Atrapados en la conciencia postfranquista: sin memoria ni conflictoRebelión Antón Corpas Colectivo Cádiz Rebelde
[MIEDO A LA MEMORIA Y MIEDO AL CONFLICTO]
La amnesia polÃtica no existe solo en función del pasado, no repercute
únicamente en la ausencia de memoria histórica, no se reduce al
negativo de una pelÃcula gastada, ni desde luego a la falacia de
sacrificar la verdad por la paz, la convivencia y la prosperidad. Cada
vacÃo que dejamos en la vida se convierte en una práctica y un hábito.
No hace falta leer a Freud, basta con vivir un poco y ser responsable y
consciente de los propios actos, para saber la paradoja de que lo que
tratamos de ocultar, no saber, no mirar, es lo que queda al
descubierto, cuando salen las cosas que llamamos 'lo peor de nosotros
mismos'. AsÃ, olvidar, temer o recelar del pasado no es solo una
omisión, es un aprendizaje. Cien capas de polvo no ocultan lo que hay
en el sótano, solo hacen mas espesa la niebla y el mal olor.
Aprendiendo a olvidar, se aprende la miseria de relativizar los
acontecimientos no relativizables, de aligerar el presente para evadir
el conflicto.
Amnesia en nuestro caso es el silencio administrativo para los secretos
a voces, el velo como una fosa común sobre millones de vidas y muertes,
de calladas por respuesta y de respuestas sin pregunta, del periodo
1936-1982. Porque la materia del olvido también cubre las muertes, las
heridas y los desaparecidos (en referencia a los que hoy están vivos
pero son irreconocibles) que de 1976 a 1982 sufrieron los golpes del
sentido común, para sofocar cualquier atisbo de antagonismo polÃtico
que pusiera en riesgo El Plan, que desbordara las instituciones y el
sistema de partidos implicado y diseñado en torno al postfranquismo.
En 1977 todavÃa colea la crisis del petróleo de 1974, ya se apuntan los
primeros atisbos de reconversión industrial, y todo el arco
parlamentarÃo rubrica en los Pactos de la Moncloa los recortes en
materia laboral, de pensiones y gasto público, y el mantenimiento de
una amplÃa capacidad de intervención y restricción de las libertades
(por ejemplo la capacidad para secuestrar una publicación o prohibir el
derecho de reunión). El contexto legal es un estado franquista en
'régimen abierto', que aún asà genera una situación de
posibilidad y apertura, propicia para la extensión de la capacidad de
acción y organización, y marcada por el debate entre pacto o ruptura.
"Se producen importantes movilizaciones que expresan las necesidades y
deseos de amplios sectores sociales, teniendo el movimiento obrero y
sus organizaciones, ilegales hasta marzo/77, un papel muy destacado en
el impulso y organización de estas luchas. Aparece asà un poder
constituyente que, sin tener la magnitud que le ha adjudicado la
izquierda, sobre todo su sector radical, alcanza cotas importantes de
participación y combatividad"(1).
La negociación del aparato franquista con una parte de la oposición, no
solo da inicio a un sistema de relaciones polÃticas, sino a una
práctica y un discurso, al que podemos llamar pensamiento
postfranquista, y que le da dos almas al proceso constituyente: Omertá
respecto a las heridas y los crimenes del franquismo; y evasión y
aplacamiento de los conflictos asociados tanto a la crisis económica
como a la lucha polÃtica por la conquista de libertades y espacios.
Para el pensamiento postfranquista la memoria es una enfermedad, un
virus que puede hacer pedazos la vida real, de manera que quién esto
escribe aún en los primeros 90 no habÃa recibido una sola lección que
tocara la República, la Revolución ni la guerra; o que las mÃnimas
nociones de geografÃa polÃtica en la educación primaria, no den
referencia alguna sobre los contenciosos históricos relacionados con el
actual mapa autonómico. Como la paz es frágil, la historia es fuerte y
la carne es débil, decidieron que mejor seria no mezclar la paz de las
gentes con una memoria real, de manera que el presente se convierte en
un terreno descontextualizado, sin recorrido, donde los acontecimientos
no vienen de ningún lado, solamente ocurren, y por tanto no cabe
razonarlos sino acatar. Hoy se puede hablar de esa historia desde una
vitrina, ya que los hechos pueden ser citados, filtrados, interpretados
y museizados al gusto del documentalista y el consumidor, sin riesgo de
carga subversiva, social, polÃtica y penal. Hoy se puede, porque
se han roto tantos puentes que mirar allà ahora también es mirar hacia
otro lado. Esa obstrucción a la leve justicia del recuerdo, no es
patrimonio de la derecha, también una parte de la izquierda no
precisamente testimonial, me refiero en concreto al PCE y sus
dirigentes, se libró en el vacÃo histórico del macabro recuerdo de
Andreu Nin o las cacerÃas contra el POUM y los anarquistas.
