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GRECIA-CHIAPAS
28 ago 2004
GRECIA-CHIAPAS: PRUEBA DE SOLIDARIDAD Textos del colectivo griego de solidaridad con Chiapas y de Hermann Bellinghausen
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Hace cuatro años, un grupo de griegos –profesionistas, artistas, ingenieros– crearon el Colectivo de Solidaridad con Chiapas y lanzaron una campaña llamada Una Escuela para Chiapas. Fue el pueblo griego el que aportó los recursos, sin incurrir en la demagogia y el discurso engolado de la filantropía con nombre. Este esfuerzo se convirtió en el Centro de Capacitación de Promotores Culturales Compañero Manuel. Damos testimonio de esta hermosa aventura sin más nombres que los del pueblo griego, los habitantes de La Culebra y algunos ciudadanos de la nación tzeltal. El Centro ya fue inaugurado con la presencia de setenta griegos e invitados nacionales y de otras latitudes. Publicamos varios textos firmados por un grupo de personas unidas por la defensa de los valores humanos.

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Saludo del colectivo griego
en la inauguración del
Centro Compañero Manuel
Compañeras y compañeros,
hermanos y hermanas:

Hoy día, con la inauguración del Centro de Formación de Promotores Compañero Manuel, aquí mismo, en La Culebra, del Municipio Autónomo en Rebeldía Ricardo Flores Magón, se reconoce en todos lados que la rebelión que surgió el 1 de enero de 1994 permanece viva y se sigue construyendo. Contra toda lógica, entre todos se construye este Centro de Formación de Promotores de Educación contra el olvido, para que no se pierda la historia. En el camino también se están construyendo proyectos autónomos de salud, de educación, de autogobierno, para acercarse a otro mundo posible. Se construyen y fortalecen relaciones entre movimientos político-sociales del mundo que quieren pensar y crear otras realidades.

Como colectivo de solidaridad con la lucha zapatista "Una escuela para Chiapas" estamos aquí presentes los últimos años, para demostrar que l@s zapatistas no están solos; para demostrar que nosotr@s mismos no estamos solos. Todas y todos juntos formamos parte de la lucha contra la injusticia y el neoliberalismo que se da en todas partes del mundo. El enemigo es común. El enemigo que se preocupa sólo por las ganancias y el poder. Contra todo esto, a nostr@s nos preocupa la dignidad humana, la colectividad. Y hoy, aquí mismo, con la presencia de todas y todos nosotros se demuestra que la voluntad para vivir con dignidad es posible y existe.

Mientras tratan de dividirnos en indígenas, europeos, blancos o negros, nosotros practicamos la solidaridad con los que sueñan un mundo diferente y justo; un mundo donde quepan muchos mundos.

Nuestras casas están muy lejos de las suyas. Pero la distancia no nos impide llegar hasta acá para escucharles, para que ustedes escuchen nuestros problemas y nuestras alegrías, para que nos entendamos y luchemos y construyamos juntos.

Hombres y mujeres de Grecia que durante los últimos años hemos venido acá, hicimos un esfuerzo muy grande para poder enfrentar los gastos del viaje. Porque no somos unos ricos europeos. Somos trabajadores que en nuestro país enfrentamos muchos problemas sociales, mucha injusticia. Tampoco pertenecemos a una organización filantrópica que quiere ayudar a unos pobres indígenas. Nuestros motivos son políticos. Estamos aquí porque su palabra y sus obras conmueven nuestros corazones.

Formamos la campaña "Una escuela para Chiapas" para difundir la palabra zapatista y pedir a la gente digna de Grecia que apoye la construcción de este Centro de Formación. Por eso no nos dirigimos al gobierno ni a sus instituciones ni a empresas privadas.

Ya el sueño de la construcción del Centro de Formación es una realidad. Así como la relación entre ustedes y nosotros. Porque no entendemos su lucha como algo ajeno, pensamos que es parte de la nuestra. La lucha sigue. ¡Vamos adelante!

¡En las montañas de Chiapas y en las calles de Grecia la lucha es una sola! ¡Viva la solidaridad de los pueblos! ¡Viva la resistencia zapatista!


