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Hábitat: innovacion, calidad urbana y lucha contra la exclusion.
25 set 2004
Hábitat: innovacion, calidad urbana y lucha contra la exclusion.


http://habitat.aq.upm.es/boletin/n17/ajcor.html

http://www.nuncamas.net/

"Además del valor de la participación, yo quisiera destacar, una vez más, el valor de los enfoques integrales en la lucha contra la exclusión social. La experiencia de la exclusión social es global y afecta a todas las esferas de la vida de las personas excluidas. En este sentido, la lucha contra la exclusión social, que se refleja en las experiencias aquí recogidas, debe tener en cuenta la estrecha relación que hay ente los cuatro aspectos claves de la identidad social de las personas: el espacio, la cultura, el empleo y el bienestar. Las experiencias analizadas inciden de manera diferente en cada uno de estos aspectos, pero lo que queda claro es que la lucha contra la exclusión social tiene que incorporar recursos y posibilidades en todas estas esferas de la experiencia humana. Es una condición ineludible del compromiso con principios generales como la igualdad y la justicia; es, también, una condición imprescindible para asegurarnos la legitimidad moral de nuestro propio sistema, porque, como se ha escrito recientemente, sabemos, por la historia, que un sistema que no proporcione a los seres humanos razones y recursos para cuidarse entre sí no puede preservar por mucho tiempo su legitimidad."









José Antonio Corraliza Rodríguez
Universidad Autónoma de Madrid
Madrid, junio de 2001.

http://www.iberica2000.org/Es/
Hábitat: innovacion, calidad urbana y lucha contra la exclusion.


http://habitat.aq.upm.es/boletin/n17/ajcor.html

http://www.nuncamas.net/

"Además del valor de la participación, yo quisiera destacar, una vez más, el valor de los enfoques integrales en la lucha contra la exclusión social. La experiencia de la exclusión social es global y afecta a todas las esferas de la vida de las personas excluidas. En este sentido, la lucha contra la exclusión social, que se refleja en las experiencias aquí recogidas, debe tener en cuenta la estrecha relación que hay ente los cuatro aspectos claves de la identidad social de las personas: el espacio, la cultura, el empleo y el bienestar. Las experiencias analizadas inciden de manera diferente en cada uno de estos aspectos, pero lo que queda claro es que la lucha contra la exclusión social tiene que incorporar recursos y posibilidades en todas estas esferas de la experiencia humana. Es una condición ineludible del compromiso con principios generales como la igualdad y la justicia; es, también, una condición imprescindible para asegurarnos la legitimidad moral de nuestro propio sistema, porque, como se ha escrito recientemente, sabemos, por la historia, que un sistema que no proporcione a los seres humanos razones y recursos para cuidarse entre sí no puede preservar por mucho tiempo su legitimidad."









José Antonio Corraliza Rodríguez
Universidad Autónoma de Madrid
Madrid, junio de 2001.





Introducción


La ciudad es una enorme caja de sorpresas. Apenas ninguna de las previsiones y análisis prospectivos que realizamos, encuentra luego confirmación. En los años treinta, en la época del New Deal, el presidente F.D. Roosevelt encargó a un grupo de expertos un análisis de las consecuencias que los desarrollos en todos los ámbitos ocurridos en los primeros treinta años del siglo tendrían para la vida cotidiana de las personas. El informe es algo así como un análisis prospectivo de las consecuencias tecnológicas, en la calidad de vida de estos incisivos procesos de desarrollo. Supongo que nadie se encargó, con posterioridad, de comprobar que se había realizado y qué no. Sí que recuerdo de este informe que, por ejemplo, fue incapaz de predecir la invención de un artilugio que hoy resulta muy cotidiano: el bolígrafo. Sin duda, el bolígrafo cambió nuestra relación con la escritura, con la caligrafía y modificó las habilidades requeridas para transmitir mensajes escritos. Se realizó un sesudo análisis anticipatorio, pero, sin duda, no fueron capaces de predecir alteraciones de la vida cotidiana, tan significativas como las ligadas a este ya hoy habitual artilugio. Este ejemplo es aludido en muchas ocasiones para criticar la prospectiva como una disciplina, que se sitúa entre el vicio del «presentismo» (proyectar sobre el futuro lo que ya tenemos en el presente) y el vicio de la «visión fantástica» (inventar un futuro sin asidero ni relación alguna con el presente).


Tengo la sensación de que algo así nos ocurre con los juicios y evaluaciones de los elementos sociales, físicos y espaciales, más cotidianos. Nuestra tendencia a la rutina supera nuestra motivación para la innovación, siquiera conceptual, que implica un juicio prospectivo. Y, a veces, cuando queremos ser creativos, inventamos realidades fantásticas, sueños delirantes, cuando no imposibles, en una especie de tendencia a la «tabula rasa». En mi opinión, es éste uno de los males y limitaciones de la planificación urbana, situada entre las propuestas ameliorísticas de modificación estética de unos (los más prudentes y templados), y las propuestas tildadas de visionarias de aquellos otros más atrevidos y arriesgados. En el medio, se encuentra el espacio presente, cuya evolución queremos controlar, que más bien queda reducido a un autómata con su propia dinámica, en la que resignadamente renunciamos a intervenir, aludiendo a que los problemas y soluciones del espacio urbano son de dinámica lenta, y, por tanto, cualquier propuesta necesita fundamentalmente tiempo. Cuando el tiempo transcurra, los problemas habrán encontrado, por sí mismos, su propia solución, o habrán dejado de ser relevantes y, por tanto, podremos prescindir de la búsqueda y/o establecimiento de dicha solución. Incapaces de controlar el devenir, renunciamos incluso a pensarlo, vale decir, a planificarlo. Sólo merece la pena realizar el esfuerzo de control (por tanto, de planificación), cuando se trate de regular un negocio, rentable, inmediato, y que permita establecer dividendos.


