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Notícies :: guerra |
Las moralejas de Auschwitz- Gustavo D. Perednik
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per Antiterrorista |
07 feb 2005
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Las moralejas de Auschwitz- Gustavo D. Perednik
Por Entre pestilentes pantanos del rÃo VÃstula, en 1940 se estableció la más enorme maquinaria de muerte. El mundo que la semana pasada conmemoró su desmantelamiento, hace seis décadas, deberÃa imponerse que, de entre las brumas del Zyklon-B y los experimentos quirúrgicos con niños, se evoquen de Auschwitz también sus enseñanzas. La más universal de ellas fue planteada en 1750 por Rousseau, quien casi a los cuarenta años de edad sufrió una metamorfosis que lo llevó de libretista musical a pensador máximo.
Rousseau leyó que la Academia de Dijon premiarÃa una respuesta original a la cuestión de si el progreso de las artes y las ciencias contribuye a la moral. Su elaborada negativa le valió el premio, y permanece vigente desde Auschwitz.
Una nación entera fue brazo ejecutor de sadismo y brutalidad: la más civilizada, pletórica de grandes filósofos, músicos y poetas. Ni siquiera la caterva que secuestró a Alemania fue ineducada: más de la mitad de los catorce jerarcas que decidieron en Wansee (20/1/42) el exterminio fÃsico del pueblo hebreo ostentaban doctorados de las principales universidades europeas. La primera lección es, pues, tan lacerante como inevitable: el odio no se desvanece por medio de la mera cultura.
La segunda moraleja se refiere a los judÃos: para removerlos de la sociedad humana, la "ideologÃa" nazi procedió a etiquetarlos de peligrosos parásitos, y asà renovó la antigua mitologÃa judeofóbica: ya no éramos leprosos y deicidas, confabuladores y vengativos, sino además un virus infeccioso. Seis millones de israelitas (un tercio del total) fueron eliminados en medio de inenarrables suplicios, sin que pudieran protegerlos la democracia ni el liberalismo, porque el encono contra ellos estaba demasiado enraizado como para evaporarse por ley.
Tanto la conferencia internacional de Evian (1938) como la de Bermuda (1943) fueron impotentes para proveer refugio, ya que en ellas estaban ausentes la voz y el voto del judÃo mismo. La segunda conclusión de Auschwitz es que se trató de un flagelo contra el pueblo judÃo, y por ello la indispensabilidad de reconstruir el Estado judÃo en su tierra ancestral, permitiendo al hebreo un pequeño territorio al que, después de milenios de persecuciones, pudiera denominar "patria".
Los pensadores sionistas habÃan advertido durante un siglo de la inminente erupción del volcán judeofóbico en Europa, pero se desoyeron las alarmas de Smolenskin, Schapira, Pinsker, Nordau y Jabotinsky, y la lava de Auschwitz lo cubrió todo.
La Shoá no puede entenderse en el marco de explicaciones sobre la humillación alemana en la Gran Guerra, la depresión económica o la hiperinflación. Fue la eclosión final de una milenaria judeofobia que habÃa saturado casi toda ideologÃa y nacionalidad europeas.
Por lo que antecede, cabÃan nuestras esperanzas de que Europa comprendiera fraternalmente al Estado de Israel y su autodefensa. Sin embargo, la arraigada obsesión pudo más, y el pequeño Estado hebreo es presentado en los medios europeos como una aventura imperial. El curioso imperio cabe quinientas veces en los territorios árabes, ricos en petróleo, ignorancia y opresión. Pero sólo Israel es percibido en Europa como "el judÃo", una amenaza, una teocracia depredadora financiada por poderes ocultos. AsÃ, las matanzas de Arafat durante medio siglo cosecharon una popularidad de la que no gozó ninguna otra nación, y desproporcionada a la urgencia de sus objetivos y a la virulencia de sus medios.
La desjudaización
La incomprensión generalizada de la experiencia judÃa abarca al propio Auschwitz. Cuando hace unos años me tocó visitarlo tuve la impresión bien resumida en un artÃculo de la pluma de un cristiano que habÃa estado prisionero allÃ. Sigmund Sobolewski exhortaba a Polonia para que no "continuara ocultando el martirio de los judÃos".
