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Capitalismo: fábrica de sentido
18 gen 2005
Aunque el capitalismo se ha especializado en la producción de todo cuanto podía contribuir a provocar el inflamiento de la rueda de la acumulación –empezando, pues, por producir al propio trabajador-, quizás lo más acertado hoy sea definir a este sistema como una hipercentralizada fábrica de sentido.
Aunque el capitalismo se ha especializado en la producción de todo cuanto podía contribuir a provocar el inflamiento de la rueda de la acumulación –empezando, pues, por producir al propio trabajador-, quizás lo más acertado hoy sea definir a este sistema como una hipercentralizada fábrica de sentido. El movimiento es doble: de un lado, globalización de los mercados y de las presencias fabriles, producción en red, subcontrataciones, método Toyota, división sistémica internacional del trabajo, maneras industriales invasoras que penetran en cada rincón de lo social, irradiación planetaria de las mercancías portadoras de esos sentidos pre-hechos, participación y cogestión ciudadana de los asuntos que atañen a la salud capitalista, municipalización de competencias…; en síntesis, expansión –o intento expansivo- máximo de una bomba que no deja nada intacto. Del otro lado, en movimiento simétrico a aquél, monolitismo del sentido mismo de cada experiencia y de todas las vivencias, emanando éste de una única torre evanescente ideológica que más allá de su ciudadela amurallada levantó una y otra basílica especializada en producir “el amor�, “la aventura�, “la noche�, “la salud�, “la vejez�, “el juego�, “la gastronomía�…, uno u otro momento de “la vida�. Así, concentración superlativa de contenidos pareja y solidaria a la poliarquía de espacios y agentes productivos en lo que respecta a su materialización mercantil. Big-bang de la acumulación llevado a sus últimas consecuencias, repliegue en la concreción de emisiones hasta alcanzar una partícula de materia ideológica infinitamente compacta provista de un campo de irradiación energética que esculpe cada mercancía, dicta cada relación social y coloniza cada experiencia subjetiva.
“Paradójicamente�, aquellos a quienes se llama “creativos� son en realidad especialistas en materia de tradición, profesionales de la re-creación de un sentido que no deciden ellos más de lo que podría hacerlo el destinatario de “sus� mensajes. Formados, no ya académicamente sino en sus experiencias de sujetos sociales, por unos sentidos-directriz incrustados en cada relación de la que han podido tomar parte directa o distanciada, los “creativos� no hacen otra cosa que añadir con astucia unos compuestos potenciadores del canto de las sirenas en el interior de la corriente que todo se lo lleva. La psicología ayuda a encontrar las palabras adecuadas a la entonación del hechizo.
Esta fábrica de sentido, lejos de ser fundamentalmente una mera proyección mediático-cultural de contenidos a masas de mirones apelmazados frente a la pantalla o ante la guía del “ocio�, manifiesta su poderío cuando despliega de manera autónoma las interacciones en cuyo seno los sujetos realizan cualesquiera de esas ideologías, las difunden y las propagan, a ellas y a las realidades que les corresponden. “No debe entenderse el espectáculo como el engaño de un mundo visual, producto de las técnicas de difusión masiva de imágenes. Se trata más bien de una Weltanschauung que se ha hecho efectiva, que se ha traducido en términos materiales. Es una visión del mundo objetivada� (Guy Debord, La sociedad del espectáculo).
El hecho de que, aunque no la política de producción de la fábrica, sí habite en el interior del sujeto su producto, hace del sujeto mismo en cada caso un fabricante más, una pieza más de la fábrica que se ha convertido en su única pseudocomunidad de sentido y referencia. Es por ello que el aislamiento decisivo a la hora de favorecer la realización y la reproducción de esas ideologías y sus vivencias no es el aislamiento de un espectador solitario indefenso en su vacío de interacción, sino el de quienes se relacionan reforzando mutuamente su colonización respectiva en una interacción vacía de significados al margen. Así, la conjunción, la concurrencia, la convergencia espacial puede hallarse banalmente a la vista (y ser aprovechada por los apologetas de las posibilidades abiertas a la “actividad�) mientras el aislamiento infinito lo es entre el sujeto y su propia capacidad enajenada de producir realidad, tanto como entre los interactuantes y sus capacidades enajenadas respectivas en mutua incomunicación.