La Culebra, 5 de agosto de 2004


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Breve bitácora de
una escuela en la selva

Los planos se extendieron sobre una mesa de madera, sinuosamente alumbrados por la inquieta luz de unas cuantas velas. Eran complicados pero bellos. Sin más, un silencio también se quedó mirando. Las líneas del diseño mostraban dimensiones y proporciones, números y acotaciones, escalas, ejes, vistas de costado y verticales de un complejo arquitectónico que, ahí, parecía –y era– un poco desorbitado. Sólo un poco. Empezaron a oírse algunas voces. Que si cómo, que si el terreno, que si el material, que si las manos que habrían de ponerse a hacer eso: una escuela. Pero no eran, ni mucho menos, las primeras voces. Durante todo el año anterior, 2000, y antes, a través del ir y venir de gente, información y búsqueda entre los de allá y los de acá, entre la campaña griega "Una escuela para Chiapas", distintos y variados colectivos griegos de solidaridad en los que se encontraban ingenieros, arquitectos, estudiantes y trabajadores, y la comunidad zapatista rebelde en La Culebra y Enlace Civil, las voces no habían dejado de sonar y buscar. Así que eso era, en ese momento, algo más, mucho más. Se trataba de un Centro de Capacitación de Promotores de Educación para el Municipio Autónomo Rebelde Ricardo Flores Magón, donde irían a aprender los que después se irían a enseñar. Las líneas en los planos proyectaban salones de clases, dormitorios, biblioteca, baños y regaderas, comedor, cocina y una cancha de basquetbol. Todo había sido diseñado en conjunto, con absoluto respeto a la concepción de la comunidad sobre la educación autónoma y de acuerdo con las características del entorno y los materiales de construcción disponibles y tradicionales, con espacios abiertos, puntos de encuentro dentro y fuera de los distintos edificios. Y madera, mucha madera. Esa noche, sin embargo, no se dijo demasiado. Sólo lo principal. Que sí, que a pesar de lo difícil que se veía, sí, que había que empezar a trabajar. Era octubre de 2001 y, nada raro, había llovido y había neblina. Hacía apenas unas horas que la pequeña avanzada del colectivo griego, dos compañeros, había llegado a la comunidad. De tan lejos a tanta y repentina cercanía.

En una extensión de 1600 m2 las líneas de los planos tenían que hacerse realidad, levantarse palmo a palmo. Pero primero había que preparar el terreno, aplanar, quitar los enormes muñones de árboles quemados que todavía se hundían en la tierra, vencer al lodo, ese material que es casi una criatura en sí misma, que atrapa, desorienta y engaña a los pies. Los grupos griegos de solidaridad y apoyo iniciaron sus viajes para trabajar con los miembros del municipio. Gente. Grandes distancias, largas jornadas y largas conversaciones tamizadas por la curiosidad y el silencio. Mucho que aprender de ambos lados, diciendo, y no pocas veces, callando, tendiendo pasos, pasajes y puentes a través de equívocos y miradas de no entiendo y ya entendí nutridas por la diferencia, sustentadas en la dignidad. Eso, la dignidad, raíz y arboladura de una lucha muy a contrapelo que a pesar de su historia se mantiene –¿cómo si no?– reciente cada vez. Y precisamente por ahí, por su callada certeza, también la disposición espontánea al juego, el gusto, la risa. Gente. A lo largo de tres años, el colectivo de la campaña realizó veintidós viajes en los que participaron en total 129 personas, en pequeños grupos de trabajo en su mayoría acompañados por un arquitecto o un ingeniero. La comunidad puso lo suyo, es decir, todo. Su pausada fuerza, su saber hacer y sus modos, tiempos y ritmos. Simultáneamente, en Grecia la campaña continuaba organizando conciertos, bazares, presentaciones de teatro, proyecciones de películas, documentales sobre la lucha zapatista, debates y eventos especiales en distintos barrios de Atenas y en varias ciudades del país, para informar y para recabar el dinero necesario para la construcción. Dracma sobre dracma primero, y luego euro sobre euro, se reunieron 130 mil euros: ni siquiera uno proveniente de subsidios o donaciones estatales, de la Comunidad Europea o de empresas o firmas particulares. Sólo de la gente, otra vez, la convencida y segura de que ante la voraz imposición de los valores y principios del gran dinero, la solidaridad requiere de una participación directa en el espacio; de que lo que se hace en esa dirección tiene sentido y afirma los pilares de puente, la red de resistencia vital que generan, ahí, en ese lugar del otro que no cerca sus límites ni tiene linderos.

