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El desafío de la razón.Manifiesto para la renovación de la historia (Eric J Hobsbawm)
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per lector |
18 des 2004
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Contra el extremismo fascista-capitalista (la lógica del crimen), y contra el relativismo y ghettificación antifascista (la lógica del despiste y la desunión), Hobsbawm propone la apertura: o sea, el desafío de la razón, la novedad histórica (el comunismo, el racionalismo y el universalismo de la lucha). |
Cultura
17-12-2004
El desafÃo de la razón
Manifiesto para la renovación de la historia
Eric Hobsbawm
El Diplo
En el curso de las últimas décadas el relativismo en la Historia ha armonizado con el consenso polÃtico. Es hora de "reconstruir un frente de la razón" para promover una nueva concepción de la Historia. A ello invita Eric Hobsbawm, en el discurso de cierre del coloquio de la Academia británica sobre historiografÃa marxista (13-11-2004)
"Hasta ahora, los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo; se trata de cambiarlo". Los dos enunciados de la célebre "Tesis Feuerbach" de Karl Marx inspiraron a los historiadores marxistas. La mayorÃa de los intelectuales que adhirieron al marxismo a partir de la década de 1880 -entre ellos los historiadores marxistas- lo hicieron porque querÃan cambiar el mundo, junto con los movimientos obreros y socialistas; movimientos que se convertirÃan, en gran parte bajo la influencia del marxismo, en fuerzas polÃticas de masas. Esa cooperación orientó naturalmente a los historiadores que querÃan cambiar el mundo hacia ciertos campos de estudio -fundamentalmente, la historia del pueblo o de la población obrera- los que, si bien atraÃan naturalmente a las personas de izquierda, no tenÃan originalmente ninguna relación particular con una interpretación marxista. A la inversa, cuando a partir de la década de 1890 esos intelectuales dejaron de ser revolucionarios sociales, a menudo también dejaron de ser marxistas.
La revolución soviética de octubre de 1917, reavivó ese compromiso. Recordemos que los principales partidos socialdemócratas de Europa continental abandonaron por completo el marxismo sólo en la década de 1950, y a veces más tarde. Aquella revolución engendró además lo que podrÃamos llamar una historiografÃa marxista obligatoria en la URSS y en los Estados que adoptaron luego regÃmenes comunistas. La motivación militante se vio reforzada durante el perÃodo del antifascismo.
A partir de la década de 1950 se debilitó en los paÃses desarrollados -pero no en el Tercer Mundo- aunque el considerable desarrollo de la enseñanza universitaria y la agitación estudiantil generaron en la década de 1960 dentro de la universidad un nuevo e importante contingente de personas decididas a cambiar el mundo. Sin embargo, a pesar de desear un cambio radical, muchas de ellas ya no eran abiertamente marxistas, y algunas ya no lo eran en absoluto.
Ese rebrote culminó en la década de 1970, poco antes de que se iniciara una reacción masiva contra el marxismo, una vez más por razones esencialmente polÃticas. Esa reacción tuvo como principal efecto -salvo para los liberales que aún creen en ello- la aniquilación de la idea según la cual es posible predecir, apoyándose en el análisis histórico, el éxito de una forma particular de organizar la sociedad humana. La historia se habÃa disociado de la teleologÃa (1).
Teniendo en cuenta las inciertas perspectivas que se presentan a los movimientos socialdemócratas y socialrevolucionarios, no es probable que asistamos a una nueva ola de adhesión al marxismo polÃticamente motivada. Pero evitemos caer en un occidentalo-centrismo excesivo. A juzgar por la demanda de que son objeto mis propios libros de historia, compruebo que se desarrolla en Corea del Sur y en Taiwán desde la década de 1980, en TurquÃa desde la década de 1990, y hay señales de que avanza actualmente en el mundo de habla árabe.
El vuelco social
¿Qué ocurrió con la dimensión "interpretación del mundo" del marxismo? La historia es un poco diferente, aunque paralela. Concierne al crecimiento de lo que se puede llamar la reacción anti-Ranke (2), de la cual el marxismo constituyó un elemento importante, aunque no siempre se lo reconoció acabadamente. Se trató de un movimiento doble.
