interesante? ¿Y si me permitiera descubrir una dimensión de mi mismo inesperada, ligeramente perversa, de la que antes no era consciente?"
Beauvois enumera tres formas en que se hace que la gente lleve a cabo actos que vayan contra sus propensiones o intereses: autoritaria (la órden pura, "¡Has de hacerlo porque yo lo digo, sin cuestionarlo!", apoyado por la recompensa si el sujeto lo hace y el castigo si no), totalitaria (la referencia a alguna gran Causa o un Bien común que es mayor que el interés percibido del sujeto: "¡Has de hacerlo porque, incluso si es desagradable, sirve a nuestra Nación/Empresa/Partido/Humanidad!"), y la liberal (la referencia a la naturaleza interior del sujeto: "Lo que te pido que hagas puede parecer repulsivo, pero mira dentro de tà y descubrirás que está en tu verdadera naturaleza hacerlo, lo encontrarás atractivo, ¡te darás cuenta de nuevas dimensiones inesperadas de tu personalidad!").
En este punto, habrÃa que corregir a Beauvois respecto a que en realidad el autoritarismo directo es casi inexistente - incluso el régimen más opresivo legitima públicamente su reinado con la referencia a algún Bien Mayor, y el hecho de que al final "has de obedecer porque yo lo digo", reverbera sólo como su opuesto obsceno, discernible entre las lÃneas. Más bien, lo especÃfico del autoritarismo es referirse a algún Bien Mayor externo ("sean cuales sean tus ideas, has de seguir mis órdenes por el Bien Mayor"), mientras que el totalitarismo, al igual que el liberalismo, interpela al sujeto hablándole de su propio bien ("aquello que puede parecerte una presión externa, en realidad es la expresión de tus intereses objetivos, de lo que realmente quieres, incluso si no te das cuenta de ello"). La diferencia entre los dos reside en otro lugar: el totalitarismo impone al sujeto su propio bien, incluso si está contra su voluntad... recordemos aquella infame frase del Rey Carlos: "Si alguno fuera tan absurdamente antinatural como para oponerse al rey, su paÃs y su propio bienestar, debemos hacerles felices, mediante la bendición de Dios -- incluso contra sus voluntades" (Carlos I al Conde de Essex, 6 de Agosto de 1944). Aquà encontramos el tema posterior jacobino de la felicidad como factor polÃtico, asà como la idea de Saint-Just de forzar a la gente a la felicidad...
El liberalismo pretende evitar (o más bien ocultar) esta paradoja adhiriéndose al extremo de la ficción de la ilusoria percepción de "libertad" que los sujetos tenemos de nosotros mismos en el presente inmediato, en el que nos sentimos tomando elecciones libremente: asÃ, la frase de la autoridad será, ("No pretendo saber mejor que tú lo que quieres, ¡pero mira dentro de tà y decÃdelo libremente!")
El fallo en la lÃnea de argumentación de Beauvois consiste en no darse cuenta de que la autoridad abisal tautológica (el "¡Es asà porque yo lo digo!" del Maestro), no sólo funciona gracias a las sanciones (castigo/recompensa) que evoca, ya lo haga de forma implÃcita o explÃcita. Es decir, la cuestión es, ¿qué es lo que hace que el sujeto elija libremente lo que se le impone, en contra de sus propensiones o intereses? AquÃ, esta pesquisa empÃrica en la dimensión "patológica" del castigo y recompensa ("patológico" en el sentido kantiano del término) no resulta una motivación suficiente. Sin embargo, al enunciar la autoridad un mandato que está imponiendo sobre su objetivo un compromiso simbólico, este acto lleva una fuerza inherente propia: lo que nos seduce del mandato es precisamente lo que parecerÃa a primera vista un obstáculo, la ausencia de un "por qué" para la propia órden.