Entre la planificación y la liberalización, existe un enorme vacío que yugula las dificultades con que, en el momento presente, se encuentra la acción local. Entre la responsabilidad (más o menos subsidiaria de otros poderes) atribuida a los gestores y autoridades locales en la búsqueda de soluciones a problemas concretos, en cuya etiología y génesis apenas se puede intervenir, y el desplazamiento de la responsabilidad hacia otros agentes sociales, la acción local, particularmente en lo que concierne al medio ambiente y a la calidad de vida, ha conseguido establecer un modelo de gestión de los problemas, así como de evaluación de los procesos de toma de decisiones. La referencia, el análisis y la difusión de propuestas de acción local es casi la única vacuna, formada por dosis de realidad (de registro de efectos inmediatos) y dosis de implicación social y personal (voluntarismo y empeño social y personal) en el diagnóstico y solución de los problemas, para evitar, en la medida de lo posible, que nos ocurra como a los sesudos expertos consultados por el presidente Roosevelt: que seamos incapaces de predecir inventos tan simples como el bolígrafo.


El proceso generado en torno al Programa Internacional de Buenas Prácticas constituye un ejemplo del alcance conceptual que pueda llegar a adquirir el discurso, basado en la práctica (es decir, en la acción, fundamentalmente de alcance local). Las propuestas y las acciones de mejora del entorno urbano constituyen el más significativo indicador de que, en el tenso momento presente, aún podremos tener una segunda oportunidad sobre la tierra. Frente a las tendencias globalizadoras (más bien concentradoras de poder y de influencia), la acción y las prácticas de mejora del entorno local suponen recuperar, siquiera parcialmente, la posibilidad de control sobre la vida personal y la vida social. Apenas podemos hacer frente a las dinámicas de la vida laboral, ni tampoco hacer frente a las inclemencias de la dinámica económica. Tampoco podemos sentirnos plenamente protagonistas en la dinámica política. A veces nos sorprenden incidencias incontrolables en nuestra vida personal. Es la acción local, la vida de la ciudad, la única esfera en la que podemos aspirar a influir y dejar nuestra marca, la señal de nuestra presencia. Puede decirse que es el espacio local, la ciudad, las propuestas y acciones de mejora de la misma, el conjunto de actuaciones a través de las cuales podemos «visualizar» las posibilidades de un cambio que modifique la condición de nuestra existencia. Parafraseando un escrito reciente, podemos decir que la ciudad es espacio, es geografía ciertamente; pero este espacio geográfico es una localización de la política. Yo añadiría es la localización de la política más cercana. En este sentido, la ciudad es el espacio en donde se hacen más visibles las posibilidades de influir en la dinámica de nuestra propia existencia, a veces conjurada por mil amenazas de origen incierto, que aparecen de manera imprevisible. La ciudad reúne los lugares de mayor significación personal, y congrega los espacios comunales de mayor capacidad de significación social. La mejora de los espacios urbanos es, pues, la oportunidad más relevante para hacer frente a las tendencias al aislamiento social y a la globalización de un orden económico hostil.





Innovación en las acciones locales


La ciudad es un escenario social, mezcla y entramado de ambiciones, metas, ideas y propósitos, a veces contrapuestos entre sí. Las propuestas presentadas en el Programa Internacional de Buenas Prácticas no resuelven el problema (así dicho) del orden mundial actual. Una reflexión cuidadosa sobre cada una de las propuestas podría dar a entender que tampoco resuelven problemas de manera definitiva. Pero ayudan a construir un valioso discurso conceptual sobre el significado de la acción local. En efecto, en el análisis y evaluación de la generalidad de estas propuestas encontramos algunas claves que pueden ayudar a comprender mejor los problemas actuales, y a encontrar vías de solución a los mismos. La significación de muchas de estas acciones va más allá de los resultados locales que obtienen en un momento determinado. Mi experiencia en la evaluación de estas propuestas me permite destacar algunos rasgos significativos que pueden ser definidos como rasgos que permiten la innovación en la gestión local, y que pueden ayudar al planteamiento y definición de acciones de mejora del entorno urbano. Quiero subrayar que la innovación se refiere sobre todo al enfoque de las propuestas y prácticas de acción local, más que a los problemas que se abordan.


A mí me parece muy importante poner el énfasis en la innovación. En diversos estudios se ha detectado un cierto sentimiento, socialmente compartido, de resignación sobre el modelo de ciudad. Este sentimiento de resignación se traduce en la idea de que son las personas las que tienen que adaptarse a las condiciones de vida que ofrece una determinada ciudad, asumiendo ellas los costes de la adaptación a este escenario. La discusión sobre la innovación plantea dos necesidades básicas:



La creación de laboratorios de ideas (aunque suene un tanto ilustrado) sobre las necesidades de la gestión local, así como sobre sus alternativas y soluciones.


El establecimiento de redes y sistemas de intercambio de experiencias de gestión y actuaciones urbanas (en este sentido, debe ser apreciado el esfuerzo por difundir las mejores prácticas, que son una fuente de información modeladora de actuaciones urbanas).
Una vez más la estructura administrativa tradicional de la gestión local resulta insuficiente para acoger estas ideas, y debe abrirse a la creación de programas de gestión específicos, articulados con el fin de hacer más sensible la estructura administrativa a las nuevas necesidades y a la movilización de nuevos recursos que implica la actuación urbana.

¿Qué rasgos caracterizan la acción local como innovación? A la luz de las propuestas evaluadas me parece que es necesario destacar la innovación en el enfoque de las acciones locales que se deduce del conjunto de las acciones presentadas. La innovación podría ser definida a partir de tres rasgos comunes a la mayor parte de las propuestas presentadas.