Un proyecto así no podría concretarse sin cambios. Las modificaciones se han hecho sobre la marcha, literalmente conforme ha ido creciendo y de acuerdo con las necesidades que ese crecimiento ha ido generando. Ninguna ha sido arbitraria, por extraña que parezca, porque el trabajo así concebido no entiende esa palabra. Estaba –está– en su naturaleza moverse, corregirse, pulirse y acendrarse en el profundo sentido de ese "más o menos" que en realidad respira el tiempo, el otro, el del azar, no el lineal que creemos conocer. Pero podemos decir que los espacios de la construcción siguen la idea de un panal. Todos están comunicados y todos tienen una zona a la intemperie o hacia el exterior. Los seis salones de clase, que tienen la forma hexagonal que concibe el espacio centrado en el alumno, están interconectados para responder a distintas necesidades de distribución de personas y actividades. Junto a los salones se encuentran dispuestos los dormitorios con forma de la letra griega gama mayúscula (G) seis en total, encontradas, es decir tres conjuntos con un espacio común en sus ángulos y un patio central abierto que los vincula. La biblioteca, de forma octagonal, tiene dos niveles y es el edificio más evidente en toda la comunidad. Una biblioteca en la selva. Para lo que se ha escrito y lo que no, que se irá escribiendo, diciendo y recordando. De adentro y de afuera. Un lugar que es, en sí mismo, otro lugar, un prisma, un punto de confluencia y apertura. En ningún edificio hay muros de cemento de más de un metro de altura. Los bloques, en total unos 2 mil, fueron hechos a mano en sólo dos moldes. Despacio que no tardado. Lo demás es madera: las ventanas, que no tienen vidrio sino rejillas de madera entrelazada, las paredes internas, los polines que sostienen los techos de lámina de una, dos, tres aguas y más, con distintos grados de inclinación, incluso invertidos, "para ver el cielo" como dicen sus hacedores, acaso Rubio, el artesano y constructor que desde el tzeltal ya habla suficiente griego para más señas y seguir.

Así hemos inaugurado, juntos, 1390 m2 de construcción. Un complejo de edificios públicos, comunitarios, que primero disloca y luego armoniza las distancias, entre continentes y mapas, entre tiempos e ideas. Hubo saludos, palabras de intercambio sobre la educación autónoma y la resistencia y, por supuesto, baile. Al final, parece que la concepción generalizada de que nuestra época no es "adecuada" para la formación de colectivos con actividad política no partidista y libre de intereses económicos, es falsa. La solidaridad sin propietario impulsa la acción inmediata, directa, que ha movido política y moralmente a nuestro colectivo y su campaña de cuatro años. Desde el principio y hasta ahora, todos sabían de qué escuela se trataba, por qué, para quién y dónde.

Más o menos así empezó todo y más o menos así seguirá. Nuestro trabajo con las comunidades rebeldes zapatistas no pertenece a la filantropía –ese pálido gesto– y la humillación que tarde o temprano le sigue y conlleva. Pertenece al color inherente a la palabra solidaridad, alilenguíi, "a través de la mutua garantía", que emerge en cada acto de rebeldía y resistencia ante la ciega brutalidad de los grandes dineros del mundo y el ejercicio obsceno del poder.

La mesa de madera sigue ahí...

Traducción de Francisco Torres Córdova

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Solidaridad en la práctica

La campaña "Una escuela para Chiapas" no representa ni al primero ni al único colectivo que se ha ocupado del movimiento zapatista. Por el contrario, su creación surgió del terreno fértil que había sido generado por la actividad de apoyo y solidaridad de otros colectivos anteriores.

Desde la aparición del movimiento zapatista, varios compañeros y colectivos aislados provenientes de distintos espacios políticos no sólo visitaron Chiapas y se pusieron en contacto con las comunidades, sino que también –a veces con logros excepcionales y otras no tanto– ensayaron una política de la solidaridad.