El mismo espantapájaros del guerracivilismo se utiliza para
descalificar el concepto de conflicto en su dimensión social y
polÃtica. El Plan requerÃa un reparto de la representatividad que
limitara el terreno de la acción polÃtica, a la vÃa institucional y al
sistema de partidos e interlocutores sociales. Hasta la saciedad, el
terror a la guerra fue explotado para noquear la práctica, la
inteligencia crÃtica y la capacidad de movilización. Además del miedo
lógico al golpismo cuartelero, la eficacia de la izquierda
parlamentaria y sindical para la desmovilización material de la
izquierda militante, abortó cualquier posibilidad de un tejido social
con una cultura organizativa e intelectual autónoma, que fuera capaz
mas allá de las adscripciones ideológicas y los vaivenes partidistas,
de un alto grado de movilización y autodefensa. Esto se rompe solamente
en Euskadi y de otra manera en Catalunya, pero en general la época deja
una doctrina: el consenso se convierte en un valor, y el conflicto en
sinónimo del odio y atentado furtivo contra la convivencia.
El discurso y la práctica polÃtica que nacen de ahÃ, se han convertido
con el tiempo en un estado de conciencia colectiva, que a pesar de los
coletazos combativos (huelgas generales, astilleros, movimiento
anti-OTAN...) hoy rige en el fondo de la acción polÃtica y sobre todo
de su ausencia. La transición nos ha dejado una polÃtica sin historia
ni conflicto, sin proceso ni confrontación, una polÃtica (si es que asÃ
se le puede llamar) dentro del parlamento y fuera de la realidad.
[HABITO Y CULTURA POLITICA POSTFRANQUISTA]
Es un voto del miedo que dura 30 años, que ya no es miedo fÃsico sino
costumbre, que se ejerce cada minuto, cada mes, cada dÃa con una
renuncia paulatina y minuciosa a las grandes y pequeñas formas de
dignidad, que borra sistemáticamente lo conflictivo, para no-sentir, no
extraer consecuencias, seguir adelante que aquà significa no-luchar,
no-luchar demasiado, no-luchar mas de lo necesario, pero sobre todo,
solamente luchar para uno, por sobrevivir, no luchar sino competir.
En sintonÃa con la evolución general del mundo capitalista, el hábito y
la cultura postfranquista se desarrolla gracias a una fragmentación de
la realidad tan ficticia que alcanza niveles ridÃculos, pero tan
efectiva que se ha convertido en "la normalidad". Las realidades
son separadas y distanciadas en ejes temáticos y mesas de negociación,
la despolitización de la problemática y sus salidas se convierten en
las "condiciones básicas para el diálogo". Las confrontaciones de
clase, género, laborales, económicas, nacionales..., la vida y la
solución de la vida, los problemas y la solución de los problemas, son
divididas en "paquetes de problemas" con "paquetes de medidas"
desconectados y diplomaticamente manejables.