Por una parte, ese movimiento cuestionaba la idea positivista según la cual la estructura objetiva de la realidad era por asà decirlo evidente: bastaba con aplicar la metodologÃa de la ciencia, explicar por qué las cosas habÃan ocurrido de tal o cual manera, y descubrir "wie es eigentlich gewesen" [cómo sucedió en realidad]. Para todos los historiadores, la historiografÃa se mantuvo y se mantiene enraizada en una realidad objetiva, es decir, la realidad de lo que ocurrió en el pasado; sin embargo, no parte de hechos sino de problemas, y exige que se investigue para comprender cómo y por qué esos problemas -paradigmas y conceptos- son formulados de la manera en que lo son en tradiciones históricas y en medios socio-culturales diferentes.
Por otra, ese movimiento intentaba acercar las ciencias sociales a la historia, y en consecuencia, englobarla en una disciplina general, capaz de explicar las transformaciones de la sociedad humana. Según la expresión de Lawrence Stone (3) el objeto de la historia deberÃa ser "plantear las grandes preguntas del 'por qué'". Ese "vuelco social" no vino de la historiografÃa sino de las ciencias sociales -algunas de ellas incipientes en tanto tales- que por entonces se afirmaban como disciplinas evolucionistas, es decir históricas.
En la medida en que puede considerarse a Marx como el padre de la sociologÃa del conocimiento, el marxismo, a pesar de haber sido denunciado erróneamente en nombre de un presunto objetivismo ciego, contribuyó al primer aspecto de ese movimiento. Además, el impacto más conocido de las ideas marxistas -la importancia otorgada a los factores económicos y sociales- no era especÃficamente marxista, aunque el análisis marxista pesó en esa orientación. Esta se inscribÃa en un movimiento historiográfico general, visible a partir de la década de 1890, y que culminó en las décadas de 1950 y 1960, en beneficio de la generación de historiadores a la que pertenezco, que tuvo la posibilidad de transformar la disciplina.
Esa corriente socio-económica superaba al marxismo. La creación de revistas y de instituciones de historia económico-social fue a veces obra -como en Alemania- de socialdemócratas marxistas, como ocurrió con la revista "Vierteljahrschrift" en 1893. No ocurrió asà en Gran Bretaña, ni en Francia, ni en Estados Unidos. E incluso en Alemania, la escuela de economÃa marcadamente histórica no tenÃa nada de marxismo. Solamente en el Tercer Mundo del siglo XIX (Rusia y los Balcanes) y en el del siglo XX, la historia económica adoptó una orientación sobre todo socialrevolucionaria, como toda "ciencia social". En consecuencia, se vio muy atraÃda por Marx. En todos los casos, el interés histórico de los historiadores marxistas no se centró tanto en la "base" (la infraestructura económica) como en las relaciones entre la base y la superestructura. Los historiadores explÃcitamente marxistas siempre fueron relativamente poco numerosos.
Marx ejerció influencia en la historia principalmente a través de los historiadores y los investigadores en ciencias sociales que retomaron los interrogantes que él se planteaba, hayan aportado o no otras respuestas. A su vez, la historiografÃa marxista avanzó mucho en relación a lo que era en la época de Karl Kautsky y de Georgi Plekhanov (4), en buena medida gracias a su fertilización por otras disciplinas (fundamentalmente la antropologÃa social) y por pensadores influidos por Marx y que completaban su pensamiento, como Max Weber (5).
Si subrayo el carácter general de esa corriente historiográfica, no es por voluntad de subestimar las divergencias que contiene, o que existÃan en el seno de sus componentes. Los modernizadores de la historia se plantearon las mismas cuestiones y se consideraron comprometidos en los mismos combates intelectuales, ya sea que se inspiraran en la geografÃa humana, en la sociologÃa durkheimiana (6) y en las estadÃsticas, como en Francia (a la vez, la escuela de los Anales y Labrousse), o en la sociologÃa weberiana, como la Historische Sozialwissenschaft en Alemania federal, o aun en el marxismo de los historiadores del Partido Comunista, que fueron los vectores de la modernización de la historia en Gran Bretaña, o que al menos fundaron su principal revista.
Unos y otros se consideraban aliados contra el conservadurismo en historia, aun cuando sus posiciones polÃticas o ideológicas eran antagónicas, como Michael Postan (7) y sus alumnos marxistas británicos. Esa coalición progresista halló una expresión ejemplar en la revista "Past & Present", fundada en 1952, muy respetada en el ambiente de los historiadores. El éxito de esa publicación se debió a que los jóvenes marxistas que la fundaron se opusieron deliberadamente a la exclusividad ideológica, y que los jóvenes modernizadores provenientes de otros horizontes ideológicos estaban dispuestos a unirse a ellos, pues sabÃan que las diferencias ideológicas y polÃticas no eran un obstáculo para trabajar juntos. Ese frente progresista avanzó de manera espectacular entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y la década de 1970, en lo que Lawrence Stone llama "el amplio conjunto de transformaciones en la naturaleza del discurso histórico". Eso hasta la crisis de 1985, cuando se produjo la transición de los estudios cuantitativos a los estudios cualitativos, de la macro a la microhistoria, de los análisis estructurales a los relatos, de lo social a los temas culturales.
