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Notícies :: guerra |
La marcha de Yasser Arafat por Abraham B. Yehoshua
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per revistahorizonte |
21 nov 2004
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A pesar de que nosotros, los israelÃes, criticamos duramente la polÃtica de nuestro Gobierno, ninguno de los palestinos (entre ellos, catedráticos y escritores) se atrevió a decir ni una palabra en contra de Arafat y su polÃtica destructiva.Yentonces les dije con cierta sorna: "Me gustarÃa esconderme en plena noche en vuestros dormitorios y escuchar lo que realmente pensáis sobre la forma de proceder de vuestro lÃder. No puede ser que no tengáis nada que criticarle". Mis interlocutores palestinos se sorprendieron ante la idea de que un israelà quisiera esconderse en sus dormitorios para escuchar y conocer sus auténticos pensamientos y, por supuesto, me despacharon con una media sonrisa.
Como suelo ser precavido, nada más escribir el tÃtulo y la primera lÃnea de este artÃculo he querido guardarlo en mi carpeta de artÃculos y entonces el ordenador me ha advertido de que ya habÃa un archivo con el tÃtulo de Arafat. Me he quedado sorprendido, pues no recordaba haber publicado ningún artÃculo con el mero nombre de Arafat, algo no habitual en mÃ, ya que generalmente no le atribuyo las razones de los acontecimientos históricos y sociales al modo de ser de este o aquel dirigente, sino que busco siempre lo que subyace en el pueblo y que permite a uno u otro dirigente actuar de determinada manera. Sin embargo, mi ordenador es más listo que yo y en seguida me puse a buscar ese artÃculo llamado Arafat.
Y asà fue como me encontré incluso con dos borradores de ese artÃculo que habÃa escrito durante los últimos tres años y que finalmente no se publicó. Más allá de los análisis sociológicos, en aquella ocasión le habÃa dado más importancia a la peculiar personalidad de Arafat que a la de cualquier otro dirigente en todo lo relativo a la situación en Oriente Medio. Leà de nuevo el artÃculo y creo que hay una idea acertada que se puede añadir a todo el mar de análisis y explicaciones que se han escrito y se seguirán escribiendo en torno a la muerte del lÃder palestino.
La primera vez que vi la imagen de Arafat en televisión fue en el invierno de 1968, unos meses después de la guerra de los Seis DÃas. Estaba en Jordania, dentro de una cueva oscura, sentado con el fusil en la mano, con mucha seguridad y hablando con su inglés macarrónico con el reportero extranjero que le entrevistaba.
Pese a que meses antes Israel habÃa derrotado a los ejércitos de tres paÃses árabes, él se mostraba convencido no sólo de la capacidad de los palestinos para acabar finalmente con el Estado de Israel, sino también para conseguir que todo el mundo árabe los apoyase. Aunque hace ya treinta y seis años de esto, esa confianza infantil se ha mantenido hasta el dÃa de hoy.
Durante años y años le hemos visto en multitud de ocasiones y en situaciones distintas: pasando revista ante militares, abrazando a los lÃderes del mundo, hablando ante las Naciones Unidas, estrechando la mano y besando a presidentes de Estados Unidos e Israel y, obviamente, también le hemos visto rodeado de su pueblo exultante. Pero el hecho de aparecer con su extraña indumentaria militar y su kefia con la imagen detrás de la gran mezquita de Jerusalén determinan un componente básico que ha permanecido fijo en ese hombre y que ha hecho que, consciente o inconscientemente, se haya mantenido fiel a un principio del que no logró liberarse nunca.
Se han escrito muchas biografÃas de Arafat, tanto por sus seguidores y detractores como por periodistas extranjeros que han tratado de definir su figura de forma objetiva. No pretendo criticar esas biografÃas que sin duda se basan en datos históricos y sacados de su entorno familiar. Lo único que quiero es transmitir a los lectores mi impresión sobre un hombre a quien nunca conocà personalmente, si bien, como cualquier persona que vive en Oriente Medio, no he dejado de intentar llegar a comprenderle.
