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Prohibido casarse
21 set 2004
Prohibido casarse



Jaime Richart


Sólo hay que esperar tres meses desde la fecha del caso­rio para poder divorciarse ahora. ¡Qué bien! El tiempo ideal. Es más, ese debiera ser, como el de una letra de cambio, el plazo de su irrevocable vencimiento. Porque resulta que, después de la herencia, el matrimonio es la institución jurí­dica y social menos recomendable; quizá la más odiosa. No es el caso de huronear acerca de lo bien o mal que le vaya o haya ido al autor de este artículo para escribir esto, pues en cualquier caso siempre las ideas están, o deben estar, por encima de las eventuales miserias personales...

Lo que quiero decir es que si no hay esponsales, no hay que divorciarse. Nada de esperar un trimestre, nada de nupcias, nada de derechos reconocidos al amparo de uniones por defi­nición hoy día secularizadas, inestables y abocadas al fracaso. ¿Cuántos matrimonios se hacen añicos en grave perjuicio so­bre todo de la prole, por el mero hecho de haberse contraído quizá después de largo tiempo viviendo en armonía la pareja? ¿Hay que esperar a cosas como ésta para poner a prueba nuestra libertad o recrearnos a su costa? ¿En comprometerse y romper el compromiso porque no aguanta un pelo la pareja convertida en otra cosa, se alcanza la verdadera mayoría de edad? El matrimonio, con su cohorte de derechos y obligacio­nes, es un aparato ortopédico tan incómodo para ambos con­trayentes, que sólo como sacramento religioso puede tener al­gún sentido y se puede soportar.
Prohibido casarse



Jaime Richart


Sólo hay que esperar tres meses desde la fecha del caso­rio para poder divorciarse ahora. ¡Qué bien! El tiempo ideal. Es más, ese debiera ser, como el de una letra de cambio, el plazo de su irrevocable vencimiento. Porque resulta que, después de la herencia, el matrimonio es la institución jurí­dica y social menos recomendable; quizá la más odiosa. No es el caso de huronear acerca de lo bien o mal que le vaya o haya ido al autor de este artículo para escribir esto, pues en cualquier caso siempre las ideas están, o deben estar, por encima de las eventuales miserias personales...

Lo que quiero decir es que si no hay esponsales, no hay que divorciarse. Nada de esperar un trimestre, nada de nupcias, nada de derechos reconocidos al amparo de uniones por defi­nición hoy día secularizadas, inestables y abocadas al fracaso. ¿Cuántos matrimonios se hacen añicos en grave perjuicio so­bre todo de la prole, por el mero hecho de haberse contraído quizá después de largo tiempo viviendo en armonía la pareja? ¿Hay que esperar a cosas como ésta para poner a prueba nuestra libertad o recrearnos a su costa? ¿En comprometerse y romper el compromiso porque no aguanta un pelo la pareja convertida en otra cosa, se alcanza la verdadera mayoría de edad? El matrimonio, con su cohorte de derechos y obligacio­nes, es un aparato ortopédico tan incómodo para ambos con­trayentes, que sólo como sacramento religioso puede tener al­gún sentido y se puede soportar.

Pero fuera de esta interpetación no es más que un grave es­torbo. Así es que lo que tiene que hacer la sociedad es pros­cribir el matrimonio. Pues el matrimonio, aunque se supone lo civilizó, en realidad corrompió el concubinato; institución ésta más flexible y sobre todo natural. Además, en estos tiempos se regularía en ambas direcciones; es decir, tanto si la poliginia la quiere el hombre como si la desea la mujer. Porque la socie­dad, en general, va por ahí. Pero este país suele menospreciar la costumbre más o menos subterránea salvo para prorrogar las menos objetivamente deseables. Esta sociedad apenas tiene aprecio por las buenas, que son las que la compactan, y desde luego siempre el Derecho fue muy por detrás del hecho. Piénselo el legislador cuando vuelva a ahondar en el asunto...

El caso es que la Justicia no da abasto. Entre los matrimo­nios contraídos por frivolidad como por ligereza se eligen tantos divorcios, y las querellas que los famosos y famosas por nada y que por nada se interponen entre sí, aquí no hay quien gane para pleitos. ¿Es por ello, por tanto trasiego en la coyunda y tanta demanda por una honra que no existe, la nuestra una sociedad más avanzada?¿No fomentará el Es­tado -al igual que en materia pedagógica está propiciando la contracultura- la involución del bienestar arrastrando el ma­trimonio como algo excelso cuando cada día menos ciudada­nos creen en él a no ser para tomarlo a diversión? ¿Tanto aporta como negocio y mercancía semejante ceremonia?

Lo mejor sería, como digo, reinstaurar el concubinato. Y si no, instituir la pareja de hecho sin conferir derechos a priori a ninguno de los componentes de la misma; ni siquiera en el caso de que hubiere prole. Lo primero a tener en cuenta sería otorgar en todo caso a la madre la custodia de los hijos hasta la edad adecuada, salvo dictamen facultativo de contrario. Luego abandonar todos los derechos hereditarios a la volun­tad del testador/a exclusivamente. Suprimir la legítima estricta y abolir el instituto abintestato, las dos medidas subsiguientes sabias. Y si no existiese testamento, suprimido aquél, pasa­rían los bienes del causahabiente al Estado...

Sólo simplificando al máximo el llamado Derecho de Familia -una familia que virtualmente desaparece poco a poco en buena medida por la deconstricción religiosa- y evitando tanto derecho en torno a esta clase de relaciones personales -como tampoco está regulada la amistad-, la sociedad entera saldría ganando en gasto, en salud y justamente en amor del bueno.

En resumen, la consigna del millón para este siglo debiera ser: ¡Prohibido casarse!
Mira també:
http://www.nuncamas.net/
http://www.iberica2000.org/Es/Index.asp

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Comentaris

Re: Prohibido casarse
21 set 2004
L'amor te data de caducitat.
Re: Prohibido casarse
21 set 2004
Pero que materialistas sois. Creed en algo que no sea algo material!!!!
Re: Prohibido casarse
21 set 2004
Si españa viniera de hispania se escribiria con h osea hespaña, que significa tierra de conejos, aunque creo que sin h significa tierra de cabrones.
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