AquÃ, Lacan puede resultar de ayuda: el Significante Maestro al que hace referencia, designa precisamente esta fuerza hipnótica del mandato simbólico, que se nutre del propio acto de su enunciación: es aquà donde encontramos la "eficiencia simbólica" en su nivel más puro. Las tres formas de legitimar el ejercicio de la autoridad ("autoritaria", "totalitaria", "liberal") no son más que tres formas de cubrir, de disimular, de cegarnos al poder seductivo del abismo de esta llamada vacÃa. De algún modo, el liberalismo es el peor de los tres, ya que hace que las razones para la obediencia sean integradas de forma natural en la estructura psicológica interna del sujeto. AsÃ, la paradoja es que desde este punto de vista, los sujetos "liberales" son los menos libres: cambian la opinión/percepción de sà mismos, aceptando lo que fue impuesto sobre ellos como si hubiera sido originado por su "naturaleza" -- siquiera son conscientes de su subordinación.
Un ejemplo de todo esto serÃa la situación de los paÃses del Este de Europa a principios de los noventa, cuando el Socialismo estaba cayéndose a pedazos: de pronto, la gente fue arrojada a una situación de "libertad de elección polÃtica" -- sin embargo, ¿se les preguntó en este punto cuál era la forma de nuevo órden que deseaban? ¿No se encontraron a sà mismos en la misma situación que la vÃctima del experimento de Beauvois?. Primero se les dijo que habÃan entrado en la tierra prometida de la libertad polÃtica; pronto fueron informados de que esta libertad estaba aparejada con una privatización salvaje, la desmantelación del sistema de seguridad social, etcétera. TodavÃa pueden elegir, asà que si quieren, pueden dejarlo; pero no, nuestros heróicos europeos del Este no querÃan fallar a sus mentores occidentales, asà que persistieron estoicamente en la elección que nunca hicieron, convenciéndose de que deberÃan comportarse como personas maduras que saben que la libertad tiene su precio...
Un ingrediente clave en la "libertad liberal", es la noción del sujeto dotado de propensiones naturales, que debe llevarse a cabo a sà mismo, realizarse en su verdadero Yo alcanzando sus potenciales, y que es, en consecuencia, el último responsable de su éxito o fracaso. Y aquÃ, me arriesgarÃa a reintroducir la oposición leninista de la libertad "formal" y la libertad "real": en un acto de libertad real, uno osa destruir el poder seductivo de la eficiencia simbólica. Ahà reside el instante de verdad de la áspera retórica de Lenin frente a sus crÃticos mencheviques: la elección verdaderamente libre es una elección en la que no sólo elijo entre dos o más opciones dentro de un sistema de coordenadas ya dado. Elijo cambiar el sistema de coordenadas en sà mismo. La trampa dentro de la transición de los paÃses del Este al capitalismo, fue que la gente nunca tuvo una oportunidad de elegir el marco dentro del que se daba esta transición: de pronto fueron "arrojados" a una nueva situación en la que se les presentó una nueva serie de elecciones ya determinadas (liberalismo puro, conservadurismo nacionalista,... ).
Lo que esto implica, es que la "libertad real" entendida como este acto de cambiar el sistema de coordenadas de forma consciente, sólo ocurre cuando en una situación de elección forzada, uno actúa como si la elección no fuera forzada y "elige lo imposible".
De esto es de lo que tratan las charlas obsesivas de Lenin respecto a la "libertad formal", ahà reside su "núcleo racional", que merece la pena salvar hoy en dÃa. Cuando enfatiza que no hay una democracia "pura", que siempre debemos preguntar a quién sirve una determinada libertad y cuál es su papel en la lucha de clases, el interés de lo que está planteando reside precisamente en que mantiene la posibildad de la elección realmente radical. Esto es lo que implica la diferencia entre libertad "formal" y "real": la libertad "formal" es la libertad de elección dentro de las coordenadas de las relaciones existentes de poder, mientras que la libertad "real" designa el entorno de una intervención que socava las propias coordenadas. El punto de vista de Lenin no es limitar la libertad de elección, sino mantener detrás una especie de elección que sirve de base: cuando Lenin pregunta sobre cuál es el papel de la libertad dentro de la lucha de clases, lo que está planteando es: "¿Obstaculiza esta libertad, o contribuye a la elección fundamental revolucionaria?"
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Mira també:
http://www.decondicionamiento.org |
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