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Notícies :: antifeixisme : criminalització i repressió : mitjans i manipulació
una broma de muy mal gusto
per io mateix	03 mar 2005
El Periódico - 2005-03-03 ENTREVISTA "Ningún gris fue a una manifestación con ganas" NÚRIA NAVARRO Madrid, 1936 Exjefe de la Urbana Hoy presenta su libro 'Los grises' (Temas de Hoy) Los grises ocupan en el imaginario español el papel de verdugos. Los de la porra, la pelota de goma, el gas lacrimógeno. Pero Julián Delgado, un capitán de aquella Policía Armada del franquismo, ha escrito un libro para que los que sirvieron en ella y los que la sufrieron sepan la verdad. --¿Convenía revisar la historia? --Convenía. Pero ¿sabe cuál fue el motivo ocasional del libro? --No, señor. --La teleserie Cuéntame. Siempre que sacan a los grises, son los que tienen más cara de burro, los que entran a un bar y disparan a las botellas... --¡Era una fuerza represora! --Sí. Pero aquella policía, sólo por su existencia, por ser un instrumento del franquismo, ya era mala. Y no es así. Yo he querido enseñar qué había detrás de aquellos uniformes. --¿Qué había? --Yo salvo absolutamente a la base, a esas generaciones de jóvenes salidos de los estratos sociales más bajos del país, que no tenían otra posibilidad para sobrevivir que meterse en un sitio donde se les exigiera poco. --Ya, pero... --Espere. Una vez dentro, se les metía por un embudo aquel conglomerado de "Patria, Franco, Régimen", les daban un uniforme, una porra y a cumplir con su obligación, que era hacer respetar la leyes vigentes. Una leyes que las autoridades mantenían y que los que estaban en la oposición no supieron cambiar. --Usted fue uno de aquellos grises de la porra. --Los oficiales no llevábamos porra. Los de de caballería llevábamos sable, que jamás utilicé, por cierto. Sin embargo, cuando estuve en el País Vasco, entre 1978 y 1979, salíamos a dos manifestaciones y media a la semana de los aberzales. --¿Se azuzaba a los grises para repartir leña? --Constantemente oíamos aquello de los enemigos de España, sí. Pero déjeme seguir con los de la base. El régimen los maltrató. Fueron abandonados en su salario, sometidos a la disciplina militar, forzados a ejercer el pluriempleo. ¡No sabían más que un soldado de infantería del siglo XIX! Y contaban con escasos recursos. La pelota de goma permitió no tener que llegar al choque. --¡Lo que dolían aquellas pelotas! --Lo peligroso era la desproporción de fuerzas, porque la policía podía sacar las armas. Pero, quitando los Sanfermines de 1978 y Rentería, donde hubo intervenciones absurdas, los otros muertos se dieron por mala información. No conocí a ningún gris que tuviera ganas de ir a una manifestación. No eran malvados elegidos para pegar con saña. --Cuesta de creer, la verdad. --Mire, en Barcelona, de las cuatro compañías, una estaba permanentemente en la universidad. Cogían la bota de vino y el bocadillo, y a esperar dentro de uno de aquellos autobuses. A las 12 llegaban los estudiantes, metían cuatro palos y a las dos de la tarde, todos a tomar el vermut. --En la portada de su libro se les ve con la mandíbula bien prieta... --Esa foto pertenece a la manifestación de febrero de 1977. Es la primera en la que la policía se encuentra con unos tíos que no corren delante de ellos. Había que disolverlos, pero no sabían cómo. Optaron por la brutalidad. En general, tenían miedo. --Los oficiales sí podían reflexionar sobre lo que hacían. --Se nos dio como un valor extraordinario el apoliticismo. Y, en consecuencia, teníamos una inhibición absoluta. Esa inhibición permitió que el Ejército fuera sumisamente utilizado para lograr los intereses del régimen. Se nos negó toda formación humanística. Asumimos la defensa del orden, despreocupándonos de los derechos humanos, que no fuimos capaces de garantizar. Y el vacío intelectual fue llenado por el conglomerado ideológico cada vez más desviado y alienante. --Sigo sin entender. --Había una fe que nos remitía a algo que valía más que nosotros mismos, la patria. Y pesaba nuestra biografía. A mi padre lo fusilaron en Paracuellos del Jarama. A mí me metieron interno en un colegio de huérfanos y me apadrinó... ¡Millán Astray! Pasé cinco años en la Academia Militar, y otros cuatro en el Sáhara con la Legión. ¡No sabía qué era el mundo! Empecé a darme cuenta en Barcelona, al entrar en la universidad. --Por la mañana era gris y por la noche, estudiante de Psicología. --Sí, y conocí a Juli Busquets. Empecé a abandonar la pesada mochila. Todo lo que había sido tan sagrado se tambaleó. Fundamos la UMD, clandestina, dentro del Ejército. Me convertí en un hombre de izquierdas. --¿Se da cuenta de que todo el mundo corrió delante de ustedes? --¡Sólo el 10% de los que lo dicen! Si no, no hubiéramos tenido caballos suficientes para seguirlos. no coment
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