En el pasado toda una sociedad con sus sabios y filósofos a la cabeza se preguntaba por la verdad de los conceptos tomándolos como si fueran cosas. La pregunta metafísica central giraba en torno a una supuesta verdad ideal de lo que no son sino realidades que los hombres inventan en condiciones determinadas y que pueden llegar a destruir. El sujeto, inconsciente en cuanto a sus dotes de creador, a la historicidad de cuanto crea y a la suya propia, ansiaba penetrar en “las ideas� o favorecer a los iluminados que pregonaran ser capaces de hacerlo (lo vemos en Platón). Más tarde, derrotado y escéptico de esta posibilidad, levantaba la bandera blanca para retirarse a su mundo fenoménico dando a la realidad un estatuto de ininteligibilidad (lo vemos en Kant).
Hoy pocos son los que dan rango ontológico a la aventura, a la creatividad, al bienestar o a la felicidad, pero la defunción de aquella metafísica abre la flor plástica de la ilusa creencia en lo subjetivo como ADN fundador de todo sentido justamente cuando la ideología dominante toca más alto que nunca la marcha fúnebre al son de la que los espíritus poseídos bailan “su� danza macabra. Este espejismo de “la libertad de invectiva y de una imaginación desatada en cada uno que estuviera en el origen de unas opiniones de valor relativo y personal�, ¿no será alimaña criada al calor de este desierto, de este vacío de sentido extra-espectacular?. Lo cierto es que, como poco, esta ilusión de autonomía viene de perlas a la clase dominante sobre cuyos gustos, visión y consideraciones de vida se han venido edificando todas las realidades que luego puede empaquetar y vender a una sociedad necesitada de consumir lo existente al tener insatisfecha su necesidad de parir sentidos de cosecha propia ahora inexistentes.
Vendido a la mercancía, único ente con el que puede dialogar sin mediaciones y al que reivindica toda inquietud vital que la mercancía no puede satisfacer pero sí recuperar para sí como nuevo motor de consumo, el alienado es un creyente postrado ante una divinidad que se hace de rogar. A sus ojos no cabe ninguna verdad, pues la disonancia entre las experiencias mercantiles y su inquietud de sí es total (de modo que total es también su presentimiento sin nombres a propósito de hallarse enterrado en una totalidad falsificaciones), y “por otro lado� no se imagina inventando verdad en comunidad. Es sobre este abono de personalidad escéptica en consonancia a la previa abolición de oportunidades vivenciales para una edición comunitaria de sentido, donde triunfa provisionalmente la percepción invertida basada en el libre albedrío interpretativo individual. Basta atender a las mercancías predilectas y relacionar éstas con las motivaciones y las expectativas de consumo declaradas para desvanecer cualquier argumento del espejismo.
¿Cómo puede sostenerse en serio no ya masivamente, sino casi de forma unánime, que los sentidos objetivos a que la alienación da lugar no existen, siendo “lo que a uno le parece que son� y por tanto mutantes en función de las mentes entre las que se muevan, y al mismo tiempo no problematizar el “curioso� dato de que los contenidos de esos “pareceres� sean también de coincidencias casi perfectas?. Lo que tenemos es un mundo en el que las imágenes se han cosificado con tal vigor que curiosamente casi sería posible, por primera vez, una “metafísica� de broma consigo misma en mitad de la parálisis total de actividad creativa y por tanto de la historia. El capitalismo se habría encargado de cumplir esos sueños platónicos o kantianos, quimeras un día, sólo que para acceder a tales “auténticas realidades� no haría falta viajar ningún olimpo, ejercitarse en ninguna introspección mental y mucho menos aún girarse hacia ningún pasado (donde el círculo del espectáculo no se había cerrado todavía). Las únicas realidades que hoy dominan como los únicos seres vivos, carroñeros, el páramo de lo social son aquellas que se generan según la combinación múltiple de tres criterios sólo separables en la bruteza lingüística: rentabilidad económica, necesidad masiva de compensarse por la no realización activa de las necesidades y los deseos, criterios valorativos que la clase dominante posee honestamente –según lo que ha inscrito en ella la “deshonestidad� de su quehacer en la economía- sobre la identidad de lo real y lo deseable.
Casi sobra decir (aunque lo haré), que esa realidad ubicua y solitaria aludida forma parte de la realidad causal que la contiene y de las miserias reales contenidas en aquélla. De ella debe dar cuenta la crítica teórica que extrae sus materiales y sus armas de observarla no más que de combatirla, así como la única crítica consonante con su comprensión y su padecimiento no será ni más ni menos que ajustarle las cuentas. A esta respuesta pretende aportar algo este texto, y de la constitución de tal respuesta, de la mano de condiciones que no pueden hacer otra cosa que producirla, es este texto un efecto, un golpe más. No en vano, aunque el espectáculo sea la parálisis misma de lo vivo por detener en seco la actividad generativa de verdad en favor de su prefabricación a la manera burguesa, incluso ese detenimiento de la vida es parte de un proceso que transporta junto a su propia desenvoltura las contradicciones que harán de todo ello agua pasada, un capítulo más del que al menos el final sí lo escribiremos nosotros.