Más allá de la ideologÃa, de la polÃtica y de todo aquello que un lÃder transmite a su pueblo y al mundo entero, mi impresión fundamental sobre Arafat se podrÃa resumir con esta frase: Arafat siempre irradiaba una especie de infantilismo o inmadurez adolescente que quizá cautivó y atrajo a su pueblo. Ese infantilismo expresaba algo esencial que existe en los propios palestinos y tal vez ahora haya llegado el momento de que se liberen de ello.
Ese carácter infantil se manifestaba no sólo en su aspecto: baja estatura, disfraz extraño, ademanes algo alocados y ridÃculos, sino también en el modo en que se expresaba. Quizá un ejemplo claro de ese infantilismo lo vi hace poco en una ocasión en que un periodista le hizo una pregunta bastante incómoda. Entonces Arafat le reprendió diciéndole: "Tenga cuidado, usted está hablando con el general Arafat. Yo en realidad soy general". El hecho de que el lÃder de un pueblo -algo mucho más importante que ser general-, estando además rodeado de varios generales palestinos (auténticos o no), reclame para sà en un momento de rabia no el calificativo de lÃder o revolucionario o luchador por la libertad de su pueblo, sino precisamente el de general, cuando se halla aislado y totalmente fracasado desde el punto de vista militar, sirve, junto con otras declaraciones parecidas, para ilustrar el carácter infantil de Arafat. Su empeño en tener el grado de general, con condecoraciones ridÃculas en su chaqueta, es una fantasÃa infantil. Ese infantilismo era también la expresión de algo profundo no sólo en su personalidad sino en todo el pueblo palestino. Y por eso Arafat pudo actuar como un atractivo sÃmbolo durante tantÃsimos años y ello a pesar de no contar en realidad con instrumentos gubernamentales que le sirvieran para establecer y mantener su liderazgo.
Pero ¿de dónde viene ese infantilismo? ¿A qué se debe? Para ello es necesario aludir al proceso histórico de consolidación del pueblo palestino.
El imperio turco dominó durante cuatro siglos el mundo árabe.Y las diferencias nacionales en toda aquella zona (sirios, iraquÃes, jordanos, libaneses, saudÃes, etcétera) estaban bastante difuminadas, algo parecido a lo que ocurrió en el imperio de los Habsburgo. En el siglo XX, con el fin de la Primera Guerra Mundial, empezó el despertar nacionalista de los distintos grupos nacionales inspirados por el espÃritu independentista de otros pueblos en la Europa de mediados del siglo XIX. Y asÃ, tras una etapa relativamente corta de colonización británica y francesa, comenzaron a consolidarse en Oriente Medio con rapidez y eficacia los distintos paÃses árabes, cada uno con su territorio, sus fronteras e instituciones propias: Egipto, Siria, Iraq, Jordania, LÃbano, Kuwait, Sudán y tras ellos los paÃses árabes del norte de Ã?frica (Túnez, Argelia, Marruecos y Libia). Pero la madurez de los palestinos en este contexto natural se truncó debido a la entrada imprevista de los judÃos en su territorio nacional y el inicio de la consolidación del Estado judÃo en medio de su entramado vital.
Al principio, los palestinos estaban seguros de que sus hermanos adultos, los grandes y ricos paÃses árabes, los iban a ayudar a expulsar al débil judÃo errante que habÃa empezado a establecerse en la zona. Lo cierto es que habÃa un desequilibrio de fuerzas entre judÃos y árabes a favor del mundo árabe, que prometió acudir en ayuda de su hermano menor, el cual se encontraba con un problema excepcionalmente grave.
Por eso, en vez de reunir todas sus fuerzas para luchar contra los judÃos, que empezaban a asentarse cada vez más en su territorio, los palestinos confiaron en sus hermanos árabes mayores y sus promesas de defender sus derechos nacionales. Sin embargo, pese a la vehemente retórica de los paÃses árabes y sus promesas, no estuvieron dispuestos a fin de cuentas a agotar sus fuerzas en una lucha contra el pequeño Estado sionista de judÃos supervivientes del holocausto que, con el mar a sus espaldas, habÃan luchado con firmeza y éxito y que además contaban con el apoyo moral de gran parte del mundo occidental e incluso comunista.