Sobre este terreno fértil, los compañeros y compañeras que participaron en la fundación de la campaña "Una escuela para Chiapas", quisieron intentar una acción si no nueva, sí poco ensayada en Grecia: la de una política de la solidaridad llevada a la práctica.

¿Por qué habríamos de apoyar a los indígenas pobres de la selva lacandona? La creciente y urgente necesidad de ayuda, escuelas y hospitales en todo el mundo es evidente. Pobres existen en todo el mundo. Todos los días nacen y se crean cada vez más en la barbarie del capital de la sociedad en que vivimos. Indígenas –olvidados por completo– existen también en todas partes. Y casi siempre –cuando no son considerados un fenómeno curioso y exótico digno de observación antropológica, o se les confina a reservas especiales–, son invisibles o "inexistentes" para una sociedad que pretende la homogenización y la aniquilación de la diferencia a través del poderío universal del dinero.

La campaña no es una asociación humanitaria. No ayuda a los pobres con las sobras de los ricos a cambio de la expiación de sus culpas. Tampoco distribuye las migajas de las empresas estatales para aliviar las heridas que los mismos Estados capitalistas generan. No es un grupo cultural que intenta ayudar en la conservación de las tradiciones de los indígenas cuando a ellos mismos les resulta imposible mantenerse con vida, arrasados como están por el hambre, la miseria y la enfermedad.

La Campaña decidió ocuparse de los indígenas de Chiapas porque esos indígenas pobres se han rebelado. Porque gritaron "¡Ya basta!" a la miseria, la humillación y la represión a través del único modo en que podían hacerlo, sin transacciones ni concesiones.

Porque intentan la realización de su visión colectiva "aquí y ahora".

Porque se atreven a tener esperanza y porque saben callar sin dejar de resistir.

Tienen la fuerza de esperar sin ceder, de aprender de sus errores, de cuestionar incluso sus tradiciones aunque desean la conservación de su memoria colectiva.

Se eligió la construcción de una escuela no porque nosotros somos especialistas en escuelas y disponemos del conocimiento técnico necesario. La elección se realizó basada en las necesidades y decisiones políticas de los mismos zapatistas y en continua, y hasta ahora ininterrumpida, colaboración con la sociedad local que no sólo ha construido la escuela con sus propias manos, sino que también, junto con los voluntarios griegos, ha dado forma al diseño, modificado lo que es necesario modificar y decidido en común el desarrollo de la obra.

La Campaña llama a esta forma de acción: política de la solidaridad llevada a la práctica. Y este camino, aunque la obra se acabe, no se termina, como no se termina la esperanza y el sueño por un "mundo en el que quepan muchos mundos", por una sociedad con libertad, paz y justicia, y sobre todo dignidad.

Traducción de Francisco Torres Córdova


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Homero no debió de morir.

Hermann Bellinghausen

Silban los barcos al atardecer en el Pireo.
Silban continuamente. Silban, pero no
se mueve ningún cabrestante.
Ninguna cadena mojada centellea a la
débil luz del ocaso.
Yorgos Seferis en un muro
de la selva de Chiapas

¿Por qué un pequeño episodio en cualquier lugar de la aún vasta selva del sur maya no iba a merecer un canto de la Odisea y otro más de la Ilíada? Total, se abría una escuela. Y adónde si no en las escuelas del mundo se siguen leyendo los clásicos, aunque sea en ocasiones y a fuerzas. Digamos, pese a la sep, que con Homero hemos topado.
Pongamos pues por caso la llegada de unos griegos. Hoy los griegos están en boca de todo el mundo en la hipnotizadas televisiones del planeta coca cola. ¿Griegos? Concretamente, los atenienses.

