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Notícies :: guerra
Los que no queremos matar a civiles somos los enfermos
15 gen 2005
Los que no queremos matar a civiles somos los enfermos
"Los que no queremos matar a civiles somos los enfermos"
El sargento de marines Massey, tras mes y medio en Iraq, sufre estrés postraumático y ha sido apartado del servicio
Ante la escasez de tropas, los médicos recurren a las drogas para devolver a los soldados a la guerra


ANDY ROBINSON - 15/01/2005
Nueva York. Corresponsal


Jra immy Massey, oriundo de Waynesville, en los Apalaches de Carolina del Norte, fue reclutado por los marines en 1993 en una gasolinera de Nueva Orleans.


Había tenido su primera experiencia de ver a un civil asesinado a tiros a la edad de seis años, cuando un policía mató a su padre mientras éste se bajaba de su camión. A los 20 años había dejado los estudios. Andaba por el sur profundo -"preguntándome quién es Jimmy Massey"- cuando se fijó en un reclutador de los marines que echaba gasolina a su coche. "Siempre me había gustado el uniforme azul", dice. Unos meses después estaba en el boot camp de la base en San Diego (California). "Quería ser Rambo", explicó en una entrevista mantenida el martes pasado en Nueva York.


Ahora Massey, a los 33 años, padece de estrés postraumático (PSTD según sus iniciales en inglés). Sólo pasó mes y medio en Iraq, pero ni la dura formación de marine le había preparado psicológicamente para aquello. Toma todos los días tres clases de fármacos, el antipsicótico Risperdal, y los antidepresivos Luvox y Xanax. "Las drogas me ayudan con las pesadillas pero los flashbacks son peores. Si oigo un ruido fuerte me tiro, literalmente, al suelo". Massey dice que sus peores pesadillas son las de los civiles a los que mataron en el control de carreteras en Bagdad, entre ellos un niño de seis años. "Cierras los ojos y ves cadáveres", dice.


Desde que el coronel S.L. Marshall, investigador del ejército estadounidense, descubriera durante la Segunda Guerra Mundial que el 75 por ciento de los soldados norteamericanos no quisieron disparar contra un enemigo al que veían la cara, el ejército americano ha adoptado técnicas de deshumanización para facilitar el acto de matar. En uno de sus estudios Marshall se lamentó de que "en el momento crítico el soldado se convierte en objetor de conciencia (…) Necesitamos liberar la mente del soldado respecto a los blancos".


En el boot camp de los marines en San Diego la liberación de la mente consistía en ejercicios que "nos convirtieron en asesinos descerebrados", dice Massey. "Todo giraba en torno al acto de matar. Cuando marchábamos, nos decían que cada vez que el pie derecho pisaba el suelo teníamos que gritar ¡Kill! (matar). Luego nos gritaban: "¿Qué hace crecer la hierba? Y teníamos que contestar ¡blood! (sangre). Nos enseñaban disciplina, eso sí, pero no para nuestro bien sino para que, cuando llegara el momento, apretáramos el gatillo".


En sus ratos libres los marines hacían sus deberes de deshumanización: "Una vez estábamos en el desierto de Mojave y un marine mató a un perro y lo descuartizó con una pala", recuerda. Visitaban los prostíbulos de Oceanside en la costa. "Había noches en las que toda la escuadra se acostaba con la misma mujer", dice.


Tras nueve años de servicio, Massey, ya sargento, fue enviado a Kuwait el 2 de enero del 2003 y el 22 de marzo entró en Iraq al mando de 40 marines. "Al principio fue un paseo. Metieron flores en los cascos de mis hombres y, te digo la verdad, estaba preocupado. Pensé: ¡Joder! ¡Los tíos se van a volver blandengues!", dice.


Pero al llegar a Bagdad los marines recordaron quiénes eran. "Montamos controles en la carretera. Nos dijeron que había bombas suicidas, así que metimos a francotiradores que disparaban incluso cuando un coche aún estaba en la zona verde del control. Y cuando aceleraba hacia la zona roja para escaparse, lo reventábamos a tiros. Cuando sacábamos los cadáveres siempre eran civiles. Y así día tras día".


Massey sintió paranoia, insomnio y rabia. Empezaron las pesadillas. "Fui al comandante. Le dije que ya no mataría a más civiles y pedí ayuda psicológica". Pidieron su dimisión y le mandaron de vuelta a Estados Unidos.


Ahora, minusválido al 80 por ciento e incapacitado laboral, vive de una pensión de unos 1.400 dólares al mes de la Asociacion de Veteranos. Como en la novela de Joseph Heller Catch 22,en la que las autoridades militares desestiman toda solicitud de baja por locura porque el deseo de abandonar la guerra es prueba de cordura, Massey reflexiona sobre la paradoja: "Es extraño. Los enfermos somos los que no queremos matar a civiles".


La gran mayoría de los veteranos de la guerra de Vietnam ha padecido PTSD, a veces 20 o 30 años después de la guerra, y está estadísticamente comprobado que los más vulnerables son los que han matado, explica Rachel MacKie, una psicóloga de Kansas City especializada en PTSD. "Éste es un dato sensible para los psicólogos militares, porque no quieren sabotear un sistema que se basa en la formación de asesinos eficaces", dijo a La Vanguardia.


Por eso y dada la escasez de tropas en Iraq, dice Massey, cada vez más la receta para el soldado que muestra síntomas de PTSD es "darle un frasco de antidepresivos u otros fármacos y devolverle a la guerra".
Mira també:
http://www.lavanguardia.es/web/20050115/51174167307.html

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