En el campo habÃa plaquetas que honraban la memoria de 20.000 gitanos asesinados allÃ, de monjas y de prisioneros rusos a granel. Ni una para el millón y medio de judÃos martirizados. Las mujeres judÃas traÃdas a Auschwitz desde Grecia para experimentos médicos eran definidas como "eslavas", y nada indicaba que el campo habÃa sido base de la llamada "solución final", según la orden de Himmler de junio de 1941.
El historiador Iehuda Bauer muestra que la singularidad del Holocausto radica en que, a diferencia de cualquier otro genocidio, fue el resultado de una ideologÃa general que presentaba la victoria de la nación como el exterminio total de un grupo humano, hasta el último de sus niños. Pero precisamente a ese grupo se ha intentado desvincular de la tragedia.
Cuando las atrocidades nazis fueron reveladas la difunta Unión Soviética perpetró una sistemática ocultación del padecimiento judÃo, "para no crear tensiones étnicas". En una pelÃcula de casi una hora que se exhibÃa a quienes visitaban Auschwitz-Birkenau, la palabra judÃos no era pronunciada ni una sola vez. Al régimen comunista (y a una parte de la izquierda de hoy) no le bastó negar el Holocausto por omisión, sino que además llevó esa polÃtica hasta el ultraje al usar el Holocausto para incrementar la judeofobia por medio de vincular el nazismo con el sionismo.
Hoy la conciencia acerca de la dimensión de la Shoá está creciendo, y la desjudaización y la calumnia retroceden. Pero una buena parte de la opinión pública europea prosigue presa de la distorsión. Por ello no es de sorprender que, cuando pocos y valientes medios europeos se resisten a caer en el embate generalizado contra Israel y el sionismo (léase, verbigracia, diarios y televisión españoles), terminan siendo incriminados por ser… cómplices de los judÃos.
En efecto, a lo largo de la historia la judeofobia ha "acusado de judÃos" a quienes se opusieron al exterminio de este pueblo, exactamente como hoy la izquierda "descalifica por sionista" a quien no se adhiere al impulso "polÃticamente correcto" de destruir Israel.
Durante el Holocausto la tierra alemana destruÃa a millones de judÃos indefensos, el mar británico hundÃa sus barcos de refugiados, bancos suizos despojaban, el silencio europeo desahuciaba, y las fuerzas aliadas se negaron a bombardear los hornos crematorios de Auschwitz o las vÃas férreas que allà conducÃan. Los aliados temÃan que sus ciudadanos aflojaran el esfuerzo bélico al verse “arrastrados a una "guerra judÃa".
Otra forma de desjudaizar la Shoá es llamar racismo a la "ideologÃa" nazi. Sólo en lo que concernÃa a los judÃos fueron los nazis consistentemente “racistasâ€?. Sus principales aliados fueron pueblos supuestamente inferiores, por ser respectivamente latinos (Italia) y orientales (Japón), y encontraron cofrades en otro pueblo supuestamente "semita". El lÃder de los árabes palestinos, Hajj Amin Al-Husseini, participó del golpe pronazi en Irak en 1941 y residió por el resto de la guerra en Alemania, donde reclutó voluntarios musulmanes para Hitler y convocó al Reich a extender la "solución final a Palestina".
Que, después de décadas de negarse a condenar la judeofobia, por primera vez las Naciones Unidas hayan recordado el Holocausto significa un paso adelante. También lo es el Memorial de la Shoá que el 27 de enero abrió sus puertas en ParÃs, el mayor centro europeo de documentación y museo sobre el tema. Allà declaró el presidente Jacques Chirac que la judeofobia "no es una opinión, sino una perversión que mata". Para justipreciar sus palabras, recordemos que hasta hace unos meses Chirac negaba la existencia de odio antijudÃo en su paÃs.
Ojalá embargara contrición parecida a Javier Solana, quien el 26 de junio de 2003 desconcertó al Comité de Relaciones Exteriores del Congreso norteamericano al declarar que en Europa la judeofobia no existe.
A modo de compensación de su ceguera, el nuevo embajador europeo en Israel, Ramiro Cibrian Uzal, propuso el 25 de enero "restaurar la imagen de la Unión Europea a los ojos israelÃes". Sugiero que la restauración comience por corregir la miopÃa europea acerca del pueblo y del Estado judÃos. Esta campaña será el mejor homenaje a las vÃctimas de Auschwitz, y augurarÃa una demorada era de reconciliación.
Nota: Publicado en Ideas ( Libertad Digital , suplementos) |
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