Imaginemos un grupo de atenienses disidentes que no aceptan la militarización de su vida privada bajo pretextos de seguridad hasta la paranoia. Quienes, en vez de entregarse a la edificación de palacios, coliseos y calzadas para los mercaderes de los Juegos Olímpicos, deciden ponerse de acuerdo con unos improbables indígenas rebeldes plantados a miles de kilómetros, en el vientre mismo de la selva tropical, y edifican juntos una escuela moderna y ejemplar para muchachos y muchachas tzeltales y choles que a su vez se dedican a "promover la educación" o sea educar a los niños del municipio autónomo Ricardo Flores Magón, compuesto por comunidades de bases de apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Entre 2000 y 2004. Sin las Olimpiadas en el reloj. Si según el sapo la pedrada, como dijera no sé si Sócrates o Hugo Hiriart, el centro de formación de promotores de educación demandó un esfuerzo grande, pues la ambición constructora lo era. Una obra titánica. Y como los Titanes no existen en Grecia ni en el sureste chiapaneco, la obra recayó en simples personas que consumieron en caliente tiempo y ganas para llegar a la cita de agosto: los máistros de obras.

Hay que señalar que los grupos involucrados –atenienses disidentes e indígenas rebeldes– comparten el no tener un centavo. Así, en pleno siglo xxi de hipercapitalismo rampante, y se presume que triunfante, una obra titánica se emprendió sin dinero. ¿Desde la pobreza? No necesariamente. Veamos.

Un arquitecto de Grecia idea una escuela de madera y lámina y le pone alas. Es decir, crea un proyecto arquitectónico con los materiales posibles en la selva. Lo hace gratis, y gratis el proyecto pasa a manos de un colectivo de ciudadanos griegos empeñados en la original tarea de apoyar a unos zapatistas más allá del Mediterráneo y el Atlántico, en un sitio que visto desde el Partenón debe parecer el fin del mundo.

Un fin del mundo bastante conocido, como sea, después de una década de levantamiento y lucha pública.

Sin dinero (bueno, el mínimo inevitable), por fraternidad, y agradecimiento antes que mera generosidad, los bravos atenienses entregaron a los indios mexicanos los planos, parte del material y parte de la mano de obra, y durante más de tres años levantaron conjuntamente la escuela Compañero Manuel en La Culebra.

No es un lugar donde se lee. No idealicemos el asunto. Ni en las lenguas propias, tzeltal y chol, que no se escriben mucho, ni en la lengua nacional de México. Pero la biblioteca (el edificio que la contendrá) exhibe estos días, apenas cruzar puerta, en fotocopias de gran formato, un canto de Odiseo y uno de Aquiles, en griego clásico y en castellano. Como si el largo viaje de esta escuela desde un restirador en Atenas hubiera sido una suerte de retorno de Homero a casa... siendo su casa cualquier lugar donde se cultiven la palabra, la lucha y la historia.

Y si el homérico periplo a las selvas mayas surcó un mundo empobrecido y canalla, a través de guerras, epidemias y rapacidad de los señores, también demostró que la solidaridad y las hermandades por abajo fluyen en mares abiertos hasta selvas que no conocen el mar. Por segunda vez (la primera fue en agosto de 1994 en el Aguascalientes de Guadalupe Tepeyac) oí hablar del barco de Fitzcarraldo en la selva Lacandona. Pero esta vez no se lo llevó una tormenta tropical.

Los tzeltales y choles llevan once años en rebeldía contra el gobierno de México y aunque parezcan tan remotos, están en la primera fila de la resistencia intercontinental contra el neoliberalismo totalizante. En sus encuentros con las brigadas de griegos que devinieron albañiles (pues albañiles se necesitaban), los indígenas se hermanaron sin metáforas quesque olímpicas en la comprabación de que las cosas se pueden hacer bien de más de un modo. Que otro mundo es posible, más barato, y hasta mejor.

En fin, si al llegar el poeta ciego a su nueva y pobre casa en la selva Lacandona tres milenios más tarde, la encuentra pobre y campesina pero inspirada por la lucha y la alegría, descubrirá que nada fue en vano y que, como dijera el moderno cantor de Alejandría, habrá experimentado el viaje y conjuntamente con los hijos del maíz sabrá por fin lo que las �tacas y Las Culebras significan.


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En las huellas de una heterotopía.

Parece estar profundamente enraizada en el pensamiento y la expresión de quienes luchan por cambiar el mundo, la inquietud por definir, describir o imaginar un absoluto "afuera", opuesto y hostil a lo que existe. La increíble capacidad que ha mostrado esta sociedad para asimilar prácticas y conductas que se le oponen, ha acentuado el deseo revolucionario del "otro lugar" de definirse tan lejos como sea posible, puro e inasible para la ideología dominante, fortificado en su alteridad.

