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Notícies :: amèrica llatina
Un fraude al pueblo peruano (1)
31 ago 2004
Balance del primer año del Informe Final
de la Comisión de la Verdad y Reconciliación
(parte 1)
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Introducción

En el discurso de acusación ante el Tribunal de
Nuremberg, el juez estadounidense Robert Jackson
afirmó: "O los vencedores juzgan a los vencidos, o
dejamos a los derrotados que se juzguen a sí mismos".
Más de medio siglo despuées, las esperanzas de Jackson
-referidas a que la Humanidad había aprendido la
futilidad de la segunda opción- parecen infundadas,
pues la comunidad internacional no ha aprendido nada.
No sólo han ocurrido -impunemente- numerosos crímenes
contra la humanidad en los 58 años que han seguido al
proceso de Nuremberg, sino que además se ha generado
un mecanismo para simular justicia e imponer, de
manera más o menos desembozada, la impunidad: las
Comisiones de la Verdad.

En América Latina, las Comisiones de la Verdad han
estado estrechamente ligadas a los procesos de
"transición democrática", que han sucedido a las
dictaduras de los años '70, '80 y '90, caracterizadas
por la práctica sistemática de graves violaciones a
los derechos humanos. Estos procesos de transición son
situaciones anómalas, en las cuales quienes violaron
los derechos humanos -fuerzas armadas, policía, grupos
paramilitares, etc.- y quienes toleraron o encubrieron
estas violaciones -los poderes ejecutivo y judicial-
no pueden seguir cometiendo, tolerando o encubriendo
estos actos, pero tienen la intención de mantener
impunes sus delitos y conservan el poder suficiente
para llevar a cabo esta intención de impunidad.

Por su parte, los gobiernos de transición de América
Latina han carecido de la voluntad y la fuerza
necesarias para llevar a cabo reformas mínimas para
investigar y sancionar violaciones sistemáticas a los
derechos humanos -por ejemplo, la depuración de las
fuerzas armadas y el poder judicial-. Dependiendo de
las circunstancias, los gobiernos de transición tienen
otros problemas heredados de las dictaduras, a los
cuales se suele dar prioridad: deuda externa, reformas
estructurales de corte neoliberal, corrupción y
gobernabilidad -que, para efectos del tema de
violaciones a los derechos humanos, significa no
irritar a las fuerzas armadas con "excesivas"
denuncias, investigaciones y sentencias-.

Sin embargo, la evidencia de los crímenes de las
dictaduras y el reclamo de las víctimas -y familiares
de víctimas- de violaciones a los derechos humanos
preocuparon a los gobiernos de transición,
especialmente en tanto afectaban su imagen ante la
comunidad internacional. Un Estado difícilmente puede
declararse "democrático" si carga con el legado de
numerosas muertes o desapariciones no investigadas ni
sancionadas. Urgía, por lo tanto, encontrar el "justo
medio": investigar y no sancionar, llegar a la verdad
sobre las violaciones a los derechos humanos -verdad a
veces incompleta, parcial, aunque verdad al fin- pero
no asumir la consecuencia de la verdad que es la
justicia.

Y es aquí que las Comisiones de la Verdad juegan un
rol clave. Como bien dice Rainer Huhle: "...las
Comisiones de la Verdad deben pronunciarse para
recomponer el orden moral de la sociedad. Se sienta un
hito de distancia con el pasado, y se espera que este
acto simbólico satisfaga los reclamos de las víctimas.
En los casos en que esto ha funcionado bien, de hecho
se ha visto un momento de rehabilitación moral y
pública para las víctimas. Sin embargo, para ellas y
para la sociedad entera, queda un problema sin
resolver en las Comisiones de la Verdad: la separación
de verdad y justicia" (1).

Queda, entonces, por ver, y este es el tema del
presente artículo, si es que la Comisión de la Verdad
y Reconciliación del Perú ha funcionado bien -en el
sentido de la rehabilitación moral y pública- o si se
ha dado la situación contraria, que el mismo Huhle
define de la siguiente manera: "...no se puede dejar
de lado tampoco el efecto contrario a la
rehabilitación. Si la verdad queda establecida, y si
esta verdad es una verdad terrible, una verdad de
crímenes atroces, de culpas enormes, la falta de
justicia queda aún más visible y más sentida. Si a
pesar de ser pública la culpa, los culpables pueden
seguir como si nada hubiera pasado [...], la
continuación del poder y del potencial represivo queda
tanto más evidente y amenazador. Si la verdad es sólo
para la historia, hace sentir el dolor de la
injusticia aún más. Las normas morales, por su parte,
a la larga no pueden ser protegidas solamente por la
indignación pública. Perderán su fuerza normativa en
la medida en que no son aplicadas también por medio de
la sanción judicial" (2).

Aclaro que no estoy negando el valor documental de las
investigaciones realizadas por las Comisiones de la
Verdad en el mundo, incluida la CVR peruana, ni
tampoco las cualidades personales o los buenos deseos
de la mayoría de sus integrantes. Me refiero
concretamente al hecho de que la existencia y
funcionamiento de dichas Comisiones, sus
investigaciones, y los resultados de estas
investigaciones, son aprovechadas por los Estados para
imponer agendas de impunidad, como se desprenderá del
análisis del caso peruano. Es en este sentido que
hablo de fraude, y no en otro.

...

Notas

(1) Rainer Huhle, "De Nuremberg a La Haya: Los
crímenes de derechos humanos ante la justicia,
problemas, avances y perspectivas". Disponible en la
página web del Centro de Derechos Humanos de Nuremberg
http://www.menschenrechte.org/beitraege/straflosigkeit/beit007st.htm
(2) Ibidem.
Mira també:
http://ar.groups.yahoo.com/group/ave-critica/

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