Sin duda, la genómica, o estudio
de los genomas y sus variaciones, es una ciencia altamente promisoria.
Pero no desde el punto de vista de la prevención y
predicción de
enfermedades, como declaran sus promotores, sino como gran salto
cualitativo para acumular ganancias en la voraz industria
farmacéutica
trasnacional, y en el negocio de la atención médica
privada.
La
industria farmacéutica es un sector que percibe un muy elevado
porcentaje de ganancias por sus inversiones. Las 10 mayores
compañías
acaparan más de 53 por ciento del mercado mundial y sus
márgenes de
ganancia rondan en promedio 30 por ciento anual, aunque Pfizer y Merck
alcanzaron porcentajes de más de 46 por ciento de ganancia en
2002.
Esto representa una tasa de retorno mucho mayor que las industrias
petroleras o informáticas, y es mucho más elevado que la
utilidad que
obtiene Wal Mart, la trasnacional con mayores ventas en el mundo.
Las
empresas farmacéuticas alegan que necesitan este rendimiento del
capital por los altos costos y el largo periodo de investigación
para
producir nuevos medicamentos. Sin embargo, el análisis
más extenso que
se ha hecho sobre la producción de fármacos, muestra una
realidad muy
diferente. La Oficina de Evaluación Tecnológica de
Estados Unidos
elaboró en 1993 un estudio de los medicamentos de receta que se
habían
producido en un periodo de siete años. En ese plazo, de 348
fármacos
lanzados al mercado por 25 compañías líderes en
ese país, 97 por ciento
eran copias de medicamentos existentes, reformulados para prolongar la
validez de sus patentes. Sólo restaba 3 por ciento para genuinos
avances terapéuticos. De estos últimos, 70 por ciento era
resultado de
investigación pública. Más de la mitad de los
medicamentos realmente
nuevos distribuidos por las compañías privadas fueron
retirados
posteriormente del mercado, porque causaban efectos secundarios no
previstos1. Según el Informe para el Desarrollo
Humano, de
Naciones Unidas, de 1975 a 1996 se lanzaron al mercado mil 223 nuevos
fármacos, pero sólo 12, o menos de uno por ciento, se
dirigían a
atender enfermedades tropicales que afectan a los más pobres2.
En
lo que más invierten las grandes farmacéuticas es en
aumentar sus
ganancias, muy lejos de objetivos altruistas con respecto a la salud, y
mucho menos a la salud de quienes no puedan pagar por ella. Pretenden,
además, con diferentes estrategias, como la ampliación de
la validez
temporal y geográfica de sus patentes, eliminar de los mercados
cualquier opción, salvo los fármacos que ellas producen.
No
obstante, el negocio más redituable de esta industria no es
producir
medicamentos, sino el uso de las mismas drogas para venderlas a gente
sana, que es un mercado muchísimo mayor. La lógica
comercial es muy
sencilla, la gente enferma se cura o muere, pero deja de comprar
medicamentos. En cambio, el concepto de "saludable" siempre puede ser
manipulado, sobre todo a partir del concepto "mejora del
desempeño
humano". En este contexto, nadie es normal y saludable, todos podemos
ser siempre mejorados.
Como las agencias
que regulan el uso de fármacos se orientan al contexto
médico, y no
muestran gran interés en aprobar fármacos para "mejorar
el desempeño
humano", como aumentar la memoria, la inteligencia, prevenir el
sueño,
incrementar la resistencia física o cambiar la figura, para
obtener la
aprobación de estas drogas las empresas las presentan, por
ejemplo,
como fármacos contra el Alzheimer, diabetes, distrofia muscular,
senilidad, demencia, narcolepsia, etcétera. En realidad, las
ventas de
las mismas sustancias son mucho mayores (10, 20, 50 veces más)
como
drogas para bajar de peso, medicamentos "inteligentes" para la memoria,
mantenerse despierto, agilidad mental y otras, además del enorme
mercado legal e ilegal, como ocurre con los narcóticos
relacionados con
los deportes.
