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Anàlisi :: antifeixisme
Para entender el fascismo
17 nov 2004
Es importante acuñar una noción de poder que no haga exclusiva referencia al gubernativo, sino que contenga la multiplicidad de poderes que se ejercen en la esfera social, los cuales se pueden definir como poder social. En La verdad y las formas jurídicas, Foucault es más claro que en otros textos en su definición del poder; habla del subpoder, de "una trama de poder microscópico, capilar", que no es el poder político ni los aparatos de Estado ni el de una clase privilegiada, sino el conjunto de pequeños poderes e instituciones situadas en un nivel más bajo. No existe un poder; en la sociedad se dan múltiples relaciones de autoridad situadas en distintos niveles, apoyándose mutuamente y manifestándose de manera sutil. Uno de los grandes problemas que se deben afrontar cuando se produzca una revolución es el que no persistan las actuales relaciones de poder. El llamado de atención de Foucault va en sentido de analizarlas a niveles microscópicos.
Para el autor de La microfísica del poder, el análisis de este fenómeno sólo se ha efectuado a partir de dos relaciones: 1) Contrato - opresión, de tipo jurídico, con fundamento en la legitimidad o ilegitimidad del poder, y 2) Dominación - represión, presentada en términos de lucha - sumisión. El problema del poder no se puede reducir al de la soberanía, ya que entre hombre y mujer, alumno y maestro y al interior de una familia existen relaciones de autoridad que no son proyección directa del poder soberano, sino más bien condicionantes que posibilitan el funcionamiento de ese poder, son el sustrato sobre el cual se afianza. "El hombre no es el representante del Estado para la mujer. Para que el Estado funcione como funciona es necesario que haya del hombre a la mujer o del adulto al niño relaciones de dominación bien especificas que tienen su configuración propia y su relativa autonomía".

El poder se construye y funciona a partir de otros poderes, de los efectos de éstos, independientes del proceso económico. Las relaciones de poder se encuentran estrechamente ligadas a las familiares, sexuales, productivas; íntimamente enlazadas y desempeñando un papel de condicionante y condicionado. En el análisis del fenómeno del poder no se debe partir del centro y descender, sino más bien realizar un análisis ascendente, a partir de los "mecanismos infinitesimales", que poseen su propia historia, técnica y táctica, y observar cómo estos procedimientos han sido colonizados, utilizados, transformados, doblegados por formas de dominación global y mecanismos más generales.

En Los intelectuales y el poder, Foucault argumenta que después de mayo de 1968, los intelectuales han descubierto que las masas no tienen necesidad de ellos para conocer --saben mucho más--, pero existe un sistema de dominación que obstaculiza, prohibe, invalida ese discurso y el conocimiento. Poder que no sólo se encuentra en las instancias superiores de censura sino en toda la sociedad. La idea de que los intelectuales son los agentes de la "conciencia" y del discurso forma parte de ese sistema de poder. El papel del intelectual no residiría en situarse adelante de las masas, sino en luchar en contra de las formas de poder allí, donde realiza su labor, en el terreno del "saber", de la "verdad", de la "conciencia", del "discurso"; el papel del intelectual consistiría así en elaborar el mapa y las acotaciones sobre el terreno donde se va a desarrollar la batalla, y no en decir cómo llevaría a cabo. En La microfísica del poder indica que "el poder no es un fenómeno de dominación masiva y homogénea de un individuo sobre los otros, de un grupo sobre otros, de una clase sobre otras; el poder contemplado desde cerca no es algo dividido entre quienes lo poseen y los que no lo tienen y lo soportan. El poder tiene que ser analizado como algo que no funciona sino en cadena. No está nunca localizado aquí o allá, no está nunca en manos de algunos. El poder funciona, se ejercita a través de una organización reticular. Y en sus redes circulan los individuos quienes están siempre en situaciones de sufrir o ejercitar ese poder, no son nunca el blanco inerte o consistente del poder ni son siempre los elementos de conexión. El poder transita transversalmente, no está quieto en los individuos". Aunque este párrafo pudiera hacer pensar que Foucault disuelve, desintegra el principal tipo de poder, el estatal, o que no lo reconoce, en otro apartado habla del concepto de subpoder, de los pequeños poderes integrados a uno global. Reconoce al poder estatal como el más importante, pero su meta es tratar de elaborar una noción global que contenga tanto al estatal como aquellos poderes marginados y olvidados en el análisis.