Las realidades se alejan entre sÃ, y sistematicamente la discusión y
las soluciones se alejan de sus protagonistas. La especialización de lo
polÃtico, la legitimidad de las instituciones con las leyes como
autoridad y fin último de las cosas, y el poderÃo sociológico de los
medios de comunicación; todos estamentos que basan su posición de poder
en una presunta distancia y neutralidad respecto a los acontecimientos,
miden el valor y deciden el lugar de las cosas (por secciones o
ministerios), incluida su inexistencia Según los ámbitos, esto se
traduce de maneras distintas. Como ejemplo, en la evolución de la
relación entre el feminismo institucional y el feminismo competitivista
respecto a la violencia contra la mujer, la realidad cotidiana y
mayoritaria de las mujeres y su capacidad de intervención, suelen
acabar de una u otra manera usurpadas, "superadas" o limitadas: "Las
batallas polÃticas en torno a la violencia que culminaron en 1989 con
la reforma del Código Penal heredado del franquismo, se saldaron con un
repliegue del movimiento feminista, que asumió la ley como horizonte
último de la polÃtica"(2), abandonando el trabajo de organización por el
de lobby, y confundiendo los logros personales de empresarias,
banqueras o polÃticas con 'el avance de la mujer'. El monopolio
de las polÃticas de género inseparable del corporativismo de partido, y
la confusión entre las triunfadoras y las cualquieras, iluminada por el
amarillismo periodÃstico en torno al mito de "las mujeres al poder",
sobredimensionó el éxito de unas tendiendo una cortina de humo sobre la
situación de tantas, y sobre todo, acotó la violencia al terreno de los
Asuntos Sociales-Asuntos Marginales. Por su parte, los sindicatos dan
un ejemplo mas cachondo. La casi extraterrestre estratificación de su
estructura organizativa y sus objetivos, divididos en
federaciones-provincias-comunidades-secretariados-ejecutivas
enfrascados en luchas de poder interminables, a la vez que anula la
asamblea y cualquier toma de decisiones desde la base, responde a ese
esquema de fragmentación que a nivel laboral se manifiesta en la
meticulosa división por categorÃas profesionales y niveles de
estabilidad, de consecuencias desastrosas. Entre el caos de la Rue del
Percebe y el "El Proceso" de Kafka, el edificio sindical se ha
convertido en una metáfora fiel del absurdo general: Mientras la
negociación trilateral al mas alto nivel ha generalizado la
contratación precaria y la desprotección, la negociación colectiva
acuerda condiciones de trabajo para una mayorÃa de mano de obra que no
está en condiciones jurÃdicas ni polÃticas de reclamarlas. Los
dirigentes por un lado haciendo sentido de estado, por otro los cuadros
medios burocráticos pactando convenios inaplicables, y la realidad por
el suyo propio.
En este orden de cosas, la habitual alusión a "no-politizar" un
determinado enfrentamiento, no se refiere solo al posible uso
partidista, sino a la búsqueda de la solución individual y la solución
técnica, a la varita mágica de la voluntad, el acuerdo y la eficacia,
que por definición descarta el posicionamiento polÃtico y el análisis
de las necesidades, la soluciones y los riesgos comunes.
Esto, que no en vano está en armonÃa con el modelo de sabidurÃa
neoliberal, ha limitado valoraciones, estrategias y tácticas de todos
los ámbitos de relación y conflicto, al calculo de costes y beneficios
a corto plazo. De manera que CCOO podrá elevar a victoria la esperanza
razonable de que una fábrica dure tres años mas en vez de su cierre
inmediato, o IU podrá adaptar su mensaje a la esperanza razonable de
conseguir dos diputados o no perderlos. Igual muchos pueden soportar la
estupidez o el autoritarismo de un jefe pensando en conservar sueldo y
estabilidad, no protestar por las condiciones de un contrato con la
esperanza razonable de mantener un trabajo fijo-precario, o pagar una
hipoteca para no tirar el dinero en el saco roto de un alquiler. Pero
detrás de este calculo razonable hay un no-calculo. El problema no es
tanto querer conservar una fábrica, un diputado, uno o 300 puestos de
trabajo, comer mejor o dormir mas tranquilo, sino ceder una vez mas
después de ceder tantas, y ante todo sentirse comprometido,
corresponsable y necesitar "ser útil" en este "mundo en paz", que
cada dÃa pretende arrebatarte mas de lo poco que tienes, sin definir
términos de conflicto, mejoras y alternativas a corto, medio y largo
plazo. El resultado es una población rota en su capacidad colectiva de
reflexión, expresión, acción y respuesta, que hace gala de una
insultante generosidad polÃtica frente a una casta polÃtica que no
merece el margen de confianza y 'paciencia' social con el que cuenta.
Asà se permite exigir renuncias sociales, económicas, jurÃdicas y
polÃticas, "en son de paz" y en nombre del interés común, alcanzando
sus objetivos sin excesivas dificultades.
La cultura polÃtica postfranquista ha construido una mirada superficial
y estrecha de los actos, los acontecimientos y lo porvenir, que reduce
de manera infinita el campo de visión y el radio de acción. Ha llegado
a ser tan pequeña nuestra capacidad de decir, hacer y maniobrar, que ya
ni alcanza el centro de trabajo, el barrio o la vivienda; de manera que
nuestra "libertad de movimientos" se limita a disputarle el espacio
vital al hijo, el padre, la madre, la pareja, la hermana, el amigo, o a
ese cuerpo don Nadie que trabaja al otro lado de la mesa, el almacen,
la ventanilla o el mostrador.