La genómica aparece entonces
como la nueva mina de oro para la industria farmacéutica y otras
relacionadas, por el enorme potencial de aumentar el consumo en todos
estos mercados, creando una demanda interminable de "mejor
desempeño" y
la ilusión de los fármacos y drogas diseñadas a
medida. Se abre el
horizonte para desarrollar un concepto de drogas para terapias
génicas
(interviniendo en los genes a escala molecular) o saber por anticipado
si determinadas variaciones genéticas pueden indicar resistencia
a
ciertos medicamentos y adaptarlos según esta información
(farmacogenómica).
La puesta en práctica de
esta estrategia lleva hacia la "medicina personalizada", pues aunque
básicamente compartimos la información genética,
cada individuo tiene
pequeñas variaciones llamadas poliformismos singulares de
nucleótido
(SNP, por sus siglas en inglés), por lo que se
necesitaría disponer de
la información genética de cada individuo. Solamente el
negocio del
diagnóstico rendirá enormes ganancias. Ya hay varias
empresas
especializadas en el desarrollo de estas tecnologías, todas
patentadas.
Precisamente
estas variaciones o SNP constituyen "las joyas de la corona" de la
genómica, porque son las que iluminan la relación entre
determinados
genes (y sus variaciones) con enfermedades o resistencia a
ellas y
otras funciones de los genes en relación con el organismo en
general.
Por
esto, la caza de variaciones genéticas ya se había
desatado antes de
que se completara el mapa del genoma humano, avizorando el tremendo
valor comercial que tendrían. Para los cazadores de genes, lo
más
atractivo son los grupos poblacionales que están aislados por
razones
geográficas, culturales o políticas, debido a su relativa
homogeneidad
genética. De esta forma, es más fácil identificar
genes relacionados a
una enfermedad que se trasmite en una familia o una comunidad.
En
función de esto, en una controvertida negociación a
principios de 1999,
el gobierno de Islandia, vendió la herencia genética de
su población
entera a la compañía de genómica deCODE Genetics,
que luego la vendió a
Hoffman LaRoche, por 200 millones de dólares. Entre otros casos,
el
gobierno de un pequeño estado báltico de Estonia, puso en
venta los
genes de sus ciudadanos, con una inversión inicial de 200
millones de
dólares, sin ninguna discusión pública. El
gobierno de Tonga (Oceanía),
vendió los derechos de toda la combinación
genética de su población a
una compañía biotecnológica australiana, sin el
consentimiento de los
tonganos. Esa firma reclama acuerdos para acceso a la
información de
las islas Mauricio (en el Indico), Nauru (Micronesia) y Tasmania
(Australia).
Por su parte, varias de las
mayores trasnacionales farmacéuticas formaron un consorcio para
la
búsqueda de estas variaciones, llamado SNP Consortium y que
está detrás
de varios proyectos "públicos" de investigación. Sin
embargo, el mayor
valor comercial no estriba en las secuencias, sino en su
interpretación
y las aplicaciones que se logren a partir de esta información.
Por
ello, las empresas que al principio intentaron patentar masivamente
genes humanos y SNP, finalmente se pusieron de acuerdo, por la
presión
de varios grupos, en que la información sería
pública, accesible por
Internet. Celera Genomics, empresa líder en el sector, fundada
por
Craig Venter, magnate de la genómica, no tuvo empacho en
explicar
públicamente que esto en realidad no tiene importancia, porque
sin las
herramientas y la tecnología adecuada, esta información
no podría ser
utilizada. Y esa parte sí que está bajo férreo
control de patentes
monopólicas de empresas con estrechos lazos con las
farmacéuticas.
