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La suerte de los artistas
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per jr |
20 ago 2004
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La suerte de los artistas
Jaime Richart
En un artÃculo en El PaÃs de hace unos dÃas que titula “La cultura adormiÂderaâ€?, Vargas Llosa propone una teorÃa pereÂgrina sobre la suerte que en la sociedad debe correr el arÂtista y su obra. Casi proÂduce escalofrÃos...
Yo le diré de momento a este inquieto activista que en el mundo, a diferencia de lo que predica él, somos muchos más de lo que algunos pienÂsan y deÂsean que, con tal de que todo el mundo coma y tenga una existencia digna, preÂferirÃaÂmos un régimen estatalista aunÂque tuviésemos que extirparnos las libertades formales de un tajo. Ya nos ocupaÂrÃamos luego de ir reconquistándolas poco a poco. China, a la que, por su posición geopolÃtica los enerÂgúmenos de OcÂcidente no han tenido más remedio que resÂpetar a la fuerza, es un buen ejemplo de colectiÂvismo en progresivo desarroÂllo. Está alcanzando al otro coloso en todo...
Pero por el momento nos movemos en un régimen articuÂlado bajo economÃa mixta. Nos movemos y nos moÂveremos, por lo menos hasta que Vargas Llosa y sus coÂleÂgas del fasÂcio no se apropien de lo poco comunal que nos van deÂjando. Porque lo cierto es que si en el planeta vivimos pasaÂblaÂmente dos mil millones y unos cuantos millones en la opulencia, cuatro mil millones se las ven y se las desean para sobrevivir. Es un fenómeno económico sujeto a la fÃÂsica: el dinero y la riqueza, abandonados a su natural desÂenvolviÂmiento, tienden a concentrarse irrefragablemente.
Pero, como digo, todavÃa rige la economÃa mixta en EuÂropa. Y regirá hasta que, repito, ellos, meÂdiante las armas y las malas artes consiÂgan privatizarlo todo; es decir hasta que el proceso de conÂcentración priÂvada se consume de manera que todos los bienes de producción vayan a parar a menos manos aún de las pocas en que ya están. Y en ese momento odioso ellas, y sólo ellas, serán las dueñas del desÂtino de la humaÂnidad. Eso es lo que nos proponen VarÂgas Llosa y su neoliberaÂlismo militante. Ahora nos traslada su idea también al Arte.
Para defender al neocapitalismo salvaje no era preÂciso lleÂvar la polémica polÃtico social al ámbito de la creatiÂviÂdad. Deje Vargas Llosa al menos a ésta en paz para que prosÂpere. Dispara desde todos los ángulos. Antes, en otro artÃÂculo, hablaba de la excepción cultural. Llama él excepÂción cultural a las cultuÂras minoritarias, por oposiÂción a la cultura anglosajona e hisÂpana, por ejemplo. No se sabe si consiÂdera asà también a la francesa, a la alemana o a la rusa. Dada su insolencia y nulo respeto por lo singular, habrÃa que preguntárselo. Pero lo cierto es que, artÃculo tras artÃculo, va cerrando el cÃrculo de la perÂversión que existe en toda proÂpuesta que signifique excluir de auxilio a los más débiles en esta junÂgla llamada “libre competenciaâ€?.
En esta ocasión Vargas nos trae la expresión "arte adorÂmidera", empleada, según él, por el poeta surrealista peÂruano César Moro. La desempolva para aplicarla a la inspiÂración que, en su opinión, se ve coarÂtada por la tutela eventualmente prestada por el Estado. Inspiración que por la sumiÂsión que el tutelado debe a los gobiernos, ve prostiÂtuÃda y menguada. Es decir, Vargas Llosa no quiere protecÂcioÂnismos, ni ayudas para nada. Tampoco para el arte y los arÂtistas. Ya se encarÂgará, dice, cada artista de encontrar a su propio meceÂnas... Esta es la proÂpuesta de Vargas en poÂcas paÂlabras. Tan respetable como odiosa. Tan odiosa como mezquina...
Como Vargas Llosa ha debido colmar otras aspiraciones, al igual que el otro pseudointelectual comprometido peninÂsular, Savater, ahora se dedica, como éste, a la agitación social. No quiere que se ayude al artista fuera de los recoÂvecos inÂterÂpersonales de la sociedad de consumo y de inÂfluencia, fiando exclusiÂvamente a la generosidad de los deÂmás el proÂgreso del arte y de los artistas. Mejor diÂcho, esÂpera que o los que ven negocio o los generoÂsos del mundo les ayuden, como la Iglesia Católica confÃa en que el hamÂbre desaparezca conoÂciendo perfectamente el egoismo congénito del opuÂlento. En definiÂtiva, Vargas no quiere que sea el Estado quien se ocupe de ayudar a la cultura. No quiere que Estado libere a la culÂtura de las garras de la contraÂculÂtura. Quiere que sea la proÂpia soÂciedad, por generación espontánea, y su maremagnum quien la salven; una sociedad, para colmo en plena ciÂviÂlizaÂción y que por el camino que lleva, va sin remedio hacia la contraÂculÂtura total, esto es, la barbaÂrie...