Aquiles Chihu Amparán
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Y todavía siguen Deleuze & Guattari con su discurso, esta vez apelando a Paul Virilio (cap. I de su obra L’ insecurité du territoire):

“Cuando Paul Virilio define el fascismo no por la noción de Estado totalitario, sino por la de Estado suicida, su análisis nos parece profundamente justo: la denominada guerra total aparece así no como una empresa de Estado, sino como la empresa de una máquina de guerra que se apropia del Estado y hace pasar a través de él un flujo de guerra absoluta que no tendrá otra salida que el suicidio del propio Estado (...) Esa inversión de la línea de fuga en línea de destrucción animaba ya todos los núcleos moleculares del fascismo, y los hacía interactuar en una máquina de guerra, más bien que resonar en un aparato de Estado. Una máquina de guerra que ya sólo tenía la guerra por objeto, y que prefería eliminar a sus propios servidores antes que parar la destrucción. Los peligros de las demás líneas no son nada al lado de este peligro� (op. cit., p. 234).

En la nota 31 que da fin a esta meseta (Micropolítica y segmentaridad), encontramos aún otra referencia ineludible, la de la pensadora Hannah Arendt, y su principio de la dominación nazi: “su idea de la dominación no podía ser realizada ni por un Estado ni por un simple aparato de violencia, sino únicamente por un movimiento constantemente en movimiento�. La guerra, y el riesgo de perderla, aceleran el proceso. Véase El sistema totalitario, Taurus.

Veamos ahora un ejemplo concreto de todo esto que se nos dice, que puede parecer muy arduo, pero que no deja de tener conexiones y mostrar su implacable verdad en el mundo contemporáneo. Nos referimos a la película de Lars Von Trier Dogville, de fuerte carga simbólica, ya desde el nombre del pueblo en que se refugia la protagonista que interpreta Nicole Kidman, Grace.

En esta cinta despojada al máximo, tanto que no hay ni decorados, la desnudez y simplicidad de la puesta en escena viene de perlas a la hora de mostrar la hipocresía y uno de esos microfascismos de que hablaban Deleuze y su colega. Una comunidad de las Montañas Rocosas que sirve de refugio, en principio, a una fugitiva, que huye de unos gángsters que la persiguen, de los que no se sabe nada, y menos los motivos. Si al comienzo, en las primeras semanas, la acogida es buena, y la mina sirve de escondite, poco a poco vamos advirtiendo que en cada alma de ese pueblo perdido habita un fascista, que no sólo abusa de ella y se aprovecha de la situación, sino que es capaz de llegar hasta un punto casi apocalíptico, como veremos en ese final casi operístico de fuegos de artificio. Lo que Trier intentó aquí es desenmascarar la América profunda, ésa que de nuevo ha dado el triunfo a George W. Bush, y todo esto sin haber estado nunca allí. De esta forma tenía mucha mayor libertad para imaginar la situación, sólo el que está fuera es capaz de captar el profundo fascismo molecular de una sociedad bienpensante, así como los que estaban fuera de las barricadas de Mayo del 68 entendieron mejor las derivas de aquella microrrevolución. La bondad del comienzo va transformándose paulatinamente en una caída en el horror cotidiano: el interior de las casas queda a la vista, como el viaje de Grace en la camioneta de manzanas es puesto en evidencia con una transparencia deliciosa. Y la manzana es mordida, y vio ella que estaba podrida, y todo se transformó en humo y desesperación.

El deseo no tiene nada que ver con una pulsión de muerte, sino con agenciamientos. Las líneas de fuga son trazadas por un agenciamiento del tipo máquina de guerra, máquina que trata de apoderarse el Estado, como ya hemos visto. No hay totalitarismo, no hay represión, el fascismo es de otra índole: es nihilismo realizado. El fascismo se construye en una línea de fuga intensa que se transforma luego en una línea de destrucción y abolición puras. El lema de todo fascismo ya lo conocemos bien por estos lares, es el himno de la Legión y grita ¡Viva la muerte!. Así, en Dogville la cosa no podía terminar de otra forma que mediante la fatal exterminación de todos por todos, con una inversión de actitudes que es una vuelta de tuerca más a la tragedia posmoderna. Los de la banda aparecen, esgrimen sus armas, la pequeña batalla ilumina una noche tenebrosa y llena de ruinas. No hay otro fin que la velocidad de escape. La paradoja tremenda es que los que votan Bush, muchos de ellos, votan contra sus intereses, pero apuntan en el blanco de su pequeño fascismo rural, o simplemente de grey. Nuestras ciudades están llenas de estos microfascismos ya citados, a la vez que trazan líneas de fuga en la periferia. Es muy difícil separar una línea de la otra, el flujo de la conjunción o dureza. Quien crea estar a salvo de la metástasis, que surfee las olas.

Juan Antonio Ramírez

Completo en: Rizomas
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http://rizomas.blogspot.com

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Comentaris

Re: Para entender el fascismo
18 nov 2004
Si para entender el racismo te basas en la ultraizquierda es que ya eres un caso perdido.

Del mismo modo que aquel que pretende entender el cristianismo a partir de la versión del islamismo, es la clase de tipo con el que hablar es perder el tiempo.
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