Desde entonces, la coalición modernizadora está a la defensiva, al igual que sus componentes no marxistas, como la historia económica y social.
En la década de 1970, la corriente dominante en historia habÃa sufrido una transformación tan grande, en particular bajo la influencia de las "grandes cuestiones" planteadas a la manera de Marx, que escribà estas lÃneas: "A menudo es imposible decir si un libro fue escrito por un marxista o por un no marxista, a menos que el autor anuncie su posición ideológica. Espero con impaciencia el dÃa en que nadie se pregunte si los autores son marxistas o no". Pero como también lo señalaba, estábamos lejos de semejante utopÃa. Desde entonces, al contrario, fue necesario subrayar con mayor energÃa lo que el marxismo puede aportar a la historiografÃa. Cosa que no ocurrÃa desde hace mucho tiempo. A la vez, porque es preciso defender a la historia contra quienes niegan su capacidad para ayudarnos a comprender el mundo, y porque nuevos desarrollos cientÃficos transformaron completamente el calendario historiográfico.
En el plano metodológico, el fenómeno negativo más importante fue la edificación de una serie de barreras entre lo que ocurrió o lo que ocurre en historia, y nuestra capacidad para observar esos hechos y entenderlos. Esos bloqueos obedecen a la negativa a admitir que existe una realidad objetiva, y no construida por el observador con fines diversos y cambiantes, o al hecho de sostener que somos incapaces de superar los lÃmites del lenguaje, es decir, de los conceptos, que son el único medio que tenemos para poder hablar del mundo, incluyendo el pasado.
Esa visión elimina la cuestión de saber si existen en el pasado esquemas y regularidades a partir de los cuales el historiador puede formular propuestas significativas. Sin embargo, hay también razones menos teóricas que llevan a esa negativa: se argumenta que el curso del pasado es demasiado contingente, es decir, que hay que excluir las generalizaciones, pues prácticamente todo podrÃa ocurrir o hubiera podido ocurrir. De manera implÃcita, esos argumentos apuntan a todas las ciencias. Pasemos por alto intentos más fútiles de volver a viejas concepciones: atribuir el curso de la historia a altos responsables polÃticos o militares, o a la omnipotencia de las ideas o de los "valores"; reducir la erudición histórica a la búsqueda -importante pero insuficiente en sÃ- de una empatÃa con el pasado.
El gran peligro polÃtico inmediato que amenaza a la historiografÃa actual es el "anti-universalismo": "mi verdad es tan válida como la tuya, independientemente de los hechos". Ese anti-universalismo seduce naturalmente a la historia de los grupos identitarios en sus diferentes formas, para la cual, el objeto esencial de la historia no es lo que ocurrió, sino en qué afecta eso que ocurrió a los miembros de un grupo particular. De manera general, lo que cuenta para ese tipo de historia no es la explicación racional sino la "significación"; no lo que ocurrió, sino cómo experimentan lo ocurrido los miembros de una colectividad que se define por oposición a las demás, en términos de religión, de etnia, de nación, de sexo, de modo de vida, o de otras caracterÃsticas.
El relativismo ejerce atracción sobre la historia de los grupos identitarios. Por diferentes razones, la invención masiva de contraverdades históricas y de mitos, otras tantas tergiversaciones dictadas por la emoción, alcanzó una verdadera época de oro en los últimos treinta años. Algunos de esos mitos representan un peligro público -en paÃses como India durante el gobierno hinduista (8), en Estados Unidos y en la Italia de Silvio Berlusconi, por no mencionar muchos otros nuevos nacionalismos, se acompañen o no de un acceso de integrismo religioso-.
De todos modos, si por un lado ese fenómeno dio lugar a mucho palabrerÃo y tonterÃas en los márgenes más lejanos de la historia de grupos particulares -nacionalistas, feministas, gays, negros y otros- por otro generó desarrollos históricos inéditos y sumamente interesantes en el campo de los estudios culturales, como el "boom de la memoria en los estudios históricos contemporáneos", como lo llama Jay Winter (9). "Los Lugares de memoria" (10) obra coordinada por Pierre Nora, es un buen ejemplo.