En primer lugar, el principio de que toda intervención urbana es la vez una intervención sobre el entorno físico, y sobre el entorno social. Puede denominarse el principio de la intervención socioambiental urbana. Con este principio, pretende subrayarse que la intervención en la mejora del entorno urbano (la intervención sobre el medio físico) es planteada y analizada desde el punto de vista de los efectos que produce en el escenario de la comunidad en su conjunto. Este rasgo es muy importante, y parte del supuesto de que el espacio urbano es un entramado de parámetros que se influyen entre sí. En otra ocasión, la ciudad ha sido descrita como el resultado de una urdimbre de elementos que mutuamente se determinan. La intervención, modificación o alteración de alguno de estos parámetros produce cambios en las otras esferas de la dinámica urbana. Este principio de innovación urbana supone que, en efecto, muchos problemas de la estructura espacial urbana (como puede ser el aislamiento de áreas, la degradación física y espacial o el derroche de recursos energéticos) sólo tienen solución si, al mismo tiempo, se modifican las condiciones de existencia de la red social. Y, a la inversa, problemas que se detectan en una red social (como las tendencias a la guetización de un vecindario, la existencia de situaciones de exclusión social de morfología variada o el registro de patologias sociales tales como vandalismo o delincuencia) sólo tienen cabal solución si, al mismo tiempo, se interviene sobre la condiciones físicas y espaciales del entorno sobre el que se aloja esa comunidad. Centrar la acción local sólo en una esfera de los problemas, movilizando sólo recursos especializados (por ejemplo, en el plan de rehabilitación urbana de un casco antiguo) resulta ser un enfoque poco útil para plan de rehabilitación mismo, y, en ocasiones, se convierte en una tarea imposible de llevar a cabo. La ciudad es un espacio que debe ser considerado en su totalidad, pero que es también el espacio de la desigualdad. Las condiciones de partida desiguales, la dinámica social que reproduce situaciones injustas se plasman en la morfología urbana, y conforma una estructura espacial de la desigualdad. Posiblemente pueda decirse que la ciudad es un territorio común, pero que ofrece desiguales ocasiones de desarrollo social y personal; y, aún a riesgo de parecer fatalista, que la exclusión social de partida, se ve reforzada mediante la consolidación de los procesos de exclusión espacial. Desde esta perspectiva, no cabe, pues, imaginar acciones contra la exclusión social que no se basen en acciones contra la exclusión espacial.


En segundo lugar, resulta innovador el principio de la participación misma en la acción local. La participación en una condición sine qua non para una concepción integrada de las políticas de actuación en materia de desarrollo urbano. El problema central de la participación en la planificación de actuaciones urbanas reside fundamentalmente en la definición de los escenarios de participación (tanto formal como informal), así como en la relación entre los escenarios de participación y el proceso de toma de decisiones sobre la intervención social y ambiental en el entorno urbano. Con frecuencia, la participación pública se remite a las fases de consulta o información pública de los distintos proyectos. El ideal del principio de participación reside, sin embargo, en que los agentes participantes tengan la posibilidad de compartir e influir en el resto de las fases de la puesta en marcha de un proyecto de intervención socioambiental. Ello se consigue, fundamentalmente, ampliando la capacidad de las asociaciones y entidades para intervenir en los distintos proyectos. En la mayor parte de las propuestas presentadas a este concurso, se ha subrayado la importancia de las asociaciones y entidades participantes tanto en las fases de definición previa de un proyecto (objetivo, recursos, etc.), como en las fases centrales, así como en las posteriores de seguimiento y monitorización de un proyecto. Un punto que no debe tampoco obviarse hace referencia a las experiencias de transferencia de gestión, sobre la base de que los servicios básicos, así como su funcionamiento, han de estar establecidos y garantizados públicamente (es decir, por las instituciones públicas competentes). El principio de transferencia de la gestión debe entenderse, en este contexto, sobre todo como un recurso promotor de la participación en el diseño y mantenimiento de actuaciones urbanas (por ejemplo, aplicable a programas para promover el reciclado, las actividades en espacios libres urbanos tales como parques o actividades de ocio y tiempo libre, etc.)


El principio de la sensibilidad a los nuevos fenómenos que surgen en el entorno urbano. La intervención socioambiental en el entorno urbano permite, desde la práctica, identificar nuevas áreas de problemas, así como nuevos desafíos de la mejora de este espacio. Igualmente, el análisis de las condiciones de vida en la ciudad permite identificar «nuevos pobladores» o nuevas dimensiones de los problemas urbanos. En este sentido, tanto las condiciones de la vida, como los nuevos problemas vinculados a la dinámica de los espacios urbanos deben ser reevaluados permanentemente, en una aproximación que yo asemejaría a la de «observatorio permanente de fenómenos urbanos». Uno de los aspectos esenciales a los que hay que prestar permanente atención es a la detección de indicadores de vulnerabilidad social de los espacios urbanos que, con frecuencia, cambian tanto en los procesos como en los sectores a los que afecta. En mi opinión, la información que se ha generado con el proceso suscitado por el Programa Internacional de Buenas Prácticas, debe contemplarse la creación de un instrumento institucional (cuyo alcance y definición requeriría un espacio mayor) que actuara como un centro u observatorio permanente de detección de factores de riesgo para el estándar de calidad requerido en el desarrollo urbano. Este centro estaría dedicado al registro, estudio, análisis y prospectiva del desarrollo urbano, y actuaría como central de reflexión inter y transdisciplinar sobre los problemas de las ciudades, así como central de alarma de los factores de riesgo de mayor que aparecen en estos procesos de desarrollo. Al mismo tiempo, constituiría un recurso disponible para la reevaluación y planificación prospectiva de los modelos de desarrollo urbano, promoviendo un debate permanente de los distintos aspectos incluidos en los mismos: vivienda, dinamización económica de áreas espaciales urbanas, de ciudades, de espacios regionales, etc., y promoviendo procesos innovadores de toma de decisiones.


