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Notícies :: guerra
Pese a todo siguen trabajando, y siguen muriendo
03 mar 2005
3 de marzo de 2005
Robert Fisk


Se mueren actualmente con tanta frecuencia que sus nombres -inclusive sus funciones- se nos escapan. El juez Barwize Mohamed Marwan fue asesinado a tiros junto con su hijo -muy seguido los hijos mueren con sus padres- cuando salían de su casa este martes. Era un abogado que trabajaba en el tribunal especial que juzgará a Saddam Hussein y a sus secuaces por crímenes contra la humanidad.

Hoy fue un juez, la semana pasada un alto oficial de la policía de Mosul, jefes policiales, funcionarios del gobierno, economistas del Ministerio de Finanzas, servidores públicos de bajo nivel; todos ellos mueren todos los días; son "colaboradores" a los ojos de los hombres inescrupulosos que a diario destruyen mucha de la infraestructura del "nuevo" Irak.

¿Qué los mueve a querer ocupar estos empleos? Estos hombres y mujeres saben que sus enemigos los llaman "colaboradores". También saben que pueden ser traicionados por las personas con las que trabajan. Repetidamente he visitado lugares donde se han perpetrado emboscadas en Bagdad, sólo para encontrarme con que policías y funcionarios que fueron víctimas de ataques estaban tomando una nueva ruta hacia sus oficinas, conducían un automóvil diferente, salían de una casa distinta. Y casi en todos los casos, igual resultaron muertos.

Un funcionario gubernamental que sobrevivió a un atentado con coche bomba en el norte de Bagdad me dijo que el día que su convoy fue atacado, él había preparado dos nuevas rutas hacia su oficina: la que tomaría de principio y la que adoptaría en caso de sentirse inseguro. Un atacante suicida se hizo estallar en la primera ruta a medida que el convoy se aproximaba, matando a algunos de los guardaespaldas del funcionario.

Más tarde, sus hombres encontraron otra bomba oculta en la segunda ruta, por si él cambiaba de opinión. Para esto, sólo puede haber una razón: fue traicionado por aquellos con los que trabaja.

Aún no sabemos -y quizá nunca sepamos- cómo fue que los asesinos del juez prepararon la emboscada. La mayoría de los abogados y jueces del tribunal viven bajo la dudosa seguridad de la Zona Verde, el amplio lugar que aloja a las instancias diplomáticas estadunidenses y británicas, así como las oficinas del gobierno iraquí nombrado por Estados Unidos, que se encuentra rodeada por murallas de concreto y soldados estadunidenses. Los atacantes suicidas incluso burlaron esa vigilancia y se hicieron estallar en un restaurante de esa zona. Otro trabajo interno.

Hay, por supuesto, personas buenas y sinceras entre el ejército de trabajadores gubernamentales que son inocentes al igual que las dos docenas de personas más humildes y sin nombre que llegan a diario a la morgue de Bagdad.

He circulado por las calles de Bagdad junto con las vulnerables patrullas de la policía. Un agente me dijo francamente por qué cumplía con su trabajo: por dinero y porque había sido policía bajo el gobierno de Saddam Hussein y quería, por una vez, cumplir con su función de proteger a su pueblo y no al régimen. La gente sale a las calles para ofrecer té a los policías. A ellos les gusta ser queridos. Pero los jueces, muchos de los cuales también trabajaron para Saddam, son objetivos mucho más valiosos para los insurgentes, y dada la naturaleza de su trabajo deben vivir siempre con conciencia de una muerte inminente. Pero quieren un "nuevo" Irak.

Quizá no quieren la versión estadunidense, y ciertamente no quieren la versión de la ocupación estadunidense, pero sí un Irak que no esté gobernado por los baazistas ni por los mullahs, ni por religiosos perfeccionistas armados.

Es evidente la tensión bajo la que viven cuando se encuentra uno con ellos en el aeropuerto. A los ministros del gobierno les encanta viajar al extranjero. ¿No le encantaría a usted si en su país hubiera una bala con su nombre escrito? Cada funcionario que llega vivo al aeropuerto de Bagdad lleva en la cara una expresión de alivio. Se fuman 20 o 30 cigarrillos antes de que el avión despegue. Cuando el aparato ya terminó de ascender en espiral unos kilómetros para evitar ser impactado por misiles antiaéreos, comienzan a platicar y a reírse. Cuando uno comparte con ellos un vuelo de regreso a Bagdad, se percibe una falsa cordialidad en el ambiente, y se siente el temor al aterrizar, después de lo cual los funcionarios abordan autos con choferes armados para ir a su casa. Pese a todo siguen trabajando y siguen muriendo.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca
Mira també:
http://www.jornada.unam.mx/2005/mar05/050303/032a1mun.php

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Comentaris

Re: Pese a todo siguen trabajando, y siguen muriendo
05 mar 2005
Pese a todo ,siguen trabajando y muriendo por un gobierno más ilegítimo que los demás, y que no representa al pueblo iraquí. Pobrecillos.
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