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Anàlisi :: amèrica llatina
Paraguay: calidad democrática en peligro (I)
11 mar 2005
En breves líneas y sin necesitad de abundar en cifras, siempre es necesario y saludable insistir en que la República del Paraguay, en sus casi doscientos años de vida independiente desde 1811 en adelante, no ha tenido más que uno o dos períodos breves de gobierno democrático formal y constitucionalmente sostenido, entendidos éstos dentro de sus limitaciones históricas e institucionales. Así, el proceso que comienza en febrero de 1989 y se extiende hasta la actualidad, dieciséis años para ser precisos, es el más largo período democrático en toda su historia, aunque sin estar exento de intentos de interrupción constitucional, conos de sombra, así como de un franco peligro de retroceso a un "status quo" semi o directamente dictatorial, como en el que hoy nos encontramos.
También es imprescindible considerar que la Asociación Nacional Republicana (partido colorado), autodefinida como agrarista pero de fuerte formación y persistente acción fascistoide, que se hizo del poder a través de las armas, gobernó en forma dictatorial en un infernal estado policíaco durante más de cuarenta años, es el mismo que a través de un intestino golpe de estado palaciego, tutelado por la embajada americana y ayudado por las emergentes democracias sudamericanas, permitió la apertura de un proceso de transición a la democracia formal de corte neoliberal, en extremo imperfecta y bajo su hegemónica conducción, y cuya durabilidad estuvo más relacionada a los escenarios internacionales que a el enraizamiento de una cultura e historia democrática propiamente paraguaya. Gracias a pactos de tolerancia, la ANR se mantiene en el poder sin perder un ápice el control a nivel nacional de todos los "negocios" adheridos al extendido ejercicio, solamente asumiendo el bajo costo de disminuir los niveles de arbitrariedad de su gestión, y con la reiterada promesa de "una mano de pintura democrática". La gestión del partido-estado ha estado siempre sometida a fuertes contradicciones y chantajes dado el grado de indiferenciación entre gobierno, partido, estado, fuerzas armadas, así como a una creciente violencia política, delincuencial y parapolicial, tolerada algunas veces, propiciada en otras, pero siempre manipulada por, desde y detrás del poder.
Con anterioridad, las crisis se presentaban cíclicas, y aunque violentas, rápidas y circunscritas al pequeño núcleo de poder, hoy en cambio la crisis es endémica, con más violencia, mas crueldad, mayor extensión, sin otra salida más que el cambio de modelo y la alternancia en el ejercicio del poder.
El modelo de democracia formal ensayado, ha sido incrustado sobre una estructura económica latifundista, agropastoril, contrabandista y antiindustrial que no ha cambiado hasta la fecha, el que ya ha costado muchas vidas de trabajadores y campesinos en búsqueda de organización y reivindicación ancestrales como el empleo, el justo salario, la seguridad social y el acceso a la tierra. Por otro lado, el constante enfrentamiento de facciones rivales incluso dentro del mismo partido, ligados directamente o indirectamente al crimen organizado, integrantes todos del propio bloque en el poder, en muchos casos han derivado en magnicidios y la introducción de la herramienta del asesinato, el secuestro con fines extorsivos y políticos con saldo fatal, aunque siempre con el inconfundible sello del código mafioso.
El contrabando abierto o simulado, siempre protegido, bautizado eufemísticamente, como "triangulación comercial", o más suavemente todavía como "turismo de compras", "industria sin chimeneas", "empresariado de frontera", así como el más rentable de todo el lote, cual es el tráfico delictual, entre el que descolla el de los narcóticos, no es nuevo en el Paraguay. Y hay que ser muy claros en este punto, porque la dictadura de partido, prácticamente ha "refundado", "clonado" a la República del Paraguay, desde 1954 en adelante, introduciendo en su "código fuente y desde la raíz" la delincuencia institucional, transmitiéndose el mismo comportamiento hasta bien entrada la transición. Los ejemplos no sólo abundan, desbordarían bibliotecas enteras, y como ejemplo basta el General Andrés Rodríguez, quien luego de “soportar� veinticinco años a su consuegro Stroessner hasta arrebatarle varios rubros comerciales lícitos e ilícitos, decide encabezar el alzamiento político-militar de febrero de 1989 con soporte norteamericano y un nutrido frente partidario-empresarial-militar de dónde saldrían los dos próximos presidentes electos, los ingenieros Juan Carlos Wasmosy y Raúl Cubas Grau.
Pero es muy importante dejar en claro que tanto para el análisis como para la acción, es bajo la dictadura de partido, comandada por el mundialmente conocido general anticomunista Alfredo Stroessner, que se instaura y perfecciona la industria de la ilegalidad, con total conocimiento y tolerancia de sus soportes norteamericanos desde 1954 en adelante sin interrupciones. La dictadura narco y armatraficante de entonces “rehizo� al Paraguay a su imagen y semejanza, y aprovechando la “guerra fría� con el paraguas logístico del anticomunismo militante, hasta se lanzó a la conquista de nichos del mercado delictivo con socios aventajados en Taiwán, Corea, Sudáfrica, llenando el país de filibusteros, bandidos, aventureros de todo tipo, desde el nazi Mengele hasta el dictador Somoza para citar sólo a sus más conocidas perlas.

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