En suma, los procesos de innovación en el espacio urbano pasan por reforzar una metodología cuyo objetivo último sería el de la recuperación de la propia comunidad, y el espacio en el que ésta se localiza. Frente a una mera descripción de la estructura funcional o de simple apariencia, dominante en el discurso conceptual de gran parte del urbanismo moderno, la demanda actual de gestión de los espacios urbanos pasa por recuperar el principio de que este espacio debe construir, en clásica expresión de Milgram (1977), un «área de confortable familiaridad». En este sentido, conviene recordar la necesidad de discutir permanentemente sobre el concepto de calidad de vida urbana.





La calidad de vida y la lucha contra la exclusion social


Las propuestas evaluadas, cada una desde puntos de partida y de atención diferentes, inciden sobre aspectos complementarios de la calidad de vida urbana. De entre todos los aspectos planteados, en mi opinión, debe destacarse la importancia de que, en el momento presente, la recuperación de la ciudad debe realizarse simultáneamente a la recuperación del ciudadano y de su modo de vida. Ya se ha subrayado en escritos anteriores el peligro de convertir la apelación a la calidad de vida en una mera apelación retórica, y en construir desde aquí un discurso retórico (y, por tanto, superficial y epidérmico) sobre la calidad de vida urbana. El concepto retórico de calidad de vida urbana remite a la presencia o ausencia de indicadores, relativamente aislados entre sí, sobre los cuales existe una cierta demanda social: demanda de espacios de naturaleza ajardinada, amplitud de espacios libres urbanos, un mínimo nivel de equipamiento, etc. Lo que resulta ciertamente importante es incorporar a este concepto de calidad de vida urbana la evaluación de las condiciones de la estructura urbana en función de las necesidades psicológicas y sociales de los pobladores urbanos. En este sentido, los discursos basados en la calidad de vida urbana deben tener en cuenta en qué grado la estructura social y espacial de la ciudad permite la satisfacción de estas necesidades. En un trabajo recopilatorio de la investigación sobre este problema [Kruppat , 1985], se enumeraban una serie de condiciones que deben ser recordadas aún hoy, porque aún hoy siguen siendo ignoradas.


El reto más importante de la nueva forma urbana sigue siendo conseguir que el espacio urbano sea un lugar acogedor de las comunidades que lo pueblan. En la expresión ya mencionada de Milgram, que sea un área de «confortable familiaridad», es decir, donde se puedan desarrollar una serie de funciones básicas para la mejora de la organización social y la ampliación de las redes sociales. Por el contrario, en la reciente evolución de las ciudades se ha reforzado la tendencia al aislamiento estructural y a la transformación de barrios enteros en «guettos». Por un lado, la progresiva especialización funcional de algunas áreas centrales en la ciudad, junto con el deterioro (cuando no abandono) de otros espacios (tanto en los centros, como en la periferia), y, finalmente, la reclusión de la población y su expulsión de los espacios libres hacen necesario aún hoy recordar las necesidades psicológicas y sociales a las que deben dar satisfacción los espacios urbanos. En el mencionado trabajo de Kruppat, se alude a seis funciones básicas que deben cumplir los espacios urbanos:



Las necesidades de interacción social en los espacios urbanos, que deben ser evaluados en función del apoyo y «amistosidad» que ofrecen a sus pobladores.


La necesidad de control social en los escenarios urbanos, en los cuales los residentes pueden captar e implicarse en el uso, mantenimiento, defensa y mejora de estos espacios.


El sentido de seguridad y refugio, donde las personas pueden vivir en condiciones donde las amenazas, los riesgos y los miedos estén minimizados.


La necesidad de establecer lazos comunitarios, que permite pensar en los espacios urbanos como lugares donde compartir y promover experiencias de participación y de implicación (tanto informales, como formales).


La necesidad de un sentido colectivo de identidad, que permite definir los escenarios urbanos como lugares de apego y vinculación simbólicos.


La necesidad de espacios de socialización, a través de la cual se subraya el importante papel que pueden jugar los espacios urbanos para el desarrollo humano, y, sobre todo, para facilitar la implicación de grupos sociales y colectivos específicos (ancianos, niños, mujeres, etc.).

La pregunta clave, desde este punto de vista, consiste en definir hasta qué punto un espacio urbano facilita o dificulta la satisfacción de estas necesidades psicosociales básicas. La mejora en la calidad de vida urbana vendría dada, fundamentalmente, por el grado en que un espacio, por su forma, su estructura o su ubicación en la trama urbana, facilita o dificulta la satisfacción de estas necesidades.

La mejora de la calidad de vida urbana, tal y como se plantea en el conjunto de las propuestas de Buenas Prácticas presentadas, lleva consigo el establecimiento y la definición de recursos para afrontar los nuevos problemas sociales, de los cuales la dinámica urbana constituye un gran laboratorio. En este sentido, se ve justificado el interés por los grupos que constituyen las principales víctimas (los excluidos) de la dinámica global del orden actual.


La experiencia de la exclusión social, en el contexto urbano, puede ser identificada a través de una gran multiplicidad de indicadores. Siguiendo la enumeración ya realizada en otra ocasión (II Catálogo Español de Buenas Prácticas, 1999), se identifican como factores que inducen a la exclusión social aquéllos aspectos de la dinámica socioespacial urbana que inciden en cuatro parámetros básicos:


En primer lugar, aquellos aspectos que dificultan, cuando no entorpecen definitivamente, la implicación plena de un grupo social en la dinámica social y espacial del entorno urbano. Indicadores que pertenecen a este grupo son todos aquellos que reflejan las dificultades para conseguir un óptimo nivel de autonomía en esferas básicas de la vida personal y social. Entre ellos podemos destacar los siguientes:



Las dificultades para acceder a los recursos económicos básicos imprescindibles.