La sensación de linealidad del tiempo parece amenazar los sueños de un futuro diferente. Como si en la cadena de la historia el presente transmitiera de eslabón en eslabón la infección, la maldición de una vida marcada por el infortunio. Así, por lejano que parezca el futuro, para asegurar su alteridad han de cortarse los puentes, la cadena del tiempo debe romperse. El "otro", la absoluta alteridad, debe estar separado, lejos, "afuera". No es casualidad que una metáfora espacial nutre y asegura la imagen de un futuro radicalmente distinto. En el espacio el concepto del límite tiene algo de irrevocable, de definitivo. Una imaginación que sueña al otro requiere de esta garantía para describir el futuro como "otro lugar".

¿No es por esta razón que la mayoría de las utopías que buscan describir o mostrar un futuro diferente adquiere precisamente la forma de un lugar diferente donde la vida sería diferente? La descripción de una vida así, a través de las imágenes de una ciudad ideal y lejana tiene, en efecto, el poder de definir lo distinto, el afuera, de una manera que parece tangible. ¿Pero qué ocurre cuando el sueño de una vida diferente, liberada de la opresión y la explotación, crea hoy, ante nuestros ojos, lugares reales donde lo distinto y lo igual, la negación y la afirmación, se entretejen y se enfrentan? ¿Qué ocurre cuando en el vigilado perímetro de lo normal se abren pasajes hacia lo otro?

Los pobladores chilenos, durante los años de la Unidad Popular, en la autogestión de sus colonias construyeron fragmentos de una cultura y de una estructura social distintas. Por su parte, en sus colonias y fincas ocupadas, los actuales campesinos del Movimiento de los Sin Tierra administran esos fragmentos, al igual que los trabajadores de Argentina, en su propia experiencia híbrida, tratan de conducir su trabajo sin patrones, de manera colectiva.

Esta acción, que construye lugares de otra parte aquí, lugares del futuro hoy, está en el centro de la política de los zapatistas. La autonomía de sus zonas no constituye la materialización nacida para morir de una imperturbable utopía, sino un esfuerzo, lleno de contradicciones, por un mundo en el quepan muchos mundos. Si hacemos nuestro un término que usó Michel Foucault, pero modificando su contenido, quizá podamos describir esos lugares del otro que actualmente emergen de la acción colectiva, como heterotopías.

El Centro de Capacitación de Promotores Culturales Compañero Manuel, una escuela en el corazón de la selva en donde no se enseñará la civilización de los conquistadores a los oprimidos, sino donde se buscará la civilización, las civilizaciones, de la libertad de los indígenas rebeldes, es una de esas heterotopías. En sus edificios construidos con innumerables carencias y mucho trabajo, se reúnen aquellos que aprenderán para enseñar a otros y éstos a su vez a otros más, no un conocimiento apoyado en el poder, sino conocimientos y cuestionamientos apoyados en la esperanza. En el programa educativo de los zapatistas predomina el plural: aprender las historias y no la historia, las geografías y no la geografía, las culturas y no la cultura. Es el plural lo que también nutre la experiencia de la heterotopía. Si los zapatistas soñaran un absoluto "afuera", esta escuela tendría la forma de un arca volcada sobre sí misma, introspectiva. En sus protegidas bodegas se guardaría la semilla del futuro para cuando las aguas del diluvio capitalista se hayan retirado. Sin embargo, esta escuela, con sus techos inclinados y sus tenues paredes llenas de fisuras, es sobre todo un pasaje, una membrana porosa, una encrucijada de esperanzas. La inquietud por la construcción de otro mundo la traspasa, las contradicciones e interrupciones de una lucha semejante la desasosiegan. En su interior el conocimiento se cruza con la alegría de una fiesta colectiva, el cuestionamiento se encuentra con el cuidadoso estudio de las tradiciones indígenas y la utilidad del conocimiento práctico encuentra en su camino la fuerza de la imaginación creativa.