Reconstruir el frente de la razón
Ante todos esos desvÃos, es tiempo de restablecer la coalición de quienes desean ver en la historia una investigación racional sobre el curso de las transformaciones humanas, contra aquellos que la deforman sistemáticamente con fines polÃticos, y a la vez, de manera más general, contra los relativistas y los posmodernistas que se niegan a admitir que la historia ofrezca esa posibilidad. Dado que entre esos relativistas y posmodernos hay quienes se consideran de izquierda, podrÃan producirse inesperadas divergencias polÃticas capaces de dividir a los historiadores. Por lo tanto, el punto de vista marxista resulta un elemento necesario para la reconstrucción del frente de la razón, como lo fue en las décadas de 1950 y 1960. De hecho, la contribución marxista probablemente sea aun más pertinente ahora, dado que los otros componentes de la coalición de entonces renunciaron, como la escuela de los Anales de Fernand Braudel, y la "antropologÃa social estructural-funcional", cuya influencia entre los historiadores fuera tan importante. Esta disciplina se vio particularmente perturbada por la avalancha hacia la subjetividad posmoderna.
Entre tanto, mientras que los posmodernistas negaban la posibilidad de una comprensión histórica, los avances en las ciencias naturales devolvÃan a la historia evolucionista de la humanidad toda su actualidad, sin que los historiadores se dieran cabalmente cuenta. Y esto de dos maneras.
En primer lugar, el análisis del ADN estableció una cronologÃa más sólida del desarrollo desde la aparición del homo sapiens en tanto especie. En particular, la cronologÃa de la expansión de esa especie originaria de Ã?frica hacia el resto del mundo, y de los desarrollos posteriores, antes de la aparición de fuentes escritas. Al mismo tiempo, eso puso de manifiesto la sorprendente brevedad de la historia humana -según criterios geológicos y paleontológicos- y eliminó la solución reduccionista de la sociobiologÃa darwiniana (11).
Las transformaciones de la vida humana, colectiva e individual, durante los últimos diez mil años, y particularmente durante las diez últimas generaciones, son demasiado considerables para ser explicadas por un mecanismo de evolución enteramente darwiniano, por los genes. Esas transformaciones corresponden a una aceleración en la transmisión de las caracterÃsticas adquiridas, por mecanismos culturales y no genéticos; podrÃa decirse que se trata de la revancha de Lamarck (12) contra Darwin, a través de la historia humana. Y no sirve de mucho disfrazar el fenómeno bajo metáforas biológicas, hablando de "memes" (13) en lugar de "genes". El patrimonio cultural y el biológico no funcionan de la misma manera.
En sÃntesis, la revolución del ADN requiere un método particular, histórico, de estudio de la evolución de la especie humana. Además -dicho sea de paso- brinda un marco racional para la elaboración de una historia del mundo. Una historia que considere al planeta en toda su complejidad como unidad de los estudios históricos, y no un entorno particular o una región determinada. En otras palabras: la historia es la continuación de la evolución biológica del homo sapiens por otros medios.
En segundo lugar, la nueva biologÃa evolucionista elimina la estricta diferenciación entre historia y ciencias naturales, ya eliminada en gran medida por la "historización" sistemática de estas ciencias en las últimas décadas. Luigi Luca Cavalli-Sforza, uno de los pioneros pluridisciplinarios de la revolución ADN, habla del "placer intelectual de hallar tantas similitudes entre campos de estudio tan diferentes, algunos de los cuales pertenecen tradicionalmente a los polos opuestos de la cultura: la ciencia y las humanidades". En sÃntesis, esa nueva biologÃa nos libera del falso debate sobre el problema de saber si la historia es una ciencia o no.
En tercer lugar, nos remite inevitablemente a la visión de base de la evolución humana adoptada por los arqueólogos y los prehistoriadores, que consiste en estudiar los modos de interacción entre nuestra especie y su medio ambiente, y el creciente control que ella ejerce sobre el mismo. Lo cual equivale esencialmente a plantear las preguntas que ya planteaba Karl Marx. Los "modos de producción" (sea cual fuere el nombre que se les dé) basados en grandes innovaciones de la tecnologÃa productiva, de las comunicaciones y de la organización social -y también del poder militar- son el núcleo de la evolución humana. Esas innovaciones, y Marx era consciente de eso, no ocurrieron y no ocurren por sà mismas. Las fuerzas materiales y culturales y las relaciones de producción son inseparables; son las actividades de hombres y mujeres que construyen su propia historia, pero no en el "vacÃo", no afuera de la vida material, ni afuera de su pasado histórico.