Las limitaciones para acceder al empleo o a un proceso de inclusión laboral, ya sea por dificultades relacionadas con el mercado de trabajo, o con los recursos personales y formativos requeridos en una determinada coyuntura (con especial incidencia de la falta de formación)

Las dificultades para acceder a los recursos básicos de bienestar (salud, educación, sistemas de garantía o de previsión y seguridad futura, etcétera)
En segundo lugar, aquellos aspectos que dificultan o entorpecen el uso de los recursos espaciales de la ciudad, y/o aquellos indicadores relacionados con la degradación o falta de calidad de los mismos. Entre estos indicadores pueden mencionarse los siguientes:


Las dificultades para el acceso a la vivienda, equipada y adecuada a las necesidades familiares.

La disponibilidad de equipamientos básicos del entorno residencial, y de espacios de uso comunitario.

La demanda de equipamientos o recursos especializados en función de demandas específicas de sectores en riesgo de exclusión social (niños, mujeres, ancianos, etc.)

La demanda de equipamientos de flujo y movilidad, así como de los sistemas de transporte adecuados.
En tercer lugar, deben contemplarse aquellos factores de riesgo que pueden afectar a la implicación en el tejido social de un área socioespacial (un barrio o pueblo determinado). Entre los indicadores que pueden influir, desde este punto de vista, podemos mencionar los siguientes:


Restricciones a la participación, formal e informal, en las redes sociales y grupos de una comunidad.

Las dificultades asociadas a la existencia de diferencias sociales, que influyen en la segregación y en el establecimiento de prejuicios sociales variados (inmigrantes, enfermos crónicos, drogadictos, delincuentes, etc.).

Las dificultades de acceso y disponibilidad de los recursos básicos de compensación social en situaciones de desigualdad o diversidad de partida.
Estos aspectos (y otros que pudieran añadirse) configuran un elenco de parámetros imprescindibles para poder valorar la significación y la relevancia de las propuestas y acciones presentadas. Las Buenas Prácticas presentadas en el área de Género y Lucha contra la Exclusión Social ofrecen un sumario de recursos muy amplio que abordan algunos de estos aspectos, que, en algunos casos, actúan como factores antecedentes de la exclusión social (y, por tanto, pueden ser considerados factores de riesgo) y que, en otros casos, son consecuencias directas de experiencias personales, familiares o grupales de la desigualdad social de partida.

Con este trasfondo, se ha realizado la evaluación de las propuestas presentadas en el área de Género y Lucha contra la Exclusión Social, de acuerdo con un estructura metodológica que se describe a continuación.





Evaluación de las propuestas. Criterios y procedimiento.


En la evaluación de las distintas propuestas presentadas, la atención ha estado centrada en aquellas que, de manera directa o colateral, abordan los problemas de lucha contra la exclusión social, tal y como está definido en los criterios de la Tercera Convocatoria del Concurso de Buenas Prácticas.


Los criterios generales, sobre los cuales se ha realizado la evaluación de las propuestas presentadas, para determinar lo que constituyen Mejores Prácticas (Best Practices) son los siguientes:



Asociacionismo: Se prima, como criterio general, la implicación de distintas asociaciones, con especial valoración de la coordinación entre organismos e instituciones de las Administraciones con otras asociaciones ciudadanas de muy diferente alcance. En este caso, se ha primado precisamente la idea de promover acciones de lucha contra la exclusión social que, en el marco de las propuestas y programas en marcha sobre este problema, impliquen a asociaciones, organismos y líderes de amplio alcance en la estructura comunitaria del ámbito en el que se realiza la acción o propuesta.


Impacto. Con esta etiqueta, se hace referencia a la esfera de los resultados y mejoras efectivas en las condiciones de vida de las personas y los grupos sobre los que, y con los cuales, se realiza la acción, programa o propuesta. Incidentalmente, se ha tenido en cuenta también el hecho de que las acciones o programas propuestos tengan un impacto puntual o secuencial. En este caso, se ha primado aquel tipo de acción o programa que tenga o se proponga un impacto secuencial, que, a su vez, pueda ser fuente de ulteriores acciones y programas.



Sostenibilidad. Este criterio, relacionado con el anterior, hace referencia a la capacidad de la acción o programa mismo para mantener su desarrollo, así como para promover cambios relativamente duraderos en el ámbito de los objetivos y metas de la acción propuesta. Se ha primado, en nuestro caso concreto, la eficiencia contrastada de los procedimientos de sostenimiento y dimensionalización de las acciones o programas propuestos.


Liderazgo. En el marco de los criterios internacionalmente aceptados, en este caso la evaluación de las acciones propuestas, ha tenido como referencia la capacidad de un programa para hacerse visible en el escenario de las acciones de lucha contra la exclusión social, para promover eficientemente acciones innovadoras y para promover la puesta en marcha de mecanismos de participación e implicación social de las personas del ámbito objeto de la acción propuesta.


Fortalecimiento de la comunidad. Se refiere este criterio (relacionado con el de liderazgo) a la capacidad de la acción o programa puesto en marcha para potenciar el desarrollo de las personas, con especial incidencia en la promoción del protagonismo de las mismas en la mejora de sus condiciones de vida, así como participar y responsabilizarse de sus acciones y sus consecuencias. Además, en este criterio se valora especialmente el hecho de que la práctica propuesta fortalezca la participación de los vecinos, y su inclusión en asociaciones, así como la aceptación e integración de la diversidad cultural y social.