Estas encrucijadas son un componente esencial de la heterotopía. En cierto sentido la heterotopía es un umbral dilatado, a la vez temporal y espacialmente. Un espacio de transición donde ocurre, con todas sus contradicciones, el nacimiento de nuevas experiencias sociales. Si los zapatistas "avanzan preguntando" es porque el futuro como un lejano "otro lugar" no existe en alguna parte de un horizonte inasible. En su pensamiento y acción políticos, hondamente marcados por el saber de las culturas indígenas, el camino se hace conforme se avanza. Las comunidades aprenden de sus errores, no corrigen simplemente la realidad de la lucha bajo la norma de la utopía. Y si en el levantamiento de 1994 o en la Marcha por la Dignidad, los zapatistas no hablaron en nombre de otros, sino que dieron la palabra y el lugar a "todas las minorías oprimidas que son mayoría", es porque en su cultura política sobre todo tiene importancia el nacimiento de espacios de libertad y de acción. Las heterotopías zapatistas nacieron en pueblos y ciudades durante la gran marcha. En la Ciudad de México la gente construyó, aunque de manera provisional, su propia heterotopía de la solidaridad. Toda acción de rebeldía, grande o pequeña, construye hoy, aunque sea por poco tiempo, su propia heterotopía de la dignidad en un mundo de terror.

¿Una red hecha de semejantes experiencias colectivas de heterotopía puede finalmente dar sustancia a la visión de un mundo liberado en el que se busca que quepan muchos mundos? ¿Y una escuela en el fondo de la selva puede marcar, puede materializar, sin temor a los problemas, una perspectiva semejante de emancipación social? Además, no es por azar que en la construcción de esta escuela-pasaje, escuela-encrucijada, escuela-umbral, se hayan encontrado personas de países, culturas, costumbres e historias tan distantes. Si la esperanza los unió fue porque en las comunidades zapatistas la acción cotidiana es la muestra más tangible del nacimiento de una cultura de la emancipación que no trazará límites sino que tenderá puentes. Una locura, un sueño y mucho trabajo en Grecia y en México dieron a luz un símbolo material más de esta perspectiva de emancipación. Todo este esfuerzo, a cada paso, generó experiencias de heterotopía. Los procesos de diseño y realización de la escuela constantemente tendieron puentes entre las distancias: distancias de cultura, distancias en los mapas, en la selva que algunos atravesaron para llegar a trabajar en la escuela; entre el sueño y los recursos disponibles. La escuela no es una heterotopía; la escuela se construyó, se construye y vive como heterotopía. Y si algo marcó su inauguración, con las discusiones sobre la educación en la rebeldía y los festejos que la acompañaron, es que la heterotopía es camino y no fortificación. Es, tal vez, barco y no arca. Se parece a ese otro barco que recibió en la selva lacandona el Encuentro Intercontinental que organizaron los zapatistas abriendo así sus velas hacia otro mundo; barco de locos acaso, pero que lejos de ocultarse en puertos secretos navega en los mares del archipiélago social.


Traducción de Francisco Torres Córdova

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La Culebra y la Olimpiada en Atenas.

Este mes de agosto de 2004 se llevan a cabo en nuestro país los vigesimoquintos Juegos Olímpicos de la era moderna. Bajo el "noble patrocinio" de las más grandes empresas multinacionales del mundo, es bien sabido que la organización de esta emisión de la justa olímpica ha sido considerada la más costosa en la historia. Para decirlo de una vez, se trata, ni más ni menos, de una descomunal empresa que, en nombre del deporte, ofrece a la red internacional de capitales y firmas trasnacionales la oportunidad de incrementar aún más sus utilidades; a los gobiernos, intensificar aún más sus regímenes policíacos, los controles preventivos y la creación de las llamadas sombrillas "antiterroristas", y a los medios masivos de comunicación, controlados por el poder económico y el Estado, aislar cualquier voz que signifique oposición y, por lo tanto, lograr la consecuente manipulación de la opinión pública. Así, pues, el poder económico y político, y los medios masivos de comunicación vinculados a ellos, buscan utilizar los Juegos Olímpicos, entendidos como la nueva "Gran Idea de la Nación", para levantar una cortina de humo ante el régimen en que vive gran parte de la población de Grecia.