Cuando afirmo que la centralización generativa de las vivencias conforma la realidad de las vivencias no quiero dar a entender –por supuesto- que esa operación sea acausal, o al azar, o expresión de la pura contingencia, o consecuencia de fuerzas inaprehensibles por las que no cabe preguntarse. Cuando hablo de la producción –y no de mero taponamiento- espectacular de realidad me refiero estrictamente a que preguntas tales como “qué es el verdadero� son en sí mismas un error. Como un cielo feliz compendio de lo verdadero, al que, eso sí, buena parte del mundo cree tender en respuesta a “la llamada de sus deseos y consideraciones subjetivas� sobre “lo bueno de la vida�, esa es justamente la manera en que se presenta a sí mismo el espectáculo. La crítica no puede cometer el error de hacer como aquellos “que se creen profundos porque pescan en lagos profundos donde no hay peces; a eso ni siquiera lo llamo yo superficial� (Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra). Sentidos alternativos a la pobreza que nos domina no son conceptos esenciales a descubrir, sino realidades por inventar a la altura de lo que podemos dar de nosotros mismos. Pensar lo contrario es marcar un límite sintomático de esa tendencia del poder a fijar los sentidos; es trazar una órbita programada por el mismo incluso en la acción de responderle. El espectáculo puede ser destruido; no caerá sino con el transfondo de alienación del que proviene y al que refuerza: “La crítica de las ilusiones es la crítica de una realidad que necesita de ilusiones� (Karl Marx, Crítica de la filosofía del derecho de Hegel).
“El espectáculo no debe oponerse en abstracto a la actividad social efectiva, pues tal desdoblamiento está en sí mismo desdoblado. El espectáculo, que invierte lo real, es efectivamente producido en cuanto tal. La realidad vivida se halla materialmente invadida por la contemplación del espectáculo, y al mismo tiempo alberga en sí el orden espectacular, otorgándole su positiva adhesión. La realidad objetiva se presenta en sus dos dimensiones. Cada noción fijada de este modo no tiene más sentido que la transición a su opuesto: la realidad surge en el espectáculo, y el espectáculo es real. Esta alienación recíproca es la esencia y el sustento de la sociedad actual� (Guy Debord, La sociedad del espectáculo).
El velo ideológico del espectáculo tampoco se despliega esencialmente entre los sujetos y unos sentidos históricos preexistentes a los mismos que secuestrados esperaran a quienes los rescaten. El velo ideológico del espectáculo se despliega cubriendo con neones de colores el muro gris que antes el imperio de la burguesía desplegó entre los sujetos y toda oportunidad de vida entendiéndola como ocasión objetiva de libre encuentro en que la afirmación pasional desate situaciones desencadenantes, a su vez, de reacción interpretativa alimento para un imaginario no mediado. El adueñamiento espectacular del sentido no es, de este modo, una cuestión de “actitud�, de “aborregamiento�, de “consumismo irracional desacerbado�, de “comodidad�, de “integración� o de “estupidez�; desposeyendo a las personas de su vida por la instauración de ese muro de trabajo, monotonía, sedentarización, vigilancia, ritmos impuestos, moralidad asfixiante y segregación geográfica, muro frente al que sólo cabía la demolición creadora revolucionaria o darse cabezazos de lamentación, la práctica económica burguesa estaba fundando una demanda latente para sus prosaicas escenificaciones de sentido. “La miseria religiosa es a un tiempo expresión de la miseria real y protesta contra la miseria real. La religión es la queja de la criatura en pena, el corazón de un mundo sin corazón y el espíritu de un estado de cosas embrutecido. Es el opio del pueblo�.
[…] “La crítica le ha quitado a las cadenas sus imaginarias flores, no para que el hombre la lleve sin fantasía ni consuelo, sino para que arroje las cadenas y tome las flores vivas. La crítica de la religión desengaña al hombre para que piense, actúe, dé forma a su realidad (yo subrayo) como un hombre desengañado, que entra en razón; para que gire en torno a sí mismo y por tanto en torno a su sol real. La religión no es más que el sol ilusorio, pues se mueve alrededor del hombre hasta que éste empiece a moverse alrededor de sí mismo� (Karl, Marx. Crítica de la filosofía del derecho de Hegel).