Género e inclusión social. En este caso, de acuerdo con los criterios de esta III Convocatoria, se subraya la prioridad de iniciativas que, explícita o implícitamente, aborden dinámicas relacionadas con la diversidad social, cultural o de cualquier otro tipo, y promuevan capacidades y habilidades para promover la equidad.
En el área de las prácticas propuestas en el área de Género y Lucha contra la Exclusión Social, se subraya también la importancia de dos aspectos particulares (incluidos en la relación de criterios antes reseñada) complementarios: la incidencia de la acción propuesta en el empleo, y la originalidad de la actuación, así como sus posibilidades de trasferencia a otros contextos.

En el marco de estos criterios, la evaluación de los proyectos y acciones presentadas al III Concurso, se ha realizado de acuerdo con un procedimiento que, en esquema, ha consistido en la evaluación independiente de cada una de las propuestas en función de la documentación presentada. La evaluación se realizó en una secuencia que, esquemáticamente, se ha ajustado al siguiente procedimiento:



Evaluación independiente de cada una de las propuestas del área temática de Género y Lucha contra la Exclusión Social. Esta evaluación ha consistido en la adjudicación de una puntuación de 1 a 4 en cada uno de los seis criterios antes mencionados: asociacionismo, impacto, sostenibilidad, liderazgo, fortaleza y género e inclusión social.


Establecimiento de una puntuación total para cada una de las propuestas.


Establecimiento de tres niveles de calidad estimada de las propuestas evaluadas; el primero de los niveles ha sido el de prácticas mejores-mejores (best-best practices); el segundo, el de las prácticas mejores-buenas (best-good) y el tercero el nivel de las prácticas buenas-buenas (good-good practices). En esta fase, además de la información contenida en la documentación presentada, se ha contactado con otros técnicos y expertos, así como ocasionalmente con algunos de los responsables de la acción propuesta. El resultado ha sido la selección de siete propuestas que fueron presentadas al Grupo de Trabajo sobre Buenas Prácticas y al Comité Hábitat español.


La redacción conjunta de una relación de buenas prácticas con el resto de los evaluadores, que consideraban las propuestas recibidas además de el área de Género y Lucha contra la Exclusión Social, en otras áreas temáticas: Vivienda, Desarrollo Territorial y Urbano Integrado, Gestión Sostenible de los Recursos Naturales, Ciudad y Entorno Natural y Transporte y Accesibilidad.




Propuestas de Buenas Prácticas


Las propuestas consideradas tienen una especial relevancia, tanto en relación con los problemas específicos que abordan, como desde el punto de vista de su contribución al discurso conceptual sobre la intervención en la ciudad para la mejora de la calidad de vida. En su conjunto, las prácticas presentadas tienen en común algunos rasgos característicos que deben ser destacados:



El primero de ellos es la voluntad de considerar los problemas relacionados con la exclusión social o por razones de diversidad social (género, minorías, diversidad de procedencia, etc.) desde un enfoque integrado. El enfoque integrado quiere decir aquí que, de manera intencionada, se evitan los programas de mera asistencia puntual o estrategias específicas y coyunturales para abordar una necesidad social aislada; por el contrario, se subraya la importancia de un esquema de actuación que, partiendo de un análisis de las causas de exclusión social, incida sobre el proceso social de la exclusión en su conjunto.


El segundo de los rasgos que caracterizan las propuesta presentadas se refiere a que todas ellas, de formas y con metodología diferente, pretende movilizar los recursos de la propia comunidad y, de esta forma, beneficiar a la comunidad en su conjunto y no sólo a los grupos de riesgo afectados.


El tercero de los elementos en común se refiere al incremento del asociacionismo (y también del «partenariado»), y por tanto a la capacidad que, con alcances diferentes, las prácticas tienen de ampliar la base de los agentes sociales sobre los que se apoya. En alguno de los casos, es la comunidad en su totalidad la que se moviliza para llevar a cabo el programa en cuestión.


Y, por último, la capacidad de llegar a las personas (vale decir, los «destinatarios») con las que se lleva a cabo el programa. Un rasgo relevante a este respecto es el propósito generalizado de convertir a los «destinatarios» en protagonistas del programa propuesto, y no en meros clientes.
Teniendo en cuenta estos rasgos comunes, las prácticas presentadas pueden agruparse teniendo en cuenta una serie de criterios temáticos: inserción social de colectivos desfavorecidos (Trinijove, Emaús-Bidasoa), drogodependencias y marginación social (Cartagena), actuaciones centradas en la cohesión social (Tarragona), actuaciones contra el racismo (Corvera), Vivienda y familia (red Igloo) y actuaciones a favor de la igualdad de género (Plan de transporte de Pamplona).




Inserción social de colectivos desfavorecidos.


Con recursos y experiencias distintas, se agrupan en esta categoría las acciones de dos propuestas, que tienen en común el compartir la inquietud por detectar colectivos en riesgo de exclusión social en dos ámbitos territoriales diferentes.


Trinijove: Una estrategia de desarrollo local en un entorno territorial desfavorecido.


Esta práctica, centrada en un área degradada de la ciudad de Barcelona, se inicia a partir de una necesidad social compartida por los vecinos de la zona (fundamentalmente el territorio de Trinitat Vella), preocupados por la inserción laboral de los jóvenes en situación de fracaso escolar. A partir de aquí se ha creado un, así denominado, «dispositivo de inserción laboral permanente», que ha promovido la inserción de grupos sociales en un itinerario de inserción laboral. El programa incluye actividades de formación ocupacional, para la vida social y utiliza igualmente programas de animación basados en el uso del tiempo libre. De especial relevancia es la generalización del programa a grupos sociales nuevos en este territorio urbano. Así se destaca la capacidad de acoger en este programa a grupos sociales desiguales en la situación de partida (inmigrantes, gitanos, entre otros). Destaca igualmente la importancia de las actividades de movilización de los recursos de la comunidad a partir de experiencias directas de intercambio (entre jóvenes, fundamentalmente) y la actividad de una emisora de radio en la que participan personas implicadas en el programa. Su actividad se ha basado en promover la participación y la creación de una mínima estructura para desarrollar algunos principios de economía solidaria.