[2000-2004. LA PRIMERA CRISIS DE LA CONCIENCIA POSTFRANQUISTA]
Hasta el 2000, después del 23-F de 1981 (un shock
determinante para el asentamiento del miedo) y desde la victoria del
PSOE en el 82, la conciencia postfranquista mantiene su hegemonÃa
intelectual y cultural. Además, durante la primera legislaura del
tercer hombre, de 1996 al 2000, los parámetros de consenso y el modelo
de paz social alcanzan sus cotas más altas. Salvo pequeños focos
temporales o territoriales, como las como las contracumbres
antiglobalización o el movimiento de okupación en Catalunya, la
protesta es casi inexistente y no precisamente por falta de razones: en
este tiempo la extensión de la precariedad cruza el lÃmite de la
"amenaza" para ser la estructura laboral básica; se desarrolla la
legislación de extranjerÃa, aumentan la irregularidad y la
sobreexplotación, rebajando las condiciones generales de trabajo; el
mismo 1996 se ratifica el Pacto de Toledo, que estrecha aún mas los
derechos y el poder adquisitivo en materia de pensiones; se extienden
las intervenciones liberticidas en Euskadi a través del sumario
infinito 18/98, entre otras; o con el apoyo del PSOE, se participa en
la agresión militar contra Serbia. En el terreno
polÃtico-institucional, el definitivo carpetazo del PP a la memoria y
las acciones penales respecto al terrorismo de estado, el apoyo de PNV
y CiU a la gobernabilidad del primer ejecutivo de Aznar, y el
compromiso de los sindicatos en materia de pensiones, "flexibilidad"
del mercado de trabajo y reducción de la conflictividad, da cuenta de
un sentido de estado casi pretoriano de los actores en liza. Tanto las
burguesias nacionalistas como las burocracias sindicales, el PSOE en su
particular condición de pato mareao y el propio gobierno, alcanzan el
paroxismo de su función institucional, actuando con el rango de
soldaditos de plomo, en posiciones mas o menos variables pero
fijos en los lÃmites estrictos del consenso.
Al final de los cuatro años de gracia, el 12 de marzo del 2000 marca la
frontera entre una legislatura de supervivencia y la mayorÃa absoluta,
cuyo papel se ha exagerado a la hora de comprender el perfil
conflictivo de la época, dando lugar a un análisis estrecho y parcial,
limitado a una crÃtica mas moralista que polÃtica del autoritarismo.
Esto, que encaja como un guante con la estrategia del PSOE y su énfasis
en las diferencias del "talante", jugó una función polÃtica coyuntural,
pero hoy es una distorsión a la hora de comprender la verdadera
dimensión de las confrontaciones de estos cuatro años. La
conflictividad social, aunque limitada en sus objetivos y estrategias,
era la expresión de contradicciones mucho mas profundas que el mosqueo
de la población con un presidente malencarado. Durante este tiempo se
mezclan tres elementos fundamentales:
- La decisión de Aznar de aplicar un programa de máximos. Cerrar el
marco constitucional y territorial y forzar una "definitiva" cohesión
identitaria e ideológica "de los españoles", centralizando los
contenidos educativos, acelerando el proceso de apartheid de la
izquierda abertzale, y cerrando el cÃrculo de legitimidad a cualquier
opción soberanista identificándola con el terrorismo. Potenciar la
tercera contrarreforma social para un 'nuevo periodo de desarrollo',
caracterizada por el aumento de la libertad empresarial para la
contratación y el despido, la restricción de la capacidad de los
trabajadores para elegir o rechazar un trabajo, el fomento de la
movilidad funcional y geográfica, el desmantelamiento del sistema de
protección social en el campo andaluz y extremeño, o en el terreno
educativo el fortalecimiento de la relación universidad-empresa-mano de
obra. Situar España como subpotencia en el mapa del imperio, mediante
el alineamiento prioritario e incondicional con los Estados Unidos, y
potenciando la expansión de las multinacionales financieras y
empresariales españolas, en Latinoamerica o el Magreb.