La colonización espectacular de no importa qué vivencia no se comporta re-cubriendo cualquier sentido pasado u original, sino re-generando radicalmente (desde su raíz) aquélla como un programador que vaciara-reformateara el disco donde va a alojar un contenido nuevo. Todo aquél que pretenda restaurar en el presente una partícula o un espectro de sentido perdido, deberá mirar a la historia para trasladar esa experiencia entre los en su abrumadora mayoría desmemoriados y, de hecho, eso es precisamente lo que hacen los revolucionarios que trabajan en la recuperación de la historia de su propio movimiento real. Por ejemplo, si bien es cierto que el significante “comunismo� carece de connotaciones esenciales y por tanto de unos usos expresivos más verdaderos que otros, también es cierto que el término mismo en su acepción moderna surge, en tanto que expresión, de la trayectoria de una clase que define conscientemente sus intereses en la abolición de la mercancía, de las clases, del salario y en la destrucción del estado. De este modo, asume un sentido primigenio no sólo inmediado, sino formulado como la negación histórica de toda mediación clasista en la producción del mundo, la realidad y la vida. Cuando la propaganda capitalista exporta a lo largo y ancho del espacio social occidental una imagen del comunismo que lo equipara a sociedades donde la existencia de la mercancía, de las clases, del salario y del estado estaba burocrático-policialmente garantizada, dicha propaganda está exactamente invirtiendo el nombre con el que el proletariado vino a sintetizar su devenir (esto es, su auto-supresión como clase).
En no pocos casos, la reescritura burguesa perfilada con las tintas de la productividad y la ganancia se nos vuelve clara mediante una lectura a contraluz etimológica. El interés por el origen de las palabras no se sucede aquí desde una mirada típicamente idealista: apoyarse en unos sentidos primeros en la ficción de establecer El “metasignificado�, más allá de todo cambio, a replantar en estos días como si nada hubiera llovido. Caen ellos en una discusión “bizantina�.
La puesta en contrastación de los significados no remite su fin a la metafísica que busca la verdad en una supuesta pureza pretérita del lenguaje, sino a la vida: preguntarnos por cómo vivían y cómo valoraban unos u otros episodios vitales aquellos seres que para esos episodios acuñaron nombres acaba por revelarnos la verdad de tales subjetividades antecapitalistas. Es entonces cuando traspasamos el horizonte tan invisible como plomizo hasta cuya no-línea lejana se pierde el paisaje que la burguesía ha ido montando sobre “nuestro� mundo. La solidez evidente por no cuestionada se separa por sus junturas y empezamos a considerar qué podemos hacer con ese caos informe en ebullición al que desconocíamos por completo y que irrumpe ante nuestra atonía como un ente todo poder e impaciencia. Lo más acertado será inhumarnos en él.
Por ejemplo: si en las sociedades de capitalismo hiperdesarrollado se utiliza el término “comunidad� como eufemismo o auto-apología que cuanto menos disfraza la atomización individual y las relaciones de poder características de unos contextos pretendidamente “comunitarios� (se habla así de “comunidad universitaria�, “comunidad de vecinos�, “comunidad autónoma�, “comunidad internacional�), no está de más recordar que los romanos inventan el término (comunitas) y lo posan exclusivamente sobre relaciones entre iguales desprovistas de opresiones en su seno que dieran lugar a un antagonismo latente o manifiesto de intereses. La comunitas es la ausencia de separación individuo-sociedad, la ausencia de alienación entre las actividades respectivas de estos dos polos. Es, por ende, la ausencia misma de los polos en medio de una armonía donde la libertad de uno no acaba donde empieza la de los demás (noción burguesa correspondiente a la realidad de la sociedad burguesa en tanto que medio más o menos hostil a utilizar por cada individuo separado), sino que acabaría donde pudiera acabar la de los demás. El comunismo le coge el relevo a esta acepción cuando habla de la comunidad humana mundial.
Si en las sociedades de capitalismo hiperdesarrollado las discusiones entre personas acostumbran a ser valoradas negativamente -se ve en ellas un principio amenazante para los sacrosantos paz y silencio, siendo la discusión descalificada en nombre de una “tolerancia� que es llamamiento a no contraponer ideas- no está de más recordar que los romanos acaban construyendo el significante buonum (que alude a “lo bueno�) por derivación de duellum (duelo), no necesariamente en el sentido de acto violento más o menos ceremonial, sino en el de enfrentamiento de miradas con vistas a resolver o a reflexionar sobre problemas, incógnitas, dilemas… prácticos o intelectuales.