Emaús Bidaosa: Empleabilidad e inserción laboral en colectivos desfavorecidos.


Este proyecto, localizado en la Comarca del Bidasoa, ha pretendido promover empresas para la inserción laboral de colectivos desfavorecidos, en riesgo de exclusión. En particular, la experiencia considerada, se incardina dentro de un plan más amplio (el desarrollo de la Comarca) y, en particular, se centra en la formación de grupos de personas pertenecientes a colectivos de riesgo para desarrollar actividades de recuperación, manipulación y comercialización de residuos urbanos. En el conjunto del recorrido de esta experiencia, destaca el esfuerzo por la coordinación y el contacto con otros agentes del tejido asociativo de la zona, y el carácter sostenible de la actividad. Igualmente, la experiencia actúa como una «experiencia puente» para las personas que en ella participan, posibilitando el acceso a otras empresas y mejorando la empleabilidad. También se destaca la capacidad para generar nuevos proyectos (de alcance diferente, por ejemplo, el Corte Verde) en la zona, ampliando los sectores de actividad y/o creando otras iniciativas con una metodología similar.





Drogodependencias y marginación social


Se incluye en esta categoría una iniciativa que, partiendo y manteniendo un estructura centrada en un servicio específico de atención a drogodependiente, ha establecido un programa de actuaciones contra la exclusión social.


Actuación en Drogodependencia y Marginación. Cartagena, Murcia.


Esta experiencia, promovida por el Colectivo «La Huertecica», se configura inicialmente con la pretensión de promover actuaciones asistenciales, formativas, de integración e intervención social a partir del problema social de los drogodependientes. En este sentido, el programa ofrece recursos para un abordaje integral de los problemas terapéuticos y sociales ligados a la drogodependencia. Gran parte de la actividad que caracteriza esta experiencia sigue centrada en la mejora de los recursos y servicios que requiere la acogida y el tratamiento de drogodependientes. A esta tarea se han añadido otros programas específicos centrados en la mejora del entorno social donde surge la drogodependencia. De esta forma, se ha promovido la creación de centro de orientación para jóvenes, actividades de formación y empleo y, a partir de la constitución de empresas de economía social, se ha promovido la inserción laboral de personas en situaciones de riesgo. A ello hay que añadir el esfuerzo por aumentar los recursos sociales comunitarios contra la marginación y, particularmente, la creación de grupos de voluntarios y agentes de mediación social





Actuaciones centradas en promover la cohesión social.


Como se ha visto anteriormente, uno de los problemas más relevantes en la situación actual de la dinámica urbana es precisamente las dificultades para poner los recursos de la gestión local al servicio de las necesidades de los ciudadanos. Esta práctica, llevada a cabo desde un ayuntamiento, está diseñada fundamentalmente para conseguir este objetivo.

Cohesión social y territorio: Ciudadanía frente a desafiliación social. Girona.


Esta experiencia tiene su origen en la participación de Girona en el Programa Europeo de Lucha contra la Pobreza. En la actualidad se plantea una renovada estructura de los servicios sociales y de las instancias de gobierno para la acción local, que se van descentralizando para estar más próximos a los colectivos y ciudadanos en situaciones de riesgo. En este sentido, se han promovido iniciativas normativas relevantes (carta de derechos sociales, cláusulas de protección social y de inserción económica, etc.). De especial significación son las actuaciones llevadas a cabo para coordinar los distintos agentes sociales y económicos de la ciudad al servicio de los propósitos de cohesión del programa de actuación, a través de su Consejo Económico y Social, así como programas para promover el asociacionismo ofreciendo a este fin la red de centros cívicos, que suponen un recurso útil para las asociaciones ciudadanas. Igualmente, se promueve desde estos recursos, el acceso a la cultura y la vertebración territorial de la ciudad, y la voluntad de integrar en los criterios de evaluación de las actuaciones urbanísticas las consecuencias de éstas para la vertebración social y cultural de la ciudad.





Actuaciones contra el racismo.


En la actualidad, uno de los retos de la acción local reside en contribuir a la integración multicultural, y al abordaje de los problemas derivados del incremento de la diversidad social y cultural de los pobladores urbanos. Esta experiencia destaca el valor, como capital social, de la presencia de personas de diversas procedencias geográficas y culturales.


Corvera (Asturias): Municipio Mestizo/Conceyu Mestizu.


Esta experiencia, iniciada en 1996, adquiere un gran interés en el contexto actual en el que las autoridades locales se ven abocadas a gestionar problemas de alcance global. A partir del establecimiento de convenios de colaboración con distintas entidades y agentes sociales, se han promovido en este municipio de la comarca de Avilés (18.000 habitantes) distintas actividades formativas y de sensibilización contra las actitudes xenófobas y contra la discriminación cultural. Es destacable en este programa el objetivo de establecer una dinámica, definida como costumbre social, de interacción y relación mutua de apoyo multicultural. Partiendo de una situación socialmente desvertebrada, económicamente debilitada y culturalmente tensa, el programa ha conseguido aumentar el grado de conocimiento mutuo y ha facilitado que institucionalmente se asuma una declaración normativa sobre los valores del mestizaje, mediante activiades de formación, sensibilización y experiencias de intercambio multicultural. Esta experiencia ha logrado integrar actuaciones de muy diverso alcance, tales como la publicación de guías multilingües, la celebración de jornadas contra el racismo, la puesta en marcha de programas de integración educativa y la mejora de equipamientos residenciales y urbanísticos. Destaca especialmente el esfuerzo por hacer accesibles los recursos económicos y de servicios sociales, especialmente a aquéllos que están en situaciones de riesgo de exclusión social. Finalmente, la experiencia ha logrado un cierto nivel de transferibilidad y modelado, y se destaca que pueda actuar como modelo para algunas otras localidades que tienen problemas similares.