- La proliferación casi semanal de datos sobre el coste y el gasto de
la vivienda, durante esta época, trasciende "el problema de la
vivienda" en su condición de hecho aislado. Es el reflejo de un aumento
general de la precariedad, de las dificultades y la miserabilización de
la la vida cotidiana, y la relación entre tiempo, espacio y calidad de
vida. En su Informe anual del 2003 la Asociación Pro Derechos Humanos
de AndalucÃa denunciaba "el tremendo encarecimiento que la vivienda ha
experimentado en los últimos cuatro años (ha subido más de un 60%),
mientras que la media de los ingresos familiares sólo lo ha hecho en
9.1%", que también se traduce según otros informes en un precio cada
vez mayor del m2 y el empequeñecimiento de la arquitectura, o sea,
precios mayores por viviendas mas pequeñas. Según un informe de la
Confederación Española de Organizaciones de Amas de Casa, Consumidores
y Usuarios (CEACCU), "las familias españolas destinan un 66% de sus
ingresos al pago de deudas en forma de cuotas mensuales y un 51,8%
reconocen que tienen dificultades para llegar a fin de mes... Ese
porcentaje ha pasado de un 50% en 1993 a un 66% en 2001" (EFE,
12/6/02). Detrás de la crisis y la alarma respecto a las hipotecas, el
mercado inmobiliario, la construcción y el suelo, late la
descompensación entre el aumento general de los precios y el
estancamiento salarial, el incremento de horas de trabajo necesarias
para mantener el nivel de vida y la reducción del tiempo y los recursos
para la vida al margen de las "obligaciones productivas". Debajo, un
profundo descontento social, fruto de un proceso histórico, todavÃa sin
cerrar. Dos generaciones se enfrentan al desmantelamiento de los
réditos y la relativa estabilidad lograda durante el periodo
desarrollista de los 80, manteniendo niveles de endeudamiento que se
corresponden mas a las inercias que a la realidad soportable, mientras
las generaciones mas jóvenes se encuentran frente a frente con un
sinfin de incertidumbres, que se contradicen de manera cÃnica y abierta
con el mensaje de 'la sociedad de las oportunidades', que comparten sin
fisuras sistema educativo, agencias publicitarias, partidos, ETT's,
empresarios o sindicatos.
- Una serie de acontecimientos, unos mas previsibles que otros, se
añaden a esta situación. El vertido de petróleo del Prestige, la
invasión de Iraq y el accidente-negligencia del Yak-42, el ladrillazo
en el parlamento de Madrid por el que dos diputados del PSOE votan
contra la investidura de Rafael Simancas, el aumento notable de
procesos de deslocalización de empresas, aumentan cualitativa y
cuantitativamente los niveles de conflictividad.
Entonces, el mapa constitucional se le abren las costuras mal cerradas
en Euskadi y Catalunya; las movilizaciones contra la LOU; el proceso
Nunca Mais en Galicia y el flujo de voluntarios para la limpieza de las
playas galegas; las multitudinarias manifestaciones contra la guerra;
la denuncia unánime de los movimientos sociales a GarcÃa Valdecasas o
Ansuátegui (responsables de las subdelegaciones de gobierno en
Barcelona y Madrid respectivamente) por sus actuación netamente
represiva; la huelga general en respuesta la contrarreforma social; los
movimientos contra el Plan Hidrológico Nacional o las
deslocalizaciones, etc. Mientras, a nivel internacional las relaciones
con Marruecos sufren una ruptura; la postura respecto a la invasión de
Iraq desarma las relaciones con la UE; la revuelta argentina y de otra
manera las reiteradas victorias de Chavez en Venezuela, ponen en
cuestión la actuación de las multinacionales financieras y
empresariales españolas, y por tanto uno de los ejes de la agenda
española en polÃtica exterior. Todo da lugar a un clima de conflicto de
muchos grados mediáticos, pero de baja intensidad todavÃa, que a pesar
de su corto alcance podemos considerar como la primera crisis de la
conciencia postfranquista.
A un nivel institucional el consenso sufre una fractura múltiple.