Si en las sociedades de capitalismo hiperdesarrollado se ha rodeado al trabajo de un aura ontológica ficticia que lo presenta como algo obvio (“hay que trabajar para vivir�: ¿así?, ¿tanto?, ¿para quiénes?, ¿no produce el capitalismo el grueso de problemas que demandan trabajo?, ¿de verdad que el trabajo asalariado conduce a “vivir�, o es su privación?, ¿trabajo-losa-chantaje-moral o trabajo con otro sentido?) mientras la ideología burguesa tradicional lo puso en el pedestal de los más “altos valores�. Si, en definitiva, una persona es hoy juzgada por “lo que hace en la vida�, lo que a menudo no significa más que “en qué trabaja�, no está de más recordar que los romanos dan este nombre indistintamente a un instrumento letal de tortura (tripalium) y a la actividad a que se condena a los esclavos, por oposición a la actividad “honorable� del patriciado y a la laxitud existencial de la plebe no trabajadora.
Si en las sociedades de capitalismo hiperdesarrollado parece que el hecho de “inventar� se sitúa fuera del perímetro del sujeto (el inventor inaugura un ámbito hasta entonces inédito por medio de sí mismo –de su dedicación, de su genio…- articulando fragmentos externos pre-existentes en un uso cualtitativamente distinto). Si, paralelamente, asociamos casi inconscientemente “inventar� con la actividad científica y la tecnología, con lo útil, lo que rinde, lo ventajoso…, o, en el significado alternativo, con la fantasía y la fabulación, no está de más recordar que el término deriva del latino in-venire (literalmente, “hacer llegar�), dado que los romanos ubican la experiencia de inventar en el núcleo mismo del sujeto: supone dar rienda suelta a la potencia pasional y facultativa interior transponiéndola en lo social. El acto de inventar, para los romanos, en lugar de partir de unas disposiciones del afuera para emplear un sujeto y sus habilidades orientados hacia un fin utilitario, no supone otra cosa que la manifestación del sujeto mismo, su plenitud presencial en los ritos, los juegos, el arte, que inventa, que “hace-venir� como metamorfosis social desde las profundidades de su interioridad. Poco les importa, pues, la utilidad del “invento� –aunque ello no significa que no le encuentren utilidad- y, en su vertiente de fantasía, evidentemente no conectan “la invención� con lo irreal, siendo como es para ellos una extraversión de cuanto se mueve en el sujeto. De este modo que serán otros términos los que alberguen uso peyorativo en relación a falsear, exagerar o sembrar la discordia.
Si en las sociedades de capitalismo hiperdesarrollado, la aventura se nos intenta vender como construcción cuyo desenlace está precocinado (el cine de acción, los parques temáticos, los videojuegos, los viajes organizados de la industria vacacional, etc.), no está de más recordar que el término mismo contiene en su morfología las claves de lo que fueron las vivencias de aventura entre sus acuñadores; una vez más, los romanos. La aventura se definía por no contener ni transcurso ni desenlace dictaminados (por ser sin futuro), y la concepción queda reflejada en la voz a través de la que se nombra, voz originariamente compuesta: a-ventura. En ella, el tronco terminológico debe entenderse a modo de destino, trayectoria, y, en fin, de porvenir, esto es, de lo por-venir, de lo que vendrá; ventura como “suerte� en un sentido bien distinto al de “alea� o “suerte� como indeterminación. Mientras, el prefijo a- actúa según lo acostumbrado: “sin�, “carente de�, “exento de� -aunque situándonos en la mentalidad romana es en este caso más acertado tratarlo como “libre de�- ventura, en otras palabras, una situación por hacer. Esto convierte a las “aventuras� en venta actuales con créditos de autor, itinerarios diseñados y emociones previstas, en la inversión misma de aquel sentido, al que se le demuestran incompatibles, en pleno “juego� de suma cero entre la vida y el espectáculo, que, en palabras de Debord, “es el movimiento autónomo de lo no-vivo�.
Se podrá alegar que la civilización romana no fue ella misma una comunitas, y que, por tanto, ni los nombres ni los sentidos que ellos reflejan los cultivaron “los romanos� en abstracto, sino la fracción de esa sociedad investida de poder para hacerlo. Esa fracción, al hegemonizar su sentido llevándolo al confín del espacio social, estaría también colonizando la experiencia de quienes en realidad –dada la existencia a la que yacían atados- no participaban de las posibilidades vitales aristocráticas que culminaban en la generación no mediada de los sentidos descritos y de otros. Obviamente: eso ha ocurrido, en mayor o menor medida, con todas las sociedades de clases, y sería necio ignorarlo. “Pero� no es menos cierto que, tal y como queda patente a la luz de este somero rastreo etimológico, burguesía y aristocracia romana son bien distintas en lo que respecta a sus consideraciones y exigencias, acercándose la segunda a la antítesis pura de la primera.