Tratándose de un neoliberal conÂvicto y confeso, podemos asegurar que Vargas hace esta oferta porque, en la medida que le hagamos alguna concesión podrá respondernos luego: ¿no véis?, pues lo mismo es para todo. Si bueno es para las artes y el pensamiento deÂjarlos a las fricciones del mercado, ¿por qué no ha de serlo para el tráfico de bienes materiales y el desenvolÂviÂmiento de la socieÂdad toda? VarÂgas Llosa viene decidido a consagrar por su cuenta y desde su púlpito el capitalismo salvaje; al que, como todos los teóÂricos neoliberales, no pone más brida que los cóÂdigos penaÂles. Códigos, por cierto y como todo el mundo sabemos, hechos a la medida del sisÂtema y sobre todo en provecho de la clase actualmente domiÂnante: la plutocracia.
Pero Vargas no repara en que tenemos hoy dÃa una ven-taja, y es que sabemos perfectamente lo que ocurre en el li-bre mercado, tanto en cuanto al trasunto cultural como al material. Sabemos qué suerte depara a los arÂtistas que esÂperan a que sea las condesas quienes les finanÂcien o sufraÂguen la promoción de sus obras, sus borradores, sus esÂculturas o sus lienzos. Cita el caso de Buñuel a este propóÂsito. Pero sabemos también la que depara al simple mortal que no dispone de padrinazgos, apoyos, ayudas e influenÂcias.
Vargas debiera tener en cuenta tres cosas. La priÂmera es que la relativa y pequeña protección que el Estado del bienÂestar (que ya empieza a debilitarse) puede prestar, no es tanto propiamente a los artistas como al arte y a la cultura en absÂtracto. Segundo, que el hecho de que el Estado disÂpense ayudas no quiere decir que quienes no las quieran para no tener que agradecerle nada ni sujetarse a condicioÂnes ideológicas, no puedan buscarlas en los circuitos de marchantes, condesas, amiguetes y mercadillos, que es lo que Vargas propone. Y en tercer lugar que, con subÂvencioÂnes o sin ellas, quien despunta o triunfa, en vida, siÂgue siendo, como siempre, el destino, la moda y en función de “lo que vendeâ€?, y no según el valor intrÃnseco de la obra de arte. Es decir, desgraciadamente, por motivos que tienen demasiado a menudo mucho más que ver con el azar y las circunstanÂcias que con el mérito y categorÃa del arte proÂpiamente dichos. Y por si fuera poco, ¿quién podrá contar hoy dÃa con la ayuda de una condesa amante además del Arte? Hoy dÃa, cuando, afortunadaÂmente, las condesas son especie animal a punto de extinguir...
Vargas Llosa dice: “No estoy en contra de que escritores, músicos, bailarines, cineastas, esÂcultores, pintores, reciban apoyos para salir adelante, pero, para ser eficaz y no coarÂtar su libertad, esta ayuda debe veÂnir princiÂpalmente de la socieÂdad civil y no de la burocracia, porque el Estado (que, en este caso, como en muchos otros, es inÂdistinguible de los gobierÂnos), impone un precio que a la corta o a la larga tiene efecÂtos perniciosos para la cultura y la salud cÃvica y moral de la sociedad en generalâ€?. Menos mal que dice “prinÂcipalmenteâ€?, pues en este adverbio debiera ver su innecesario esfuerzo por deÂbilitar la res publica. Pero es que además, si tanto le preocupan los efectos perniciosos y la salud cÃvica y moral de la sociedad ¿no le parece perÂnicioso para la cultura y la salud cÃvica y moral de la soÂciedad en general que el adinerado rara vez lo sea con jusÂticia, pues si cumple escrupulosaÂmente con las reglas de la salud cÃvica y moral, difÃcil y legÃÂtimaÂmente alÂguien puede enriquecerse? Porque aquà se enÂcuenÂtra la clave de la conÂtroversia: ¿“merÂcado liÂbre o colectiÂvismoâ€??.¿“anarÂquÃa o liberalismoâ€??. El libeÂralismo degenera, lo mismo que el anarquismo mal entendido termina en caos. Lo que sucede es que mientras que la anarÂquÃa no ha teÂnido todavÃa ocaÂsión de ensayarse en nuestras latitudes, el liberaÂlismo prueba constantemente su insania e injusticia intrÃnseÂcas... Hace bien en mirar por la salud cÃvica y moral. Pero no podemos esperar que esa salud le preocupe en absoluto al sector privado. Las pruebas con incontables, pero bástenos fijarnos en la red televisiva y de los medios...
Convengamos en que el arte y la producción artÃstica es otra mercancÃa más. ¿Es lÃcito someter al artista a la impeÂriosa necesidad de ser también un buen marchante o de teÂner que poÂnerse en manos de terceros para colocar su proÂducto en el merÂcado?