Aunque los sindicatos mantienen un doble juego en concreto respecto a
AndalucÃa y el desmantelamiento de la protección social, sostienen el
tiempo de confrontación mas largo desde hacÃa mucho; el PNV recupera en
la retórica principios abandonados tiempo ha en pos del pragmatismo,
manteniendo una posición firme en la defensa del Plan Ibarretxe,
mientras ante la atrofia institucional de CiU, ERC se convierte en el
referente polÃtico catalán respecto a Madrid; el PSOE reinventa su
papel de la transición buscando absorver y liderar el tempo de la
calle, incluidos presidentes autonómicos como Chaves, que llega a
amenazar al PP con un segundo 4 de diciembre(3). En este maremagnum IU se
limita a subirse a todos los trenes, pero sin encontrar un lugar ni una
posición polÃtica diferenciadora. Aquà es importante matizar que la
dialéctica de estos enfrentamientos no ha sido siempre un todos frente
al PP. En el caso de Euskadi, aunque el PSOE ha evolucionado hacÃa una
posición cada dÃa mas ambivalente, el Pacto Antiterrorista que ofrece
un colchón polÃtico a la ilegalización de Batasuna o la clausura de
Egunkaria, y que refuerza la tensión hasta lÃmites desconocidos en 20
años, fue iniciativa del PSOE. En el caso de la ilegalización de
Batasuna IU mantuvo una actitud ambigüedad vergonzosa. La invasión de
Afganistán obtuvo el consenso del grupo parlamentario socialista, igual
que en lo que toca a las relaciones con latinoamérica, el apoyo al
expansionismo empresarial y financiero es prácticamente una cuestión de
estado.
A nivel social, por primera vez el conflicto se percibe y se ejecuta
como una consecuencia natural de una serie de acontecimientos que
llaman a posicionarse, reflexionar y definir tácticas y estrategias.
Aunque excesivamente centrado en el gobierno como el único culpable, y
conectando unas luchas con otras en las consignas pero no en las
prácticas, se difumina la fragmentación artificial y se percibe una
'situación global', rompiendo en algunos casos con los esquemas tÃpicos
e impuestos de resolución de conflictos. En este sentido la invasión de
Iraq por supuesto no se atiene a negociación, diálogo ni 'soluciones
técnicas', sino a planteamientos y decisiones polÃticas; en el caso del
Prestige las 'soluciones técnicas' pasan a un segundo plano frente a un
conflicto polÃtico no solo con el PP sino con el aparato del estado y
su funcionamiento; o en la cuestión nacional, con el Plan Ibarretxe o
las polémicas en torno a Carod Rovira, las cuestiones polÃticas y de
principios vuelven al escenario, dejando a un lado las cuestiones
administrativas y de competencias. En estas circunstancias, las
llamadas a la "moderación" se comprenden como una solicitud maniquea y
cÃnica, y aunque no se puede decir que la gente estuviera dispuesta a
llevar el conflicto hasta sus últimas consecuencias, si que en el
tiempo y la crÃtica las cosas superan en algunos momentos los ciclos
controlables: protesta formal-cotrol polÃtico de la
protesta-negociación-acuerdo desde arriba. Esto alcanza su cenit
precisamente el 11M, cuando el gobierno condensa la mezquindad de
cuatro años en tres dÃas intentando conservar su margen electoral. El
conflicto en la calle se convierte en una verdadera necesidad colectiva
de saber y hacer algo para conseguirlo, el formalismo del dÃa de
reflexión se convierte en un absurdo frente a la situación, y en contra
de lo que afirman determinados medios, el PSOE y PRISA van a remolque
de la calle.
[VUELTA AL REDIL: ATRAPADOS EN LA CONCIENCIA POSTFRANQUISTA]
En estas circunstancias el autoritarismo y las formas, jugaron
efectivamente un papel detonante. Pero si revisamos los distintos
espacios de conflicto, ninguno de ellos nace de entonces ni se
adscriben esencialmente a una cuestión de "talante", sino a temas
económicos, educativos, ecológicos... de profundo calado polÃtico:
1- Las movilidad geográfica y funcional, que mas allá de
los matices de cada uno, hoy ya es casi materia de consenso entre
sindicatos capitalistas, estado, empresarios y economistas, y era el
Caballo de Troya de la contrarreforma. Es un elemento polÃtico que
afecta a la mano de obra tanto migrante como autóctona. Mediante
estrategias distintas, se trata de desarmar o imposibilitar en la
medida de lo posible, cualquier elemento de arraigo, estabilidad y
protección económica o social, ya sea a nivel de prestaciones sociales,
potestad jurÃdica para elegir o rechazar un empleo, posibilidades de
asentamiento e integración a largo plazo en una población. En
definitiva y dándole claridad los giros lingüÃsticos de las leyes y la
polÃtica oficial, se trata de suprimir cualquier "comodidad" que le
permita a alguien rechazar el traslado a un lugar distinto de donde
desea vivir, rechazar un trabajo en otra localidad por el tiempo de
trayecto, o rechazar una actividad que no se adapte a su formación o un
trabajo por sus condiciones desfavorables. Mediante instrumentos y
medidas distintas, que en el caso del campo andaluz era el
desmantelamiento de la protección social para forzar nuevos procesos
migratorios, y en el de la inmigración latinoamericana o norteafricana
es el uso arbitrario de la ley de extranjerÃa para aumentar o limitar
la cantidad de mano de obra irregular, se trata de dar un salto
cualitativo en la consideración del trabajo como una mercancÃa
sometida a la "libre circulación" y a la lógica coste-beneficio.