Pero el joven hermano palestino, decepcionado, exigió entonces una solución radical que suponÃa la expulsión total de los judÃos de Palestina. El proceso de madurez truncado, el infantilismo, las fantasÃas, la constante rabia hacia los decepcionantes hermanos mayores, el deseo de alcanzar la independencia sin tener la capacidad de actuar de forma responsable y hacer ciertas concesiones, todo eso se materializó perfectamente en la figura de Yasser Arafat, el eterno refugiado (aunque él mismo nació fuera de Palestina), que llevado por una frustración cada vez mayor empezó a amenazar con sus provocaciones a los regÃmenes árabes y movido por sus sueños irrealizables pasó a actuar como un revolucionario guerrero.
Poco a poco, como un adolescente abandonado y decepcionado que no conoce sus verdaderos lÃmites, se negó a aceptar la dura realidad que le rodeaba y comenzó a emplear el terrorismo suicida como parte de su estrategia por el pueblo palestino, pese a todos los horrores que un terrorismo asà acarreaba sobre los demás, pero especialmente sobre su propio pueblo.
Tras estallar la cruenta intifada promovida por Arafat a raÃz del fracaso de las negociaciones de Camp David, nos encontramos en el puesto de control de Aram, entre Ramallah y Jerusalén, un grupo de representantes de la izquierda israelà y viejos intelectuales en favor de la paz con importantes intelectuales palestinos. A pesar de que nosotros, los israelÃes, criticamos duramente la polÃtica de nuestro Gobierno, ninguno de los palestinos (entre ellos, catedráticos y escritores) se atrevió a decir ni una palabra en contra de Arafat y su polÃtica destructiva.Yentonces les dije con cierta sorna: "Me gustarÃa esconderme en plena noche en vuestros dormitorios y escuchar lo que realmente pensáis sobre la forma de proceder de vuestro lÃder. No puede ser que no tengáis nada que criticarle". Mis interlocutores palestinos se sorprendieron ante la idea de que un israelà quisiera esconderse en sus dormitorios para escuchar y conocer sus auténticos pensamientos y, por supuesto, me despacharon con una media sonrisa.
Por aquel tiempo estaba escribiendo mi novela La novia liberada e introduje en ella una situación asÃ, en la que el protagonista, el profesor y orientalista Riblin, duerme en una cama de unos árabes israelÃes de una aldea de Galilea, y a través de ese sueño aprende aspectos fundamentales de los árabes que no habrÃa podido conocer con sus investigaciones.
Ahora tengo la esperanza de que, tras la muerte de Arafat y una vez que concluya el periodo de duelo, la sociedad palestina pueda considerar con madurez y sentido común los actos y fracasos de Arafat. Hacer una crÃtica profunda y pública a un lÃder problemático e infantil que tantas desgracias acarreó a su pueblo a causa de su polÃtica es una condición importante para que se abra el camino hacia un liderazgo maduro que, en vez de culpar todo el tiempo al mundo, analice con realismo la realidad y sepa a qué sueño conviene renunciar para conseguir verdaderos logros que reduzcan el sufrimiento de los palestinos, que se merecen por fin un periodo de paz y tranquilidad.
Nota: Abraham B. Yehoshua , es escritor israelÃ, e inspirador del movimiento izquierdista Paz Ahora |
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Comentaris
Re: La marcha de Yasser Arafat por Abraham B. Yehoshua
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per ¿qué criticais ,con un genocida como Sharon de Primer Ministro? |
21 nov 2004
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¿Como os atreveis,sin que se os caiga la cara de vergüenza,a criticar nada...? ¡ Ocupaos de limpiar de basura nazi vuestro País,negaos a ir a un Servicio Militar obligatorio,que os envía a asesinar niños y mujeres,a destruir y ocupar un Pais,y a masacrar al Pueblo Palestino ! Despues tendreis derecho a hablar.