Que la fracción social poderosa interfiere en la relación social de pronunciación de sentido, siendo esta relación mediada no sólo por el fondo de intereses, necesidades y valores de la clase dominante, sino antes que nada por el mundo material que la dominación clasista configura, no es nada nuevo. “En todas las épocas, la ideología dominante ha sido siempre la ideología de la clase dominante� (Karl Marx, El manifiesto comunista). La acción de clase determina unos imperativos subsistenciales objetivos –aunque acotados a su sistema- que son patrón de perfilación ideológica. Como también son patrón de perfilación ideológica las relaciones impuestas por esa clase en la consecución colectiva de tales imperativos. Del mismo modo, es fuente de ideología la necesidad clasista de reproducir con su actividad el orden en que domina, elevada a necesidad “social� sin más una vez naturalizado ese orden y percibido cuanto lo amenaza (sus contradicciones) como un “problema para la sociedad�.
Así, en la Europa teocéntrica alto-medieval, las representaciones en torno a “qué es� la mujer, su esencia identitaria por así decirlo, están fuertemente influenciadas por la ideología cristiana de la mujer-pecado, de la mujer-perversora, de la mujer-tentación, y también de la mujer-servicio, de la mujer-“compañera�, que la evangelización eclesiástica y su cristianización “de las almas� se ha dedicado a difundir. Pero ese discurso no funda sólo representaciones, sino que instituye unas mujeres reales con una autopercepción y, por tanto, a las que se les ha determinado “su propia� relación consigo mismas: se les ha investido de unos remordimientos, de unos interrogantes, de unos límites y, mucho más aún, de una forma de sentirse y de sentir (y no sólo de valorar o de interpretar) su actividad en el mundo. Los sentidos marcados desde el poder de clase son modos de experimentación, entrando, en ésta su vertiente más visceral, en la médula de la subjetividad.
Rousseau partió, en sus visiones escritas del buen salvaje y del niño tal y como aparece en sus obras pedagógicas, de una realidad dieciochesca del indígena y del niño cuando los primeros llevaban dos siglos siendo “pacificados� por el colonialismo y, los segundos, dos siglos siendo domesticados e instruidos en liceos y colleges, al menos los vástagos de la burguesía. Es sobre estas nuevas realidades políticamente fundadas de un Otro “bondadoso y no dado a la agresión� y una niñez “risueña, soñadora y fantasiosa; sumida en sus juegos y las curiosidades que les son propias� (los niños habían sido alienados del “mundo adulto� desde el siglo XVI; sin eso no hay niñez posible), que el filósofo suizo despliega un sentido que en gran medida ya ha recogido de su época. Un poder de clase ha producido sujetos y, en esta operación, inevitablemente está produciendo sentido respecto a los mismos. Este sentido, por más que pueda hallarse plagado de prejuicios, tópicos, mitos, parcialidad, estereotipos, etc., contiene verdad en su seno, y lo que lo hace globalmente falso no es sino su vocación de negarse como “simple� sentido histórico y afirmarse como verdad esencial de los sujetos, sin plantearse las condiciones formativas de estos. Por lo demás, sería idealista imaginar a un Rousseau –o cualquier otro pensador- todopoderoso pesando en el sentido de sus contemporáneos y en sentidos futuros hasta prácticamente determinarlos por sí mismo; Rousseau fue, en lo que respecta por ejemplo al niño o al indígena, una voz de ese sentido, voz que lo sintetiza, lo desarrolla intelectualmente, formula aportaciones no sólo reveladoras sino inéditas y sorprendentes, etc., pero es en sí mismo –como pensador que se ocupa de estos temas- parte de aquel sentido, un fragmento destacado de unas representaciones derivadas de una acción política creadora en mucho mayor grado que de discursos o propaganda.
El movimiento romántico expresa toda una negativa social a seguir aceptando por más tiempo una tradición cristiana en lo amoroso que se remontaba a casi dos mil años atrás. El cristianismo había hecho triunfar el divorcio entre el amor y la carne, entre amor y erótica, entre amor y sensualidad, con su encuadramiento del “amor puro� en una ascesis, en una negación de lo corporal. El romanticismo repatria el amor a las tierras del deseo; lo rescata de la contemplativa transmundana del platonismo. No sólo define en su obra artística el amor como espiritualización de las pasiones, sino que la obra misma es manifestación de ese nuevo (o retomado) sentido del amor. Es en estos términos que Nietzsche habla del romanticismo.