2- La rotura del casco del Prestige afecta a un modelo
internacional de transporte de mercancÃas, donde reinan la reducción
máxima de costes a corto plazo (lo que repercute en la calidad de los
barcos y en la seguridad general), la impunidad de las multinacionales
respecto a las leyes estatales, y las propias necesidades
económico-energéticas del occidente rico. En este mismo contexto, la
sorprendente victoria del PP en las elecciones galegas o las denuncias
de desidia calculada respecto a las labores de limpieza en algunos
pueblos, con el objeto de cobrar la mayor indemnización posible, a
parte de otras valoraciones históricas y culturales, son el fruto
directo de las polÃticas de Bruselas que han desarticulado el sector
pesquero y con el la economÃa productiva de la zona.
3- El PHN parte de fomentar un modelo de desarrollo de la
agricultura y el turismo, en el levante valenciano, Murcia o el oriente
andaluz de Málaga hasta Almeria, que necesita una enorme cantidad de
explotación de agua y recursos energéticos para cultivos intensivos o
campos de golf. Esto, no se soluciona con el intercambio de trasvases
por desaladoras como demuestra la polémica que afecta al PSOE, la
responsable de Medio Ambiente Cristina Narbona, algunos de sus
asesores, y los alcaldes psocialistas en estas zonas. Este modelo de
desarrollo forma parte de un consenso polÃtico desde hace ya casi
veinte años, y que ningún dirigente de PP o PSOE se ha atrevido nunca a
desacreditar.
4- La cuestión nacional afecta a procesos históricos, culturales
y polÃticos que solo pueden hallar una solución sana y democrática en
el respeto legal y real del derecho de autodeterminación. Una actitud
mas versallesca de Zapatero logrará que durante un tiempo que los
caciques que administran la representación polÃtica en Catalunya y
Euskadi, cambien el oro de la autodeterminación por un poco de
bisuterÃa competencial, pero no logrará resolver las aspiraciones
polÃticas pendientes.
5- La LOU pone de relieve un concepto de educación que deberÃa
marcar como pocos las diferencias polÃticas. Concibe la educación no
como un derecho sino como un producto que se compra y por supuesto se
vende, los saberes como algo al servicio exclusivo del sistema
productivo, y a la Universidad no solo como lo que ya era en cuanto a
producción de mano de obra, sino como un empresa mas que debe atenerse
a la lógica de vender un servicio. "En esa dirección, se han puesto en
marcha distintos mecanismos: desde la incorporación de representantes
de las grandes empresas a los órganos de gobierno de las universidades
a través de los Consejos Sociales, como El Corte Inglés o Telefónica en
el caso de la Universidad Complutense, hasta la financiación directa (y
por lo tanto el control) de las investigaciones, como es el caso
de la Cátedra Repsol-YPF de la Universidad politécnica de Madrid"(4)
6- La responsabilidad del gobierno de Aznar en la invasión de
Iraq es alta pero circunstancial en su sentido polÃtico. La magnitud de
esta cuestión trasciende con creces al PP y alcanza al PSOE. Quince
años después de la caÃda del Muro de BerlÃn, el orden internacional
surgido del final de la II Guerra Mundial está obsoleto, y los
vencedores han entrado en un delirio neocolonialista, que les permite
pensar que es posible acabar con el terrorismo y la tiranÃa y que
reinen la paz y la democracia "mediante los instrumentos de nuestra
ciencia superior, en el marco de una campaña higienista en la que el
conocimiento refuerza la eficacia de la desinfección...El concepto de
Civilización nació a mediados del siglo XVIII, para 'liberar' los
paises que antes habÃa que destruir y saquear; como bien recuerda Jean
Starobinski, vino a reemplazar y prolongar el discurso evangelizador de
los misioneros de la Cristiandad"(5) Mientras en el caso de los sectores
neoconservadores, esto se traduce en el modelo bushiano de la Guerra
Preventiva, los europeÃstas y social-liberales, mucho más sofisticados,
han definido el nuevo espÃritu civilizador como "guerra humanitaria" o
"injerencia democrática", que justifica por ejemplo el apoyo de tropas
de Brasil, España o Marruecos al gobierno tÃtere y golpista de HaitÃ.