Un Palestino dijo hace miles de años :"No mireis la paja en el ojo ajeno,sino la viga en el propio" |
Re: La marcha de Yasser Arafat por Abraham B. Yehoshua
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per BURRET de pessebre jueu ( no palestÃ) |
21 nov 2004
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Un Palestino dijo hace miles de años :"No mireis la paja en el ojo ajeno,sino la viga en el propio" ( Lo dijo un judío, cenutrio ... los palestinos los inventaron los ingleses después de que los romanos destruyeran el antiguo israel... BUUUUUUUUUUURRRRROOOOOOO ) |
Re: La marcha de Yasser Arafat por Abraham B. Yehoshua
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per Said |
21 nov 2004
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Per crítiques, encara que potser ja es massa anomenar-les així pel barroeres i cutres que són, ja tenim alguns com tú.
Potser no t'has fixat que Abraham B. Yehoshua és un dels fundadors del moviment Pau Ara, d'esquerra i pacifista, que amb d'altres organitzacions i partits ha estat el principal responsable de treure fins 500 mil manifestants protestant contra la politica belicista de Sharon i exigint la retirada dels territoris ocupats.
Potser no t'has fixat en que és un moviment social format per israelians, a Israel i explícitament contra en Sharon i la dreta. L'Arafat ha estat un lluitador incansable, aixó no ho discuteix ningú, pero el que si cal discutir es la seva forma de manar els palestins. Perque els milions i milions de dòlars que tenía a comptes suïssos hauríen estat molt més útils per la seva gent que per la seva dona, per exemple, que porta molts anys visquent a Paris en un hotel de luxe.
O potser és que a tú res d'aixó no t'interessa perque, simplement, t'és més fàcil escriure el mateix de sempre. Que ens duu al mateix lloc de sempre, a enlloc. El contrari del que vol la gent de Peace Now i de moltíssima més gent arreu d'Israel, el mateix que vol tanta gent a Palestina més enllà de Hamas i altres fanàtics religiosos, llibertat i pau.
Massa complicat per tú, potser?
www.peacenow.org.il |
Re: La marcha de Yasser Arafat por Abraham B. Yehoshua
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per Said |
21 nov 2004
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Givat Haviva - Dià leg
www.dialogate.org.il |
Re: La marcha de Yasser Arafat por Abraham B. Yehoshua
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per Memorizador |
22 nov 2004
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Pronto añorarán a Arafat
• Israel y EEUU esperan un sucesor acomodaticio del lÃder palestino. Será una espera en vano
ENRIQUE Vázquez Periodista
Mal que pese a la tenaz propaganda israelà que le presenta desde hace cuatro años largos como un maximalista intratable, un sospechoso de terrorismo y un tipo indeseable, toda la práctica polÃtica del lÃder palestino, Yasir Arafat, sugiere que él, perspicazmente, se dedicó toda su vida a lo que el gran Paul Kennedy llamó vieja tarea de relacionar los medios nacionales con los objetivos nacionales.
La iconografÃa preferida del rais, y él lo fomentó hábilmente, fue la del revolucionario exiliado y combatiente, revólver al cinto y tocado de su inseparable kefia, el pañuelo blanquinegro que cubrÃa su cabeza --monda y lironda, por cierto-- y que la juventud alternativa y/o de izquierda del mundo ha terminado por llamar, sencillamente, el palestino. Asà fue durante unos 30 años, pero dejó el revólver en casa para hablar en las Naciones Unidas, cuando la Organización de Liberación de Palestina (OLP) obtuvo el estatus de observador con derecho a voz y lo sustituyó por un ramo de olivo. Y desde entonces supo acomodar muy bien sus posibilidades a sus fines.
ARAFAT ESTÃ? YA en la historia árabe porque, contra todos los pronósticos y en el cuadro geopolÃtico de los años 50 en Oriente Próximo (consolidación militar de Israel, ocupación por Jordania de la orilla occidental del Jordán, dispersión del pueblo palestino tras la limpieza étnica a cargo de Israel en la guerra de 1948, debilidad de lo que la retórica vacÃa llamaba "la causa árabe", auge de los Estados-cliente, probritánicos primero, pronorteamericanos después) hizo el milagro de invertir la corriente principal de la historia y evitar, sencillamente, la extinción de la causa nacional palestina.
http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=6&idioma=CAS&idno |
Re: La marcha de Yasser Arafat por Abraham B. Yehoshua
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per recordator |
22 nov 2004
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Los bancos suizos seguro que ya le añoran... |
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