Desde
muy temprano, México, por su diversidad étnica, es uno de
los países
señalados y codiciados para este tipo de cacería, y
varios de los
grupos indígenas de este país, han sido seleccionados
como "grupos de
interés" para el secuenciamiento de sus poblaciones, tanto por
el
Proyecto Diversidad Genética Humana, que se desarrolló
paralelamente al
Proyecto Genoma Humano, como por el proyecto HapMap. Ambos son
iniciativas gubernamentales encabezadas por Estados Unidos, en el caso
del HapMap con participación directa de trasnacionales
farmacéuticas,
como el SNP Consortium.
En México no sólo
no ha habido ninguna discusión pública sobre las
múltiples
implicaciones de este secuenciamiento o estas formas de medicina
"individualizada" y (teóricamente) "predictiva", sino que ha
sido
presentado como beneficio para la población, hasta el punto que
se debe
pagar por ello con fondos públicos, por ejemplo, mediante el
financiamiento del Instituto Nacional de Medicina Genómica
(Inmegen).
Este
instituto, que explícitamente se propone hacer el mapa de
variaciones
genéticas de la población mexicana, está ligado a
las trasnacionales
farmacéuticas en sus objetivos explícitos, y
estructuralmente por
conducto de la privada Fundación Mexicana para la Salud
(Funsalud),
donde participan entre otros socios institucionales Bayer,
SmithKlineBeecham, Glaxo Wellcome, Wyeth y Merck, junto con hospitales
privados del Grupo Angeles y muchos otros representantes de grandes
capitales mexicanos y trasnacionales.
Según
el analista Gustavo Leal, la Funsalud es el organismo privado que
más
ha influido en la definición de políticas de salud en
México, para
adecuarlas a las "expectativas del mercado"3. No es
extraño
entonces que el Inmegen haya sido promovido desde sus comienzos por
este grupo ni tampoco que este instituto vaya a brindar asistencia al
público (tradición de servicio de los nueve institutos
existentes). En
realidad, el "público" para el Inmegen es más bien un
insumo, necesario
para llevar a cabo sus cometidos de investigación e
industriales, que
nada tienen que ver con las necesidades reales de salud de la gran
mayoría de la población mexicana, ni ninguna otra
mayoría en el mundo,
sino quizá, con los ricos que puedan pagar por la medicina
elitista "y
de mercado" que se promueve.
En un folleto de la Funsalud,
titulado Oportunidades para la industria farmacéutica en el
Instituto de Medicina Genómica de México,
traducido al inglés con la colaboración de la
trasnacional Novartis, se
afirma que los 60 grupos étnicos del país "auguran la
formación de una
sólida plataforma para el desarrollo de la famacogenómica
en México".
Significativamente, el folleto se encuentra disponible en el sitio web
de la Funsalud solamente en inglés, lo que da claramente la
pauta de a
quiénes ofrece el genoma de los 60 grupos étnicos de
México.
En
esta perspectiva, las "generosas" donaciones de empresas
farmacéuticas,
son en realidad, una jugosa inversión. Según un documento
de la
Funsalud referido al Inmegen, "de 1999 [...] a julio de este
año, se
han recibido donativos por 172 millones 431 mil 138.80 pesos y 85 mil
dólares; la rentabilidad es asombrosa, pues la Funsalud, por
cada peso
aportado por los asociados de la fundación para el desarrollo
del
Inmegen, ha recibido 37.2 de donativos de otras instituciones,
principalmente la Secretaría de Salud"4.
Nada
mal, pensando que en todo el resto del mundo las empresas comerciales
dedicadas a este rubro, han sustraído o tenido que pagar por la
información, pero en México, los propios muestreados
subsidiarán con su
información y dinero público a las multinacionales.