Actuaciones centradas en la vivienda.


Se recoge en este apartado, una experiencia centrada en el tratamiento de la exclusión social teniendo como foco de atención la satisfacción de la necesidad de una vivienda adecuada.


Ayudas a 71 familias. Red Igloo (Barcelona).


Partiendo de una situación de pobreza y exclusión social que afecta a colectivos pertenecientes a algunos municipios de la provincia de Barcelona (Manresa, El Prat de Llobregat, Terrassa y Rubí), esta experiencia, basada en otras de similar alcance que han tenido lugar en el ámbito europeo, se propone promover la inserción social ofreciendo inicialmente la posibilidad de disponer de una nueva vivienda, o su vivienda rehabilitada. El programa contempla un protocolo de cooperación para poder disponer de viviendas de propiedad municipal y rehabilitarlas. Al mismo tiempo, se ofrece a los participantes (en este caso, 71 familias de los municipios mencionados) la posibilidad de su inserción laboral, bien en empresas, o bien en actividades relacionadas con la rehabilitación. Se combinan, así, el cumplimiento de los objetivos de formación con el de acceso a una vivienda propia. La experiencia llevada a cabo refuerza, además, la idea de crear una red de apoyo en distintos territorios y localidades, y la posibilidad de transferir experiencias de un punto a otro de la red.





Actuaciones a favor de la igualdad de género.


Se recoge en este apartado, una significativa experiencia en la que se combina la mejora de un equipamiento urbano, y la adaptación a las necesidades específicas en función de la desigualdad de partida por razones de género.


Perspectiva de Género en el Plan de Transporte Comarcal de Pamplona.


Esta experiencia, basada en una investigación sobre las necesidades de movilidad de las mujeres en los diferentes barrios de Pamplona y su Comarca, pretende incorporar la perspectiva de género en el diseño de la ciudad y en la realización de distintos proyectos urbanísticos. Destaca, de manera especial, el carácter innovador de esta experiencia que, utilizando una metodología participativa, promueve que se tengan en cuenta requerimientos y necesidades específicas de las mujeres en el establecimiento de líneas de transporte público, la organización de horarios y recorridos y la modificación de algunos aspectos del diseño de los autobuses para adaptarlos a las necesidades detectadas en las mujeres. La mayor parte de las medidas propuestas se han incorporado al Plan de Transporte. Esta experiencia subraya la importancia que tiene la perspectiva de género para conseguir una mejor adecuación de un servicio (en este caso, los transportes públicos urbanos y comarcales), no sólo para las mujeres, sino también para la comunidad en su conjunto. Destaca de esta experiencia, igualmente, el valor como modelo para incluir la perspectiva de género en otros aspectos de la planificación de la ciudad (espacios urbanos, equipamientos, etc.).





Comentarios finales


Como se ha escrito más arriba, la ciudad es un gran laboratorio y las experiencias y propuestas que surgen de la acción local adquieren gran relevancia en la medida en que «tocan» aspectos muy cercanos, llenos de cotidianeidad. La experiencia de evaluación de las propuestas de buenas prácticas ha permitido destacar algunas de estas acciones y experiencias. Más allá del valor de cada una de ellas por separado, las propuestas aquí recogidas constituyen un inventario de recursos de gran utilidad para conformar una acción local no sólo más cercana, sino también más sensible a los problemas de los ciudadanos.


En ellas se combina la capacidad para movilizar recursos de las instituciones públicas y de los agentes sociales para abordar los problemas. Los efectos de estos recursos serían mucho menores si no fueran acompañados por los recursos (sociales, morales y de participación) de la propia comunidad. Se destaca de esta forma el importante papel que las asociaciones, los grupos informales, los líderes comunitarios y las redes de vecinos tienen en la eficiencia de estos programas. La participación y la implicación social es una garantía solvente de sostenibilidad de las experiencias.


Además del valor de la participación, yo quisiera destacar, una vez más, el valor de los enfoques integrales en la lucha contra la exclusión social. La experiencia de la exclusión social es global y afecta a todas las esferas de la vida de las personas excluidas. En este sentido, la lucha contra la exclusión social, que se refleja en las experiencias aquí recogidas, debe tener en cuenta la estrecha relación que hay ente los cuatro aspectos claves de la identidad social de las personas: el espacio, la cultura, el empleo y el bienestar. Las experiencias analizadas inciden de manera diferente en cada uno de estos aspectos, pero lo que queda claro es que la lucha contra la exclusión social tiene que incorporar recursos y posibilidades en todas estas esferas de la experiencia humana. Es una condición ineludible del compromiso con principios generales como la igualdad y la justicia; es, también, una condición imprescindible para asegurarnos la legitimidad moral de nuestro propio sistema, porque, como se ha escrito recientemente, sabemos, por la historia, que un sistema que no proporcione a los seres humanos razones y recursos para cuidarse entre sí no puede preservar por mucho tiempo su legitimidad.



Fecha de referencia: 21 de noviembre de 2001



http://habitat.aq.upm.es/boletin/n17/ajcor.html

http://www.iberica2000.org/Es/
Mira també:
http://www.nuncamas.net/
http://habitat.aq.upm.es/boletin/n17/ajcor.html

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Sindicat Terrassa