Una cosa es defender la libre concurrencia intelectual y artÃstica recomendando al Estado no extralimitarse en apoÂyos y subvenciones institucionales al artista y al arte, y otra hacer caer el peso de la producción del arte en las ayuÂdas de condesas liquidando al mismo tiempo a las excepÂciones culturales como indignas de respeto y de apoyo.
Y todo porque Vargas Llosa es un fanático del capitalismo salvaje. Como sus compadres Bush, Aznar, etc.
Ya lo dije, pero voy a repetirlo. Suponemos que Vargas Llosa llama excepción cultural asà a las culturas minoritarias y a las corrientes, hábitos y orientaciones que aspiran a convertirse en cultura nueva. Pero para hablar de excepción, es preciso señalar antes la norma. Y, que sepamos, aún no ha dicho Vargas Llosa cuál es esa norma a la que opone la excepción. Es muy tuno este Vargas. MeÂdiante elipsis, para no llevar la poléÂmica a la lÃnea de flotaÂción soÂciopolÃtica,nos arrastra a su huerto. Nos hace coÂmulgar, antes de debatir el asunto viejo de capitalismo-soÂcialismo con sus neologismos y variantes conceptuales a cuestas, con la idea de que lo "normal" es el liÂbre mercado -y espeÂcialmente el neoliberalismo de los teóÂricos norteameÂricanos-, y la excepción todo lo que se le opone o estorba. Nos lo plantea asà para reforzar, fingiendo preocupaciones literarias o artÃsticas, a los que inventaron la tesis de que la concurrenÂcia libre (falsamente libre en la práctica), llevada a sus últiÂmas conseÂcuencias y caiga quien caiga, es la mejor soluÂción para la porción de la humanidad ya de por sà privileÂgiada. Es decir, que eso, el capitalismo atroz, es lo que los que vivimos bien necesitamos para salir airosos frente a los que nos acosan psicológica y espiritualmente porque no tieÂnen donde caerse muertos...
Si el mercado fuese verdaderamente libre, tal vez podrÃa prestarse atención a su propuesta. Pero él sabe bien que no lo es. Es libre mientras alguien, algún poder asociado al poÂder polÃtico, no se proponga monopolizar una mercanÂcÃa. InÂcluida, claro está, la producción artÃstica o intelectual. Por otro lado, convendrá con nosotros que entre recibir ayuÂdas del Estado aunque éste exija una cierta gratitud y llamar a todas las puertas inútilmente mendigando ayuda para la presunta obra de arte, no hay más que ponerse en el luÂgar del artista y darle a elegir. La elección también forma parte del mercado. La economÃa mixta no obliga a nadie a acoÂgerse a ayudas que puedan buscarse en otra parte. Por eso es una indecencia conÂdenar radicalmente al artista a los iniÂciales desprecios que debe sufrir hasta que alguien se deÂcide a reconocer el potencial valor de su obra. Y mucho más no reservarle siquiera un reÂducto neutro e institucional donde acudir. Porque ¿qué hacen quienes no pueden soñar ni de lejos el trato no ya con conÂdesas sino simplemente con la clase media? ¿Quién servirá de puente y oirá siquiera a quien intenta que le lean su guión o su borrador o exaÂmiÂnen su lienzo, y esté luego además dispuesto a promocionar la obra?
No permitamos que nos desenfoque el asunto. Lo que imÂporta es saber si queremos concurrencia salvaje, intervenÂcionismo salvaje, o si la solución está en lo que la sociedad ha preÂvisto con sus leyes perteccionistas: una combiÂnación de libertad, de estÃmulos y de resÂtricciones dirigidos desde el Estado subÂsidiariamente. El Estado gestiona, el Estado cubre deficienÂcias, el Estado nos ampara. El dÃa que el EsÂtado del bienÂestar desaparezca, si no disponemos de una tarjeta de créÂdito no podremos siquiera aspirar no ya a que nos recojan en una cuneta, sino a que nos entierren...
Evitemos la trampa de Vargas Llosa que nos incita a disÂcutir según un planteamiento sesgado que va mucho más allá del asunto subvenciones sÃ, subvenciones no. Su cateÂgorÃa inteÂlectual, y con mucho mayor motivo sociopolÃÂtica, no da la taÂlla, aunque tenga una tribuna fija en El PaÃs. Menos mal que Perú se libró de él. Toda su imaÂginación en materia social la consagra a su bienestar y al de su clase. Carece de concienÂcia social. Es un mutiÂlado del espÃritu. Si no, no defenderÃa de manera tan indecoÂrosa que el artista y el creador literario, a menudo retraÃdos, tenÂgan que soportar tanto portazo de quienes se niegan a leer sus galeradas, ver su cuadro o su escultura o escuchar su música.
¡Alto ahÃ, Vargas Llosa! ¡De menudo tipo se libró Perú...! |
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