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Por una izquierda autónoma y desobediente
07 feb 2005
La experiencia vivida desde el pasado 14 de marzo y el contexto en el que tenemos que hacer frente actualmente a los dos grandes retos del referéndum sobre la Constitución Europea y del llamado "Plan Ibarretxe" deberían permitirnos sacar ya algunas conclusiones sobre las características de esta nueva etapa.
La experiencia vivida desde el pasado 14 de marzo y el contexto en el que tenemos que hacer frente actualmente a los dos grandes retos del referéndum sobre la Constitución Europea y del llamado "Plan Ibarretxe" deberían permitirnos sacar ya algunas conclusiones sobre las características de esta nueva etapa.

La primera es que el nuevo gobierno de Zapatero ha satisfecho algunas de las demandas más urgentes de la mayoría social –especialmente, la retirada de las tropas españolas de Iraq y el trasvase del Ebro- y ha adoptado una serie de medidas progresistas en relación con determinados derechos civiles que le han permitido, aprovechándose a su vez del sentimiento de alivio ciudadano por el fin de la etapa aznarista, obtener un amplio apoyo social.

Sin embargo, y ésta es la segunda conclusión, si la discontinuidad entre la etapa anterior y la actual en esos aspectos es innegable, también lo es la continuidad que existe en lo que es el "núcleo duro" de la política de estado: la subordinación al "pensamiento único" dominante en la política económica antisocial, antiecológica y patriarcal que se practica a escala internacional y, con mayor fuerza en los últimos tiempos, en la Unión Europea. Esto se ha podido comprobar en los Presupuestos Generales del Estado, en la crisis de Izar , en el comienzo del proceso de mercantilización y privatización de Renfe, en la tolerancia ante la especulación inmobiliaria y la depredación urbanística que genera, en el incumplimiento de los compromisos del Protocolo de Kyoto, en el debate sobre el salario mínimo interprofesional y la presión por anular la revisión automática de los salarios, en el nuevo Reglamento de la Ley de Extranjería o en el decreto sobre la condicionalidad para las ayudas de la Política Agrícola Común; pero, también y sobre todo, en la defensa de una "Constitución Europea" que no sólo consagra todo lo que se ha ido haciendo desde hace tiempo para la liberalización de los mercados, la precarización de la fuerza de trabajo y las privatizaciones sino que quiere ir aún más lejos por ese camino acercándonos así al "modelo USA".

La tercera conclusión que podemos extraer es la que se refiere al "debate" sobre el "Plan Ibarretxe" y la, tan deseada por unos y temida por otros, "segunda transición". Porque es ya evidente que la aprobación de ese Plan por la mayoría del Parlamento Vasco, gracias a los votos de Batasuna, ha provocado una conmoción en las elites políticas y mediáticas del Estado –con el Rey a la cabeza- que, pese a la visceralidad manifestada, no puede impedir ya afrontar directamente el "problema español", con mayor razón cuando en la agenda está también la reforma de otros Estatutos como el catalán. Aquí el "nuevo talante" puede servir para abrir algún tipo de "negociación" bajo cuerda con el PNV, por un lado, y con ETA, por otro, -con la vista puesta en las elecciones vascas de mayo-, pero no desde luego para ir a la raíz de ese conflicto. Porque es obvio que la solución del mismo obligaría a gestos de distensión significativos a corto plazo y, sobre todo, a comprometerse a reconocer el derecho a decidir del pueblo vasco...y del catalán. Cabe denunciar igualmente- en lo referente al problema vasco y a la lucha policial contra ETA - la persistencia de casos de tortura como el denunciado por Amaia Urizar, ocurrido el pasado mes de octubre.

La cuarta enseñanza que se puede sacar es que en política exterior ha habido sin duda cambios positivos respecto a la presencia militar en Iraq o a la actitud ante el gobierno venezolano; pero esas "luces" no pueden impedirnos ver las enormes "sombras" del envío de tropas a Afganistán y Haití, de la legitimación de la ocupación USA de Iraq, del mantenimiento de buenas relaciones con el Estado de Israel o del intento de empujar al pueblo saharaui a aceptar del régimen marroquí un status subalterno . Si a eso añadimos la adhesión entusiasta a una "Constitución Europa" que fomenta más militarismo dentro de la OTAN, el panorama no es para creer que este gobierno haya roto con la subordinación al "amigo americano".

De este sucinto balance se desprende que no cabe caer en la sectaria asimilación de los dos grandes partidos pero tampoco se puede subestimar lo que les une a ambos en las grandes cuestiones "de Estado", con el Rey y los grandes poderes económicos como fieles e interesados guardianes.

La diferenciación y oposición radical ante las políticas continuistas "de Estado" del gobierno PSOE en materias de cuestión social (que, a su vez, afecta al medio ambiente, a las mujeres y a los trabajadores inmigrantes), en las relacionadas con la plurinacionalidad y en las de política exterior, tiene que ser el hilo conductor de la removilización social y de la reconstrucción de una izquierda anticapitalista y alternativa.

Es el reconocimiento de esas líneas de fractura esenciales el que debería llevar a Izquierda Unida a romper con la tendencia a la subalternidad que le ha caracterizado en sus relaciones con este gobierno hasta ahora. De esta forma podría recuperar su autonomía como fuerza política que sitúa su centro de gravedad y sus alianzas en las redes críticas y alternativas existentes en la sociedad y demostrar que está dispuesta a fomentar la desobediencia frente a los poderosos y a quienes se doblegan ante ellos. Ojalá la campaña por el No a la "Constitución Europea" sirva para ese los objetivos apuntados.
Mira també:
http://www.espacioalternativo.org/book/view/660

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