Hasta el romanticismo, el discurso intelectual dominante –primero clerical, más tarde ilustrado- distinguirá dos formas amorosas muy lejanas, y ello durante casi dos milenios: de un lado, los amoríos del vulgo, dignos de caber en el amor sólo si uno es lo suficientemente descuidado en emplear el término. Del otro, el “alto amor� de la mística para los curas y de la literatura para los filósofos, el amor a dios, a la pobreza, a la razón, a la nación o al pueblo, el amor de las reinas y los reyes, del artista y la musa, del hidalgo a la dama, etéreo, incorpóreo, misterioso en su desenvolverse. Un amor todo corazón, mas un corazón que rechaza conquistar el cuerpo y reserva sus conquistas al corazón. Un corazón, a la luz ilustrada, rendido a una razón que, armada de criterios prácticos y cabales, sólo otorgará legitimidad y derechos al corazón si el corazón pasa la mezquina prueba del no-riesgo de hacerse daño a sí mismo con los sentimientos que desata.
¡Cómo ha podido aquel romanticismo, que nace reivindicando el amor mundano y visceral antiplatónico, caer preso de ese sentido cristiano contra el que clamaba!. Era él demasiado sublime, demasiado refinado como para que la ascética lo despreciara y rehusara recuperarlo para sí.
El romanticismo ha pasado a la historia, se ha divulgado, se ha popularizado, como lo contrario de lo que fue, hasta el punto de que hoy día cualquier vínculo entre amor y voluptuosidad es calificado de “poco romántico� o “no romántico� y a los románticos mismos se los percibe como a una especie de sacerdotes del amor.
Tras el lapso de superación de aquella disyuntiva que el movimiento romántico supuso, claro que no se asiste a la resurrección de la misma en los términos prerrománticos arriba descritos. Pero el desgajamiento mismo obra del cristianismo se metamorfosea en el imaginario –y la práctica social- como separación entre amor corriente (amor-concupiscencia que puede contener romanticismo en dosis variables pero nunca ser él mismo “lo romántico�) y “amor amor� impoluto –fortuna ideal que a pocos elige como sus devotos, gesta para tontos o quimera de soñadores en colisión con la vil verdad del mundo, según los gustos-: el amor “romántico� realojado en el suspiro, el panegírico o el cortejo; estado de espíritu al que se juzga incompatible con la afirmación descomedida de apetencias carnales.
Por lo que se ve, pues, la dependencia del sentido con respecto a las relaciones de poder es una constante histórica en todas las sociedades de clases. Distinguimos en una y en otra a esa parte de la sociedad que, siendo madre de realidades imagen y semejanza de su identidad, es al mismo tiempo la sociedad entera: parte social funcionando según un movimiento separado y fuera de autocontrol, todo porque produciendo realidad está indirectamente produciendo su sociedad.
Lo novedoso del capitalismo hiperdesarrollado es el hiperdesarrollo de esta intrusión hasta el punto de que la acumulación cuantitativa de potencia de imagen eclosiona en un cambio cualitativo: invasión total, substitución total, por la administración de imágenes y sus consecuencias reales, de cualquier gesto colectivo que pudiera estar más o menos incondicionado. En efecto, ¿hay ya relación social alguna que mediar con imágenes?; ¿acaso no está la imagen fundando las relaciones?; ¿no habría pasado a ser su genoma, su “esencia�?. Raul Vaneigem habla de una economía espectacular-mercantil que nos cuida “como si fuéramos plantas de interior�. Pero la morfología de los nutrientes escogidos en el cuidado, de la luz de invernadero y el agua que impide a la planta la insumisión de no echar frutos, ¿no son luego la savia misma, la planta misma?. ¿Qué ocurre cuando el único “desmelene�, la única “juerga� a la vista, distinguida, pensable, consiste en tratar de pasar un día en consonancia a la juerga de la pantalla, es decir, en consonancia a lo que la pantalla –ella físicamente o el ejemplo real provisto por la juerga de otros; poco importa- enseña?. ¿Y cuando las niñas de cinco años abandonadas ante la televisión “lo saben todo acerca de la experiencia de ser madre�, “han aprendido en qué consiste�, “han tenido la oportunidad de imaginarse siéndolo�, e incluso escucharon que “la mujer tiene a partir de cierto momento de su vida la necesidad interior de serlo�?. ¿Y cuando la evidente realidad capitalista de “la vejez�, siéndonos mostrada, nos prepara para “ser viejos� escribiendo las coordenadas programáticas de la “etapa� y la auto-experiencia antes de que acontezcan realmente?.