Del neolÃtico a la era nuclear
En consecuencia, las nuevas perspectivas para la historia también deben llevarnos a esa meta esencial de quienes estudian el pasado, aunque nunca sea cabalmente realizable: "la historia total". No "la historia de todo", sino la historia como una tela indivisible donde se interconectan todas las actividades humanas. Los marxistas no son los únicos en haberse propuesto ese objetivo -Fernand Braudel también lo hizo- pero fueron quienes lo persiguieron con más tenacidad, como decÃa uno de ellos, Pierre Vilar (14).
Entre las cuestiones importantes que suscitan estas nuevas perspectivas, la que nos lleva a la evolución histórica del hombre resulta esencial. Se trata del conflicto entre las fuerzas responsables de la transformación del homo sapiens, desde la humanidad del neolÃtico hasta la humanidad nuclear, por una parte, y por otra, las fuerzas que mantienen inmutables la reproducción y la estabilidad de las colectividades humanas o de los medios sociales, y que durante la mayor parte de la historia las han contrarrestado eficazmente. Esa cuestión teórica es central. El equilibrio de fuerzas se inclina de manera decisiva en una dirección. Y ese desequilibrio, que quizás supera la capacidad de comprensión de los seres humanos, supera por cierto la capacidad de control de las instituciones sociales y polÃticas humanas. Los historiadores marxistas, que no entendieron las consecuencias involuntarias y no deseadas de los proyectos colectivos humanos del siglo XX, quizás puedan esta vez, enriquecidos por su experiencia práctica, ayudar a comprender cómo hemos llegado a la situación actual.
Eric Hobsbawm es historiador británico, autor entre otros de Historia del siglo XX, Barcelona, CrÃtica, 1996.
1 TeleologÃa, doctrina que se ocupa de las causas finales.
2 Reacción contra Leopold von Ranke (1795-1886), considerado el padre de la escuela dominante de la historiografÃa universitaria antes de 1914. Autor, entre otros tÃtulos, de "Historia de los pueblos romano y germano de 1494 a 1535" (1824) y de Historia del mundo" (Weltgeschichte), (1881-1888 - inconclusa).
3 Lawrence Stone (1920-1999), una de las personalidades más eminentes e influyentes de la historia social. Autor, entre otros tÃtulos, de "The Causes of the English Revolution, 1529-1642" (1972), "The Family, Sex and Marriage in England 1500-1800" (1977).
4 Respectivamente dirigente de la socialdemocracia alemana y de la socialdemocracia rusa, a comienzos del siglo XIX.
5 Max Weber (1864-1920), sociólogo alemán.
6 Por Emile Durkheim (1858-1917), que fundó "Las reglas del método sociológico" (1895) y que por ello es considerado uno de los padres de la sociologÃa moderna. Autor, entre otros tÃtulos, de "La división del trabajo social" (1893) , "El suicidio" (1897).
7 Michael Postan ocupa la cátedra de historia económica en la universidad de Cambridge desde 1937. Co-inspirador, junto a Fernand Braudel, de la Asociación Internacional de Historia Económica.
8 El partido Bharatiya Janata (BJP) dirigió el gobierno indio desde 1999 hasta mayo de 2004.
9 Profesor de la universidad de Columbia (Nueva York). Uno de los grandes especialistas de la historia de las guerras del siglo XX, y sobre todo de los lugares de memoria.
10 "Les lieux de mémoire", Gallimard, ParÃs, 3 tomos.
11 Por Charles Darwin (1809-1882), naturalista inglés autor de la teorÃa sobre la selección natural de las especies.
12 Jean-Baptiste Lamark (1744-1829), naturalista francés, el primero en romper con la idea de permanencia de la especie.
13 Según Richard Dawkins, uno de los más destacados neodarwinistas, los "memes", son unidades de base de memoria, supuestos vectores de la transmisión y de la supervivencia culturales, asà como los genes son los vectores de la subsistencia de las caracterÃsticas genéticas de los individuos.
14 Ver fundamentalmente "Une histoire en construction: approche marxiste et problématique conjoncturelle", Gallimard-Seuil, ParÃs, 1982.
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Comentaris
Re: El desafío de la razón.Manifiesto para la renovación de la historia (Eric J Hobsbawm)
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per ADECAF |
19 des 2004
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El marxismo és la ideología más criminal de la historia de la humanidad. En su nombre han sido asesinadas 100 millones de personas. Defender el marxismo es como negar el Holocausto.
Os vamos a denunciar por ofender a las víctimas de vuestros crímenes. Esto se llama apología del genocidio. |
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