Las
autoridades del Inmegen afirman, por el contrario, que las
investigaciones reducirán los gastos públicos en salud y
beneficiarán a
los más pobres. ¿Qué otra cosa podrían
decir para hacer digerible el
subsidio público en dinero y recursos humanos nacionales, a las
trasnacionales? Según Gerardo Jiménez Sánchez,
director del consorcio
promotor del Inmegen, "en unos 30 años, México
podría estar en
condiciones de reducir hasta 30 por ciento del gasto en la
atención de
la diabetes, que absorbe 6 por ciento del presupuesto anual de salud de
600 millones de dólares"5. Hipotéticamente, en
30 años se podrían ahorrar 10 millones de dólares
anuales. Basándonos en las cifras entregadas al público6,
que afirman que se necesitan unos 132 millones de dólares en los
dos
primeros años del Inmegen, con un costo de aproximadamente 60
millones
de dólares anuales en 30 años, serían mil 800
millones. Es decir, en
unos 180 años se recuperaría la inversión y
quizá para entonces (si las
trasnacionales farmacéuticas lo permiten) hayan vencido las
patentes de
esas nuevas tecnologías.
Inconscientes de
estas enormes posibilidades de ahorro de las que serán los
ingredientes
fundamentales, más de 60 por ciento de la población
mexicana que
aportaría sus genes a la investigación utiliza para
su salud hierbas
medicinales y prácticas de salud tradicionales que ni siquiera
están
contabilizadas en el presupuesto anual de la Secretaría de
Salud. Por
cierto, algunos de esos conocimientos tradicionales han mostrado ser
tan efectivos para tratar la diabetes que han sido pirateados
por investigadores de la Universidad de Bonn.
¿Quién se beneficiará
entonces de las actividades del Instituto Nacional de Medicina
Genómica?
El
Inmegen declara que la información genética obtenida no
será patentada
(no aclara cómo ni quiénes lo controlarán), pero
mediante lo que
denomina "vinculación horizontal", afirma: "La naturaleza
multidisciplinaria del instituto permitirá el desarrollo de
frecuentes
y variadas colaboraciones con otras instituciones académicas y
del
sector productivo en México y en el extranjero. Las primeras
tendrán
mayor enfoque hacia el desarrollo de proyectos de investigación
científica y las segundas al desarrollo de productos y
servicios, para
su validación y comercialización"
Traducción:
México aporta los genes, la infraestructura, los
científicos formados
en instituciones públicas y con remuneraciones mucho menores que
sus
colegas en el exterior, la investigación hasta donde le permitan
las
tecnologías patentadas de las multinacionales que
necesitará para
cumplir sus objetivos; y las empresas farmacéuticas, sobre todo
trasnacionales, lo procesan y lucran con ello, vendiéndolo a
quien
pueda pagarlo. Definitivamente, un proyecto con futuro... para aumentar
las ganancias de esas grandes empresas§
* Investigadora del Grupo ETC, Grupo de Acción sobre
Erosión, Tecnología y Concentración
1
La cita de las fuentes originales, así como otros datos e ideas
expresadas en este artículo, están tomados de la
investigación
colectiva del Grupo ETC, www.etcgroup.org, en particular del documento
"La nueva agenda genómica", ETC Communiqué, núm.
72, sept-oct. 2001,
http://www.etcgroup.org/article.asp?newsid=299
2 PNUD, Informe del Desarrollo
Humano 2001, Oxford University Press, Nueva York/Oxford, 2001.
3 Leal F., Gustavo. "Evidencia
para las políticas", en Temas de Salud y Sociedad 1, Imagen
Médica, México, 2003
4 La
Fundación Mexicana para la Salud y la medicina genómica,
en
www.funsalud.org.mx/Sites/funsalud-site/htdocs-funsalud/inmegen/FUNSALUD-Genomica.pdf
5
Franco, Pilar, y Mario Osava. "México y Brasil no quieren perder
el
tren genómico", en Tierramérica, julio 2003,
http://www.tierramerica.org/2003/0519/articulo.shtml
6 "Requiere el Inmegen al menos
132 millones de dólares para operar", Notimex, 19/7/2004.
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