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Notícies :: globalització neoliberal
El milagro del Bósforo (sí a la entrada de Turquía en la UE)
14 des 2004
y NO al relativismo cultural y a una UE estancada.
El milagro del Bósforo

• La adhesión de Turquía a la UE está políticamente fundada y corresponde a una situación ganadora


DANIEL Cohn-Bendit
Copresidente del grupo de Los Verdes en el Parlamento Europeo
Libération / Traducción de Xavier Nerín

Si hubiéramos tenido que esperar a los pueblos francés y alemán para la reconciliación, esta modalidad inédita de gobernanza aparecida con la UE y que ya se ha convertido en nuestro way of life, sencillamente no existiría.
No había ley alguna previa a la voluntad política de abandonar el esquema de guerra en beneficio del pacto que ha posibilitado la coexistencia pacífica de generaciones adscritas al proyecto antitotalitario europeo. El propósito de recomposición política de los estados democráticos a través de Europa nos ha permitido determinar nuestra existencia según la modalidad de corresponsabilidad. Ésta, en el mundo y en la coyuntura actual, nos lleva a producir el milagro del Bósforo.
Este ambicioso objetivo requiere, por una parte, cierta aptitud para operar las mutaciones necesarias para nuestra armonización con el mundo actual, preparándonos al mismo tiempo para el de mañana; y por otra parte, y simultáneamente, presupone una Turquía que asuma sus responsabilidades para la realización efectiva en todo su territorio de las reformas democráticas con, evidentemente, cambios importantes de mentalidad. En consecuencia, una relajación necesaria del nacionalismo kemalista autoritario que imponga principalmente la innovación en las modalidades de coexistencia para las minorías kurdas, religiosas u otras. La asunción crítica del genocidio de los armenios, que en parte ha sido perpetrado por los kurdos, será también el síntoma de una metamorfosis que permita la aculturación de la práctica europea de la soberanía compartida.
Jamás he creído ni un solo instante que la operación fuera simple. Comparto incluso las críticas contra la política de hechos consumados que ha prevalecido respecto a la ampliación: como muchos otros, yo había abogado por la profundización más que por la ampliación. No obstante, al igual que la diferencia cultural que, a sabiendas o no, acaba haciendo vibrar las cuerdas xenófobas, este argumento no constituye una razón suficiente para excluir a Turquía. Dentro de 10 años, ni Turquía ni la UE serán ni podrán ser lo que son hoy. Turquía deberá integrar una Unión regida por un tratado constitucional que, espero, nos habrá permitido progresar en la comunitarización. Así pues, esto quiere decir que la UE del mañana habrá alcanzado un mayor grado de exigencia consigo misma pero también con los candidatos. Por otra parte, habrá tenido que prever las condiciones de absorción de un país tan vasto y tan poblado como Turquía y que no es simplemente comparable a los antiguos o futuros miembros.

EN ESTE PUNTO, hay una observación importante que quiero dirigir particularmente a mis amigos franceses: Turquía ha presentado una solicitud de adhesión que ha sido aceptada por unanimidad. Y como ha repetido la Comisión Europea, no existe un plan B. Pretender lo contrario o simular el compromiso con el señuelo de una "cooperación privilegiada" a un solo país vinculado a la UE por una unión aduanera ¡es sencillamente tomar a la gente por imbécil! Por consiguiente, estoy íntimamente convencido de que el Consejo Europeo del 17 de diciembre fijará una fecha precisa para iniciar las negociaciones. Cualquier otra actitud sería irresponsable.
Si tomamos en consideración la complejidad de nuestro mundo, en el que se entremezclan el terrorismo islamista radical, la búsqueda de un modo de existencia para la UE en la escena internacional y donde las minorías musulmanas constituyen una parte importante de nuestras poblaciones, la perspectiva de una Turquía en el seno de la UE no sólo está políticamente fundada, sino que corresponde a un escenario realmente ganador. Esta perspectiva es la que ha guiado a la Turquía de hoy y que seguirá representando para este país, pero también para el islam, una evolución cultural.
Sin embargo, esto no nos autoriza a minimizar las retracciones identitarias que se detectan en ciertos países europeos. No podemos hacer como si los cruzados de la identidad cultural, soberanistas de todo tipo u otros iluminados del pueblo hubieran cantado sus últimos salmos. Estas tentativas de tapar las brechas de nuestro orden simbólico son otros tantos signos que nos obligan a la crisis de identidad contemporánea evitando, si es posible, los mitos que compartimentan a las comunidades. Ello nos impide igualmente utilizar los conceptos como fórmulas de encantamiento.

"EL PUEBLO", ¿qué quiere eso decir? ¿Los turcos nacidos en Alemania pertenecen o no al volk alemán? ¿Qué es el pueblo alemán? ¿Hasta dónde podemos llegar en la discriminación cuando sabemos que más de tres millones de turcos residen en la UE? Una cosa está clara: la viabilidad del proceso de integración de Turquía depende de nuestra capacidad para instaurar una publicidad de los debates y una pedagogía susceptibles de separar los estratos del imaginario colectivo. No estoy hablando de un sucedáneo del relativismo cultural. Éste sólo puede conducir a un callejón sin salida tanto en el reconocimiento de las especificidades como en la autonomía de los individuos y de los principios universalistas legados por la modernidad, y en lo sucesivo inherentes a nuestra cultura política. En cambio, la cultura europea, que hace tiempo que ha dado la espalda a los dogmas revelados, ha integrado suficientemente el concepto de diversidad como para afirmarse a través de una identidad dinámica, capaz de evolucionar con los cambios. Sólo a nosotros nos corresponde la explotación de estos recursos puestos históricamente a nuestra disposición a fin de pensarnos como sociedad abierta.

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Sindicat Terrassa