Estas y otras son cuestiones de fondo, fruto de conflictos polÃticos, y
sujetos a luchas polÃticas, que han protagonizado la caÃda en picado de
la Casa Aznar, pero que vienen de muy atrás, y siguen tan vigentes como
entonces. La conflictividad general se ha ido replegando dejando
otra vez despejada la vida pública. Aunque es cierto que estamos en un
periodo de impass y que han vuelto episodios como el de Astilleros o
las selecciones deportivas, sindicatos, empresarios, burguesÃas
nacionalistas, casi todos salvo el PP, han situado la distensión como
el centro de la agenda polÃtica, y se comienzan a señalar propuestas y
espacios para generar un nuevo consenso, que repare vaya reparando
estragos en el modelo de paz social y polÃtica. "Antes de cumplir 100
dÃas de gobierno, el 8 de julio, Zapatero logró firmar un gran pacto
social con sindicatos y empresas, destinado a reducir la temporalidad
de los empleos e impulsar la competitividad"(6); el ambiente
'institucional' durante la Conferencia de Presidentes autonómicos a
pesar de la calma tensa alrededor de Ibarretxe; el acuerdo de ERC y CiU
en que "lo importante" no son los sÃmbolos sino la financiación;
muestran a la vez un movimiento de posiciones y la necesidad de las
elites de renovar aquel estado de conciencia postfranquista. Sacar el
conflicto de la calle, situar otra vez la frontera de la polÃtica en
las instituciones, y restaurar el margen de confianza en la casta
polÃtica, son los objetivos de las élites en este nuevo periodo.
Para eso se han superficializado los análisis, se ha centrado la
crÃtica de la época pasada en la figura de Aznar, y se ha comenzado un
proceso de desarticulación de la memorÃa respecto a la historia
reciente. Para conseguirlo, el PSOE ha vuelto ha jugar sucio, por
ejemplo maniobrando en el interior del movimiento contra el PHN para
conseguir su división, o desarticulando donde ha podido las plataformas
contra la guerra. Por otro lado, las debilidades del pasado reciente,
la crÃtica limitada al gobierno, y la falta de profundidad crÃtica en
cuanto a la raÃz verdadera de los conflictos, se comienzan a manifestar
ahora. Habrá que dejar un tiempo, pero es de temer que buena parte de
la intelectualidad, que hizo una labor imprescindible en las últimas
movilizaciones, se vuelvan a subir al guindo de manera voluntaria.
El objetivo de cualquier izquierda consciente hoy es romper con esa
vuelta a las dinámicas de delegación, dejadez, desmemoria y
apoliticismo que han caracterizado la mayorÃa de los últimos treinta
años. Contrarrestar la versión oficial, y mantener una visión real,
profunda y radical de las causas, las razones y los efectos de lo que
hemos vivido en este tiempo, que permita mantener tanto la memoria como
la continuidad de las luchas. Es la manera de construir un tejido
social y polÃtico que dependa de si mismo, de sus relatos y su
historia, de su capacidad crÃtica y autocrÃtica, de su cultura
intelectual y organizativa. Romper las cuerdas invisibles de la
conciencia postfranquista.
Notas:
(1) Centro de Asesoria y Estudios Sociales, "Transición polÃtica española y sindicalismo radical", www.nodo50.org/caes
(2) Cristina Vega, "Interrogar al feminismo. Acción, violencia y gubernamentalidad", www.rebelion.org 11/11/04
(3) El 4 de diciembre de 1977 y en años sucesivos, se producen
manifestaciones multitudinarias para reclamar la AutonomÃa plena (la
equiparación con Catalunya, Galiza y Euskadi) para AndalucÃa. Estas
movilizaciones y el empecinamiento de la Unión de Centro Democrático
(UCD) en una autonomÃa de segundo orden, minó la legitimidad del
partido de Adolfo Suarez y lo convirtió en una fuerza minoritaria
(4) Carlos Fernández Liria y LuÃs Alegre, "La revolución educativa", Diagonal Nov-Dic 04
(5) Santiago Alba Rico, "Iraq año cero", Diagonal Nov-Dic 04
(6) Alicia Fraerman, "Trabajar más para ganar menos", www.rebelion.org 18/7/04
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