La vida es sometida a las leyes de la mercancía y éstas instauran el trabajo llamado por Marx “abstracto�, un trabajo que no importa más que en tanto produce valor. Mediante su actividad (el trabajo) la mercancía construye una sociedad-reflejo de sus necesidades de intercambio y de acumulación.
Esa sociedad llega a componerse de individuos impotentes que se limitan a contemplar cómo la vida social se sucede sin que parezca que puedan desviar o invertir su curso. Pueden (y están determinados a) participar en realizar ese curso, pero no intervenir, hasta que, desaparecida la intervención como posibilidad en la sociedad mercantil, desaparece también como planteamiento indesligable de una actividad de ataque a la misma. Ello es así porque la lógica de la mercancía que configuró la sociedad, les ha ubicado en una posición y una identidad que deben ejecutar y que consiste en un yo individualizado y particularizado. Individualizado por la necesidad objetiva de subsistir (necesidad de la que se deriva ese peso pesado de la ideología resumible en “Encontrar mi camino�; ideología y camino que la generalidad de los individuos, en su separación, comparte). Y particularizado, dotado de contenido, sobre todo por la escuela.
Llegado un punto en el desarrollo del fetichismo de la mercancía, ésta supera la reificación del sujeto en productor-consumidor para unificarla en una reificación total: la reificación del sujeto en espectador. La alienación se ha desplazado desde el tener a la apariencia, o, en palabras de Debord, “Todo lo directamente experimentado se ha convertido en una representación�. El significado del último término ha de tomarse aquí no en la acepción “dramatúrgica� que cabría darle desde la sociología goffmaniana (representación como fingimiento), sino en aquel sentido que el desglosamiento de la palabra en sus componentes morfológicos muestra: un volver a presentar la experiencia de cuya creación estamos privados, un “dárnosla hecha� que pone el hecho consumado en el lugar del proceso posible; en definitiva, re-presentación.
Esto no es más que la consecuencia inextricable de que la mercancía se ha apropiado para sí –ha colonizado- las más variopintas experiencias y momentos vitales, fijando su sentido según una triple adecuación:
1.     Las limitaciones y orientaciones que impone la dimensión “físicaâ€? de la mercancía en que el sentido se encarna.
2.     La ideología dominante, ya que los productores directos de espectáculo, o son de la burguesía, o comparten las expectativas de esta clase en torno a “en qué consistenâ€? una multiplicidad de experiencias debido a su formación profesional y a su “mundo de relacionesâ€?.
3.     La necesidad del propio espectáculo de dirigir su propio movimiento, es decir, de gobernar una dinámica de modificaciones y readecuaciones permanentes del sentido al ritmo en que advierte signos de desmotivación en el espectador por el sentido fijado en curso (la moda es la manifestación más clara a que da lugar este obligado reciclaje del espectáculo sobre sí mismo). Este proceso de derrumbamiento de unos hechos consumados a favor de otros “nuevosâ€? –acostumbran a ser viejos- que toman su puesto no es sino expresión del devenir activo del espectáculo en su totalidad y de su acción sobre el espectador. Es, pues, lo contrario de la praxis, o, como Debord dice del espectáculo mismo, “es el movimiento autónomo de lo no-vivoâ€?.
El espectáculo es la realización total de aquella realidad que Marx advirtiera: “La ideología dominante es la ideología de la clase dominante�, ya que ha acabado por implicar la ideología gobernando las relaciones y dándoles un cuerpo. En su proceso de fortalecimiento ha llegado a ser, en palabras de Debord, “la ideología materializada�. La mercancía y su razón esencial de ser intercambiada, en su labor directora de la existencia de los sujetos, se revela mortal. La vida, de la que si de alguna manera puede hablarse es en tanto que actividad creativa y cuya única característica esencial es la de redefinirse según la dialéctica creatividad-condiciones de existencia, es aniquilada, y queda su pseudo-uso: el espectáculo.

No es el sentido encarnado en la mercancía y la política estatal (ella también mercancía) el origen explicativo de la no-vida (aunque la garantice), sino que es el secuestro capitalista de la vida –una actividad objetiva- el proceso que llega a su apogeo con la producción espectacular de una paravida puesta en el lugar de la vida extraviada. Debord lo vio claro: el problema “no es la <<imagen>> ni la <<representación>> en cuanto tal, como afirman tantas filosofías del siglo XX, sino la sociedad que tiene necesidad de esas imágenes� (Anselm Jappe, Guy Debord).

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Comentaris

Re: Capitalismo: fábrica de sentido
18 gen 2005
pàgina interessant de reflexió en general:
http://usuarios.lycos.es/produccionsgamberres/
debat i intercanvi sobre experiencies en garrulisme.
Sindicato Sindicat