Los Juegos Olímpicos de Atenas tienen un rasgo adicional. Son los primeros Juegos Olímpicos que se realizan después del 11 de septiembre, después de la guerra en Afganistán y de la declaración de guerra a Irak. Una operación de estas dimensiones, con los gigantescos intereses económicos que involucra, no podría abandonarse a cualquier "amenaza", por grande o pequeña, interna o externa que ésta fuera. En la Atenas de 2004, en la ciudad en que vivimos, se ensaya por primera vez en la historia del planeta un sistema de seguridad preventiva extremadamente sofisticado y severo que se propone controlar el más mínimo pliegue de la vida en la ciudad y en el país, así como hacer desaparecer de la vida pública de la ciudad a todas y todos aquellos que constituyen una "amenaza en potencia" para la fiesta: los inconformes, los mendigos, los pequeños comerciantes, los emigrantes, los marginados de todo tipo, etcétera. Simultáneamente, se ha llevado a cabo, a un costo elevadísimo y mediante campañas publicitarias cuidadosamente planeadas, la exaltación –como virtud nacional– del "voluntariado", con el propósito de dar legitimidad al "ideal nacional" promovido por el Estado para los Juegos. Además de la evidente manipulación implícita, uno de los beneficios inmediatos de semejante estrategia es, por si fuera poco, la afluencia de mano de obra gratuita para las "labores secundarias" durante los Juegos.

Ante esta situación, y aspirando a aquello que buscamos durante los cuatro años de la campaña "Una escuela para Chiapas", es decir, encontrar los caminos a través de los cuales las luchas en nuestro país puedan combinarse con las de otros pueblos, hemos celebrado, junto con los compañeros zapatistas, la inauguración del Centro de Capacitación de Promotores de Educación. Bajo la consigna: "Frente al voluntariado del dinero y del poder, la solidaridad de la lucha de los pueblos", nos hemos encontrado en La Culebra, Municipio Autónomo Rebelde Ricardo Flores Magón, en Montes Azules, Chiapas, para unir simbólicamente nuestras voces a la de todas y todos aquellos que se manifiestan estos días en Atenas en contra de las Olimpiadas sustentadas por el poder y los grandes intereses económicos.

Para nosotros, la fiesta en Chiapas es el símbolo opuesto a las Olimpiadas. Mientras queen Atenas los representantes de los Estados que crean y exportan la guerra hablan de paz y prometen garantizar la tregua olímpica, nosotros creemos que es en La Culebra donde realmente se puede festejar la fraternización que supuestamente invocan los Juegos.

En este sentido, al internacionalismo de las multinacionales, que quieren hacer de la llama olímpica un rasgo más añadido a sus distintivos de empresa; a la adoración fetichista de los rendimientos atléticos y de la victoria, que tanto concuerda con una cultura agresiva y centrada en el individualismo, hemos opuesto la alegría de la participación, la colaboración y la fe en la fuerza de los sin rostro.

En nuestra fiesta nadie ha pagado por ver desfiles, juegos pirotécnicos, costosas escenografías y "alegre" publicidad. Tampoco ha aparecido en las televisiones del mundo ante millones de espectadores. No queremos espectadores. Sólo personas que sienten la escuela como el escenario de una representación que no tiene protagonistas, sino actores de ese otro mundo que viene.

En nuestra fiesta no ha habido vencedores. Porque la fuerza de la creación yace en el encuentro y la colaboración entre personas con esperanzas comunes y no en el antagonismo y la supuesta creatividad que éste cultiva.

En las antípodas de una olimpiada cercada de hierro, hemos querido que nuestra fiesta sea una celebración de la libertad y la autodeterminación. La seguridad la prometen aquellos que más la amenazan. Nosotros no prometemos seguridad. Conocemos el riesgo. Sabemos que la democracia es un riesgo continuo donde la igualdad sin solidaridad es letra muerta.

Y si alguna vez los valores invocados en la Antigüedad cruzaron el umbral de los Juegos Olímpicos, no lo sabemos con seguridad. Sin embargo, si sólo por un momento algo semejante ha podido suceder, aquello que los encarna ha estado allí, en la lejana Culebra.



Traducción de Francisco Torres Córdova
Mira també:
http://www.jornada.unam.mx/2004/ago04/040822/se

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Sindicat Terrassa